Después del masivo rechazo el domingo del segundo contrato entreguista negociado por el sindicato propatronal United Auto Workers (UAW), tres mil trabajadores de la planta New River Valley de Volvo Truck North America en Dublin, Virginia, volvieron a los piquetes de huelga. En la medida en que la lucha de los trabajadores de Volvo recibe una mínima cobertura por la prensa nacional y las organizaciones pseudoizquierdistas de la clase media, es necesario proveer un análisis conciso de los eventos que desembocaron en el voto del domingo.
La traición del UAW
Los trabajadores originalmente hicieron huelga el 17 de abril, decididos a revertir las concesiones que el UAW le había entregado a la transnacional con sede en Suecia en los últimos tres contratos. Dos semanas después, el 30 de abril, la burocracia sindical anunció un acuerdo y puso fin a la huelga sin que los trabajadores pudieran ver ni votar el contrato.
Cuando los detalles del acuerdo, colmados de concesiones humillantes, se filtraron a través de los esfuerzos del Comité de Base de los Trabajadores de Volvo (VWRFC, por sus siglas en inglés), un estallido de oposición dominó la fábrica. El 16 de mayo, fue rechazado el acuerdo por un margen contundente de 91 por ciento en contra y 9 por ciento a favor.
Rehusándose a reanudar la huelga, el UAW comenzó una segunda ronda de negociaciones. Menos de una semana pasó cuando el sindicato anunció que había alcanzado un acuerdo tentativo. Intentando intimidar a los trabajadores, el sindicato advirtió que un rechazo del contrato resultaría en una huelga de seis meses sin ninguna mejora en los términos del acuerdo.
A pesar de esta amenaza, cuando se descubrió que el sindicato meramente había retocado el idioma del acuerdo original podrido, se intensificó la oposición de las bases, culminando en un segundo rechazo de la traición del sindicato. Nuevamente, el 90 por ciento votó en contra del acuerdo.
Sin poder contener la oposición, el UAW finalmente autorizó una reanudación de la huelga el lunes por la tarde.
La insurgencia de las bases
El contundente rechazo de un poderoso contingente de los trabajadores industriales a un intento del UAW de traicionar su lucha es la última muestra de un resurgimiento de la militancia obrera que está asumiendo la forma de una insurgencia contra el UAW y los otros sindicatos afiliados a la AFL-CIO
En los últimos meses, una amplia variedad de trabajadores ha desafiado abiertamente a estas organizaciones. En Alabama, más de mil mineros ha estado en huelga contra Warrior Met Coal desde el 1 de abril. El 9 de abril, votaron en contra de un acuerdo tentativo de cinco años negociado por el sindicato United Mine Workers of America (UMWA) por un margen impresionante de 1.006 contra 45.
Los trabajadores están percibiendo a estas organizaciones por lo que son realmente: instituciones antiobreras que son “sindicatos” solo en nombre y que son controladas por burócratas de la clase media-alta con salarios de más de cien mil dólares y que no tienen más que desdeño hacia los trabajadores que representan. Estos “sindicatos” no funcionan como organizaciones defensivas de la clase obrera, sino como cómplices directos y entusiastas de las corporaciones en la explotación de la clase obrera.
La colaboración de los sindicatos con las empresas y el Estado ha asumido su forma más maligna en su rechazo a proteger a los trabajadores contra el peligro de contagiarse en las fábricas, otros lugares de trabajo inseguros y, especialmente, en las escuelas durante una pandemia que ha cobrado 600.000 vidas en Estados Unidos durante los últimos 15 meses. El sindicato docente encabezado por Randi Weingarten (cuyo salario anual es de $500.000) ha encabezado la peligrosa campaña de “regreso al trabajo” (inmunidad colectiva).
El contexto histórico
El significado de la rebelión de los trabajadores de Volvo y la marea cada vez más grande de militancia de las bases tan solo puede entenderse si se coloca en un contexto histórico más amplio.
Este próximo 3 de agosto marcará el 40º aniversario del comienzo de la huelga de la Organización Profesional de Controladores de Tráfico Aéreo (PATCO, por sus siglas en inglés). A pocas horas del inicio de la huelga, el presidente Ronald Reagan, a partir de un plan de acción preparado por el Gobierno predecesor demócrata de Jimmy Carter ordenó un regreso inmediato al trabajo. Amenazó con despedir a los controladores que no acataran la orden. La gran mayoría de los huelguistas desafió a Reagan. El 5 de agosto, el Gobierno de Reagan procedió a despedir a 11.345 miembros de PATCO. Fueron arrestados varios militantes destacados del sindicato y eventualmente encarcelados por haber hecho huelga.
