En diciembre 2016 tres economistas de la Universidad de Berkeley, en California, Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman publicaron un informe que devela niveles inusitados de desigualdad social en Estados Unidos.
El informe demuestra la existencia de una inmensa redistribución, ocurrida en las más recientes décadas, de riquezas de la clase obrera a los más ricos. La tajada del ingreso nacional de la mitad más pobre de la población, que en 1980 era veinte por ciento, en 2014 se había encogido al doce por ciento. Al mismo tiempo la tajada de ingresos del un por ciento más rico había ascendido al veinte por ciento, casi el doble que tres décadas antes.
En cuanto a la riqueza, la capa adinerada ahora posee el treinta y siete por ciento de toda la riqueza familiar. La mitad más pobre de la población —unos 160 millones de habitantes— no es dueña de casi nada, apenas 0,1 por ciento.
Aunque el informe de Piketty, Saez y Zucman se concentra en el un por ciento más rico, las estadísticas también revelan un fenómeno adicional que es crucial para entender la sociedad estadounidense. Se trata del papel que juega el nueve por ciento que le sigue—los próximos nueve— la capa más adinerada de la clase media.
Se ha puesto de moda entre las organizaciones seudoizquierdistas satélites del Partido Demócrata hablar de la necesidad de construir un “partido del 99 por ciento”.
Esa exigencia entreteje los intereses de los próximos nueve con los del noventa por ciento que le sigue. Existe una gran diferencia entre esas dos capas sociales. El World Socialist Web Site incluye en la seudoizquierda a los “partidos, organizaciones políticas y corrientes teóricas e ideológicas que utilizan estribillos populistas y frases democráticas para dar impulso a los intereses de la capa privilegiada y adinerada de la clase media”.
La posición pecuniaria del nueve por ciento
Integran los próximos nueve aquellos individuos privilegiados con riquezas valoradas entre uno y ocho millones de dólares, con ingresos caseros de entre 155 mil y 430 mil dólares. Son gerentes, profesores universitarios, abogados, profesionales, ejecutivos sindicales, y herederos de fortunas. Sus quejas sociales derivan de su estado privilegiado. En cada medida de calidad de vida —acceso a cuidado médico, expectativa de vida, agua y aire de calidad, viviendas y barrios buenos, títulos universitarios, vacaciones, etcétera— su vida es muy diferente al noventa por ciento que le sigue.
Las estadísticas del informe de Berkeley evidencian que los próximos nueve posee más riquezas que el noventa por ciento que le sigue. Su tajada del ingreso nacional aumentó del 23,1 por ciento en 1970 al 27,6 por ciento en 2014. En el mismo periodo los ingresos del noventa por ciento de abajo cayeron del 65,9 al 52,8 por ciento; y la tajada de ingresos del cincuenta por ciento más pobre se encogió casi por la mitad —del 19 al 10,3 por ciento— (las estadísticas que presentamos no toman en cuenta ingresos por pensiones, impuestos, y transferencias, por ser las únicas con las que contamos para este artículo sobre los próximos nueve).
En contraste con el ingreso anual, la riqueza neta, los próximos nueve también han gozado de un aumento desde 1970. Sin embargo, su tajada de riqueza casera está cayendo, como consecuencia de la enormidad del aumento que beneficia al uno por ciento. La tajada de riqueza casera de los próximos nueve ha disminuido del 42,5 por ciento en 1970 al actual 34,9 por ciento. Durante este mismo periodo la tajada de riqueza casera del un por ciento creció del 22,5 por ciento al 37,2 por ciento. La tajada del noventa por ciento de abajo ha bajado.
Los próximos nueve llegan a su riqueza en paralelo al parasitismo y la especulación del un por ciento de arriba. Entre 1970 y 2014, la tajada de ingresos financieros de los próximos nueve creció del 24 al 28,6 por ciento.
