Esta perspectiva política es el texto del discurso de David North de apertura de la celebración del Día Internacional del Trabajador. David North dirige el Comité de Redacción del World Socialist Web Site (wsws.org) y es presidente nacional del Partido Socialista por la Igualdad de Estados Unidos. El acto tuvo lugar a través del Internet el 3 de mayo del 2015.
En nombre del Comité Internacional de la Cuarta Internacional y del World Socialist Web Site, permítanme extender un saludo fraternal a los muchos oyentes en todo el mundo, en más de 60 países, que participan en esta celebración inalámbrica del Primero de Mayo de 2015.
El propósito de este acto es triple:
En primer lugar, dar voz a la oposición de la clase obrera internacional contra la incesante aceleración de violencia militar que, a menos que la detengamos, presagia detonar en el mundo entero una catástrofe de dimensiones inimaginables.
Segundo, presentar un análisis de las principales causas de la crisis global que en la actualidad impulsa la política militaristas de los gobiernos imperialistas y capitalistas de todo el mundo, y de su dinámica económica, geopolítica y social.
En tercer lugar, delinear los principios políticos, y el programa, en que basar un nuevo movimiento revolucionario antiguerra de la clase obrera mundial.
Hace un año, el Comité Internacional condujo su primera manifestación del Primero de Mayo a través del Internet. En ese entonces, se cauteló que las medidas que adoptaban Estados Unidos y las potencias imperialistas asentaban los cimientos de una tercera guerra mundial. Los eventos de los últimos doce meses confirman ese pronóstico.
Los acontecimientos de este pasado año revelan la aceleración de la violencia militar instigada por Estados Unidos y sus principales aliados imperialistas. La supuesta "guerra al terror" se extiende de país a país, de continente a continente. Casi quince años después de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001, todos, menos los que no quieren ver, están concientes que la "guerra al terror" es un pretexto para el uso del poder militar estadounidense a través del mundo.
Las invasiones estadounidenses de Afganistán en el 2001 e Irak en el 2003 le abrieron los portones a sangrientas aventuras militares en el Medio Oriente, África del Norte y Asia Central que causaron la muerte de cientos de miles de personas en los últimos diez años, ya sea mediante la intervención directa de las fuerzas militares de Estados Unidos o de sus huestes mercenarias. Estas intervenciones produjeron la devastación física y social de Irak, Afganistán, Siria, Yemen y Libia. Los refugiados que ahora mueren ahogados en el Mar Mediterráneo, en la costa de Libia, también están entre las innumerables víctimas de las medidas criminales del imperialismo estadounidense y europeo.
Los acontecimientos de los últimos años ponen el dedo en la herida: Estas intervenciones regionales son parte de un gran plan de batalla mundial. Los Estados Unidos acelera ahora su confrontación con Rusia y China. Con extraordinaria imprudencia, el gobierno del presidente Obama toma medidas que parecen calculadas para provocar una respuesta militar rusa. Como consecuencia de haber organizado Estados Unidos el golpe de estado en Ucrania en febrero 2014 ahora choca con una Rusia que posee armas atómicas. Lejos de retirarse del borde de ese abismo, Estados Unidos, con el apoyo de Alemania y otras potencias de la OTAN más intensifica la presión económica y militar contra Rusia.
Es un consecuencia histórica bien conocida que la existencia de una compleja red de alianzas y compromisos militares entre los diferentes estados europeos a espaldas de la gran masa popular (con mal entendidas consecuencias políticas para los gobiernos involucrados) fue un elemento decisivo en la detonación de la Primera Guerra Mundial en julio y agosto de 1914. De no haber recibido un "cheque en blanco" alemán en julio 1914, el gobierno austro-húngaro se habría abstenido de la guerra contra Serbia dos semanas después. Los compromisos de Francia hacia Rusia animaron al régimen zarista a intervenir militarmente en apoyo de Serbia.
