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Perspectiva

Nuevo estudio duplica cifra global de muertes por COVID-19

La cifra global de muertes por COVID-19 es el doble de la reportada oficialmente —de 6,93 millones a nivel global y 905.000 solo en EE.UU.—, según un nuevo estudio del Instituto de Métricas y Evaluación de Salud (IHME, por sus siglas en inglés).

Estas nuevas cifras fueron reportadas el jueves en un estudio del IHME sobre el “exceso de mortalidad”. Cabe destacar que el estudio solo incluye las muertes que se han reportado de manera incompleta por COVID-19 y excluye las muertes de otras causas relacionadas con la pandemia, incluyendo el retraso en la atención médica y las “muertes por desesperación” como los suicidios y las sobredosis derivadas de la crisis social desatada por la pandemia.

Un pariente de luto junto a cuerpos de fallecidos por COVID-19 en un crematorio cerca del templo Pashupatinath en Katmandú, Nepal, 7 de mayo de 2021 (AP Photo/Niranjan Shrestha)

La investigación presenta un panorama desastroso del número de víctimas de la pandemia y es una condena contra todo el orden capitalista que ha permitido que se produzcan muertes a esta escala. Si, en palabras de la revista médica británica BMJ, casi 3,3 millones de muertes son un “asesinato social”, ¿qué significa la duplicación de este número de muertos?

Desde cualquier punto de vista, se trata de la mayor catástrofe de salud pública jamás ocurrida en Estados Unidos. Las 905.000 muertes superan todas las muertes en combate y fuera de combate de la Guerra Civil estadounidense, el conflicto más sangriento de la nación. Las 905.000 muertes representan uno de cada 367 hombres, mujeres y niños en los Estados Unidos. Las 905.000 muertes son más del doble de las muertes en combate combinadas de todas las guerras de EE.UU. libradas desde la guerra hispano-estadounidense de 1898, incluyendo la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea y la guerra de Vietnam.

Es igualmente sorprendente que los medios de comunicación no hayan informado de las nuevas estimaciones. El IHME ha sido utilizado como el equipo semioficial de predicción de casos y muertes por coronavirus durante más de un año, y ha sido mencionado en múltiples ocasiones por el New York Times, el Washington Post y muchos otros.

Pero sin importar los esfuerzos de los medios de comunicación por enterrar este informe, una pérdida de vidas tan colosal tiene las implicaciones más trascendentales. Es una acusación brutal contra la élite gobernante estadounidense y los Gobiernos capitalistas de todo el mundo.

Tal muerte a escala masiva no fue un accidente, sino el producto de una política deliberada. La élite gobernante mundial era muy consciente de la amenaza que suponía el virus, pero se negó a sonar la alarma. Mientras que el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, trató de “restarle importancia” al virus, a pesar de ser consciente de que “se trata de algo mortal”, el Congreso y los medios de comunicación recibieron numerosas sesiones informativas y entrevistas sobre la magnitud del desastre que se avecinaba.

Sin embargo, ni la Casa Blanca ni los medios de comunicación dieron la alarma hasta marzo. En cambio, se elaboraron planes para proteger los mercados mundiales, no las vidas humanas. En Estados Unidos y Europa se inyectaron billones de dólares y euros en los mercados financieros, mientras que no se dedicó prácticamente nada a minimizar el impacto de la pandemia, que en ese momento ya se había cobrado decenas de miles de vidas.

En lugar de suprimir la pandemia, las clases dirigentes promovieron la política de “inmunidad colectiva”, es decir, la afirmación de que sería mejor para la sociedad dejar que la enfermedad se propagara sin control.

Esta política fue pronunciada públicamente en Reino Unido el 14 de marzo, cuando el principal asesor científico del Gobierno, sir Patrick Vallance, se colocó junto al primer ministro Boris Johnson y declaró que “no es deseable” impedir que todo el mundo se contagie del coronavirus. Esta política se hizo aún más explícita durante el verano, cuando el asesor de la administración Trump, Paul Elias Alexander, declaró el 4 de julio que “los bebés, los niños, los adolescentes, los jóvenes, los adultos jóvenes, los de mediana edad sin dolencias, etc. tienen un riesgo nulo o escaso... así que los utilizamos para desarrollar la inmunidad de rebaño... queremos que se infecten”.

La política de inmunidad colectiva fue desarrollada específicamente en relación con los niños en Suecia por el epidemiólogo estatal Anders Tegnell, quien en un correo electrónico también el 14 de marzo afirmó que “un punto a favor de mantener las escuelas abiertas podría ser alcanzar la inmunidad colectiva más rápidamente”.

