El martes, el presidente estadounidense Donald Trump llegará a Bruselas para atender la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en medio de la mayor crisis en las relaciones entre EUA y Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
“Por primera vez”, escribió el Financial Times, “la llegada del presidente estadounidense a costas europeas es anticipada por inquietud e incluso miedo”.
El Gobierno de Trump lanzó una guerra comercial global por medio de la imposición de aranceles sobre las importaciones de acero y aluminio provenientes de Europa, y luego hizo estallar la cumbre del G-7 hace tan solo diez días al rehusarse a firmar su comunicado final. Ha habido oficiales estadounidenses anónimos indicándole a la prensa que Trump podría hacer cualquier cosa en dicho evento, incluyendo anunciar el retiro de tropas estadounidenses de Alemania e incluso amenazar la salida estadounidense de la OTAN.
Todas las relaciones internacionales, incluidas aquellas entre EUA y sus aliados más cercanos, se han visto desarraigadas por el abordaje transaccional del “EUA primero” (America First) de Trump respecto a comercio, geopolítica y diplomacia. Como lo manifestó recientemente el ministro de asuntos exteriores alemán, Heiko Maas, “los viejos pilares de fiabilidad se están desmoronando”.
Los líderes europeos están dándose cuenta de que Trump no es solo un error o accidente en la escena de las relaciones globales. Su política de nacionalismo extremo basado en un autointerés explícito representa un nuevo orden mundial acogido tanto por EUA como por las mismas potencias europeas.
En su demanda de que los países de la UE deberían contribuir más al rearme de la OTAN, Trump expresa la marcha predatoria del capitalismo estadounidense hacia extraer concesiones de todo el mundo, enemigos y “aliados” por igual. Un rearme a esta escala no puede ser llevado a cabo sin la destrucción de la red de seguridad social y los niveles de vida de los trabajadores. El objetivo central de la agenda de Trump no es ningún derivado accidental. La Casa Blanca le está diciendo efectivamente a las potencias europeas que se sumen a sus ataques contra la clase obrera para reducir los costos laborales de las corporaciones estadounidense que operan en Europa.
Incluso antes de aterrizar en Bruselas, Trump comenzó a lanzar bombas retóricas. “Le voy a decir a la OTAN: tienen que comenzar a pagar sus cuentas”, clamó Trump en un mitin en Montana la semana pasada. “Estados Unidos no va a encargarse de todo”.
Trump insultó a la canciller alemana, Angela Merkel: “Alemania, el país más grande de la UE, Unión Europea, Alemania paga un uno por ciento. Y dije, saben, Angela, no lo puedo asegurar, pero los estamos protegiendo y eso significa mucho más para ustedes que protegernos a nosotros, porque no sé cuánta protección recibimos al protegerlos”.
Trump vinculó abiertamente su demanda de que los aliados europeos de Washington gasten más en defensa con el recrudecimiento de la guerra comercial entre EUA y la UE. “Además de esto, la Unión Europea tienen un Excedente Comercial de $151 mil millones con EUA, a través de Barreras Comerciales para productos estadounidenses. ¡No!”.
Se está llegando a un consenso entre las figuras de la UE de que las acciones del Gobierno de Trump reflejan una brecha objetiva y creciente entre las potencias europeas y Estados Unidos.
“Lo que está en la mensa ahora, en una forma algo brutal, es un problema que no fue creado por el presidente Trump y que no se desaparecerá después del término o términos del presidente Trump”, le indicó un oficial europeo al Guardian. “La relación transatlántica que todos nosotros en la mesa consideramos como algo dado —no es algo dado—“.
“Antes volteábamos nuestros ojos ante las políticas de Trump, pero ahora estamos viendo que la locura se ha vuelto estratégica”, le comentó otro diplomático europeo de alto rango a The Hill. “Ahora tenemos que encontrar toda clase de aliados para avanzar nuestros objetivos”. Cabe notar que la llegada de Trump en Bruselas fue precedida por una visita a Berlín del primer ministro chino, Li Keqiang, y una discusión sobre una alianza EU-China para contraponerse a las amenazas de Estados Unidos.