Este ataque históricamente sin precedentes contra un sindicato y trabajadores de base a manos del Gobierno federal solo tuvo éxito gracias a que el AFL-CIO nacional se rehusó completamente a defender PATCO. Los militantes de PATCO supusieron amplia y correctamente que el Gobierno de Reagan había recibido garantías de la AFL-CIO de que no intervendría para prevenir la destrucción de PATCO.
Al oponerse a la traición y cobardía de la AFL-CIO, la Workers League (Liga Obrera, predecesora del Partido Socialista por la Igualdad) explicó que lo que estaba en juego en la huelga de PATCO. En una declaración publicada el 13 de agosto de 1981 en el Bulletin (predecesor del World Socialist Web Site), la Workers League indicó:
La huelga de 13.000 miembros de la Organización Profesional de Controladores de Tráfico Aéreo es un momento decisivo para la lucha de la clase obrera en los Estados Unidos e internacionalmente…
Se debe extraer ante todo una conclusión política de la huelga de PATCO: lejos de ser una aberración o una excepción, revela la verdadera esencia de las relaciones de clases en Estados Unidos.
La clase gobernante está atacando todos los derechos básicos de los trabajadores—los servicios sociales, los empleos, las regulaciones de salud, los niveles de vida y ahora el derecho a la organización sindical—y reuniendo todas las facultades represivas y la violencia del Estado capitalista para llevar a cabo estos ataques [The PATCO Strike: A Warning to the Working Class].
La declaración de la Workers League hizo cuatro puntos críticos.
En primer lugar, hizo hincapié en que las acciones violentas del Gobierno de Reagan buscan implementar una reestructuración fundamental de las relaciones de clase en Estados Unidos; en otras palabras, creando las mejores condiciones para un aumento masivo en la explotación de la clase obrera y la transferencia de riqueza a la élite gobernante. La destrucción de PATCO fue una señal para una ofensiva general de las corporaciones contra todos los sectores de la clase obrera.
En segundo lugar, explicó que el ataque del Gobierno de Reagan contra los trabajadores buscaba revertir el declive económico global de EE.UU. y debilitar la resistencia de la clase obrera internacional a los intereses geoestratégicos del imperialismo estadounidense.
El ataque contra los miembros de PATCO es inseparable de la política de contrarrevolución global de Reagan El capitalismo estadounidense ya no puede mantener dos cuentas separadas, en términos políticos, manteniendo un acuerdo entre clases a nivel nacional mientras avanza ferozmente la contrarrevolución y establece dictaduras militares y fascistas en el exterior.
En tercer lugar, la Workers League advirtió del servilismo de la AFL-CIO, el UAW, Teamsters y otras organizaciones sindicales al capitalismo y sus dos partidos políticos debilitaron drásticamente a la clase obrera y conducirían y una traición tras otra.
En cuarto lugar, la defensa de la clase obrera exigía la construcción de una nueva dirección revolucionaria basada en una perspectiva socialista. La Workers League advirtió:
La burocracia sindical traicionará y está traicionando. La lucha contra estas traiciones no puede basarse únicamente en la militancia, sino que necesita una estrategia política para lucha contra el Gobierno.
El análisis de la Workers League, en cuanto a las consecuencias nacionales e internacionales de la traición y derrota de la huelga de PATCO, fue confirmado por los eventos subsecuentes. Dentro de EE.UU., la destrucción de PATCO fue seguida por una ola de acciones para romper huelgas, en Continental Airlines, las minas de cobre de Phelps Dodge, las plantas frigoríficas de Hormel y las minas de carbón de AT Massey, para nombrar solo los casos más infames, resultando en una caída devastadora en los niveles de vidas de la clase obrera estadounidense.
Más allá de las fronteras de Estado Unidos, la destrucción de PATCO por parte de Reagan alentó a los Gobiernos capitalistas de todo el mundo a intensificar sus ataques contra la clase obrera. La primera ministra británica Margaret Thatcher impuso una brutal derrota a los mineros en 1984-85 inspirada en las acciones de Reagan.
El debilitamiento extremo de la posición de la clase obrera en Estados Unidos ofreció más credibilidad a la propaganda procapitalista y contribuyó significativamente al clima de desmoralización social y política que permitió que las reaccionarias burocracias estalinistas en la Unión Soviética, Europa del Este y China llevaran a cabo una restauración del capitalismo entre 1989 y 1991.
En las décadas posteriores a las derrotas de los años ochenta, las huelgas prácticamente desaparecieron en Estados Unidos. En un país que había sido testigo de las batallas laborales más violentas del mundo a lo largo de más de un siglo, casi desaparecieron todas las muestras de luchas con consciencia de clase.
