La pandemia del COVID-19 es un desastre global. En solo tres meses desde su detección inicial en China, el coronavirus se ha propagado a todo el planeta. El virus combina una alta tasa de infección con una letalidad sustancial. Está causando estragos en Europa y América del Norte, donde aparecen reportes cada día de miles de nuevos contagios. El número de muertos está aumentando rápido. El virus está ahora apareciendo en Oriente Próximo, África y América Latina.
La escala y el impacto de la pandemia se han intensificado por la indiferencia y negligencia criminal de los Gobiernos capitalistas, que han desperdiciado un tiempo valioso. En su rueda de prensa el lunes, el presidente estadounidense Donald Trump, al tiempo en que aclamaba su propio liderazgo, declaró repetidamente que la pandemia del coronavirus fue una total sorpresa. “Tenemos un problema en el que nadie había pensado hace un mes”, afirmó Trump. “Vino de la nada”. Esta es una mentira. Los científicos han advertido de una pandemia global por año. El mundo ya vivió la experiencia del coronavirus SARS de 2002-2003 y la pandemia del H1N1 (gripe porcina) de 2009-2010.
El Foro Económico Mundial ha incluido una y otra vez las enfermedades infecciosas en su lista de 10 mayores riesgos globales. En su último reporte sobre capacidades de seguridad y relacionadas en 195 países, descubrió que ningún país estaba preparado para una epidemia o pandemia. Escribió que “nuestra vulnerabilidad colectiva respecto a los impactos sociales y económicos de las enfermedades infecciosas parece estar amentando”. Esta advertencia fue ignorada.
Los estudios científicos muestran que una respuesta efectiva a la pandemia exige la implementación pronta de pruebas masivas para ralentizar su propagación. Sin embargo, incluso cuando el brote en China no dejaba duda alguna sobre la magnitud del peligro, se omitió tomar medida en Europa y Estados Unidos para detectar la enfermedad y detener su propagación. Pero incluso si el Gobierno quisiera iniciar pruebas masivas, los equipos necesarios escasean en EE. UU.
Los principales centros del capitalismo mundial, ante todo EE. UU., han demostrado su total incapacidad para responder a esta crisis como consecuencia directa de la destrucción de la infraestructura social durante el último medio siglo. Todas las consideraciones sobre planificación social se han subordinado a los precios de las acciones en Wall Street y a facilitar la acumulación de niveles impactantes de riqueza a manos de las élites gobernantes.
El sistema sanitario estadounidense ha sido privado de recursos mientras se han gastado billones de dólares en armamento según las potencias mundiales se preparan para un conflicto global. El presupuesto militar anual de EE. UU. es de aproximadamente $1 billón por año. Se gasta más en preparativos bélicos por semana que todo el proyecto de ley de “asistencia” aprobado por la Cámara de Representantes estadounidense esta semana.
La respuesta de los Gobiernos a la pandemia del coronavirus está siendo impulsada precisamente por las mismas consideraciones. Los recursos no se han dirigido a detener la propagación de la epidemia, sino a proteger a los ricos.
No solo se trata de incompetencia y desorganización, si bien hay mucho de eso. No obstante, detrás del caos, la confusión y la falta de coordinación, hay una política deliberada clara: una política de negligencia maligna e inacción consciente. El lema de la clase gobernante es el mismo que la ha guiado por décadas: “Si la acumulación de nuestros miles de millones requiere la muerte de millones de personas, que así sea”.
El primer ministro británico Boris Johnson puso de manifiesto la indiferencia de la clase gobernante esta última semana cuando declaró: “Debo ser franco con el público británico, muchas familias más perderán a sus seres queridos antes de tiempo”. Detrás de puertas cerradas, los representantes de la élite gobernante están discutiendo lo que consideran como el impacto positivo de la crisis: que la muerte de millones de personas de mayor edad reducirá los costos de salud a largo plazo.
En todas las declaraciones de los presidentes y primeros ministros, no hay señal alguna de inquietud por las masas obreras cuyas vidas se verán volcadas por la pandemia. En su conferencia de prensa el lunes, Trump presentó nuevas guías de cuarentena y “distanciamiento social”. No obstante, nada se propone para abordar el enorme impacto financiero que la pérdida de trabajo tendrá para las familias.
