A principios del año que ahora finaliza, el World Socialist Web Site declaró: “Un espectro se cierne sobre el capitalismo mundial: el espectro de la Revolución Rusa”. Una afirmación confirmada sustanciosamente por las interacciones de los historiadores y periodistas burgueses con el centenario de la Revolución de Octubre.
En los primeros meses del año, los comentarios eran cínicos y displicentes. Por ejemplo, la historiadora Sheila Fitzpatrick escribió a la ligera en la revista London Review of Books de marzo: “Nada fracasa como el fracaso y, para los historiadores abordando el centenario de la revolución, la desaparición de la Unión Soviética arrojó un nubarrón sobre el pasado. En el brote de nuevos libros sobre la revolución, pocos hacen argumentos firmes sobre su significado persistente y la mayoría despiden un aire apologético… El socialismo es ahora un gran espejismo que pareciera más bondadoso ni siquiera mencionarlo”.
No obstante, a medida que avanzaba el año y se intensificaban tanto el peligro de una guerra catastrófica como las manifestaciones de inestabilidad política global y de tensiones sociales, el tono de los comentarios comenzó a ensombrecerse. La disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en 1991 supuestamente había evaporado consigo el espectro de la revolución rusa para siempre. Pero al acercarse el centenario de la revolución liderada por Lenin, la burguesía se encontró preguntándose como Lady Macbeth, “¡Quién hubiera pensado que aquel anciano tuviese tanta sangre!”.
En un ensayo publicado en el New York Times el 6 de noviembre, el historiador derechista, Simon Sebag Montefiore escribió: “La Revolución de Octubre, organizada por Vladimir Lenin hace exactamente un siglo, todavía es relevante en formas que hubiesen parecido inimaginables cuando colapsó la Unión Soviética”. La victoria bolchevique, observó nerviosamente, “continúa reverberando e inspirando” y “se mantiene épica, mística y cautivante”. Montefiore luego criticó al Gobierno provisional burgués ruso por no haber derrotado a la revolución asesinando a Lenin.
El mismo día, la historiadora anticomunista Anne Applebaum advirtió en el Washington Post que el capitalismo sigue vulnerable ante la amenaza de una revolución socialista y sugiere que los Gobiernos no deberían ser nada complacientes. Pese a que los revolucionarios socialistas sean pocos en número, su potencial no puede subestimarse. “Recuerden”, escribió, “a inicios de 1917… la mayoría de los hombres que serían conocidos en el mundo como los bolcheviques eran conspiradores y ‘fantasistas’ al margen de la sociedad. A fines del año, gobernaban Rusia”. La lección de 1917 es, por ende, clara: “Si un sistema es lo suficientemente débil y la oposición se encuentra lo suficientemente dividida, si el orden reinante es lo suficientemente corrupto, pueden llegar extremistas al centro, donde nadie los espera”.
A diferencia de los historiadores burgueses con una alta consciencia de clase, los representantes de la pequeña burguesía pseudoizquierdista continúan insistiendo en la irrelevancia esencial de la Revolución de Octubre como una guía teórica y modelo político para los socialistas en la actualidad. No objetan a dar un ceremonioso tributo a Lenin e incluso a Trotsky; pero, como algo práctico, no encuentran nada en la teoría, política y experiencia del bolchevismo y de la Revolución de Octubre que sea de particular relevancia para el mundo de hoy. Esta perspectiva en bancarrota alcanzó su mayor acabado en la edición especial sobre la Revolución de Octubre de la revista Jacobin. Uno de sus ensayos, “Los nuevos comunistas” de Connor Kilpatrick y Adaner Usmani, comienza con el eslogan, “Es el 2017. Hora de dejar de preocuparse por las cuestiones de 1917”.