En este proceso, la burocracia sindical funcionó como cómplice del Gobierno y las corporaciones. Rechazando cualquier asociación con la lucha de clases, abrazaron plenamente el programa de la colaboración entre el Gobierno, las corporaciones y los sindicatos y aceptaron la absoluta prioridad de las ganancias frente a cualquier defensa mínima de los intereses de los trabajadores.
En la práctica, estas organizaciones dejaron de ser sindicatos. En 1937, Trotsky resumió los criterios para definir el verdadero carácter social de una organización que alega ser un sindicato.
El carácter de una organización obrera como un sindicato se define por su relación a la distribución del ingreso nacional. El hecho de que Green [el entonces presidente de la American Federation of Labor] y compañía defiendan la propiedad privada en los medios de producción los caracteriza como burgueses. Si estos caballeros, además de defender los ingresos de la burguesía frente a los ataques de los trabajadores, arremeten contra las huelgas, contra los aumentos salariales, contra la asistencia a los desempleados, entonces tendríamos una organización de esquiroles, no un sindicato [“¿Ni un Estado obrero ni uno burgués?”].
Con base en los criterios de Trotsky, la oposición a las huelgas, a los aumentos salariales y a la asistencia a los desempleados, la AFL-CIO y sus organizaciones afiliadas (como el UAW) no pueden llamarse legítimamente sindicatos.
La globalización del capitalismo y el nuevo levantamiento de la clase obrera
En la historia existe la retribución. Por todos los crímenes cometidos por el capitalismo contra la clase obrera en los últimos 40 años, la clase dominante, en el proceso mismo de atacar a la clase obrera y enriquecerse enormemente, ha contemplado una vasta expansión e integración del sistema de producción capitalista. El resultado más significativo y revolucionario de este proceso, impulsado por los asombrosos avances de la ciencia y la tecnología, es el crecimiento masivo de la clase obrera mundial.
La clase capitalista dentro de Estados Unidos y a nivel internacional ha sido capaz de aprovechar las etapas iniciales de este proceso a su favor. La organización de la producción a escala mundial permitió a los capitalistas enfrentar a los trabajadores de diferentes países entre sí. Frente a la estrategia y la táctica internacionales de la patronal, los sindicatos existentes, basados en una perspectiva nacionalista irremediablemente desfasada, fueron incapaces de desarrollar una contraestrategia eficaz. Este provincianismo nacional fue un factor de impotencia de los sindicatos aún mayor que la cobardía personal y la corrupción de los burócratas sindicales.
Sin embargo, por muy difícil, prolongado y doloroso que sea el proceso, la clase obrera estadounidense está reconociendo cada vez con más claridad que forma parte de una enorme fuerza social mundial, compuesta por miles de millones de personas. Además, las tecnologías de la comunicación que han surgido en las últimas décadas han proporcionado a los trabajadores acceso a una información invaluable que les permite detectar la desinformación y las mentiras descaradas de sus dirigentes traidores. Estas tecnologías han puesto a disposición de los trabajadores nuevas y poderosas armas en la organización y avance de la lucha de clases. Ahora son capaces de ponerse en contacto entre sí y coordinar sus luchas no sólo más allá de su entorno local, regional y nacional. Los trabajadores pueden establecer conexiones, intercambiar información e iniciar acciones a escala mundial.
Los trabajadores de Volvo en Dublín, Virginia, son muy conscientes de que la corporación, con sede en Gotemburgo, Suecia, emplea a casi 100.000 trabajadores en instalaciones de producción situadas en 18 países diferentes, que abarcan todos los continentes. Muchas de estas instalaciones son interdependientes y requieren un flujo continuo de productos de una planta a otra. En contra de las afirmaciones de la burocracia de que la resistencia a las corporaciones es inútil, los trabajadores se dan cuenta de que su poder potencial es inmenso si se organizan y movilizan globalmente.
Por lo tanto, la cuestión crítica para los trabajadores de Volvo, y la clase obrera en su conjunto, es la de la perspectiva, el programa y el liderazgo.
El Partido Socialista por la Igualdad y la lucha por los comités de base
Dentro de sectores cada vez más amplios de la clase obrera, hay un creciente disgusto, que raya en el odio, hacia los sindicatos existentes y los burócratas que los dirigen. Los trabajadores saben que ninguna lucha contra las corporaciones puede tener éxito a menos que la dirección de las huelgas y el proceso de toma de decisiones se arrebate de las manos de los parásitos burocráticos interesados. Se dan cuenta de que están obligados a librar una lucha en dos frentes, tanto contra las corporaciones como contra sus agentes sobornados en el aparato de los sindicatos propatronales.
En respuesta al desarrollo objetivo de la lucha de clases y a la creciente militancia de los trabajadores, el Partido Socialista por la Igualdad ha estado trabajando paciente y persistentemente en las plantas y centros de trabajo de todo el país, entre los sectores muy diversos de la clase obrera —desde los mineros del carbón y los trabajadores de la industria automotriz hasta los maestros, los conductores de autobuses y los oficinistas— para ayudar a los trabajadores a establecer comités de base, independientes y fuera del control de la burocracia propatronal.
