La verdadera cifra de muertos en India por la pandemia de COVID-19 es de tres a cinco millones de personas, o diez veces la cifra oficial, según un nuevo estudio del instituto estadounidense Center for Global Development. “El verdadero número de decesos es probablemente de varios millones y no cientos de miles”, señala el reporte, “lo que la convierte, se puede argumentar, en la peor tragedia humana de India desde la partición e independencia”.
Esta masiva cifra de muertes constituye un crimen de lesa humanidad, en el cual está implicado todo el orden mundial imperialista tanto como la propia clase gobernante india. Además, no cabe duda de que otros países tienen recuentos sumamente incompletos de casos y decesos como India. Esto significa que la verdadera cifra de muertes global por la pandemia, que se encuentra en 4,13 millones según los reportes oficiales, supera los 10 millones y es probablemente mucho mayor.
El estudio, publicado el martes, estima que India tuvo un exceso de mortalidad de entre 1,5 y 3,4 millones durante la “primera ola” de la pandemia entre abril de 2020 y marzo de 2021. Sin embargo, las muertes diarias fueron incluso mayores durante la “segunda ola” entre abril y junio de este año, según los hospitales del país colapsaron bajo el peso de un tsunami de contagios. Se estima que entre 1,4 y 2,4 millones de personas fallecieron durante esos tres meses, con un ritmo de fallecimientos tres veces mayor al periodo anterior.
Los equipos básicos y necesarios para combatir los síntomas del coronavirus, como el oxígeno y el remdesivir, eran prácticamente inexistentes. Las familias se vieron obligadas a comprar estos suministros en el mercado negro y, a menudo, a administrar ellos mismos los cuidados. Las imágenes y los vídeos de multitudes fuera de los hospitales clamando por asistencia, incluso mientras sus seres queridos morían, quedaron grabadas en las mentes de millones de personas en todo el mundo.
Esta muerte masiva fue impulsada por las pésimas condiciones sociales a las que se enfrentan cientos de millones de trabajadores pobres de la India, que están desnutridos, no tienen acceso a agua potable y viven hacinados sin poder distanciarse socialmente. Dadas estas condiciones, cuando surgió la pandemia, era aún más importante que el Gobierno movilizara los recursos necesarios para contenerla.
El Gobierno de Modi es responsable de esta catástrofe. Su respuesta estuvo guiada en todo momento por el objetivo único de preservar la riqueza y los privilegios de la élite financiera. No hizo prácticamente nada para contener la pandemia hasta que convocó abruptamente un confinamiento nacional el 24 de marzo de 2020, con solo cuatro horas de antelación, y que más tarde fue retirado antes de que se contuviera el virus.
No se proporcionó ninguna ayuda económica a los cientos de millones de trabajadores informales que se vieron incapaces de alimentarse a sí mismos y a sus familias, lo que indujo una migración masiva de trabajadores a las zonas rurales, extendiendo el virus a todos los rincones del país.
Incluso mientras aumentaban los casos y las muertes por el coronavirus, Modi siguió adelante con la reapertura, proclamando que había que “salvar” al país de las medidas necesarias para evitar la propagación de un virus letal y altamente transmisible. Hablando en nombre de la élite gobernante india, declaró infamemente el 20 de abril de 2021, durante una emisión nacional: “En la situación actual, tenemos que salvar al país del confinamiento”.
El espantoso número de muertos revela el verdadero significado de esta declaración. En medio de la mayor oleada de COVID-19 en todo el mundo, el país había sido “salvado” de las medidas básicas necesarias para contener la enfermedad, a costa de millones de vidas. Según Forbes, en 2020 la riqueza de los milmillonarios de la India casi se duplicó hasta alcanzar los 596.000 millones de dólares. Durante ese mismo periodo, se calcula que 230 millones de indios fueron despojados de sus medios de vida y empujados por debajo del umbral de pobreza nacional de 375 rupias (5 dólares) al día.
Sin embargo, la responsabilidad directa de este crimen de lesa humanidad se extiende a todos los Gobiernos capitalistas y, en particular, a Estados Unidos y las principales potencias imperialistas. Los contagios masivos en India son el producto de la decisión de rechazar las medidas de emergencia para detener la pandemia cuando surgió por primera vez, porque estas medidas afectaban los intereses de lucro de la élite corporativa y financiera.