Este consejo no es tan original como sus autores creen, siendo este la concepción constitutiva de la “Nueva Izquierda” hace medio siglo. El llamado a “dejar de preocuparse por las cuestiones de 1917”, tanto hoy como lo fue en 1968, va dirigido en contra del estudio de la teoría, el programa, los principios y las lecciones estratégicas de la primera y única conquista del poder por parte de la clase obrera, bajo la dirección de un partido revolucionario marxista. La derivación de tal abordaje despreciativo a la historia de la “Nueva Izquierda” y sus descendientes pseudoizquierdistas es que no ha de haber una examinación al papel desempeñado por el estalinismo, la socialdemocracia, el centrismo y otras formas de oportunismo político en descarrillar y derrotar las muchas oportunidades para derrocar el capitalismo por medio de una revolución obrera a lo largo del siglo XX. Ante todo, la amnesia que promueve la pseudoizquierda contraria cualquier estudio serio de la historia y el programa del trotskismo y la Cuarta Internacional.
El ensayo en Jacobin abunda la clase de argumentos cínicos y superficiales que caracterizan a la revista, un medio predeciblemente promovido y aplaudido por el New York Times como un modelo de la teoría socialista contemporánea. “Estuviese o no destinado a fracasar el socialismo del siglo XX, vivimos ahora en una nueva era”, escriben Kilpatrick y Usmani. Sin explicar precisamente en qué consiste esta “nueva era” y en qué se diferencia fundamentalmente de aquella durante la Revolución de Octubre, los autores simplemente notan: “Hoy, cien años después, el mundo ha cambiado [¿?]. De ninguna manera se parecen las tareas políticas de hoy a las que se enfrentaron los bolcheviques en 1918 [¿¿??]. Los bolcheviques heredaron un mundo estremecido por una sanguinaria guerra imperialista; nosotros vivimos en el periodo más pacífico en el registro histórico [¿¿¿???]”.
Estos Rip Van Winkles políticos parecen haberse dormido a través del último cuarto de siglo, perdiéndose las dos invasiones a Irak, las Guerras de los Balcanes de los años noventa, los distintos baños de sangre instigados por el imperialismo en África y el matadero que se ha desencadenado en gran parte de Oriente Próximo y Asia Central como resultado de los últimos 16 años ininterrumpidos de la “Guerra contra el terrorismo”. En este “periodo más pacífico en el registro histórico”, millones han muerto y sido heridos, y decenas de millones se han quedado sin hogar ni Estado.
“Las clases trabajadoras del mundo han seguido adelante” manifiestan los teóricos de Jacobin. El tiempo para “soñar ilusamente” ya pasó. En cambio, “es momento para que dejemos de preocuparnos por las viejas respuestas a viejas interrogantes y que comencemos a preocuparnos por aquellas que la clase obrera está preguntando”. Esta no es la época ni de Lenin ni de Trotsky, sino la de… ¡Sanders y Corbyn! Estos dos representantes patéticos de un reformismo senil son alabados como las voces de “decenas de millones de personas inflexiblemente decididas a cambiar el mundo”. Kilpatrick y Usmani no explican cómo se podría lograr tan revolucionaria aspiración bajo la dirección de dos hombres “inflexiblemente decididos” a salvar al Partido Demócrata estadounidense y al Partido Laborista británico, dos de los partidos capitalistas-imperialistas más reaccionarios del mundo.
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Durante los últimos doce meses, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional ha conmemorado el centenario de la Revolución de Octubre de una forma que expresa su profunda identificación histórica y política con los acontecimientos de 1917 y con el programa revolucionario e internacionalista del bolchevismo. Nuestra conmemoración incluyó una detallada cronología semanal de 1917 que trazó los principales eventos políticos, sociales y culturales de ese revolucionario año, en Rusia como alrededor del mundo. Mientras que se enfocó en las principales controversias políticas y teóricas de 1917, buscó dar un sentido del ambiente social e intelectual en el que se desenvolvió el gran movimiento revolucionario del proletariado ruso. El Comité Internacional también transmitió en línea nueve conferencias que examinaron y explicaron los más críticos asuntos teóricos, programáticos y de perspectiva que confrontó el Partido Bolchevique durante las Revoluciones de Febrero y Octubre de 1917. Finalmente, durante la última mitad del año, los partidos políticos afiliados al Comité Internacional en América del Norte, Europa, Asia y la región de Asia-Pacífico organizaron conferencias públicas sobre el significado y las lecciones históricas de la Revolución de Octubre, atendidas por audiencias substanciales de estudiantes y trabajadores.
