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Perspectiva

El reporte de los CDC: la mayor caída en EE.UU. de la esperanza de vida desde la Segunda Guerra Mundial

Casi medio millón de estadounidenses han fallecido por la pandemia de COVID-19 y la cifra de muertes a nivel global se acerca a 2,5 millones. El inmenso sufrimiento sigue sin dar tregua, mientras aumentan los casos, que ya superaron los 110 millones en el mundo, y circulan mutaciones nuevas y potencialmente más transmisibles del virus.

La población estadounidense ha sido testigo de la mayor disminución en la esperanza de vida desde la década 1940, según un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, siglas en inglés). Otro estudio muestra que se han perdido 20 millones de años de vida humana por la pandemia.

Trabajadores con equipo de protección entierran cuerpos en una fosca común en la isla Hart, 9 de abril de 2020 (AP Photo/John Minchillo)

Estas realidades brutales no son simplemente el resultado del virus letal, sino la consecuencia de una política deliberada de los Gobiernos capitalistas de todo el mundo según la cual han permitido la propagación del virus e incluso han acogido y promovido su ira mortal. Entre los muertos se encuentran tanto los jóvenes como los ancianos, y representan desproporcionadamente a la clase trabajadora y los pobres.

Si la salud y el progreso de una sociedad se juzgan por la esperanza de vida, entonces Estados Unidos se encuentra en plena decadencia social. El nuevo estudio del Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS) de los CDC muestra que en la primera mitad de 2020, la esperanza de vida al nacer para el total de la población estadounidense era de 77,8 años, sufriendo una disminución de un año entero desde el 2019, cuando era de 78,8 años. Se trata de la mayor caída de la esperanza de vida desde la Segunda Guerra Mundial, cuando se redujo en 3 años.

El NCHS advierte que, por muy dramática que sea esta caída, sus resultados son provisionales y se basan en certificados de defunción que pueden ser revisados posteriormente hasta seis meses después del final del año en cuestión. El estudio tampoco tiene en cuenta las muertes que se produjeron en la segunda mitad de 2020, cuando la pandemia se extendió con fuerza por el sur y el oeste de EE.UU.

La esperanza de vida al nacer en EE.UU. en el primer semestre de 2020 para la población total se situó en su nivel más bajo desde 2006 (77,8 años) y para los hombres (75,1 años). En el caso de las mujeres, se situó en el nivel más bajo desde 2007 (80,5 años). La esperanza de vida de la población negra no hispana en el primer semestre de 2020 (72 años) llegó a su nivel más bajo desde 2001.

Sin duda, la disminución de la esperanza de vida en EE.UU. también se vio influenciada por las llamadas muertes por desesperación, por sobredosis, problemas de salud relacionados con el abuso de sustancias y por suicidios. Los CDC descubrieron que en el periodo de doce meses que finalizó el pasado mes de junio se produjo un aumento del 20 por ciento e incluye el mayor número de sobredosis mortales jamás registrado en EE.UU. en un solo año, 81.003.

Estas muertes relacionadas con las adicciones deben considerarse como un subconjunto de las muertes relacionadas con la pandemia, que ha aislado a los que están en proceso de recuperación, ya que el abuso de sustancias ha desaparecido en gran medida del radar. Los programas de tratamiento de la adicción se han recortado en un momento en el que son más necesarios que nunca, debido al aislamiento y a la inseguridad financiera alimentados por la pandemia.

Otro estudio, publicado en los “Reportes científicos” de la revista Nature, analizó los datos de más de 1,2 millones de personas de 81 países que han fallecido a causa del COVID-19 hasta la fecha. Los autores, de la Universidad Pampeu Fabra de Barcelona (España) y del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica de Rostock (Alemania), calcularon los “años de vida perdidos”, es decir, la diferencia entre la edad de una persona en el momento de la muerte y su esperanza de vida, utilizando datos sobre la esperanza de vida en estos países.

