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Perspectiva

Propagación de la variante Delta desmiente que la pandemia se haya acabado en EE.UU.

Por varios meses, el Gobierno de Biden, la prensa y las principales corporaciones estadounidenses han promovido la mentira de que la pandemia de COVID-19 prácticamente se había acabado.

El mes pasado, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE.UU. había eliminado su guía sobre uso de mascarillas, urgiendo a las personas vacunadas a que dejaran de utilizar mascarillas y respetar el distanciamiento social en lugares concurridos. Biden afirmó que los estadounidenses vacunados habían llegado a la “meta final” en la pandemia, alentando al público a “quitarse la mascarilla; se han ganado el derecho”.

Presidente estadounidense, Joe Biden, recibe preguntas de reporteros el 13 de mayo después de que los CDC recomendaran que las personas vacunadas no deberían utilizar mascarillas (AP Photo/Evan Vucci, archivo)

“Estados Unidos se encamina a un verano dramáticamente distinto al del año pasado”, escribió la Casa Blanca a inicios del mes. “Un verano de libertad. Un verano de regocijo. Un verano de reuniones y celebraciones”.

Pero la absurda pretensión de que la pandemia se acabó, incluso cuando mueren más de 300 personas a diario en EE.UU. y la enfermedad sigue extendiéndose en todo el mundo, fue desmentida el lunes cuando el condado de Los Ángeles, el más poblado de EE.UU., publicó una recomendación de que los residentes ignoraran la orden de los CDC sobre el uso de mascarillas y distanciamiento social y acataran en cambio las medidas recomendadas por los científicos.

“Hasta que entendamos cómo y a quién contagia la variante Delta, todos deberían enfocarse en la máxima protección”, indicó el Departamento de Salud del condado.

La decisión del condado de Los Ángeles se produjo después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) repitiera sus llamados a que las personas vacunadas utilicen mascarillas en público, contradiciendo directamente al Gobierno de Biden.

“Las vacunas por sí solas no detendrán la transmisión comunitaria y necesitamos asegurarnos de que las personas sigan las medidas de salud pública”, declaró la directora general asistente de la OMS, Mariângela Simão, en una rueda de prensa el viernes.

El año pasado, el Gobierno de Trump justificó sus políticas de “inmunidad colectiva”, incluyendo la reapertura prematura de los negocios y escuelas, alegando falsamente que la pandemia se había acabado. Las prioridades de Trump eran que los trabajadores regresaran a las fábricas y que los estudiantes volvieran a las escuelas para inflar el mercado bursátil.

Biden ha dado continuidad a las mismas prioridades y por las mismas razones. Ha exigido la reanudación de las clases 100 por ciento presenciales y rechazado la aplicación de las protecciones de OSHA ante la pandemia en casi todos los lugares de trabajo. Al mismo tiempo afirma que los niños no son vulnerables al COVID-19 y que las escuelas no son importantes centros de contagio.

Durante la última semana, ha quedado claro que el mundo está al borde de una tercera ola de COVID-19 causada por la nueva variante Delta de la enfermedad, que se descubrió en India.

En ciertos países, la nueva variante ya ha causado aumentos en casos nuevos y muertes. En Reino Unido, la variante está detrás de que se multiplicaran por ocho los casos en tan solo seis semanas. En Rusia, la cifra de muertes diarias alcanzó su nivel más alto, mientras que en Sudáfrica los casos diarios se están acercando a su máximo.

Estos brotes en ciertos países están produciendo un nuevo avance global de la enfermedad. El promedio de siete días en casos nuevos aumentó 4 por ciento a nivel mundial en la última semana.

Los científicos y expertos de salud pública están sonando la alarma, exigiendo que los Gobiernos pongan un freno a la enfermedad revirtiendo sus esfuerzos para desmantelar los protocolos sanitarios que quedan.

“Es la versión más hipertransmisible y contagiosa del virus hasta la fecha, no cabe duda—es una cepa superpropagadora si existiera la categoría”, le dijo Eric Topol, profesor de medicina molecular del Scripps Research Institution al Scientific American. “Reino Unido nos ha advertido tres veces”, añadió Topol, refiriéndose a los rebrotes a inicios de 2020 y el pasado invierno. “Esta es la tercera advertencia”.