No bien se garantizaron los distintos rescates financieros, se produjo un cambio de tono en los Gobiernos del mundo para poner fin inmediatamente a los cierres, en particular los de marzo y abril de 2020 que fueron provocados por numerosas huelgas salvajes contra las condiciones de trabajo inseguras. El Gobierno de Trump hizo el llamado principal favor de las reaperturas, afirmando que “el remedio no puede ser peor que la enfermedad”.

Los clamores de los trabajadores y los expertos en salud en oposición a esta política homicida fueron recibidos con desprecio. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, declaró el 8 de abril: “Está lloviendo. Nos vamos a mojar. Y algunos se van a ahogar en la lluvia”. El presidente del Parlamento alemán, Wolfgang Schäuble, dijo algo similar el 26 de abril: “Pero cuando escucho que todo debe pasar a un segundo plano ante la protección de la vida, entonces debo decir: eso no es correcto en un sentido tan absoluto”.

Este punto de vista fue personificado por Boris Johnson en un arrebato del que se ha informado recientemente, ocurrido el 30 de octubre, cuando exigió: “¡No más malditos cierres, dejemos que los cuerpos se amontonen por miles!”.

Más de un año después, la tragedia humana causada por la “negligencia maligna” de los Gobiernos del mundo hacia la clase trabajadora queda plasmada en una cifra que vale la pena repetir: se calcula que 6,93 millones de hombres, mujeres y niños han muerto en poco más de un año a causa de una enfermedad mortal pero evitable.

Ahora, bajo el mandato de Joe Biden, las escuelas se están reabriendo en todo el país, amenazando con un gran rebrote de la enfermedad a nivel nacional. El propio Biden declaró el 22 de enero de 2021 que “no hay nada que podamos hacer para cambiar la trayectoria de la pandemia en los próximos meses”, descartando categóricamente el cierre de las escuelas y enviando de nuevo a los estudiantes, profesores y personal a los edificios infectados. El resultado fue un previsible aumento de casos en Michigan, Florida, Pensilvania, Illinois y otros lugares.

Ahora, se están abandonando por completo las órdenes de uso de mascarillas y las medidas de distanciamiento social en todo Estados Unidos. A los trabajadores de Estados Unidos se les está diciendo lo mismo que le dijo el presidente francés Emanuel Macron a los trabajadores franceses el 2 de febrero: “Vamos a vivir con el virus”.

Los peligros de tal perspectiva no pueden ser exagerados. La pandemia ya ha entrado en una nueva etapa, que ha consistido en asolar las regiones ecuatoriales y el sur global. La catástrofe de la India es la peor de las numerosas oleadas de la pandemia. El IHME calcula más de 654.000 muertos en la India, frente al recuento oficial de 238.000, y predice un millón más de muertes para septiembre.

En un discurso televisado a nivel nacional pronunciado el 21 de abril de 2021, el primer ministro indio, Narendra Modi, dejó en claro que no considerarán confinamientos futuros para evitar una escala de muertes tan colosal. Declaró: “En la situación actual, tenemos que salvar al país de un confinamiento”. En otras palabras, hay que “salvar” los intereses económicos de la oligarquía financiera sin importar cuántas vidas se pierdan.

Este desprecio insensible por la vida humana no solo amenaza a todos los trabajadores de la India, sino a la clase obrera de todo el mundo. Como lo ha demostrado la aparición de nuevas variantes en los últimos seis meses, el coronavirus es extremadamente capaz de mutar en formas nuevas y más infecciosas. Esto lo evidencian las variantes detectadas por primera vez en Brasil, Reino Unido e India, que se sospechan que son las causantes de los recientes aumentos de casos y muertes en los respectivos países.

Además, incluso si el virus se detiene en Estados Unidos, por ejemplo, las variantes que se están propagando en India o Brasil o en otros lugares podrían absolutamente volver y reinfectar Estados Unidos, incluso con mutaciones que le pueden permitir al virus evadir la inmunidad. Por su propia naturaleza, una pandemia es un fenómeno global y solo puede resolverse con una respuesta verdaderamente internacional.

Tal respuesta, sin embargo, no vendrá de las clases dominantes existentes. Trump, Johnson, Bolsonaro, Macron, Modi, Biden y los de su calaña son responsables de un “asesinato social” a una escala no vista desde las guerras mundiales y no cambiarán de rumbo. Solo la propia clase trabajadora, movilizada en una lucha política contra el lucro capitalista que todas estas figuras defienden, hará que estos criminales rindan cuentas por las muertes y el sufrimiento masivos que han infligido a la población mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de mayo de 2021)

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