1. Un espectro acecha al capitalismo mundial: el espectro de la Revolución Rusa.
Este año marca el centenario de los acontecimientos históricos a nivel global de 1917 que iniciaron con la Revolución de Febrero en Rusia y culminaron en octubre —en los “diez días que conmovieron al mundo”— con el derrocamiento del gobierno provisional capitalista y la conquista del poder por el Partido Bolchevique, bajo el liderazgo de Vladimir Lenin y León Trotsky. El derrocamiento del capitalismo en un país de 150 millones de personas y el establecimiento del primer Estado obrero socialista en la historia fue el evento más transcendental del siglo XX. Reivindicó, en la práctica, la perspectiva histórica proclamada tan sólo 70 años antes, en 1847, por Karl Marx y Friedrich Engels en El manifiesto comunista.
En el transcurso de un año, el levantamiento de la clase trabajadora rusa, movilizando tras de sí a decenas de millones de campesinos, no sólo puso fin a siglos de dominio por una dinastía autocrática semifeudal. El extraordinario salto en Rusia de “Zar a Lenin” —el establecimiento de un gobierno basado en consejos obreros (soviets)— marcó el comienzo de una revolución socialista mundial que elevó la conciencia de la clase trabajadora y de las masas oprimidas por el capitalismo y el imperialismo alrededor de todo el planeta.
En medio de la horrible carnicería de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa demostró la posibilidad de un mundo más allá del capitalismo, sin explotación y sin guerra. Los eventos de 1917 y sus consecuencias han penetrado profundamente la conciencia de la clase trabajadora internacional y fueron una inspiración política fundamental para las luchas revolucionarias del siglo XX que se extendieron por todo el mundo.
2. El Partido Bolchevique cimentó su lucha por el poder en 1917 sobre una perspectiva internacional. Reconoció que, en el análisis final, la base objetiva para la revolución socialista en Rusia eran las contradicciones del sistema imperialista mundial, sobre todo, el conflicto entre el arcaico sistema de Estado-nación y el carácter altamente integrado de la economía mundial moderna. Por lo tanto, el destino de la Revolución Rusa dependía de que la revolución se expandiera más allá de las fronteras de la Rusia Soviética. Como lo explicó Trotsky claramente:
El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta. [ La revolución permanente (Marxists Internet Archive, 2000)]
3. El futuro del Partido Bolchevique, la Unión Soviética y la revolución socialista en el siglo XX iba a depender del conflicto entre dos perspectivas irreconciliables: el internacionalismo revolucionario defendido por Lenin y Trotsky en 1917 y durante los primeros años de la Unión Soviética y el programa nacionalista reaccionario de la burocracia estalinista, la cual llegó a usurpar el poder político de la clase trabajadora soviética. La perspectiva antimarxista de Stalin de “socialismo en un solo país” fue la base ideológica de las desastrosas políticas económicas dentro de la Unión Soviética y las catastróficas derrotas internacionales de la clase trabajadora que culminaron en 1991, después de décadas de dictadura burocrática y desgobierno, en la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo en Rusia.
Sin embargo, el colapso de la URSS no invalidó la teoría marxista ni la Revolución Rusa. De hecho, en el transcurso de su lucha contra la traición estalinista de la revolución, León Trotsky había previsto las consecuencias del programa nacional de “socialismo en un país”. La Cuarta Internacional, fundada bajo la dirección de Trotsky en 1938, advirtió que la destrucción de la URSS sólo podía ser evitada mediante el derrocamiento de la burocracia estalinista, el restablecimiento de la democracia soviética y la revitalización de la lucha por el derrocamiento revolucionario del capitalismo mundial.
4. Los líderes imperialistas y sus cómplices ideológicos acogieron la disolución de la URSS en diciembre de 1991 con tremendo éxtasis. El hecho de que prácticamente ninguno de ellos había previsto este acontecimiento no les impidió proclamar su “inevitabilidad”. No viendo más allá de sus narices, improvisaron teorías que reinterpretaban la historia del siglo XX para satisfacer su arrogancia de clase. El absurdo y miope autoengaño de las élites gobernantes y sus mercenarios en la academia encontró su expresión idónea en la tesis del “fin de la historia” de Francis Fukuyama. La Revolución de Octubre, escribió, no fue más que un desvío accidental del curso capitalista-burgués normal y, por ende, perpetuo de la historia. La humanidad ya había llegado a su etapa más avanzada y final con el capitalismo y la democracia burguesa. Entonces, tras la disolución de la Unión Soviética, era inconcebible siquiera pensar en una alternativa al capitalismo y mucho menos una enraizada en el poder de la clase trabajadora y la reorganización socialista de la economía mundial.
