Discurso de Peter Schwarz, Secretario del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el 3 de mayo ante la manifestación del Día Internacional del Trabajadores del 2015 organizada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Camaradas y amigos,
El próximo viernes es el septuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. El 8 de mayo de 1945, se rinde el mando supremo de la Wehrmacht.
En términos históricos, setenta años son un tiempo corto. Aun viven dos millones de personas en Alemania que tenían al menos quince años de edad cuando terminó la guerra. Ellos presenciaron la guerra como adolescentes o adultos. Los que nacimos después estamos bien familiarizados con las imágenes horripilantes de ciudades destruidas, gente sufriendo y pilas de cadáveres famélicos en campos de concentración.
¿Puede que ocurra otra similar y terrible hecatombe en Europa?
Desde hace mucho tiempo la respuesta oficial siempre ha sido "¡No!". La integración económica de Europa, su moneda común y la apertura de sus fronteras interiores supuestamente habían acabado con los conflictos que hicieron de Europa el escenario de dos guerras mundiales. La Unión Europea encarnaba la "Unidad de Europa". Se aseguraba que ningún europeo nunca jamás le dispararía a otro.
Todo siempre fue una ilusión. La Unión Europea no ha unido a las gentes de Europa. Al contrario es un garfio de poderosos intereses económicos y financieros, un arma contra la clase obrera de cada país y en contra de sus rivales burgueses mundiales. La Unión Europea nunca resolvió las contradicciones que inmolaron a Europa dos veces, en 1914 y 1945. Al contrario, las multiplicó.
Tan solo mirar a la Europa de hoy demuestra que todas las enfermedades sociales y contradicciones que detonaron dos guerras carniceras mundiales una vez más levantan sus cabezas.
Echemos un vistazo a la situación social en primer lugar. Nunca antes han sido tan graves las contradicciones de clase en Europa. Hace veinticinco años, la reintroducción del capitalismo en Europa Oriental fue arropada con promesas de prosperidad y democracia. Ahora muchos trabajadores de esos países ganan menos que los obreros chinos. Los sistemas de salud y la educación se han derrumbado. Sus gobiernos están empantanados en la corrupción.
En la Europa de hoy la palabra "austeridad" se ha convertido en el epítome de ataques interminables a salarios, pensiones, empleos y prestaciones sociales. Grecia, donde la pauperización de millones de personas deriva de los decretos de la troika representa el futuro de todos.
En Alemania, la economía más rica del continente, uno de cada siete es pobre. Treinta y nueve por ciento de todos los empleados han sido tercerizados, en empleos atípicos, con cortas horas, trabajos temporales, mini-empleos y peor.
La parte superior de la sociedad, goza de un manantial de riquezas. El índice bursátil alemán que era dos mil puntos antes de la unificación alemana (1991) asciende a los doce mil puntos hoy. Ese asombrosa inflación no es el resultado del crecimiento económico; refleja el enriquecimiento sin límites de la oligarquía financiera, a expensas de la clase obrera.
La desigualdad social ha alcanzado tal nivel que hace que sea incompatible con la democracia. Mientras que la sociedad se desmorona, los partidos políticos cierran filas. No importa si son de izquierda o derecha, colaboran en el mismo proyecto reaccionario. En la actualidad es prácticamente imposible influir sobre la dirección política acudiendo a las urnas.
Las élites de poder responden con un gigantesco aparato de vigilancia y policial. Consideran que el pueblo entero es su enemigo al que hay que intimidar y suprimir.
La expresión más maligna de la decadencia de Europa es el resurgimiento del belicismo. Desde la década de 1990, varias potencias europeas están participando en las guerras imperialistas dirigido por Estados Unidos en el Medio Oriente y África. sin embargo con el golpe de Estado en Ucrania, coreografiado en el occidente, el militarismo europeo se actualiza.
La OTAN revisa su estrategia y apunta su enorme arsenal de armas hacia Rusia. Una guerra nuclear con Rusia ya no es una posibilidad teórica. Es un peligro real.
Europa junta sus fuerzas armadas para participar en la campaña imperialista depredadora con del fin de establecer una nueva división y repartija del mundo. El imperialismo alemán se encamina por su vía tradicional, en dirección a Ucrania. Rusia no es su único objetivo. El imperialismo europeo cada vez participa más en el Medio Oriente y el norte y centro de África.
