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Biden apoya el “regreso al trabajo”

En una columna de opinión publicada el domingo en el sitio web del New York Times, que se publicará en la edición impresa del periódico el lunes, el presunto candidato presidencial del Partido Demócrata Joe Biden se alinea con la campaña de las grandes empresas y el Gobierno de Trump para obligar a los trabajadores a volver a trabajar, independientemente de los peligros de la epidemia de coronavirus.

El título de la columna cuenta: “Joe Biden: mi plan para reabrir Estados Unidos de manera segura”.

En condiciones en las que más de 10.000 estadounidenses murieron la semana pasada a causa del coronavirus, y la infección sigue propagándose por todos los estados y condados, amenazando con aumentar la cifra de muertos aún más, Biden no anuncia un plan para salvar vidas o proteger a la población del virus mortal. En cambio, su preocupación es “cómo volvemos a encaminar nuestra economía”, en otras palabras, cómo la clase capitalista estadounidense puede reanudar el proceso de extracción de ganancias del trabajo de los trabajadores.

Joseph Biden (fuente: C-Span)

Por lo tanto, aunque Biden hace algunas críticas menores a la Administración de Trump por su respuesta lenta e incompetente a la pandemia de COVID-19, comparte el mismo marco político: la responsabilidad primordial del Gobierno estadounidense es salvar la riqueza y las ganancias de la aristocracia financiera, no la vida de la gente.

El plan de tres puntos que elabora Biden es un intento de evadir y engañar. Evita discutir los obstáculos reales para una respuesta efectiva a la pandemia (el sistema de atención médica con fines de lucro y un Gobierno leal a Wall Street) y no dice nada sobre la magnitud de la catástrofe que ahora está asolando la población estadounidense.

El punto 1 es “tenemos que reducir significativamente la cantidad de casos nuevos de la enfermedad” antes de enviar a los trabajadores de regreso al trabajo. Solo un adverbio lo diferencia de la declaración de Trump de que el número de casos nuevos tiene que comenzar a disminuir, por muy poco que sea, antes de que pueda reiniciar la economía con un “big bang”.

El exvicepresidente descarta explícitamente un foco en la salud durante la crisis, declarando rotundamente que “no podemos quedarnos en casa y esperar a que llegue la vacuna”. A pesar de su afirmación de que su plan “tiene que responder de manera efectiva a la crisis médica inmediata”, no ofrece acciones concretas para suministrar a los trabajadores médicos los materiales necesarios como máscaras y batas, o los respiradores, medicamentos y otros productos químicos ahora escasos para los gravemente enfermos.

El punto 2 es pedir “pruebas generalizadas, fácilmente disponibles y rápidas, y una estrategia de seguimiento de contactos que proteja la privacidad”. Bien podría prometer la luna o un castillo en el aire al morir. Para implementar tales pruebas, todo el curso de la respuesta del Gobierno de EE. UU. a la pandemia tendría que ser revocado, así como el rechazo de las gigantescas compañías farmacéuticas y de equipos médicos para hacer posible una prueba tan extensa.

Esta demanda se incluye sin la más mínima expectativa, por parte de Biden y los demócratas, de que se emprenderá dicho esfuerzo. Cabe señalar que ningún estado dirigido por un gobernador demócrata, incluyendo Nueva York, California, Michigan y Nueva Jersey, ha intentado implementar pruebas a gran escala. Por lo contrario, las pruebas se han limitado a pacientes ya con síntomas graves consistentes con COVID-19.

El punto 3 es “asegurarse de que nuestros hospitales y sistema de atención médica estén listos para los brotes de la enfermedad que pueden ocurrir cuando la actividad económica se expande nuevamente”. Más palabras engañosas. Los expertos en salud no están preocupados por los “brotes” aislados, como dice Biden, sino por la segunda y tercera oleadas de la enfermedad que podrían ser aún más catastróficas que la primera.

Según una de las estimaciones más conservadoras, la primera ola de COVID-19 matará a 60.000 personas en los Estados Unidos, pero una segunda ola, iniciada por una reapertura prematura de fábricas, oficinas y otros lugares de trabajo, podría matar a otras 140.000 personas.

Como parte del punto 3, Biden agrega: “Reabrir de la manera correcta aún no será completamente seguro”. Lo que quiere decir es que los trabajadores morirán como consecuencia de regresar a lugares de trabajo que no son seguros, para llevar a cabo un trabajo que no es necesario desde el punto de vista de la supervivencia humana (salud, alimentación, vivienda, servicios públicos) pero es necesario para reanudar el proceso de acumulación de ganancias para la aristocracia financiera.

Es notable que Biden no hace referencia en su columna de opinión a la legislación de rescate de $2,2 billones que aprobó el Congreso el mes pasado con un apoyo unánime y bipartidista en el Senado, y un voto de voz abrumadoramente favorable en la Cámara de Representantes. Este proyecto de ley proporciona la base para un apoyo financiero prácticamente ilimitado para las empresas estadounidenses de la Reserva Federal, utilizando todos los recursos del Gobierno de los Estados Unidos, al tiempo que les promete a los trabajadores estadounidenses un solo cheque de $1.200 y, si califican, beneficios de desempleo temporalmente mejorados.

El silencio de Biden constituye consentimiento. Apoya plenamente un rescate que fue respaldado con entusiasmo por la dirección demócrata del Congreso y aprobado por todos sus exrivales para la nominación presidencial demócrata que ocupan puestos en el Senado, incluyendo Elizabeth Warren y Bernie Sanders. Todo el Partido Demócrata, desde su senador más conservador hasta el autoproclamado “socialista democrático” Sanders, votó a favor de respaldar la legislación, que consiste en un gran paquete de ganancias para los oligarcas financieros, mayor incluso que los rescates que siguieron al colapso de Wall Street en 2008.

Mientras tanto, para muchos de los 17 millones de trabajadores despedidos en las últimas tres semanas es casi imposible solicitar una indemnización por desempleo, con sistemas estatales sobrecargados, sitios web bloqueados y llamadas telefónicas sin respuesta. Biden no dice nada de esto y no propone nada para aliviar el sufrimiento agudo y las privaciones en los vecindarios de clase trabajadora en todo el país.

Biden agrega algunas críticas leves al actual ocupante de la Casa Blanca, refiriéndose a “la falla de la Administración para planificar, preparar, evaluar honestamente y comunicar la amenaza a la nación”. Sin embargo, pisa con cuidado y evita detalles específicos, ya que, en cuanto a la cuestión de los preparativos para enfrentar una pandemia, Trump no hizo nada más que seguir los pasos de la Administración de Obama-Biden, que ni siquiera pudo reabastecer el arsenal para desastres de EE. UU. después de que se agotara por las epidemias de H1N1 y Ébola.

Es revelador que Biden evite incluso referirse al impacto de la epidemia de COVID-19 hasta el último párrafo de su artículo de opinión, y luego solo en las generalidades más vagas: “El pueblo estadounidense ya ha pagado un precio demasiado alto en enfermedad, muerte y pérdida económica”.

Nadie que lea este ensayo banal tendría la menor idea de que Estados Unidos acaba de pasar por la peor semana de su historia, desde el punto de vista de la salud pública, o que las próximas semanas probablemente sean aún peores.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de abril de 2020)

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