El Partido Socialista por la Igualdad está llevando a cabo este trabajo sobre la base de una estrategia internacional.
Es por esta razón que consideramos que el establecimiento de la Alianza Obrera Internacional de Comités de Base (AOI-BC), una iniciativa lanzada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), es esencial para el desarrollo de la lucha de clases dentro de los Estados Unidos.
Los objetivos del AOI-CB fueron formulados detalladamente en una declaración del CICI publicada en el World Socialist Web Site el 23 de abril de 2021:
La AOI-CB se dedicará a desarrollar el marco de nuevas formas de organizaciones de base independientes, democráticas y militantes de trabajadores en las fábricas, las escuelas y otros lugares de trabajo a escala internacional. La clase obrera está dispuesta a luchar. Pero está encadenada por organizaciones burocráticas reaccionarias que reprimen toda expresión de resistencia.
Será un medio a través del cual los trabajadores de todo el mundo podrán compartir información y organizar una lucha unida para exigir la protección de los trabajadores, el cierre de las instalaciones inseguras y la producción no esencial, y otras medidas de emergencia que son necesarias para detener la propagación del virus.
El CICI está iniciando la formación de esta alianza a escala mundial, que es la única forma de combatir la pandemia. La Alianza Obrera Internacional de Comités de Base, con la ayuda política de la Cuarta Internacional y de los Partidos Socialistas por la Igualdad, se esforzará por unificar a los trabajadores en una lucha mundial común, oponiéndose a todos los esfuerzos de los Gobiernos capitalistas y de los defensores reaccionarios de las innumerables formas de chovinismo nacional, étnico y racial y de las políticas de identidad que buscan dividir a la clase obrera en bandos enfrentados.
Naturalmente, las condiciones a las que se enfrentan los trabajadores varían de una región a otra y de un país a otro, y esto puede afectar la elección de las tácticas. Pero es innegable que, en todos los países, los sindicatos burocratizados existentes funcionan como una fuerza policial institucionalizada, decidida a proteger los intereses corporativos y financieros de las élites gobernantes y sus Gobiernos contra la creciente resistencia popular.
Hay que crear nuevas vías para la lucha de masas. Hace más de 80 años, en un momento de la historia en el que la degeneración de las organizaciones sindicales existentes estaba mucho menos avanzada que en la actualidad, León Trotsky —el máximo estratega de la revolución socialista mundial— escribió que la tarea de la IV Internacional era “crear en todos los casos posibles organizaciones militantes independientes que correspondan más estrechamente a las tareas de la lucha de masas contra la sociedad burguesa, sin acobardarse ni siquiera ante una ruptura directa con el aparato conservador de los sindicatos”.
El desarrollo de estos comités atraerá inevitablemente el apoyo de sectores más amplios de la clase obrera, incluidos los jóvenes y los desempleados.
El resurgimiento de la militancia obrera no solo está impulsado por las condiciones a las que se enfrentan los trabajadores dentro de sus fábricas y lugares de trabajo. Desde principios de 2020, toda la clase trabajadora ha vivido la pesadilla de la pandemia del COVID-19. Han sido testigos de la enfermedad e incluso de la muerte de familiares, amigos, compañeros de trabajo y colegas. Los trabajadores han visto la incompetencia y la insensibilidad del Gobierno de EE.UU., la negativa de los funcionarios electos de ambos partidos políticos a tomar medidas efectivas para prevenir la propagación de la enfermedad y salvar vidas, y la grotesca acumulación de niveles obscenos de riqueza en una pequeña y egoísta élite, mientras los trabajadores sufren dificultades para mantenerse sanos y sobrevivir.
Además, la pandemia les ha hecho tomar conciencia de las dimensiones internacionales de la crisis y de que la pandemia no se detendrá de forma definitiva y segura en un país a menos que se erradique en todos los países.
La clase obrera estadounidense no tiene miedo a la revolución. Tampoco se opone al socialismo. Solo necesita entender qué ofrece como solución y cómo puede realizarse. Al igual que la Primera Guerra Mundial radicalizó a una generación anterior de trabajadores y los convirtió en socialistas, la pandemia, que ha intensificado la crisis de la sociedad contemporánea, ha convencido a la clase obrera de la necesidad de buscar nuevas respuestas al evidente fracaso e injusticia de la sociedad capitalista.
Este es el contenido esencial de la nueva ola de militancia social, centrada en la clase obrera, que está recorriendo Estados Unidos.
(Publicado originalmente en inglés el 7 de junio de 2021)