Este proceso es congruente con la financialización del perfil de ganancias del 1 por ciento (aunque a un ritmo más lento), pero contrasta con el noventa por ciento más pobre, que depende cada vez menos de acciones y ganancias de capital. El un por ciento más rico es dueño del cuarenta por ciento de todas las acciones, el cinco por ciento más rico posee el 70 por ciento. En cambio, un cincuenta y tres por ciento de las familias no tiene nada.
Los cimientos económicos de la política seudoizquierdista
La perspectiva política de los próximos nueve se basa en esa realidad económica. Su posición en el escalafón social deriva del aumento de los precios de las acciones, la explotación de la clase obrera y la posición hegemónica del imperialismo yanqui. Al mismo tiempo los próximos nueve sienten envidia hacia el un por ciento por haber éste obtenido una tajada injusta. La ideología y la política de los próximos nueve imperan en las universidades. Mucho de sus miembros son profesores, administradores, y directores académicos.
La distancia que separa al noventa por ciento de abajo del diez por ciento de arriba le da cierta ferocidad a la lucha por privilegios del próximo nueve por ciento. Estadísticas de otras investigaciones demuestran que en Estados Unidos el ingreso de miembros de la capa inmediatamente debajo de los próximos nueve, es sesenta más alto que el de miembros de la mitad de abajo. En términos de riqueza neta la diferencia entre los dos grupos es mucho más grande. Ese margen en Estados Unidos se ha ampliado en recientes décadas, mucho más que en otros países avanzados.
Richard Reeves, investigador en jefe del Instituto Brookings, dice en un artículo intitulado The dangerous separation of the American upper middle class (La peligrosa separación de la clase media alta estadounidense):
“En Estados Unidos la clase media alta se separa paulatinamente del resto de la sociedad… Para muchos, la frontera más atractiva es la que separa a los que están en la cúpula del resto de la población. En verdad el un por ciento se separa con rapidez del noventa y nueve por ciento. Pero el un por ciento es un grupo muy pequeño. Es imposible sostener que algún miembro del uno o del cinco por ciento, comparte el mismo país con el resto de Estados Unidos. Otras dos investigaciones de Reeves nos dan una representación del alto grado de ansiedad social de los privilegiados del próximo nueve por ciento:
“Las clases sociales se están separando en Estados Unidos… la separación de la clase media alta, según ingresos, riqueza, empleo y barrio donde vive ha creado una distancia social entre los que, como nosotros, se han hecho más y más ricos en recientes décadas, y los que se sienten olvidados, llenos de inquina y resentimiento, y más dispuestos a escoger a políticos populistas dispuestos a echar a todos por la borda”, dice uno de esos informes.
Otra investigación, intitulada Why rich parents are terrified their kids will fall into the middle class (Porqué temen los padres ricos que sus hijos desciendan en la clase media) dice: “las consecuencias de caer en la clase media empeoran a medida que se amplía la gran quebrada de los ingresos, por lo tanto, más siente la clase media alta el impulso de mantenerse y a sus niños en la cumbre de ingresos”.
El próximo nueve por ciento y la política de identidad
Fuerzas tan importantes transforman a la política de identidad en un mecanismo importante de estatus y posición social.
El efecto principal de la política racial, del programa de affirmative action (cuotas raciales y sexuales), ha sido la elevación de una pequeña capa de grupos minoritarios al próximo nueve por ciento y al un por ciento más adinerado. Un estudio del Centro de Investigaciones Pew demuestra que entre 2005 y 2009 la tajada de riqueza del diez por ciento de los hogares de diferentes grupos étnicos aumentó enormemente. La concentración de riqueza es más grande entre los latinos, donde la concentración de riqueza del diez por ciento superior aumentó del 56 por ciento al 72 por ciento; entre el diez por ciento de los afro americanos más ricos la concentración aumentó del 59 al 67 por ciento.