En apoyo a Fukuyama, el historiador Eric Hobsbawm, un estalinista de por vida, tachó a la Revolución de Octubre y, si vamos al caso, a los levantamientos revolucionarios y contrarrevolucionarios del siglo XX como accidentes desafortunados. Según él, los años entre 1914 (con el estallido de la Primera Guerra Mundial) y 1991 (con la disolución de la Unión Soviética) fueron una “era de los extremos” que conformó un “siglo XX corto”. Hobsbawm no pretendía saber lo que amparaba el futuro, ni qué tan largo o corto sería el siglo XXI. De lo que sí estaba seguro era que nunca se llevaría a cabo una revolución socialista comparable a la de 1917.
5. Han pasado 25 años desde que Fukuyama proclamó el “fin de la historia”. Supuestamente libres de la amenaza de una revolución socialista, la clase gobernante ha tenido la oportunidad de demostrar lo que puede lograr el capitalismo si se le deja saquear al mundo como le complazca. Entonces, ¿cuáles han sido los resultados de sus actividades predatorias? La lista incluiría: el enriquecimiento grotesco de una infinitésima parte de la población mundial, una enorme desigualdad social y pobreza, interminables guerras de agresión que han costado millones de vidas, la expansión incesante de los órganos represivos del Estado y el deterioro de las formas democráticas de gobierno, la institución de los asesinatos selectivos y la tortura como instrumentos esenciales de política exterior imperialista y la degradación general de todos los aspectos de la cultura.
6. Un cuarto de siglo después del colapso de la URSS, es imposible negar que todo el mundo se encuentre en una profunda crisis económica, política y social. Todas las contradicciones no resueltas del siglo pasado están reemergiendo al escenario político de forma explosiva. Los acontecimientos de 1917 están adquiriendo una relevancia contemporánea, nueva e intensa. En innumerables publicaciones, los comentaristas burgueses intentan nerviosamente llamar la atención a los paralelos entre el mundo del 2017 y el de 1917.
“El bolchevismo ha regresado”, advierte Adrian Wooldridge de la revista Economist en su edición del año nuevo. “Las similitudes al mundo que produjo la revolución rusa son demasiado parecidas para estar cómodos”, escribe. “Este es un período de centenarios miserables. En primer lugar, en el 2014, tuvimos el del inicio de la primera guerra mundial, el cual destruyó el orden liberal. Luego, en el año 2016, el de la batalla del Somme, uno de los conflictos más sangrientos en la historia militar. En el 2017 serán 100 años desde que Lenin tomó el poder en Rusia”.
El mismo Fukuyama describe a Estados Unidos, al cual había aclamado como la apoteosis de la democracia burguesa, como un “Estado fallido”. Ahora, escribe que “el sistema político estadounidense se ha vuelto disfuncional” y que “ha sufrido un deterioro durante las últimas décadas conforme las élites bien organizadas han hecho uso de la vetocracia para proteger sus intereses”. Al final, Fukuyama advierte: “[N]o podemos excluir la posibilidad de que estemos atravesando una disrupción política que, con el paso del tiempo, sea comparable con la caída del comunismo hace una generación”.
7. Para el capitalismo mundial, el 2016 fue un año infernal. Todas las estructuras políticas establecidas al finalizar la Segunda Guerra Mundial se encuentran en un avanzado estado de desintegración. La contradicción entre los inexorables procesos de la globalización económica y los límites del Estado nacional está conduciendo la política mundial. El 2016 fue el año del aceleramiento de la descomposición de la Unión Europea, reflejado con el voto a favor del Brexit o salida de Gran Bretaña de la UE y el crecimiento de los partidos nacionalistas ultraderechistas.
