El rápido surgimiento del partido fascistizante Vox en las elecciones españolas el domingo es una advertencia sobre los serios peligros políticos que enfrentan los trabajadores en España y el mundo. En la medida en que se enfrenta a mayores protestas políticas y enojo por la desigualdad social, la clase gobernante está girando hacia Estados policiales fascistizantes encargados con reprimir violentamente la oposición social en la clase obrera.
Los oficiales de Vox han aclamado públicamente el registro del “ejército nacional” del generalísimo Francisco Franco, el dictador fascista que emprendió un golpe de Estado en 1936 contra la radicalización de la clase obrera bajo la Segunda República de Española. La guerra civil subsecuente llevó a más de un cuarto de millón de muertes y una dictadura hasta 1978, tres años después de la muerte de Franco, quien encarceló a cientos de miles en campos de concentración, prohibió las huelgas y los partidos políticos, censuró la prensa y torturó a miles con su policía secreta.
El régimen franquista era tan odiado por los trabajadores en España y Europa cuando cayó que, cuando Vox fue fundado en 2014, prácticamente no recibió apoyo alguno. Por varios años, pese a sus extensos lazos con la cúpula militar y el Partido Popular (PP), Vox obtuvo 50.000 o menos votos, mucho menos del uno por ciento.
Sin embargo, sus votos aumentaron después de la represión policial brutal del referéndum independentista catalán de octubre de 2017, particularmente en medio de los ataques nacionalistas españoles en la prensa contra las masas en Barcelona que han protestado el encarcelamiento el mes pasado de los prisioneros políticos nacionalistas catalanes. El domingo, Vox obtuvo 3,6 millones de votos o 15 por ciento, duplicando sus escaños parlamentarios de 24 a 52, quedando en tercer lugar detrás del Partido Socialista (PSOE) y el PP.
El surgimiento de Vox es parte de una tendencia amplia en la política capitalista europea hacia el crecimiento de los partidos neofascistas, el nacionalismo y la legitimización oficial pública de dictadores fascistas.
Alternativa para Alemania (AfD) en Alemania es actualmente el tercer mayor partido en el país, después de años de propaganda por parte de profesores y oficiales estatales ultraderechistas para legitimar el militarismo y minimizar los crímenes genocidas del nazismo. Las protestas masivas contra AfD solo han intensificado la determinación de la élite gobernante para rehabilitar el nazismo. La semana pasada, el presidente parlamentario Wolfgang Schäuble denunció la “actitud pacifista” que fue el resultado desastroso de la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial, que llamó “la catástrofe de 1945”.
En Francia, el presidente Emmanuel Macron lanzó una represión brutal contra los manifestantes de “chaleco amarillo” que protestan la desigualdad social desde hace un año y rindió tributo al dictador que colaboró con los nazis Philippe Pétain como un “gran soldado”. En medio de la creciente ira por sus recortes sociales, Macron continúa apelando a la ultraderecha, atacando a los inmigrantes y el velo musulmán en una entrevista reciente con la revista ultraderechista Current Values. Consecuentemente, las encuestas muestran que apenas derrotaría a la candidata neofascista Marine Le Pen en una elección presidencial, 55 por ciento a 45 por ciento.
El crecimiento del fascismo en la política europea oficial no significa un retorno al apoyo popular masivo disfrutado por el Partido Nazi, el Partido Nacional Fascista de Mussolini o la Falange franquista. Por ahora, es una campaña política cuidadosamente escenificada e impulsada desde arriba para promover a una oposición violenta, derechista y nacionalista contra las protestas sociales y políticas.
El auge de Vox es un ejemplo clásico. Mientras surge con base en su propaganda anticatalana en medio de denuncias generalizadas contra el referéndum independentista, no ha aparecido ningún movimiento de masas en España que adopte los llamados de Vox de desplegar el ejército y ejecutar a los “criminales” políticos en Cataluña. Las encuestas confirman que grandes mayorías del pueblo español apoyan una resolución negociada en Cataluña, a pesar de la histeria anticatalana en los medios.