Detrás de la fachada de la unidad europea, crecen las tensiones. Que Alemania haya declarado su intención de "dirigir a Europa" provoca preocupación en París y otras capitales europeas.
Ahora regresan todos los conflictos que dos veces transformaron a Europa en un gran campo de batalla. Está a la vista la desintegración de la Unión Europea en sus partes nacionales e incluso regionales. Durante meses ocurrió un acalorado debate sobre si la Unión Europea sobreviviría a la salida de Grecia de la eurozona. Un peligro más grande es la creciente posibilidad de la retirada de Gran Bretaña de la Unión Europea.
Tensiones similares dividen la alianza transatlántica de Europa y Estados Unidos (OTAN). A pesar de colaborar contra Rusia, Alemania y Estados Unidos son rivales estratégicos en Europa Oriental, la cuenca del Mar Negro, Rusia y China.
Una inmensa mayoría de los europeos rechazan el belicismo, el chovinismo, la xenofobia y la desigualdad social. Millones de trabajadores y jóvenes buscan la forma de luchar contra ellos. El continente europeo se asemeja más y más a una olla de presión sobrecalentada, a punto de explotar.
Lo que les hace falta es una perspectiva viable y una voz política que exprese su oposición.
La desintegración de Europa en estados y regiones enemigas sería un desastre. Pero la defensa de la Unión Europea empeora las cosas. De la Unión Europea derivan austeridad, dictadura y militarismo, elementos en que también enraízan las tendencias centrífugas que ahora destripan a Europa. Sirven de ejemplo nuevo los recientes acontecimientos en Grecia.
Syriza, la Coalición de la Izquierda Radical, ganó las elecciones con la promesa de acabar con la austeridad. Hizo hincapié, sin embargo, que no iba a romper con la Unión Europea y mantendría a Grecia dentro de la eurozona.
Syriza tardó menos de un mes en el gobierno antes de repudiar su programa electoral y traicionar, total y absolutamente, al pueblo trabajador arruinado cuyo voto le dio el poder.
No sorprendió al Comité Internacional de la Cuarta Internacional esa abyecta traición. Syriza no representa a la clase obrera. Representa a fracciones de la elite de poder y a la clase media alta acomodada griegas.
Puede que tengan diferencias tácticas con la Unión Europea, pero nada desean menos que tomar medidas que desestabilicen el capitalismo europeo, y mucho menos pongan en peligro sus propios intereses empresariales y financieros en Grecia.
Es por eso que nunca apelaron a la clase obrera europea; en cambio entraron en coalición con los Griegos Independientes (xenófobos). Es por eso que cedieron a las exigencias de la troika. Es por eso que no les queda otra opción que preparar la represión violenta de disturbios sociales.
Los acontecimientos en Grecia son una experiencia política importante para la clase obrera internacional. El papel de Syriza es una devastador ejemplo del carácter político reaccionario de las corrientes seudoizquierdistas de clase media que reemplazan a la lucha de clases proletarias con una sarta de proyectos "de identidad".
El Partido de Izquierda en Alemania (Die Linke), “Podemos” en España y muchos otros grupos más pequeños en todo el mundo marchan al mismo compás. Son entusiastas partidarios de Syriza y representan la misma clase social acomodada. Les preocupa lograr una distribución más equitativa de la riqueza sólo dentro del diez por ciento más rico de la sociedad. Envidian a los extremadamente ricos; desprecian y temen a la clase obrera.
Pensar que son alternativas la defensa de la Unión Europea y el fortalecimiento del Estado nacional equivale a plantear opciones falsas. Como hemos visto, la propia Unión Europea amamanta las fuerzas que están resquebrajando a Europa.
Hay un solo camino posible de unidad para continente europeo, de usar sus inmensos recursos para el beneficio de todos y detener el belicismo: La creación de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Sólo la movilización independiente de la clase obrera europea podrá impedir la catástrofe inminente.
Los Proletarios de todos los países europeos deben unirse y luchar contra la Unión Europea y sus instituciones. Eso requiere establecer gobiernos obreros, expropiar las grandes fortunas, los bancos y las grandes empresas, reorganizar la economía en base al socialismo; orientada a satisfacer las necesidades de toda la sociedad en vez de los apetitos de lucro de la aristocracia financiera.