El año pasado también fue testigo de una continua intensificación de tensiones militares de tal grado que la posibilidad de una tercera guerra mundial se discute abiertamente en incontables libros, revistas y periódicos. Los sinnúmeros de tensiones regionales alrededor del mundo se están tornando en una confrontación cada vez más directa y abierta involucrando a las principales potencias nucleares. Nadie puede decir con seguridad quiénes serán los combatientes. ¿Arremeterá EE.UU. primero contra China o retrasará ese conflicto para intentar rendir cuentas con Rusia? Esta cuestión se está debatiendo actualmente de forma feroz dentro de los círculos más altos del Estado norteamericano. Las fricciones generadas por la competencia geopolítica y económica están incluso deshilachando las alianzas más cercanas de la posguerra. Alemania está buscado poner en uso su fuerza económica para abrirse paso en el ámbito militar, desechando los últimos vestigios de su “pacifismo” pos-Nazi.
8. La crisis del sistema capitalista mundial encuentra su expresión más avanzada en su centro, Estados Unidos. Más que cualquier otro país, EE.UU. esperó ser el principal beneficiario de la disolución de la URSS. El primer presidente Bush proclamó de inmediato el nacimiento de un “nuevo orden mundial”, en el que EE.UU. sería la indiscutible potencia hegemónica global. Aprovechando su inigualable poderío militar, EE.UU. aprovecharía ese “momento unipolar” para reestructurar el mundo según sus intereses. Sus estrategas no sólo consideraron el sueño de un nuevo Siglo Americano, ¡sino de varios Siglos Americanos! En palabras de Robert Kaplan, uno de los estrategas principales en política exterior:
Entre más exitosa sea nuestra política exterior, mayor será la influencia que Estados Unidos tenga sobre el mundo. Por ende, mayor será la probabilidad de que los historiadores del futuro miren al Estados Unidos del siglo XXI como un imperio y también como una república, pero diferente a Roma y a todos los otros imperios a lo largo de la historia. Conforme marchen las décadas y los siglos, y Estados Unidos haya tenido un centenar de presidentes, o incluso 150, en vez de cuarenta y tres, y aparezcan en listas largas como las de los soberanos de imperios anteriores —el romano, el bizantino, el otomano— las comparaciones que se hagan con la antigüedad puede que crezcan en lugar de disminuir. Roma, en particular, es un modelo de poder hegemónico, ya que utilizó diversos medios para mantener un mínimo de orden en un mundo desordenado... [ Warrior Politics: Why Leadership Demands a Pagan Ethos (New York: Random House, 2002), p. 153; nuestra traducción al español]
9. La oda de Kaplan al imperio escrita en el 2002 pone de relieve lo trastornado que era el estado mental que prevalecía en la clase gobernante estadounidense cuando lanzó su “guerra contra el terrorismo” y preparaba la segunda invasión de Iraq en el 2003. La burguesía estadounidense confundió un abismo por un arco iris. El “momento unipolar” resultó ser poco más que un breve interludio históricos, mientras que el nuevo “Siglo Americano” duró considerablemente menos que una década.
La respuesta eufórica de la burguesía estadounidense ante el colapso de la Unión Soviética fue una desastrosa interpretación de la situación histórica. Al percibir estar libres de represalias soviéticas, las élites gobernantes en EE.UU. se convencieron a ellas mismas de que podían utilizar su poderío militar para revertir décadas de erosión de la supremacía económica estadounidense. Este error de cálculo formó la base del aumento en operaciones militares estadounidenses en todo el mundo, resultando en un desastre tras otro. Quince años después de los atentados del 11 de setiembre, la fraudulenta “guerra contra el terrorismo” ha convertido a Oriente Medio en un caos, ahora culminando con el fracaso de la operación estadounidense de cambio de régimen en Siria.
10. Los desastres militares del último cuarto de siglo se han visto agravados por la caída de la posición económica global de EE.UU., algo reflejado particularmente en el deterioro de los niveles de vida de amplias capas de la población. Según un informe reciente de los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Saez, Gabriel Zucman, el porcentaje del ingreso nacional (antes de los impuestos) recibido por la mitad más pobre del país se disminuyó del 20 por ciento en 1980 al 12 por ciento hoy. Durante el mismo período, en una inversión exacta, el porcentaje de ingresos yendo al uno por ciento más rico ha aumentado del 12 por ciento al 20 por ciento. Por cuatro décadas, los ingresos reales de la mitad inferior de la población se mantuvieron iguales, mientras que los ingresos del uno por ciento crecieron 205 puntos porcentuales y los del .001 por ciento un asombroso 636 por ciento.