Los estudios demostraron que la variante Delta es dos veces más infecciosa que la versión original del COVID-19 y entre 40 y 60 por ciento más transmisible que la variante Alfa identificada inicialmente en Reino Unido.

En respuesta a las últimas advertencias de la OMS, el Gobierno de Biden está insistiendo en su postura anticientífica sobre mascarillas. En las palabras del New York Times, “Un vocero de los CDC señaló a la guía existente y no dio ninguna indicación de que cambiaría”.

El martes, las empresas automotrices y el sindicato United Auto Workers anunciaron un acuerdo para poner fin al uso de mascarillas en las fábricas estadounidenses, convirtiendo estos espacios interiores y congestionados en caldos de cultivo para el COVID-19, poniendo en peligro las vidas de los trabajadores y sus familias.

La misma intransigencia brutal prevalece en todo el mundo. El lunes, Sajid Javid, el nuevo secretario de Salud de Reino Unido, declaró que público necesita “aprender a vivir” con el COVID-19, anunciando que el país abandonaría las restricciones sanitarias en tres semanas.

Más de 600.000 personas han muerto en Estados Unidos y casi 1,1 millones en Europa como resultado de la política avanzada por Javid. Si bien una ronda inicial de confinamientos suprimió la transmisión del virus en el otoño del año pasado, el fin de las restricciones y la reapertura de la producción, en combinación con la aparición de la variante Alfa, llevó a un rebrote global.

La distribución de las vacunas ha contribuido a una reducción de los casos globales, pero tan solo a los niveles vistos en la peor parte de la primera ola de la pandemia en el otoño de 2020. Los epidemiólogos están advirtiendo que la población global, que sigue en gran medida sin vacunarse, necesita prepararse para un nuevo avance global de la pandemia. Scientific American concluyó que, pese a las advertencias de los científicos, “No es realista esperar que los líderes estadounidenses vuelvan a imponer un confinamiento u otras restricciones”. Pero lo que los “líderes estadounidenses” estén dispuestos a hacer no puede ser el punto de partida cuando hay millones de vidas en juego.

La política pseudocientífica de “inmunidad colectiva” que guio la respuesta de EE.UU., Reino Unido, Suecia y otros Gobiernos ha demostrado ser un crimen monumental. Sus promotores afirman que cuanto más se propague la enfermedad, tanto mejor se encontrará el nivel de inmunidad natural de la población para suprimir la enfermedad. Ha ocurrido exactamente lo contrario: cuanto más se ha propagado la enfermedad, tanto mejor se ha vuelto para evadir la inmunidad natural y la inmunidad ofrecida por las vacunas.

Al abandonar las medidas de salud pública, privar a los países pobres de vacunas y permitir que el virus se propaga sin barreras, los políticos en EE.UU. y el resto del mundo no solo han permitido que se mueran millones de personas, sino que han socavado la eficacia de las vacunaciones, una de las mejores herramientas para la erradicación de la enfermedad.

¡Esta locura debe parar! ¡La humanidad no puede simplemente quedarse mirando cómo se apilan los cuerpos! ¡Se tienen que tomar medidas de emergencia, sin importar su costo económico para la clase capitalista, para erradicar el COVID-19 una vez por todas!

En la medida en que la pandemia se agrava en todo el mundo, los trabajadores entrarán en lucha para exigir la implementación de medidas vitales de salud pública en los lugares de trabajo y el cierre de la producción no esencial. Para coordinar estas luchas, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional llama a los trabajadores a formar comités de base de seguridad como parte de la lucha por construir la Alianza Obrera Internacional de Comités de Base.

Las medidas necesarias para detener la pandemia se deben pagar por medio de un ataque directo contra la riqueza de la oligarquía capitalista. En 2020, la cifra de individuos con patrimonios netos ultraaltos, es decir mayores a $50 millones, aumentó casi 25 por ciento, mientras que cientos de miles de personas fallecieron y millones fueron echados de sus trabajos.

La lucha por detener la pandemia es inseparable de la lucha por romper el dominio de esta oligarquía financiera sobre la vida social y económica, reemplazando el capitalismo por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de junio de 2021)

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