Cada aspecto de la conmemoración del centenario por parte del Comité Internacional se fundamentó en una defensa intransigente de la perspectiva marxista revolucionaria, la cual incluye las siguientes concepciones esenciales:
1) La Revolución de Octubre marcó el inicio de la época de la Revolución Socialista Mundial, un periodo histórico de transición del capitalismo al socialismo que perdura hasta el día de hoy. El establecimiento del poder obrero en 1917 y la formación subsecuente de la Unión Soviética en 1922 fueron logros colosales de la Revolución de Octubre. Sin embargo, por significativo que fue el establecimiento y la defensa del poder soviético, fue solo un episodio de la Revolución Socialista Mundial. La traición fundamental del estalinismo y fuente de todos sus crímenes contra la clase obrera rusa e internacional fue su rechazo al programa de la revolución global y su perversión del bolchevismo, convirtiéndolo en un proyecto de construcción de Estados nacionales. El programa de “socialismo en un solo país”, anunciado por Stalin y Bujarin en 1924, constituyó un retorno de la orientación nacional-demócrata adoptada por Stalin y Kámenev inmediatamente después de la Revolución de Febrero de 1917 y contra la cual luchó Lenin de forma implacable tras su regreso a Rusia en abril.
2) Los eventos de 1917, culminando en la conquista del poder político en manos del proletariado ruso, vindica la perspectiva de la Revolución Permanente elaborada por Trotsky tras la Revolución de 1905. Como había previsto Trotsky, completar las tareas democráticas de la revolución solo era posible mediante el destronamiento de la burguesía por parte del proletariado y la implementación de políticas socialistas. La defensa de la revolución socialista, en cualquier país, depende de su extensión alrededor del mundo.
3) La victoria de la Revolución de Octubre demostró la necesidad de un partido vanguardista y marxista. Sin la prolongada lucha que libró Lenin contra el oportunismo político y la influencia de revisiones idealistas del materialismo filosófico, no habría existido el imprescindible y altamente consciente cuadro de revolucionarios marxistas en la clase obrera para conformar la dirección política y organizacional del movimiento espontáneo de masas que estalló en Rusia en 1917.
4) La necesidad de un partido revolucionario marxista reivindicada positivamente en 1917 por la dirigencia bolchevique fue, en décadas subsecuentes, confirmada negativamente, por las derrotas sufridas por la clase trabajadora. El capitalismo no sobrevivió el siglo XX por la ausencia de situaciones u oportunidades revolucionarios, sino por las traiciones de los líderes de los partidos y las organizaciones sindicales del proletariado.
5) La resolución a la crisis de dirección de la clase obrera, como insistió Trotsky en el programa de fundación de la Cuarta Internacional, sigue siendo la gran tarea histórica que enfrenta el movimiento socialista revolucionario.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional tiene todo el derecho de ver con orgullo el trabajo teórico y político que llevó a cabo en el 2017. Su habilidad para emprender este ambicioso programa de educación política y teórica es aún más notable considerando que simultáneamente mantuvo la publicación diaria del World Socialist Web Site. Estos logros son testigo del fortalecimiento del Comité Internacional de la Cuarta Internacional como único partido revolucionario marxista en el mundo.
El orgullo en lo alcanzado no es autocomplacencia. El Comité Internacional ve su trabajo educativo del último año como la preparación esencial para el resurgimiento de la lucha de clases internacional, el cual será el rasgo político más importante del año 2018.