Tras la selección de Kamala Harris como compañera de fórmula de Joe Biden, el marco de las elecciones de 2020 ha quedado servido. Como era de esperarse, los demócratas eligieron a sus candidatos más derechistas para emprender la campaña más derechista posible.
Hay una cierta inevitabilidad en que Harris fuera escogida. En julio del año pasado, el World Socialist Web Site —basándose en una evaluación sobre quién sería la peor y más reaccionaria opción, pero al mismo tiempo la más adecuada para el segundo puesto en la candidatura del Partido Demócrata— predijo que Harris tenía la mayor probabilidad ser nombrada la candidata vicepresidencial si no obtenía la nominación. Tenía toda la implacabilidad, el narcisismo y el arribismo requeridos para el trabajo, además del origen étnico necesario para satisfacer la obsesión de los demócratas con las identidades de raza y género.
Kamala Harris es una recalcitrante reaccionaria política.
Este año ha sido testigo de manifestaciones de masas en todo el país en respuesta al asesinato policial de George Floyd. Como resultado directo de las políticas de la clase gobernante, casi 170.000 personas han fallecido hasta la fecha en la pandemia de coronavirus, mientras la tasa diaria de muertes supera las mil. Está aumentando tanto la ira en los centros laborales por la campaña homicida de regreso al trabajo como la amplia oposición de los maestros a los esfuerzos para reabrir las escuelas. Decenas de millones están desempleados, fueron privados de los beneficios federales y enfrentan desahucios.
En medio de esta monumental crisis política, económica y social, y en el contexto de tanto sufrimiento, se le ha ofrecido al pueblo estadounidense la “opción” entre el fascistizante Trump, el estafador de Nueva York, y una dupla del Partido Demócrata encabezada por el títere corporativo de Delaware y la exfiscala de California. Esto dice todo sobre el estado degradado de la política estadounidense.
Después del anuncio de Biden el martes, la prensa accionó su avalancha nauseabunda de propaganda estatal. La selección de Harris ha sido proclamada universalmente como “histórica”, un momento decisivo.
En términos de su política, claramente no hay nada “histórico” sobre Harris. Como fiscala de distrito en San Francisco (2004-2011), fiscala general de California (2011-2017) y, finalmente, senadora federal (2017 hasta la actualidad), Harris acumuló un registro respaldando a la policía, encerrando a obreros e inmigrantes, encubriendo a los bancos y apoyando el militarismo y la guerra.
Wall Street sin duda está feliz con la decisión. “Una selección para vicepresidenta que la patronal puede respaldar”, declara un título en las páginas interiores del New York Times. En cuanto al ejército, su principal preocupación es lo que sucedería si el envejecido Biden no finaliza su término. Desde el principio del Gobierno de Trump, la oposición proveniente del Partido Demócrata se ha centrado en temas de política exterior. Harris, sin otro punto en la agenda además de su autopromoción, será como macilla en las manos del aparato militar y de inteligencia.
El carácter “histórico” de la nominación de Harris se basa completamente en su raza y género. Sería la “primera vicepresidenta afroamericana”, la “primera vicepresidenta asiática-estadounidense” y la “primera vicepresidenta mujer”. Ya es la “primera mujer negra en el binomio nacional de los demócratas o republicanos”. Todo se trata del simbolismo involucrado en la elección de Harris, sin una palabra sobre el programa de una Administración del Partido Demócrata.
Como si esto hiciera la mínima diferencia para los trabajadores, independientemente de su raza, género o etnicidad. Es más, como si el mundo no hubiera visto ya el ejemplo de Obama, par ano hablar de Clarence Thomas, Condoleezza Rice, Susan Rice, Hillary Clinton y muchos otros.
El nombramiento de Harris expone el carácter totalmente reaccionario de la política arraigada en la raza, el género y otras formas de identidad —cualquier cosa fuera de las clases—. En respuesta al estallido de protestas contra la violencia policial, los demócratas hicieron todo lo posible para ocultar las cuestiones de clase, promover divisiones raciales y difundir la mentira de que la violencia policial es una expresión de la opresión del “EE.UU. negro” a manos del “EE.UU. blanco”. El resultado de esta campaña racialista ha sido la selección como candidata a vicepresidenta de una exfiscala derechista que una vez encubrió evidencia para mantener a un hombre en la espera de la pena capital y se dedicó a separar a niños inmigrantes de sus padres.
Aquellos involucrados en la campaña racialista se han sumado a la causa para declarar que la selección de Harris fue “histórica”. Ibram Kendi, autor de How to Be An Anti - racist (Cómo ser un antirracista) y uno de los principales inspiradores del Proyecto 1619 del New York Times, escribió en Twitter que “los demócratas ahora tienen una candidatura presidencial que refleja al pueblo estadounidense mejor que la candidatura del Partido Republicano y cualquier otra candidatura presidencial en la historia de EE.UU.”.