La investigación de los autores descubrió que se ha perdido la asombrosa cifra de 20,5 millones de años de vida a causa del COVID-19 en todo el mundo. Dado que los fallecimientos en los 81 países ascienden a 1.279.866 —y los actuales fallecimientos oficiales a nivel mundial son de casi 2,5 millones—, los años de vida perdidos son sin duda muy superiores.

Este estudio contradice las afirmaciones de las autoridades de que la pandemia está matando a personas mayores que, incluso sin la infección por el virus, les quedaban pocos años de vida. Las muertes de los ancianos han sido consideradas por la clase dominante, tanto antes de la pandemia como ahora, como algo que hay que agradecer, ya que su prolongación de vida y su atención médica son una carga para el sistema sanitario en un momento de sus vidas en el que ya no producen beneficios para la oligarquía financiera.

Según el estudio de “Scientific Reports”, tres cuartas partes de los años de vida perdidos son consecuencia de las muertes de menores de 75 años, y casi un tercio corresponden a los menores de 55 años. En otras palabras, mientras que las personas mayores sufren un número desproporcionado de muertes, las menores de 55 años están siendo despojados de un gran porcentaje de su vida adulta por el virus.

Los autores del estudio también reconocen que su estudio no tiene en cuenta la carga de discapacidad que recae sobre quienes contraen el virus y sobreviven, pero cuya calidad de vida se ve afectada por una amplia gama de discapacidades debilitantes, tanto físicas como mentales, cuyo amplio alcance aún se está investigando.

En conjunto, los estudios de “Scientific Reports” y del NCHS revelan la magnitud del sufrimiento infligido a la población mundial, tanto en muertes como en años perdidos, por las políticas de las élites gobernantes del mundo en la pandemia. En Estados Unidos, la política de la Administración de Biden difiere poco en lo fundamental de la de su predecesor Trump.

La respuesta a la pandemia en Estados Unidos y en países de toda Europa ha sido dictada por el mantra de la “inmunidad colectiva” y el lema “la cura no puede ser peor que la enfermedad”, es decir, que salvar vidas humanas no puede interferir con la acumulación de ganancias privadas.

La fuerza impulsora de la reapertura de las escuelas es que deben reabrirse para que los padres puedan volver a trabajar en fábricas y lugares de trabajo inseguros donde el virus seguirá propagándose.

Pero un estudio científico tras otro ha demostrado que las escuelas, las cuales carecen de las protecciones de seguridad más básicas para los estudiantes y los profesores, son un motor clave de la propagación.

En realidad, la inmunidad colectiva significa aglomerar a los estudiantes, profesores y otros trabajadores en lugares de trabajo inseguros donde las infecciones serán generalizadas y el número de muertes aumentará en aras de proteger las ganancias de la aristocracia financiera. Según esta lógica, la vida humana debe subordinarse a toda costa a la riqueza de la élite financiera.

A principios de este mes, la revista antes conocida como British Medical Journal (ahora BMJ ) publicó un editorial en el que acusaba a los Gobiernos de todo el mundo de un “asesinato social” en su respuesta a la pandemia. El BMJ lo caracterizó con precisión como un esfuerzo deliberado para entorpecer las respuestas de los Gobiernos a la pandemia mediante la promoción de la mortífera política de “inmunidad colectiva”.

Mientras el virus seguía propagándose y matando a millones de personas en todo el mundo, se levantaron los confinamientos que se habían impuesto y se animó a la población a viajar, ir a restaurantes y asistir a eventos deportivos. En EE.UU., esto incluyó a principios de este mes el Supertazón en Florida, un foco de la pandemia. Esto ha culminado ahora en EE.UU. con la campaña homicida para reabrir las escuelas. Los sindicatos procapitalistas han sido los ejecutores de esta campaña de vuelta a las aulas y al trabajo”.

La clase obrera debe contrarrestar este programa capitalista de miseria y muerte con un programa socialista que ponga en el centro los intereses sociales de la gran mayoría de la población, aprovechando los avances de la ciencia y la medicina para el bien de la humanidad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de febrero de 2021)

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