La generación más joven de estadounidense está hasta el cuello de deudas, sin poder ganar lo suficiente para formar una familia ni mudarse de la casa de sus padres. En 1970, el 92 por ciento de las personas de 30 años ganaba más que sus padres a una edad similar, mientras que sólo el 51 por ciento lo hacía en el 2014. Además, millones de estadounidenses sufren de una atención médica inadecuada. Por primera vez en más de dos décadas, la esperanza de vida general disminuyó en el 2015 por el impactante aumento en muertes por suicidio, consumo de drogas y otras manifestaciones de la crisis social.
11. Conforme se torna más desigual la sociedad estadounidense, les cuesta más a sus ideólogos capitalistas expresar que aún prevalece la democracia. Una de las principales funciones de la política de identidad —enfocada en las razas, etnicidades, géneros y sexualidades— ha sido desviar la atención lejos de las profundas divisiones de clase en el país. La elección de Donald Trump ha expuesto en su repugnante totalidad la realidad de un régimen oligárquico en EE.UU. Sin embargo, debe dejarse claro que Trump no es ninguna especie de anomalía monstruosa dentro de una sociedad imperfecta pero esencialmente decente. Trump —el producto de los tóxicos y criminales acoplamientos entre las industrias de bienes raíces, finanzas, casinos y entretenimiento— es la verdadera cara de la burguesía estadounidense.
12. El gobierno entrante de Donald Trump, en sus objetivos como en su composición, tiene el carácter de una insurrección de la oligarquía. Cuando una clase social que está condenada se acerca a su final, busca luchar contra las mareas de la historia, lo cual usualmente asume la forma de un intento para revertir lo que percibe como una erosión prolongada de su poder y privilegio. Procura recrear las condiciones de otros tiempos (o como se imagina que eran) antes de que las fuerzas implacables de la economía comenzaran a corroer los cimientos de su poder político. El rey Carlos I no permitió que el Parlamento en Inglaterra fuese convocado por 11 años antes del estallido de la revolución de 1640. Cuando se reunieron los Estados generales en París en las vísperas de la revolución de 1789, la nobleza francesa intentó recobrar privilegios que había perdido en 1613. La Guerra Civil en EE.UU. fue precedida por una serie de esfuerzos de la élite sureña para expandir la esclavitud en todo el territorio nacional. El bombardeo de Fort Sumter en abril de 1861 marcó el inicio de lo que en efecto fue una insurrección de los dueños de esclavos.
En la práctica, las promesas de Trump de “hacer grande a EE.UU. de nuevo” significan la eliminación de los restos de las reformas sociales progresistas obtenidas por las masas obreras a través de décadas de luchas y que mejoraron las condiciones de vida de la clase trabajadora. Para Trump, los “EE.UU. grandes” de los que habla representan las condiciones de la década de 1890 cuando la Corte Suprema resolvió que el impuesto sobre la renta era comunista e inconstitucional. La implementación de un impuesto sobre la renta en 1913 y de todas las subsiguientes leyes de carácter social y regulaciones a la explotación de los trabajadores, el público en general y el medio ambiente, representó, en cuanto a Trump le concierne, un ataque contra el derecho de los ricos a enriquecerse a su gusto. La creación de fondos para la educación pública y el establecimiento del salario mínimo, la Seguridad Social, Medicare, Medicaid y otros programas de bienestar social admitieron que se desviaran recursos financieros lejos de los ricos. Al agrupar a tantos millonarios y multimillonarios en su gabinete, Trump tiene la intención de dirigir un gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos.
Junto a su banda de millonarios, Trump nombró a una cábala de exgenerales militares y fascistas como sus principales asesores. La tarea de estos elementos será desarrollar una política exterior que se base en ir tras los intereses globales del imperialismo estadounidense de forma implacable y sin escrúpulos. Este es el verdadero significado de la consigna de Trump, “Estados Unidos ante todo”. Es precisamente el deterioro de la supremacía económica de EE.UU. que le asigna un carácter cada vez más brutal a su agenda imperialista. Por su parte, el Partido Demócrata —una alianza corrupta entre financistas de Wall Street y las agencias de inteligencia estatales— ha enfocado su crítica de Trump en la supuesta “suavidad” de éste ante Rusia. En realidad, no tienen de qué preocuparse, ya que el gobierno de Trump va a continuar e intensificar las confrontaciones con todos los países cuyos intereses, sean geopolíticos o económicos, se interpongan en el camino del imperialismo norteamericano.