Según Kendi, los políticos no “reflejan” al pueblo estadounidense por las fuerzas socioeconómicas que representan, sino únicamente por su origen racial y étnico, así como su género. Los intereses se definan por la raza. Esta no es una política progresista, sino una política derechista y racialista que tiene mucho en común con la política fascistizante de Donald Trump.
El activista de Black Lives Matter (Las vidas negras importan), Shaun King escribió que se sentía “increíblemente orgulloso de ver a una brillante mujer negra y graduada de HBCU [sigla en inglés para universidades históricamente negras] ser escogida como la nominada a vicepresidenta”. Añadió que este es el tipo de cosa “de lo que están hechos los sueños”.
Los comentarios en Twitter señalaron pronto el contraste entre esta declaración y su declaración en noviembre de 2018 de que jamás apoyaría a Biden ni Harris porque “ambos ayudaron a construir y avanzar la encarcelación masiva”.
Los principios políticos nunca un fuerte de los agentes del Partido Demócrata. Anticipan puestos en el Gobierno de Biden y otras oportunidades con recompensas financieras.
Luego está Bernie Sanders. En las primarias del Partido Demócrata, Sanders ganó un apoyo amplio gracias a sus ataques contra la desigualdad social y sus llamados a una “revolución política” contra la élite política. A partir de esto, emergió como el principal contendiente contra Biden para la nominación del Partido Demócrata. Sin embargo, al final, el “ala de Sanders” del Partido Demócrata no obtuvo nada.
Pero esto no previno que Sanders aclamara el resultado. Sanders tuiteó que Harris “hará historia como nuestra próxima vicepresidenta”.
Desde que empacó su campaña a mediados de marzo, Sanders ha asumido el papel asignado de porrista líder de la campaña de Biden, junto con Elizabeth Warren y compañía. Cuanto más aumenta el enojo social y más se exponen los demócratas, tanto más decidido es su apoyo al Partido Demócrata.
¡Qué exposición de los Socialistas Democráticos de EE.UU. (DSA, siglas en inglés), la revista Jacobin y otros agentes del Partido Demócrata que afirmaron que Sanders era el camino hacia la transformación de la política estadounidense e incluso la realización del socialismo! Se ridiculizan en cada elección. Seguirán trabajando con el Partido Demócrata de una u otra forma, sin duda acompañados por retórica sobre cómo están construyendo un “movimiento progresista” dentro del partido del imperialismo estadounidense, junto a otras variedades de fraude político. Cada cuatro años, actúan el mismo papel.
Hay algo increíblemente degradante y vergonzoso sobre todo el proceso, evidenciando el colapso intelectual y cultural de la política estadounidense.
Se deben extraer ciertas conclusiones de esta experiencia y no solo de Sanders, sino de todo el tipo de política pragmática que busca respuestas fáciles a la crisis que enfrenta la clase obrera sin un desafío directo contra el capitalismo y su aparato estatal.
La política de la clase obrera necesita partir de un entendimiento teórico serio, arraigado en un análisis marxista y de clase. El Partido Demócrata es el partido de Wall Street y el aparato militar y de inteligencia. La política de la identidad racial y de género, que promueve incansablemente, da expresión a los intereses de capas de la clase media-alta, que emplean esta ideología derechista en su lucha por puestos de poder y privilegio en el Estado, la academia y las juntas corporativas. La pseudoizquierda, incluido DSA y las organizaciones asociadas, representan esta capa.
Todo esto va dirigido contra la clase obrera y el desarrollo de un movimiento auténtico por el socialismo. Sin embargo, las condiciones objetivas son propicias de un estallido poderoso de la lucha de clases, tanto en EE.UU. como internacionalmente. La pandemia de coronavirus, como explicó el Partido Socialista por la Igualdad, es un “acontecimiento desencadenante en la historia mundial que está acelerando la ya muy avanzada crisis económica, social y política del sistema capitalista mundial”.
No emergerá nada progresista fuera de la intervención —la interferencia— de la clase obrera. El Partido Socialista por la Igualdad y su campaña electoral se orientan al desarrollo de una dirección socialista en la clase obrera. Nuestra campaña es la única campaña que plantea las cuestiones críticas de perspectiva, exponiendo a los promotores reaccionarios del conflicto racial y a los porristas de la “revolución política” de Sanders.
El PSI está encabezando la organización de los trabajadores contra la política homicida de la élite gobernante, en oposición a todas las facciones de la clase gobernante, con base en un programa revolucionario para acabar con la desigualdad, las guerras, la dictadura y el sistema capitalista. Este es el camino hacia adelante.
Para apoyar nuestra campaña electoral y unirte al PSI, visita socialism2020.org.
(Publicado originalmente en inglés el 13 de agosto de 2020)
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