Cien años después, la historia se repite. Durante su visita el año pasado a Tallin, capital del pequeño estado báltico de Estonia, Obama declaró en un discurso público:
“Yo les digo a la gente de Estonia y las gentes de los países bálticos, nuestro tratado de alianza hoy nos obliga. Tenemos un deber solemne el uno al otro. El artículo 5 es claro: Un ataque contra uno es un ataque contra todos. Así que si, en un momento, alguien pregunta, ‘¿quién va a acudir a ayudar?’, tendrá la respuesta: La Alianza de la OTAN, incluyendo a las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América, ¡aquí, presentes, ahora presentes para Estonia, presentes para Letonia, presentes para Lituania!”
¡Cuán pocos estadounidenses conocen, y mucho menos entienden, las consecuencias de compromisos militares del gobierno de Obama con el políticamente inestable e imprudente gobierno de derecha en Estonia! La distancia entre Tallin en Estonia y San Petersburgo en Rusia es de 370 kilómetros, diecisiete menos que la distancia entre la ciudad de Nueva York y Washington, DC. Aproximadamente una cuarta parte de los habitantes de Estonia son rusos.
En el contexto del conflicto en Ucrania, de crecientes tensiones entre Rusia y Polonia, y de la continua expansión de la OTAN en Europa Oriental y en la región del Mar Negro, no es difícil imaginar que Rusia interpreta el discurso de Obama en Tallin como equivalente a un "cheque en blanco" para los regímenes bálticos. Por otra parte, si Obama realmente quiso decir lo que dijo, y hay que asumir que es así, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están dispuestos a lanzar la guerra contra Rusia en apoyo de los países bálticos, posiblemente con armas atómicas.
En el otro lado de Eurasia, los estrategas del imperialismo estadounidense persiguen implacablemente su objetivo de sitiar a China. El "Pivote a Asia", que siguientes oradores examinarán con mayor detalle, no es más que un apodo que disimula la organización sistemática de guerra contra China. Un análisis importante de la política de Estados Unidos hacia China, publicado en marzo de este año por el Consejo de Relaciones Exteriores declara llanamente que "no hay ninguna posibilidad real de crear relaciones mutuas de confianza fundamental, de 'coexistencia pacífica' ', de comprensión mutua, de 'asociación estratégica, o de ninguna ‘otra clase de relaciones de grandes países' entre Estados Unidos y China".
Estados Unidos, dice el informe, debe por lo tanto, adquirir "la voluntad política" y las capacidades militares para "encarar a China con el fin de proteger sus intereses vitales". Parece que los que están en la cúpula de poder de Estados Unidos, encargados de medidas estratégicas, están convencidos que la guerra contra China es inevitable.
Tal punto de vista estratégico, como indica un estudio de las guerras mundiales, puede en sí convertirse en un factor que contribuye a un cataclismo militar. Según escribió un historiador de la Primera Guerra Mundial hace poco: "Una vez que se supone que la guerra es inevitable cambia el cálculo de los líderes militares. Ya no se pregunta si habrá o no guerra, pero cuales son las condiciones más ventajosas de combatirla” (The Next Great War? The Roots of World War I and the Risk of U.S.-China Conflict, ed. Richard N. Rosencrance and Steven E. Miller, p. xi.)
Bien se sabe que intereses geopolíticos y económicos están detrás del carácter agresivo de la política estadounidense en relación con China. La élite política de Estados Unidos considera que el creciente poder económico chino es una amenaza a su propio dominio en Asia y en todo el mundo. Por otra parte, como consecuencia de décadas de estancamiento económico y deterioro de su infraestructura industrial, la clase de poder está convencida que sólo a través de la barbarie de su fuerza militar mantendrá su hegemonía global el imperialismo estadounidense.