13. Las políticas de Trump reflejan un traslado explosivo de la burguesía hacia la derecha, sea por sus manifestaciones internacionales o domésticas. El ascenso político de Donald Trump sucedió al mismo tiempo que el auge del Frente Nacional en Francia, PEGIDA en Alemania, el Movimiento 5 Estrellas en Italia y el Partido de la Independencia del Reino Unido, el cual encabezó la campaña del Brexit. En Alemania, la burguesía está utilizando el atentado en el mercado navideño de Berlín para intensificar su campaña contra los refugiados, encabezada por Alternativa para Alemania. La esencia política y económica de este proceso está integrada en la naturaleza del imperialismo, como lo explica Lenin:
Que el imperialismo es el capitalismo parasitario o en descomposición se manifiesta, ante todo, en la tendencia a la descomposición que distingue a todo monopolio en el régimen de la propiedad privada sobre los medios de producción. La diferencia entre la burguesía imperialista democrático-republicana y la monárquico-reaccionaria se borra precisamente porque una y otra se pudren vivas… [“El imperialismo y la escisión del socialismo” (Marxists Internet Archive, 2000)]
Las principales potencias imperialistas se están preparando para la guerra, conforme los Estados que representan a corporaciones y bancos gigantescos batallan por controlar los recursos, las rutas comerciales y los mercados del mundo. Al mismo tiempo, recurren al nacionalismo para sentar las bases para suprimir la guerra de clases en cada país.
14. Es precisamente la misma crisis capitalista que produce las guerras imperialistas que también produce la radicalización política de la clase trabajadora y el desarrollo de una revolución socialista. Trump va a gobernar un país sumido en una lucha de clases profunda e insoluble. En todo el mundo, prevalecen condiciones similares. Un estudio reciente encontró que una cuarta parte de la población europea, 118 millones de personas, sufre de pobreza o exclusión social. La tasa de pobreza en España es de 28,6 por ciento, y en Grecia es de 35,7 por ciento. Ambos de estos países han sido objeto de medidas de austeridad despiadadas dictadas por la Unión Europea y los bancos. El número de jóvenes desempleados en todo el mundo creció a 71 millones este año, aumentando por primera vez desde el 2013. En Venezuela, la hiperinflación y la pobreza generalizada han generado disturbios en torno a la escasez de alimentos. En China, la militancia de la clase trabajadora se está manifestando crecientemente a través de un fuerte aumento en las huelgas y otras formas de protesta. La crisis tras la restauración capitalista en Rusia y la consiguiente desmoralización de la clase trabajadora le están dando paso a una renovada militancia social. Los niveles extremos de desigualdad social y el carácter cleptocrático del régimen capitalista dirigido por Vladimir Putin se enfrentan a una mayor oposición a cada paso.
15. La derecha política, utilizando las consignas demagógicas del chauvinismo nacionalista, está explotando el descontento social dentro de la clase trabajadora y amplios sectores de la clase media. Pero los éxitos iniciales de estos partidos reaccionarios han dependido del cinismo político, el engaño y la bancarrota política de las organizaciones que se hacen pasar por la “izquierda” —los socialdemócratas, estalinistas, burócratas sindicales y el conjunto de tendencias antimarxistas de la pequeña burguesía, como los verdes, Die Linke en Alemania, Syriza en Grecia y Podemos en España. También tenemos que añadir a las organizaciones pablistas y capitalistas de Estado, como la Organización Socialista Internacional (ISO; International Socialist Organization) en EE.UU. y el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA; Nouveau Parti anticapitaliste) en Francia. Todas estas organizaciones reaccionarias de la clase media gastan toda su energía en falsificar el marxismo para desorientar a la clase trabajadora e impedir el desarrollo de su lucha contra el capitalismo.