El informe de Piketty, Saez y Zucman, también indica que el diez por ciento más alto, la proporción de mujeres ha ascendido al 27 por ciento en los últimos cuarenta años. Pero entre el un por ciento más rico, las mujeres representan el 16 por ciento. Entre los más adinerados, el techo de cristal (entre los géneros) todavía queda por quebrarse”. Eso ayuda explicar como fue que muchas mujeres que integran el próximo nueve por ciento vieron en la campaña presidencial guerrerista y a favor de Wall Street un mecanismo para dar impulso a su propia campaña por riquezas y privilegios.
El “partido del noventa y nueve por ciento” y el socialismo
La seudoizquierda rechaza toda política que se base en análisis clasistas. En ese rechazo se basa la campaña de las organizaciones de seudoizquierda por un “partido del noventa y nueve por ciento”. Una de estas, Socialist Alternative (Alternativa Socialista), propone la creación de un partido de clases aliadas. Publicó un artículo luego de las elecciones presidenciales estadounidenses intitulado “Necesitamos resistir a Trump y construir un partido del noventa y nueve por ciento”. Dice: “Comencemos hoy mismo a construir una genuina alternativa política del noventa y nueve por ciento, que rechace a los partidos de las grandes empresas y de la derecha para no atravesar por otro desastre en 2020”.
La International Socialist Organization (Organización Socialista Internacional, ISO) por su parte propone una “alternativa de masas, de izquierda” de los “sindicatos y movimientos y partidos de izquierda”. Otros grupos de seudoizquierda, y periódicos como Jacobin y New Politics toman similares posiciones.
No es ningún accidente que la seudoizquierda se vincule a esos eslóganes. La demanda de la seudoizquierda por un partido del “noventa y nueve por ciento” tiene dos propósitos entretejidos.
Primero, la seudoizquierda necesita de la subordinación de la clase obrera a los intereses y demandas de los sectores más adinerados de la clase media, los que están más cerca de la burguesía; rechaza la reorganización socialista de la sociedad; repudia todas las medidas que podrían afectar la distribución de la riqueza. Es más, con sus estribillos de izquierda sin contenido de clase, el próximo nueve por ciento políticamente desarma a la clase obrera y encarrila al Partido Demócrata la inquina social.
La orientación al Partido Demócrata de la seudoizquierda es un aspecto esencial de su campaña en pos de sus intereses sociales. Por su parte, habiendo rechazado el reformismo social, el Partido Demócrata está bien dispuesto para la orientación racial, sexual y de genero, con el objetivo de apelar a los veintiún millones que integran el próximo nueve por ciento.
Cae de maduro que la gran mayoría de la población estadounidense no comparte los mismos intereses económicos con los que tienen más de un millón de dólares. La fuente de la fortuna del diez por ciento más rico es la explotación de la clase obrera estadounidense y mundial. Enormes niveles de desigualdad social no derivan de procesos accidentales. Son la consecuencia de medidas deliberadas impuestas por los partidos Demócrata y Republicano y partidos afines en todos el mundo. El lucro particular resulta de la explotación de la clase obrera y de la hegemonía de la burguesía en el entorno capitalista.
La polarización social extrema es un fenómeno internacional. Un informe del 16 de enero de la organización de beneficencia social Oxfam informa que ocho megamillonarios tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial —3,6 mil millones de personas. El un por ciento tiene tanta riqueza como el noventa y nueve por ciento más pobre. En noviembre 2016, el banco Credit Suisse informó que el diez por ciento más rico controla el ochenta y nueve por ciento de la riqueza mundial.
El análisis clasista que presentamos aquí sobre el “partido del noventa y nueve por ciento” vale también para los populistas seudoizquierdistas del resto del mundo.
La gran mayoría de los siete mil millones de habitantes del mundo pertenece a la clase obrera; ésta produce toda la riqueza del mundo. Es una poderosa clase. Pero no puede hacer valer sus intereses sin armarse con un programa anticapitalista y socialista en base a la lucha de clases.
Al insistir en el estribillo del “partido del noventa y nueve por ciento”, la seudoizquierda prolonga un fraude cuyo fin es impedir el desarrollo de esa lucha clasista y de preservar el sistema capitalista.