Brasil está viendo un rápido aumento de infecciones y muertes por COVID-19 tras el completo abandono por parte de los Gobiernos locales y el federal de cualquier restricción a la actividad económica. Incluso con el verano acercándose, la campaña de regreso al trabajo ha llevado el promedio de muertes diarias a 600, el más alto de los últimos dos meses. Las nuevas infecciones diarias ascienden a 40.000, y seis estados brasileños están cerca de un colapso del sistema de salud, con más del 80 por ciento de las UCI dedicadas a COVID-19 ocupadas, y las camas hospitalarias llenas de pacientes por enfermedades que habían sido descuidadas y que se agravaron durante ocho meses de la pandemia.
Al mismo tiempo, los planes de vacunación masiva para el próximo año están siendo sistemáticamente socavados por el conflicto que está atenazando a la clase dominante brasileña y generando conflictos entre el Gobierno del presidente fascistizante Jair Bolsonaro y la oposición legislativa liderada por el Partido de los Trabajadores (PT) sobre la actitud de Brasil hacia la ofensiva imperialista liderada por los Estados Unidos contra China.
Desde su campaña presidencial en 2018, Bolsonaro ha tratado de explotar el impacto de las importaciones industriales chinas y las inversiones en Brasil para hacer un llamamiento nacionalista personificado en el lema “China no compra de Brasil, compra a Brasil”. Esta campaña chovinista ha servido de tapadera para sus planes de cambiar la política exterior brasileña hacia una alineación total con Washington.
A principios de 2020, con apenas un año en el cargo, Bolsonaro se solidarizó con la reaccionaria campaña antichina del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien culpó al Gobierno chino de la pandemia y promovió afirmaciones fraudulentas originadas en círculos de extrema derecha de que la pandemia formaba parte de un plan deliberado de China para socavar a los Estados Unidos.
Bolsonaro está trabajando ahora para impedir el uso por parte de las autoridades federales y locales de la vacuna CoronaVac desarrollada en China, que acaba de terminar la fase tres de ensayos clínicos realizados en Brasil por una de las principales instalaciones de investigación de vacunas del país, el Instituto Butantan, con sede en São Paulo. El Instituto Butantan forma parte del Departamento de Salud del estado de São Paulo y es uno de los dos principales centros de enfermedades infecciosas del país, junto con la Fundación federal Oswaldo Cruz (Fiocruz), con sede en Río de Janeiro. El instituto produce el 75 por ciento de las vacunas utilizadas por el Ministerio de Salud en las campañas de vacunación anuales.
Cuando Brasil emergió como epicentro de la pandemia mundial de COVID-19, Butantan se asoció con la empresa de biotecnología Sinovac Life Science, con sede en Beijing, para llevar a cabo ensayos clínicos en Brasil y asegurar los derechos de producción y una capacidad inicial para producir 100 millones de dosis de la vacuna CoronaVac al año.
Los ensayos de fase dos de la vacuna en Brasil han producido resultados prometedores, con el 97 por ciento de los participantes desarrollando anticuerpos. El uso de emergencia de la vacuna para la atención de la salud y otros trabajadores esenciales ya se ha llevado a cabo en China, donde se han vacunado cientos de miles de personas. Chile, Turquía e Indonesia también están realizando ensayos de la vacuna.
La vacuna CoronaVac también ha demostrado ser segura, aunque esos resultados no son sorprendentes, dado el enfoque tradicional adoptado por Sinovac. CoronaVac utiliza una forma físicamente degradada –o “inactivada”— del virus del SARS-CoV-2, el mismo enfoque utilizado en todo el mundo para las vacunas contra la gripe y, lo que es más famoso, para la vacuna Salk contra el polio.
Este enfoque contrasta con las recientes vacunas de ARN mensajero desarrolladas por Moderna y Pfizer, y también suele ser menos eficaz, ya que exige una cobertura más amplia de la población para garantizar la detención de la propagación del virus. Las vacunas típicas contra la gripe que utilizan la misma técnica suelen tener una eficacia de alrededor del 60 por ciento. Sin embargo, al mismo tiempo, este tipo de vacuna tiene la ventaja de que solo requiere una refrigeración normal, frente al costoso súper enfriamiento que exigen las nuevas vacunas de ARN mensajero.
No obstante, CoronaVac ha sido vilipendiada por Bolsonaro, únicamente por su origen chino, y el presidente ha atacado a toda la comunidad científica de China, así como a los implicados en los ensayos brasileños.
El 21 de octubre, después de que su ministro de Salud, el general Eduardo Pazuello, dijera a los 27 gobernadores brasileños que el Ministerio prepararía el Sistema Nacional de Salud para usar la vacuna CoronaVac, Bolsonaro dijo a los medios de comunicación que su Gobierno “no compraría ninguna vacuna china”. En su característico modo de ignorancia, declaró que no “creía que una vacuna china inspirara confianza, debido a su origen”. Añadió que “China ya está desacreditada dentro de la población porque, como muchos dijeron, el virus vino de allí”. El mismo día, escribió en Facebook en letras mayúsculas que los brasileños “no serían los conejillos de indias de nadie”, y que la falta de “pruebas científicas” sería un obstáculo para invertir en la vacuna.