16. Sin embargo, las presiones sobre los miles de millones de trabajadores y jóvenes en todo el mundo los están conduciendo hacia la izquierda, sobre un sentimiento cada vez mayor de rabia y militancia. Ya han surgido varias señales de un resurgimiento de la lucha de clases e interés en el socialismo y el marxismo. En Estados Unidos, 13 millones de personas votaron por Bernie Sanders, un candidato que se presentó como socialista en las primarias del Partido Demócrata. El apoyo hacia Sanders no se debió a sus políticas oportunistas, sino a sus denuncias contra la “clase multimillonaria” y sus llamados a iniciar una “revolución política”. Esto es parte de un proceso internacional dictado por la propia naturaleza del capitalismo global. La lucha de clases, conforme gane más fuerzas y una conciencia política sobre sí misma, cruzará las fronteras de los Estados nacionales con mayor intensidad. Como lo señalo el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en 1988, “Ha sido una proposición elemental del marxismo que la lucha de clases es nacional, sólo en cuanto a forma, pero que, en esencia, es una lucha internacional. Sin embargo, debido a las nuevas características del desarrollo capitalista, incluso la forma de la lucha de clases debe asumir un carácter internacional”.
17. La confianza en el potencial revolucionario de la clase trabajadora no es una justificación para la complacencia política. Sería irresponsable ignorar el hecho de que existe una gran disparidad entre la etapa avanzada de la crisis internacional del capitalismo y la conciencia política de la clase trabajadora. El peligro que ahí yace debe ser reconocido. Sin una revolución socialista, apeligra la misma supervivencia de la civilización humana. La tarea política fundamental de esta época consiste en superar la brecha que existe entre la realidad socio-económica objetiva y la conciencia política subjetiva. ¿Es esto posible?
18. Esta pregunta sólo se puede contentar a través de un recuento histórico. En medio de todos los enormes levantamientos del siglo XX, existe un ejemplo en el que la clase trabajadora se puso a la altura de sus tareas históricas: la Revolución de Octubre. Con el fin de enfrentar los grandes obstáculos de esta época, es necesario estudiar ese acontecimiento histórico y asimilar sus lecciones.
En este año del centenario de la Revolución Rusa, las políticas contemporáneas y la experiencia histórica están teniendo una intersección e interacción profundas. La Revolución de 1917 surgió a partir de la catástrofe imperialista que fue la Primera Guerra Mundial. En la vorágine política después del derrocamiento del régimen zarista, el Partido Bolchevique se convirtió en la fuerza dominante dentro de la clase trabajadora. Esto fue el resultado del papel que desempeñaron los bolcheviques a través de largos años de lucha por desarrollar una conciencia socialista en la clase trabajadora y elaborar una perspectiva revolucionaria correcta.
19. Los factores críticos de esa lucha fueron: 1) La defensa y elaboración del materialismo dialéctico e histórico, en oposición al idealismo filosófico y revisionismo antimarxista, como base teórica para la educación y práctica revolucionaria de la clase trabajadora; 2) La lucha implacable contra todas las formas de oportunismo y centrismo que obstruyeron e incluso socavaron la lucha por la independencia política de la clase trabajadora; y 3) Los muchos años de trabajo para desarrollar la perspectiva estratégica que conduciría al Partido Bolchevique hacia la lucha por el poder en 1917. En este último proceso, la adopción por parte de Lenin de la Teoría de la Revolución Permanente, elaborada por Trotsky a lo largo de la década anterior, fue el hecho fundamental, tan sólo meses antes del derrocamiento del gobierno provisional burgués que guio estratégicamente a los bolcheviques a la toma del poder.
20. La victoria de la revolución socialista en octubre de 1917 demostró que la conquista del poder político por la clase trabajadora depende, a fin de cuentas, de la construcción de un partido marxista en la clase trabajadora. Independientemente de qué tan grande y poderoso sea el movimiento de masas de la clase trabajadora, su victoria contra el capitalismo requiere el liderazgo político consciente de un partido marxista-trotskista. No existe ninguna otra manera para lograr la victoria de la revolución socialista.
El trabajo del Comité Internacional para este centenario se guiará por el reconocimiento de este imperativo político. Conforme la lucha de clases internacional vaya suscitando una audiencia cada vez más amplia para la política y teoría marxista, el Comité Internacional hará todo lo posible para ampliar los conocimientos sobre la Revolución Rusa y educar a nuevas capas de la clase trabajadora y juventud que se hayan radicalizado políticamente por la crisis sobre las “Lecciones de Octubre”.
Al inicio de este 2017, le pedimos a los miles de lectores del World Socialist Web Site que se vuelvan activos en la lucha revolucionaria, uniéndose a y construyendo la Cuarta Internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista. No hay forma más adecuada y efectiva de celebrar el centenario de la Revolución Rusa y la victoria en octubre de 1917.