El martes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un reporte interno sobre los orígenes del COVID-19.
Este histórico reporte, que aparece un año después del inicio del nuevo virus mortal que interrumpió la vida en todo el mundo, es una importante contribución al conocimiento colectivo de la humanidad y la lucha por la ciencia y la medicina contra las enfermedades, el sufrimiento y la muerte.
El reporte es el producto de los esfuerzos colectivos de miles de científicos en cientos de países en todos los continentes habitados. Fue realizado por un equipo investigativo internacional que reunió a los investigadores más prominentes de China, EE.UU., Rusia, Japón, Alemania, Dinamarca, Holanda, Australia, Vietnam y Qatar.
Durante y después del viaje a China, los investigadores analizaron miles de muestras tomadas en los hospitales de Wuhan, los datos de mortalidad de millones de personas remontándose varios años, los expedientes de miles de pacientes, miles de muestras de animales y la fauna silvestre y las secuencias de numerosos virus relacionados y presentes particularmente en los murciélagos.
El reporte es un golpe devastador al impulso de la clase gobernante estadounidense para promover la mentira de que el virus se originó en un laboratorio chino de Wuhan. Descarta desde el arranque la afirmación de que el COVID-19 fue desarrollado como un arma biológica, concluyendo que esto “fue descartado por oros científicos después de analizar el genoma”.
La OMS consideró la posibilidad de que se filtrara de un laboratorio. Pero la rechazó como “extremadamente improbable”, declarando, “No hay ningún registro de virus cercanos al SARS-CoV-2 en ningún laboratorio antes de diciembre de 2019, ni genomas que se pudieran combinar para crear el genoma del SARS-CoV-2”.
Por el contrario, el reporte descubrió que el COVID-19 se originó más probablemente en una población de murciélagos, o potencialmente otro animal, antes de viajar a través de varios animales intermediarios hasta que infectó a los humanos. Si bien reconoce que el primer brote ocurrió en Wuhan, China, y que la mayoría de los casos se conectan en torno Al mercado de comida al aire libre de Hua’nan, el reporte no concluye que la enfermedad se originó ni en Wuhan ni en el mercado—o, si vamos al caso, tampoco en China—.
El informe examina los parientes más cercanos del virus SARS-Cov-2 que causa el COVID-19, la mayoría de los cuales son virus de murciélagos, pero algunos fueron identificados en pangolines, así como el virus humano más cercano, el SARS-Cov, que causó la pandemia de SARS de principios de la década de 2000. Aunque estos virus se parecen mucho al que causa el COVID-19, las diferencias entre ellos sugieren que otro animal pudo haber servido de intermediario.
El Dr. Peter Daszak, miembro del Comité, dijo que el informe es un “testimonio” de cómo “los países pueden unirse para investigar los orígenes de las enfermedades emergentes. Y los virus no piensan en las fronteras nacionales”. Daszak ha hecho repetidas declaraciones denunciando los esfuerzos por atribuir el brote del virus a un laboratorio chino.
El informe y la posterior rueda de prensa subrayaron que la investigación continúa. La OMS ha solicitado un conjunto masivo de datos, incluyendo los expedientes médicos privados de 76.000 personas con enfermedades similares a la gripe antes de diciembre, que China aún no ha proporcionado, pero que los científicos dijeron que esperan examinar en la siguiente etapa de la investigación.
“En China, como en muchos otros países, hay restricciones en las leyes de privacidad que prohíben compartir datos, incluidos los privados”, dijo el líder del equipo, Ben Embarek. “Eso sería exactamente igual en la mayoría de los países del mundo, si fuéramos allí a hacer algún estudio y hemos hecho muchos estudios en el pasado, y siempre nos enfrentamos a los mismos retos”.
Aunque las conclusiones de la investigación científica son claras, el esfuerzo por atribuir el brote del virus a China es una necesidad estratégica para la clase dirigente a nivel internacional.
La propia OMS, la agencia de salud pública de las Naciones Unidas, está sometida a una inmensa presión por parte de las principales potencias capitalistas para que respalde la mentira. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, trató de suavizar las conclusiones del informe, publicando un comunicado el martes en el que declaraba: “Aunque la filtración del laboratorio es la hipótesis menos probable, esto requiere más investigación”. Tedros añadió que “todas las hipótesis siguen sobre la mesa”.
El informe en sí, sin embargo, destruye por completo la credibilidad científica de la Administración de Biden, que ha promovido la falsa teoría conspirativa de que la enfermedad pudo haber sido filtrada desde un laboratorio en China, una teoría originalmente promovida por Trump.
La Administración de Biden condenó inmediatamente el estudio. La portavoz Jen Psaki afirmó falsamente que “no nos acerca a una comprensión ni expande nuestro conocimiento en relación con lo que teníamos hace seis o nueve meses sobre el origen”. Otra declaración de EE.UU. y sus aliados más cercanos, entre ellos India, Japón y el Reino Unido, afirmó que el informe “carecía de acceso a datos y muestras completas y originales”.
Detrás de la mentira del “laboratorio de Wuhan”, hay dos consideraciones interrelacionadas. En primer lugar, las élites gobernantes de las principales potencias capitalistas quieren desviar la culpa de la pandemia de sus propias políticas catastróficas, responsables muertes a escala masiva, a China.
El fin de semana pasado, CNN publicó un reportaje sobre la respuesta de Estados Unidos a la pandemia que dejó en claro que prácticamente toda la respuesta de Estados Unidos a la pandemia estuvo dictada por la defensa de los intereses económicos de la élite financiera, no de las vidas humanas. Como resultado, han muerto más personas a causa del COVID-19 en los Estados Unidos que en cualquier otro país. Desesperados por desviar la culpa y crear un enemigo externo, los medios de comunicación estadounidenses y el Gobierno de Biden repiten la máxima de Trump: “¡La culpa es de China!”.
En segundo lugar, la mentira del “laboratorio de Wuhan” está relacionada con los imperativos geopolíticos del imperialismo estadounidense. La Administración de Biden está llevando a cabo una escalada militar masiva contra China, buscando rodear al país con misiles ofensivos y duplicando el gasto militar de EE.UU. en el Pacífico. Tres décadas de guerras interminables de la clase dominante estadounidense en Oriente Próximo y Asia Central se están convirtiendo en un conflicto entre “grandes potencias”, dirigido contra sus principales competidores, incluida China.
Todas las guerras imperialistas han sido precedidas por esta demonización sistemática a través de la propaganda. Una de las consecuencias de esta propaganda es el importante aumento de la violencia contra asiáticos en Estados Unidos y a nivel internacional.
En el siglo veintiuno, la humanidad está realizando enormes avances científicos, creando la posibilidad de librar al mundo del sufrimiento, la pobreza y las enfermedades. Pero el orden capitalista engendra y se alimenta de la intolerancia, la ignorancia, el racismo y la xenofobia, despilfarrando vastos recursos sociales tanto en la riqueza de la oligarquía como en guerras capaces de destruir totalmente la sociedad humana. Para que el progreso humano prevalezca, el capitalismo debe ser abolido mediante un movimiento internacional de la clase obrera por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de marzo de 2021)