Las reservas sobre la “evidencia científica” son absurdas viniendo de Bolsonaro, que ha defendido todas las curas de curanderos para la pandemia de COVID-19 propuestas por las fuerzas más retrógradas, en particular la hidroxicloroquina, mientras que niega la necesidad de medidas preventivas básicas como el uso de mascarillas y el distanciamiento social. La actitud hacia la vacuna CoronaVac también contrasta con la financiación federal de la vacuna que está desarrollando el gigante farmacéutico británico-sueco AstraZeneca junto con científicos de la Universidad de Oxford, que se probó en Brasil y que será producida por la empresa Fiocruz de Río de Janeiro a un ritmo de 160 millones de dosis al año, inicialmente.
Los datos clínicos completos de la vacuna de AstraZeneca se publicaron ayer mismo en la prestigiosa revista médica Lancet. Es la primera vez que alguna de las autoridades y empresas responsables del desarrollo de las vacunas más avanzadas a nivel internacional --incluyendo Pfizer, Moderna, Sinovac y el Instituto Gamaleya en Rusia, que produce la vacuna Sputnik V-- lo han hecho. Sin embargo, el esfuerzo de AstraZeneca ha sido cuestionado por el aparente mal manejo de las pruebas, siendo lo más significativo su obtención de mayor eficacia con una dosis menor, y la falta de pacientes ancianos en sus ensayos.
En medio de su campaña antichina, Bolsonaro reaccionó con alegría el 10 de noviembre por la muerte de uno de los participantes en las pruebas de CoronaVac cuatro días antes, lo que llevó a la agencia federal de medicamentos y salud, Anvisa, a ordenar repentinamente la suspensión de las pruebas de Butantan.
Se reveló inmediatamente que la muerte fue un suicidio. El Instituto Butantan hizo un anuncio público afirmando que había informado a Anvisa cuatro días antes que la muerte no tenía nada que ver con la vacuna. Respondiendo con una afirmación de que tenía problemas con sus ordenadores y no había visto el informe de Butantan, Anvisa permitió que se reanudaran las pruebas. Mientras que la verdadera razón para que Anvisa detuviera las pruebas aún no está clara, y su explicación aún es vista con escepticismo en Brasil, le dio a Bolsonaro otra oportunidad de arremeter contra la “vacuna china” y salir en los medios de comunicación social para declarar, sin ningún fundamento: “muerte, discapacidad, anomalía. Esa es la vacuna que [el gobernador de São Paulo João] Doria quiere que toda la población de São Paulo tome. El presidente siempre ha dicho que la vacunación no debería ser obligatoria. Una victoria más para Jair”.
Esta declaración, y la inexplicable decisión de Anvisa de detener los ensayos, ha suscitado la preocupación de que Bolsonaro interfiera en la evaluación de CoronaVac por parte de la agencia. El lunes, el gobernador Doria anunció que su gestión tiene la intención de iniciar el 25 de enero las vacunaciones con CoronaVac de los trabajadores de la salud, los ancianos y la población indígena, un total de 9 millones de habitantes de los 44 millones de habitantes del estado.
El martes, el ministro de Salud anunció en una reunión convocada apresuradamente con los gobernadores de Brasil que el Gobierno compraría las vacunas de Pfizer y que ya había asegurado 300 millones de dosis garantizadas de varias fuentes para el 2021, sin presentar ningún calendario de vacunación coherente.
La campaña de vacunación en el estado no tiene precedentes en Brasil, y muchos gobernadores aliados con Bolsonaro abandonaron la reunión acusando a Doria, antiguo aliado político clave de Bolsonaro y ahora rival político nacional, de oportunismo por intentar pasar por alto al Ministerio de Salud y negociar con los gobernadores e incluso con los alcaldes la promoción de CoronaVac. Flávio Dino, el gobernador del Partido Comunista del estado de Maranhão, ya ha solicitado al Tribunal Supremo que permita la importación de vacunas sin la aprobación de Anvisa, basándose en la legislación de emergencia aprobada por el Congreso en marzo, que permite el uso de emergencia en Brasil de medicamentos aprobados por cualquiera de los homólogos de Anvisa en China, la Unión Europea, el Reino Unido o los Estados Unidos.
Lejos de resolver la crisis, si tiene éxito, la petición de Dino solo agravará la desesperada búsqueda de una vacuna en Brasil, con los gobernadores ya advirtiendo del potencial caótico de una campaña de vacunación en los estados, provocando una corrida a los estados donde se están realizando las vacunaciones.
Los expertos en salud también advierten que el país no está preparado para vacunar a toda la población en el próximo año debido a la falta de equipo de protección para los 110.000 trabajadores que atienden los 38.000 puestos de vacunación del Sistema Nacional de Salud, e incluso la falta de jeringas, por no mencionar los congeladores súper refrigerados, junto con la posible escasez adicional causada por las vacunaciones masivas del próximo año.
(Publicado originalmente en inglés el 10 de diciembre de 2020)