La promoción de Vox y Franco se produce abrumadoramente desde la maquinaria estatal. El PSOE permitió que Vox se una oficialmente en la persecución de los oficiales catalanes por parte de la Fiscalía, que ha dado penas de una década o más de prisión por organizar un referéndum pacífico en 2017. La Corte Suprema emitió en junio un fallo extraordinario rindiendo homenaje a “don Francisco Franco” y declarando que su autoproclamación como gobernante español el 1 de octubre de 1936 durante la guerra civil convirtió a Franco en jefe de Estado —efectivamente sentenciando que el golpe de Estado franquista fue legítimo—.
Finalmente, la élite gobernante concentró la campaña electoral completamente en atacar las protestas masivas en Cataluña, las cuales fueron salvajemente reprimidas, con cientos de arrestos. Las cuestiones de interés de los trabajadores, como empleos, programas sociales y un alto a la violencia militar-policial, quedaron fuera de la mesa. El Gobierno transicional del Partido Socialista, representando a toda la clase gobernante capitalista, ya le había escrito a la Unión Europea (UE) prometiendo recortes sociales de miles de millones de euros y aumentos en el gasto militar. Todo esto tuvo el efecto de impulsar a Vox.
El fracaso de la burguesía de generar un apoyo mayor a su campaña profascista, sin embargo, no puede dar paso a complacencia. La amenaza fascista está creciendo y sus partidos están ganando un apoyo cada vez mayor gracias a su promoción constante como la única alternativa a los odiados partidos oficiales.
Hace tres décadas, los propagandistas burgueses proclamaron que la disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista en 1991 significaba el “fin de la historia” y el triunfo de la democracia capitalista. De hecho, ninguna de las contradicciones del capitalismo que llevaron a la burguesía europea a apostar su futuro en regímenes fascistas en los años treinta se han resuelto. Ante un enojo explosivo hacia la desigualdad social generado por décadas de austeridad y desempleo masivo de la Unión Europea postsoviética, la clase gobernante está nuevamente preparándose para una dictadura.
La elección española del domingo reveló el resquebrajamiento del sistema parlamentario establecido en 1978 a través de las negociaciones entre los fascistas franquistas, el PSOE y los estalinistas españoles. El duopolio del PSOE-PP en el corazón de este régimen ha colapsado. Cada una de las cuatro elecciones en España desde 2015 ha resultado en parlamentos sin mayorías. Ningún partido ha podido generar una mayoría parlamentaria desde entonces. La clase gobernante está respondiendo, por medio de Vox, con un giro de vuelta al franquismo.
La tarea crítica en esta situación es construir una dirección revolucionaria internacional en la clase obrera, es decir, secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) en España e internacionalmente. Existe una profunda e históricamente arraigada oposición al fascismo y nacionalismo en la clase obrera europea. Pero no se puede movilizar sin ajustar cuentas políticas con los profesores estalinistas y pablistas (ex trotskistas), oficiales del ejército y burócratas sindicales que componen Podemos.
Fundado en 2014 como un partido “radical demócrata”, Podemos ha llamado desde 2015 a formar Gobiernos de coalición con el austero y militarista PSOE. Mientras promueve constantemente el nacionalismo español e indica su apoyo al acuerdo con el diablo de la Transición de 1978, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, presumió en 2017 que él era un mejor nacionalista que la derecha: “No dejaremos que nos digan que son más patrióticos que nosotros”.
Podemos está desplazándose hacia la derecha, completando su integración en la máquina de Estado policial. El mes pasado, Iglesias prometió nuevamente su lealtad al PSOE mientras reprimía a los nacionalistas catalanes. Se paseó por Cataluña aplaudiendo a la policía y declarando con regocijo que “las relaciones institucionales con las fuerzas policiales están funcionando”.
Son las posturas pseudoizquierdistas y la política reaccionaria nacionalista de Podemos que bloquea la oposición de la clase obrera a la izquierda del PSOE, permitiendo que Vox se presente como el único opositor de la alianza desde Podemos y el PSOE hasta el PP.
Ya hay explosivas protestas y luchas de masas de la clase obrera por toda Europa y más allá. La lucha por unir a los trabajadores por encima de toda división lingüística y regional en España, unto con sus hermanos y hermanas de clase en todo el continente europeo, en lucha por el poder estatal y la construcción de una sociedad socialista, socavará la política reaccionaria e impopular nacionalista de la burguesía. Librar esta lucha es inseparable de la construcción de secciones del CICI en Europa y el mundo.
(Publicado originalmente en inglés el 12 de noviembre de 2019)