Además, mientras los estados comienzan a restringir las aglomeraciones, no se ha dicho nada sobre el hecho de que millones de trabajadores en las industrias manufacturera y de servicios están siendo obligados a trabajar bajo la expectativa de que toleren las condiciones insalubres, en las que pueden infectarse o infectar a otros.
La respuesta del Gobierno de Trump está siendo dictada completamente por las grandes corporaciones. De hecho, su política ha sido la de entregar la gestión de la crisis a las empresas culpables del desastroso estado de la infraestructura social y sanitaria en el país. La semana pasada, Trump desfiló a los directores ejecutivos de Walmart y los gigantes conglomerados de salud frente al pueblo estadounidense como si fueran héroes nacionales. Mientras tanto, millones siguen sin poder recibir pruebas incluso cuando presentan los síntomas.
El Gobierno de Trump también está buscando garantizar que cualquier vacuna que se desarrolle sea controlada por las empresas estadounidenses para que puedan lucrar de su distribución. Nada podría exponer tan claramente el carácter criminal de la industria sanitaria estadounidense.
Durante los últimos dos meses, todas las acciones de la Casa Blanca en respuesta a la pandemia han buscado solamente apuntalar los mercados financieros. La Reserva Federal de EE. UU y el Departamento del Tesoro le han entregado billones de dólares a Wall Street por medio de sus programas de “expansión cuantitativa” y la reducción de las tasas de interés de los bancos a cero.
Se ha perdido demasiado tiempo, pero el impacto y el alcance de la pandemia dependen de las respuestas urgentes que se tomen ahora. Esta respuesta necesita centrarse en dos prioridades absolutamente críticas: en primer lugar, contener la propagación del virus lo más posible y, en segundo lugar, dado que ya alcanzó proporciones globales, proveer cuidado de emergencia para todos los que se enfermen y asistencia de emergencia para todos los afectados.
El principio esencial que debe guiar la repuesta a la crisis es que las necesidades de la clase obrera deben asumir una prioridad absoluta e incondicional por sobre toda consideración a las ganancias corporativas y las riquezas privadas. No es una cuestión de lo que la clase gobernante diga que puede costear, sino lo que las masas del pueblo necesitan.
El Partido Socialista por la Igualdad avanza las siguientes demandas. La lista no está de ninguna manera completa, pero incluye las bases fundamentales para la lucha:
Pruebas accesibles y universales y tratamientos gratis para todos los infectados: La ausencia de un sistema coordinado para someter a pruebas a todos los que puedan tener la enfermedad hace que cualquier respuesta racional sea imposible. Es esencial que se pongan a disposición pruebas inmediatamente por todo EE. UU. y el mundo.
El cuidado de todos los infectados es una necesidad urgente tanto para los enfermos como para detener la propagación de la enfermedad. Se debe proveer sin ningún costo, independientemente de la cobertura del seguro médico o el ingreso.
Un programa de emergencia para expandir la infraestructura de salud: El desbordamiento de los hospitales no solo conlleva un repunte fuerte en las tasas de letalidad del coronavirus, como ha ocurrido en Italia, sino que también significa que aquellos que sufren de otras enfermedades y lesiones no puedan recibir cuidados médicos. La falta de equipos e infraestructura adecuados significa que los doctores ya se están viendo obligados a elegir cuáles pacientes viven y cuáles mueren.
Para combatir la pandemia, es necesario expandir masivamente las instalaciones que tratan a los enfermos. El Gobierno de Trump está hablando sobre colocar carpas en los parqueos de Walmart y utilizarlas como unidades médicas. Instalaciones tan ruinosas como estas, en las que masas de personas son tratadas en condiciones primitivas, tan solo empeorará el problema. China pudo construir nuevos hospitales en solo diez días, algo que tuvo un impacto enorme en el alcance e impacto del virus.
La construcción de nuevas instalaciones médicas necesita iniciarse inmediatamente en todo EE. UU. Este proceso se puede acelerar tomando edificios de oficinas y estructuras similares, muchos de los cuales están vacíos y convirtiéndolos rápido en hospitales y clínicas. Estas estructuras también se pueden utilizar para dar vivienda de emergencia a las personas sin techo y para los estudiantes obligados a dejar sus dormitorios universitarios.