“Estados Unidos ha pasado de ser visto por Europa como un socio estratégico a ser visto como un problema estratégico”, señaló un exasesor de George W. Bush al Wall Street Journal. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, hizo eco de estos sentimientos, declarando que Trump “no debe ser subestimado” porque “ha sido sistemático, consistente y metódico en socavar… los valores europeos”.
En otras palabras, después del impacto inicial, los oficiales europeos han acogido en gran medida una versión inversa de la visión del mundo de Trump, viendo a EUA como un competidor estratégico en la lucha por mercados, recursos y ventajas económicas.
Sin embargo, la ironía central de la cumbre de la OTAN es que, pese a las recriminaciones mutuas entre los miembros de la OTAN sobre cuotas de gasto, todos los miembros de la alianza se están armando hasta los dientes.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, presumió en un editorial del Wall Street Journal que “el año pasado, los aliados de la OTAN aumentaron sus presupuestos de defensa un 5,2 por ciento conjuntamente, el mayor aumento en términos reales en un cuarto de siglo. Ahora, el 2018 será el cuarto año consecutivo de aumento.
“En el 2014, solo tres aliados —Estados Unidos, Reino Unido y Grecia— alcanzaron su cuota de 2 por ciento. Este año, esperamos que el número aumente a ocho, incluyendo a Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Rumanía”.
Para pagar por este rearme militar, cada miembro de la OTAN ha recortado su gasto social y llevado a cabo un ataque frontal contra la clase obrera, ejemplificado por el presidente francés, Emmanuel Macron, y su ofensiva contra los trabajadores ferroviarios en Francia.
La alianza estableció su cuota del dos por ciento en respuesta a la guerra indirecta que estalló después del golpe de Estado respaldado por EUA y la UE y liderado por fascistas en Ucrania y tras la anexión de Crimea por parte de Rusia. Desde entonces, la OTAN ha desplegado miles de tropas en el Báltico y en Polonia y ha realizado una serie de provocativos ensayos de guerra tan solo a cientos de kilómetros de San Petersburgo.
La cumbre de esta semana buscará continuar estas políticas, incluyendo la creación de un plan de “30 por cuatro” que alistará 30 batallones, 30 buques y 30 escuadrones de aviones de combate para su despliegue con 30 días de aviso.
La cumbre también establecerá dos comandos adicionales de la OTAN, “uno en Norfolk enfocado en cuestiones marítimas, incluyendo un reforzamiento por mar, y otro en Alemania para tratar la logística del movimiento de tropas por toda Europa”, indicó Foreign Affairs .
No es una sorpresa de el ritmo acelerado del rearme de los miembros de la OTAN no les haya traído unidad. Por el contrario, en los cuatro años desde el 2014, los miembros de la OTAN han sido testigos de divisiones nunca vistas, no solo entre EUA y Europa, sino también dentro la UE. Esto se vio reflejado más directamente en la votación del 2016 en Reino Unido a favor de dejar la Unión Europea.
Después de dicha votación del brexit, Reino Unido se ha visto estremecido por una crisis tras otra, culminando con la salida esta semana de dos altos miembros del gabinete y rumores de que el Gobierno de Theresa May colapsará. Mientras tanto, el resto de la UE se está recriminando mutuamente, al mismo tiempo en que compite por quién implementa la política de refugiados más derechista.
En otras palabras, los miembros de la OTAN han respondido a todas las crisis con un rearme militar, nacionalismo, guerra económica, el cierre de fronteras y su atrincheramiento tras un “seto de bayonetas”, para tomar prestada la frase de León Trotsky. Sin embargo, cada giro hacia la derecha solo ha creado las condiciones para más crisis y conflictos.
Una año y medio tras la llegada de Trump al poder, queda claro que el actual ocupante de la Casa Blanca no representa ningún desvío de la norma de la política capitalista, sino que es su expresión más concisa. Las guerras globales, los conflictos comerciales, la xenofobia, el nacionalismo, el ataque contra los refugiados, y el desmantelamiento de los derechos democráticos —todos los elementos característicos de Trump— son de hecho los factores característicos de un capitalismo en putrefacción y decadencia.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de julio de 2018)