El 28 de febrero de 2020, cuando solo se habían registrado tres casos de COVID-19 en la India, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional hizo un llamamiento urgente para dar una respuesta de emergencia coordinada a nivel mundial a la pandemia. “La respuesta al coronavirus no puede ser coordinada a nivel nacional”, escribió el CICI. “El virus no respeta las fronteras ni las restricciones de visas migratorias. La red mundial de transporte y la integración económica han convertido al virus en un problema global”.
Sin embargo, en lugar de tomar medidas de emergencia, las principales potencias capitalistas, encabezadas por Estados Unidos, utilizaron la crisis para organizar un rescate masivo de los mercados financieros y de los ricos. A esto le siguió la campaña para devolver a los trabajadores a sus puestos de trabajo y eliminar todas las restricciones necesarias para frenar la propagación del virus.
Las consecuencias han sido devastadoras para la población de los países capitalistas avanzados. En Estados Unidos, más de 625.000 personas han muerto, según las cifras oficiales, mientras que el número real de víctimas probablemente supere el millón. El fracaso en la erradicación de la enfermedad en sus primeras fases garantizó su rápida propagación por todo el mundo, incluida India.
La pérdida masiva de vidas, además, se ha visto alimentada por una política nacionalista en materia de vacunas, con los principales Gobiernos capitalistas acaparando las vacunas. India, uno de los principales productores mundiales de productos farmacéuticos, tiene una tasa de vacunación que es una décima parte de la de Europa y Estados Unidos. Según el rastreador de vacunación anti-COVID-19 de Reuters, solo el 6,3 por ciento del país está totalmente vacunado, lo que significa que unos 1.300 millones de personas siguen siendo vulnerables a nuevas variantes aún más mortíferas.
En cualquier sociedad racional, la escala de la miseria social producida por la “segunda ola” en India habría provocado una respuesta enorme y coordinada a nivel mundial. La colosal capacidad manufacturera de la India se habría volcado hacia la fabricación de equipos y medicamentos para combatir la enfermedad y se habrían erigido hospitales de emergencia para atender a los enfermos. Se habría movilizado un ejército de analizadores de pruebas y rastreadores de contactos y se habrían proporcionado recursos financieros a quienes se vieron obligados a aislarse para protegerse a sí mismos y a los demás de la virulenta y mortal enfermedad. La producción no esencial se habría detenido, pagando una compensación monetaria completa a los trabajadores y los pequeños negocios impactados.
Los recursos colectivos de la sociedad mundial se habrían movilizado para detener la carnicería. En lugar de ello, los Gobiernos imperialistas ofrecieron una miseria de ayuda. Cada año se gastan miles de millones en armamento militar y nuclear, pero no se ofreció casi nada para salvar la vida de millones de personas. Las corporaciones transnacionales, además, insistieron en que la producción siguiera generándoles ganancias.
Para los oligarcas capitalistas, la muerte de millones de personas se consideraba —y se considera— un sacrificio aceptable.
Habrá que ajustar cuentas por esta política de asesinato social. La pandemia ha puesto de manifiesto, a través de la muerte de millones de personas, que todos los aspectos de la vida socioeconómica están en última instancia subordinados a las ganancias, que conlleva las miserias sociales de la pobreza, el hambre y la enfermedad junto con las amenazas existenciales de una catástrofe ecológica, pandemias globales y la guerra nuclear.
También ha revelado el hecho de que los intereses de los trabajadores de todo el mundo son los mismos, que la lucha por sus intereses, y por la vida misma, requiere una lucha unida contra el sistema capitalista.
Sin posibilidad de avanzar bajo el capitalismo, la aplicación de un plan basado en la ciencia para proteger vidas y medios de vida requiere la intervención política independiente de la clase obrera, movilizada como fuerza social internacional. La lucha contra la pandemia debe estar animada al mismo tiempo por una perspectiva socialista y se debe avanzar mediante la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en la India y en todo el mundo en una lucha por acabar tanto con la pandemia como con el orden social responsable de la desastrosa respuesta a la pandemia.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de julio de 2021)