A estos factores internacionales hay que añadir el impacto de la crisis interna de los Estados Unidos, país dividido por intensas contradicciones sociales para las que el capitalismo no tiene ninguna solución que represente un avance social. El sistema político estadounidense se ha degenerado y convertido una máquina de robo controlado por los interés insaciables de la élite financiera, parasitaria, sumida en sí y criminal en esencia. Uno de los propósitos centrales de esta "guerra al terror" que nunca acaba es azuzar miedos y paranoias populares para distraer a la gran masa del pueblo estadounidense de las verdaderas causas internas de su angustia social.
No hay duda que Washington es la médula de la violencia política imperialista mundial. Es realidad derivan de la crisis del sistema capitalista mundial todas las medidas impuestas por el gobierno estadounidense. Los dos elementos fundamentales de esta crisis son el carácter anárquico de un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y la imposibilidad de reestructurar y utilizar, de una manera socialmente adelantada, las vastas capacidades productivas de una economía global que existe en un entorno estructural de estados nacionales capitalistas.
La participación de un número que va en aumento de potencias imperialistas y capitalistas en la lucha por mercados económicos e influencia geopolítica demuestra el carácter internacional de la crisis actual. En este momento todas las existentes potencias capitalistas desempolvan antiguas ambiciones coloniales, hasta el punto de falsificar la historia para encubrir sus crímenes pasados. Profesores alemanes influyentes tratan de excusar las guerras lanzadas por los nazis. El primer ministro de Australia celebra el horrible derroche de miles de vidas jóvenes en Gallipoli en 1915, y glorifica dicho matadero como un ejemplo de sacrificios futuros.
Cada gobierno rival capitalista, sean cuales sean sus intereses y motivaciones, está jugando un papel reaccionario en la crisis mundial que se desarrolla. El intento de Rusia y China de contrarrestar la presión del imperialismo norteamericano, europeo y japonés, acelerando sus propios programas militares y apelando y excitando el chovinismo nacional, no tiene nada de progresista.
Que Vladimir Putin diga que el arsenal de armas nucleares de Rusia defenderá el país contra las amenazas externas combina una total falta de estrategia con el fatalismo nacional más extremo. Que China aumente enormemente sus gastos militares no traerá ni seguridad ni paz. Estados Unidos, Japón y otras potencias del Pacífico y del Océano Índico incluso se refieren a ese gasto militar para justificar su propia acumulación de fuerzas militares en la región.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional intransigentemente repudia todas las potencias rivales. Nuestra oposición al imperialismo está anclada en los principios del internacionalismo socialista. Para luchar contra la guerra, no apelamos a ningún gobierno nacional, sino a la clase obrera internacional. El único antídoto eficaz para la guerra entre las naciones es despertar la lucha consciente de la clase obrera por el derrocamiento del sistema capitalista intransigentemente en base al internacionalismo socialista,.
Sospecho que hay en nuestro público mundial de hoy, algunos que simpatizan con nuestras aspiraciones pero que encuentran difícil abandonar su escepticismo a la viabilidad del programa internacionalista del Comité Internacional. Resolver ese escepticismo requiere de un análisis objetivo de la crisis capitalista mundial y de las lecciones de la historia.
La propagación maligna de la violencia militar que amenaza con transformarse fatalmente en una guerra mundial entre potencias con armas atómicas, refleja los esfuerzos cada vez más desesperados de las élites gobernantes para contener la crisis sistémica del capitalismo mundial en el entorno de las relaciones de propiedad existentes y del sistema de estados nacionales. A la misma vez, esta misma crisis encarrila al proletariado internacional en la vía de luchas revolucionarias, para resolverla con la abolición de la propiedad capitalista de los medios de producción y del sistema de estados nacionales.
Hace exactamente cien años en mayo de 1915, León Trotsky escribió un artículo titulado "El imperialismo y la idea nacional", en el que analizó las implicancias históricas y la importancia de la Primera Guerra Mundial:
“Al barrer con las bases mismas de la economía, la actual guerra imperialista, iluminando y amplificando la miseria espiritual, o charlatanería, de la idea nacional, es la expresión más convincente del callejón sin salida en que nos ha dejado la evolución de la sociedad burguesa. Es sólo el socialismo ... que emancipa la economía mundial de las cadenas nacionales, que ofrece una salida a las contradicciones que ahora explotan ante nuestros ojos creando una terrible amenaza para el conjunto de la cultura humana, que arranca de este modo la cultura nacional de las garras de las rivalidades económicas entre las naciones del mundo”.