Los representantes de la clase gobernante inevitablemente afirmarán que esta es una violación de la propiedad privada. Nuestra respuesta es que las necesidades sociales necesitan ser una prioridad por sobre la riqueza y las ganancias de la clase gobernante.
El cierre inmediato de todas las escuelas, las fábricas y otros centros laborales no esenciales, con ingresos plenos para los trabajadores afectados: No se puede esperar que ningún trabajador ponga su vida en peligro. Los trabajadores ya están cerrando los restaurantes y otros negocios. Esto se debe extender. No obstante, todos los que estén perdiendo trabajo o se vean afectados de otra manera por el golpe económico deben ser compensados.
A los que digan que no hay suficiente dinero les decimos que un Gobierno que puede sacarse $1,5 billones del sombrero para rescatar a Wall Street puede hallar los recursos necesarios. El hecho de que las empresas les estén ordenando a los trabajadores que deben seguir trabajando sin otro propósito más que seguir sacando ganancias no es menos que criminal.
Las empresas automotrices y otras empresas manufactureras en EE. UU. les han ordenado a sus gerentes, junto a sus ejecutivos sindicales, que se vayan a casa, pero insisten en que los trabajadores se queden en las líneas. Los trabajadores en España, Italia, Canadá, Reino Unido y EE. UU. ya iniciaron paros y huelgas para oponerse a una exposición innecesaria al peligro. Los trabajadores ya están sumamente conscientes del peligro al que los están exponiendo.
Los trabajadores también tienen que estar advertidos de que las empresas utilizarán la “oportunidad” de la crisis para reestructurar sus operaciones y hacerlas más lucrativas. Los trabajadores despedidos deben recibir salarios completos, financiados por las mismas empresas y recursos del Estado. Todos los trabajadores deben tener acceso a licencias remuneradas por enfermedad. Los pagos de renta, hipotecas y servicios públicos se deben suspender durante la crisis del coronavirus para garantizar que cualquier trabajador que vea una reducción en su ingreso pueda cubrir sus necesidades básicas.
Condiciones laborales seguras en las industrias esenciales: Dondequiera que se deba continuar el trabajo, como en la industria de salud, el transporte, la producción alimenticia y otros sectores esenciales para el funcionamiento de la sociedad, se deben implementar medidas para garantizar la seguridad de los trabajadores y asegurar que se preserven sus derechos. Todo lugar de trabajo necesita contar con profesionales sanitarios y los trabajadores necesitan tener el equipo necesario, incluyendo ropa de protección, mascarillas y guantes.
Pongan fin a todas las sanciones y medidas de guerra comercial: La respuesta de Irán, Venezuela y los otros países está viéndose debilitada por las sanciones económicas que previenen que adquieran los equipos médicos necesarios. Las medidas de guerra comercial implementadas por EE. UU. y los países europeos deben detenerse. El coronavirus es una enfermedad global que requiere una respuesta coordinada globalmente.
Toda afirmación de que no hay recursos disponibles para implementar tal programa de emergencia son más que desdeñables. No es una cuestión de si existen los recursos o no, sino quién controla estos recursos y cómo están distribuidos. Las ganancias corporativas en EE. UU. superan los $2 billones cada trimestre. La riqueza de los 400 individuos más ricos en EE. UU. es de más de $4 billones. Las masivas sumas asignadas al ejército se necesitan redirigir para atender las necesidades sociales, incluyendo la construcción de infraestructura de salud.
En la medida en que la propiedad privada interfiera con las medidas de emergencia, debe ser barrida a un lado. Todas las industrias rescatadas por el Gobierno deben ser en cambio convertidas en bienes públicos bajo el control democrático de la clase obrera, reorientadas hacia la producción de los bienes necesarios.
Si hubiera estallado una guerra, las clases gobernantes estaría reestructurando la vida económica para producir los instrumentos de muerte. Ahora se trata de producir los instrumentos de vida.