Unos meses después, en septiembre de 1915, en las horas más oscuras de la Primera Guerra Mundial, treinta y ocho socialistas se reunieron en la pequeña localidad suiza de Zimmerwald para debatir un programa y una estrategia para guiar la oposición a la guerra. ¡Sólo eran treinta y ocho! De estos treinta y ocho socialistas, la delegación de Lenin era de sólo cinco. El Partido Bolchevique, liderado por Lenin, era todavía una organización muy pequeña. Pero el análisis de Lenin y su prognosis política de la guerra resultaron ser inmensamente visionarios. Al igual que Trotsky, Lenin hizo hincapié en que la guerra no significaba una salida desafortunada y temporal dentro de un equilibrio estable que se restablecería, más o menos como estaba antes de agosto de 1914, una vez que cesaran los combates. La guerra significaba la ruptura del viejo orden capitalista mundial.
La concepción estratégica esencial que Lenin proponía era que las mismas contradicciones que detonaron la Primera Guerra Mundial también detonarían la revolución socialista mundial.
El propósito central de los marxistas era preparar a través de su trabajo teórico, político y práctico organizativo el levantamiento de la clase trabajadora mundial contra el capitalismo y el imperialismo. Por encima de todo, la lucha contra la guerra tendría que basarse acérrimamente en el internacionalismo socialista, cosa que exigía la construcción de un nuevo partido revolucionario internacional enemigo de los de la Segunda Internacional que se habían postrado ante el imperialismo y que apoyaban la guerra. En 1915 sólo una pequeña minoría era partidaria de la línea de Lenin. Dos años después, millones abrazarían su programa. La victoria de la Revolución de Octubre demostró la certeza del análisis de Lenin.
Las lecciones de esta gran experiencia histórica han de inspirar y guiar un nuevo movimiento contra la guerra imperialista. El capitalismo ha llegado a un callejón sin salida. La miseria social y la destrucción sin sentido de que es capaz provoca cada vez mayor inquina. Dentro de los Estados Unidos, ahora presenciamos los primeros movimientos de resistencia de la clase obrera. Ese rechazo, en el centro del imperialismo mundial, seguirá en aumento. No subestimamos los peligros. Tampoco subestimamos el potencial revolucionario de la clase obrera, dentro de los Estados Unidos y en todo el mundo. El destino histórico de la humanidad está por cumplirse.
Hay tiempos en la historia en que las masas se mueven hacia adelante y rompen las barreras que imponen sus opresores. Nos estamos acercando a uno de esos momentos históricos. Somos muchos más de treinta ocho personas (ni hablar de cinco) los que estamos participando en esta manifestación ciberespacial. Todos ustedes, queridos compañeros y amigos de todo el mundo que están escuchando hoy en día, deben considerarse delegados que representan y luchan por el programa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional y actuar consecuentemente. Le instamos a que se pongan a trabajar día y noche para elevar la conciencia política de la clase obrera y la juventud. No hay justificación para la pasividad o el fatalismo.
Las contradicciones objetivas del capitalismo son un impulso poderoso para la radicalización de la clase obrera. Es necesario intervenir en las luchas en desarrollo para darles una orientación socialista, revolucionaria y consciente. La gran misión, y, de hecho, la responsabilidad ineludible, de todos aquellos que entienden la situación histórica y están de acuerdo con la perspectiva y el programa del socialismo internacional, es hacerle "Guerra a la guerra", uniéndose a la Cuarta Internacional, y ayudando a construir el Partido Mundial de la Revolución Socialista.