Se oponen los intereses irreconciliables de dos clases antagonistas. Para los capitalistas, es una cuestión de asegurar sus intereses de lucro y garantizar que su propiedad y riqueza permanezcan intactas. Ninguna medida puede afectar sus intereses. La clase obrera está preocupada por los intereses de la humanidad, partiendo de las necesidades sociales, no el lucro privado.
Planteamos estas demandas para movilizar a los trabajadores, elevar su consciencia de clase, desarrollar su entendimiento de la necesidad de solidaridad internacional de clase y aumentar su confianza política propia. No le prestamos confianza alguna a que ningún Gobierno capitalista vaya a combatir la pandemia y tenemos toda expectativa de que se resistirán en contra de estas demandas. Lo que pueda o no lograrse será determinado en lucha.
Para avanzar esta lucha, los trabajadores necesitan sus propias organizaciones. Los sindicatos, controlados por las empresas y el Estado, no harán nada. Por ende, los trabajadores deben formar comités de base en las fábricas, todo centro de trabajo y barrio encargados de garantizar condiciones de trabajo seguras, que exijan el cierre de la producción no esencial y aseguren la seguridad y bienestar de aquellos enfermos y en cuarentena.
Los trabajadores automotores en Windsor, Ontario, y Detroit, Michigan ya llevaron a cabo paros para exigir el cierre de las plantas automotrices.
Los trabajadores pueden y deben utilizar las tecnologías a su disposición para compartir información y organizar la lucha por sus intereses a escala internacional. Incluso bajo condiciones de cuarentena y el cierre de grandes sectores de la economía, existen innumerables formas de comunicación digital que permiten que los trabajadores compartan información y se organicen por todo el país y el mundo.
Incluso al exigir un aumento urgente e inmediato de pruebas y recursos médicos, los trabajadores también necesitan estar precavidos sobre los esfuerzos para utilizar la crisis para implementar planes antiguos para aumentar el poder del Estado. El peligro es que los Gobiernos capitalistas utilicen las medidas de emergencia para prohibir las manifestaciones y protestas sociales de forma permanente, algo que harán valer con el despliegue de las fuerzas policiales y el ejército y la legitimización de formas dictatoriales de gobierno.
Las demandas presentadas por los trabajadores no están separadas, sino que están entrelazadas, con la lucha por transformar la vida social y económica. Los grandes avances tecnológicos y científicos, y las enormes fuerzas productivas de la humanidad deben ser liberadas de los límites impuestos por el afán de lucro y el sistema de Estados nación.
Nuevamente, la crisis en curso demuestra tanto el fracaso del sistema capitalista para atender los requisitos de la sociedad moderna como la necesidad del socialismo. Por segunda vez en poco más de una década, toda la economía global está al borde de un colapso y derrumbe. Además, el cambio climático amenaza con tornar inhabitable gran parte del planeta.
La pandemia también ha expuesto la bancarrota de todo el sistema político. La Administración de Trump es un Gobierno de la oligarquía. Sus ataques fascistizantes contra los inmigrantes y refugiados y su promoción de nacionalismo y xenofobia, como parte del crecimiento internacional de la ultraderecha, se contraponen fundamentalmente a las necesidades de una sociedad global masiva. Con respecto al Partido Demócrata, ha pasado los últimos tres años intentando centrar la oposición a Trump en la mentira de que la mayor amenaza al pueblo estadounidense proviene de Rusia.
Esta crisis está ocurriendo en un año electoral. En los meses siguientes, el Partido Socialista por la Igualdad y nuestros candidatos, Joseph Kishore para presidente y Norissa Santa Cruz para vicepresidenta, colocarán al frente de su campaña la lucha por movilizar a la clase obrera para que exija acciones serias para detener la pandemia. El PSI avanza este programa porque es la única organización que se basa en una perspectiva auténticamente socialista, internacionalista y revolucionaria.
Llamamos a todos los trabajadores y jóvenes a que se unan a esta campaña y apoyen esta lucha. La construcción de un movimiento internacional socialista y revolucionario es la cuestión central de nuestros tiempos. Es una cuestión de vida o muerte.
Para apoyar e involucrarte en la campaña electoral del PSI, visita socialism2020.org
(Publicado originalmente en inglés el 17 de marzo de 2020)