Esta biografía política de Cliff Slaughter cubre el período entre 1928 y 1963. Se publicará en el WSWS en cuatro partes a partir de hoy. Una segunda sección de la biografía, desde 1963 hasta su muerte, se publicará más adelante este año.
Introducción
Cliff Slaughter murió el 3 de mayo de 2021 en Leeds, Inglaterra, a la edad de 92 años.
Desde 1957 hasta 1986, Slaughter trabajó en estrecha colaboración con Gerry Healy y Michael Banda en la dirección de la Liga Socialista Obrera (SLL, Socialist Labor League), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (WRP, siglas en inglés) y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). Slaughter fue el autor principal de una serie de documentos de importancia histórica que defendieron los fundamentos programáticos y teóricos del trotskismo ortodoxo en oposición a la reunificación sin principios en 1963 del Partido Socialista de los Trabajadores estadounidense (Socialist Workers Party, SWP) con el Secretariado Internacional pablista. Se desempeñó durante muchos años como secretario del CICI.
La duradera contribución de Slaughter en la década de 1960 a la defensa del trotskismo contrasta trágicamente con su posterior oportunismo político y repudio del marxismo revolucionario. En 1985-86, en medio de una crisis devastadora dentro del WRP, en el cual compartía con Healy y Banda la responsabilidad central, Slaughter hizo todo lo que estaba en su poder para desorientar a los miembros de la sección británica, bloquear cualquier evaluación seria de las causas de la ruptura en el WRP y desacreditar al Comité Internacional.
El 8 de febrero de 1986, con la ayuda de un cuerpo de policías londinenses que lo rodeaban, Slaughter prohibió la participación de partidarios del WRP y fieles al CICI en el congreso del partido y rompió con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
La longevidad no fue amable con Cliff Slaughter. Aún con solo 57 años, en el momento de su ruptura con el Comité Internacional, Slaughter dedicaría los 35 años restantes de su vida a repudiar y denunciar todos los principios que había defendido durante sus 30 años en el movimiento trotskista. Tratando deshonestamente de evadir toda responsabilidad por la crisis que destruyó al WRP, Slaughter culpó a Healy (quien, afirmó Slaughter, “no toleraba oposición”) y, sobre todo, a Lenin y Trotsky. El colapso del WRP, insistiría en las décadas que siguieron a la división, se basó en la creencia errónea de que el socialismo requiere de la construcción de un partido marxista revolucionario en la clase trabajadora. En 1996, Slaughter resumió su renuncia al marxismo con la declaración: “Es necesario romper por completo con la idea de proporcionar un partido y un programa 'para' la clase trabajadora… ”[1]
Con esta frase, Slaughter dejó clara su total ruptura con el principio central por el que había luchado 30 años antes en la lucha contra el revisionismo pablista: que la victoria del socialismo depende de la lucha por la conciencia socialista en la clase obrera, que puede ser logrado sólo mediante la construcción de partidos marxistas-trotskistas.
Para aquellos en el Comité Internacional que habían trabajado con Cliff Slaughter y aprendido de él durante los años en que defendió el trotskismo, su repudio a la teoría y la política marxistas, que llevó a cabo con descarado engaño y cinismo, no podía dejar de evocar desprecio. Pero su papel en 1985-1986 y en los años siguientes no fue del todo sorprendente. Durante la década anterior, el deterioro en la calidad del trabajo de Slaughter reflejó la retirada cada vez más abierta del WRP del trotskismo. El mismo proceso degenerativo fue evidente en la evolución de sus camaradas más cercanos.
Gerry Healy, quien desde la década de 1930 había defendido el programa trotskista de revolución política contra la burocracia estalinista, terminó su vida política como apologista de Mikhail Gorbachev. Michael Banda, que se había unido al movimiento trotskista en la década de 1940 y luchó contra las políticas contrarrevolucionarias del Kremlin durante toda su vida adulta, denunció repentinamente a la Cuarta Internacional y proclamó su admiración por Stalin. A pesar del colapso total de sus relaciones personales en medio de las más amargas recriminaciones mutuas, Healy, Banda y Slaughter llegaron, más o menos simultáneamente, a posiciones políticas diametralmente opuestas a las que habían defendido en sus años de estrecha colaboración. Su trayectoria política colectiva estuvo determinada por procesos sociales y políticos, arraigados en el desarrollo de la lucha de clases en Gran Bretaña e internacionalmente en las décadas críticas de 1980 y 1990.
Dado el carácter fundamental de su ruptura con el trotskismo y la forma en que la llevó a cabo, la muerte de Slaughter no es motivo de recuerdos sentimentales. Sin embargo, no son solo las acciones de hombres malvados las que viven después de ellos. Al evaluar su vida, no imitaré a Slaughter ignorando el papel inmensamente positivo que había desempeñado en la lucha por el trotskismo en Gran Bretaña e internacionalmente en el período de su vida más productivo política e intelectualmente.
Lo conocí por primera vez cuando dio una conferencia en julio de 1971, hace exactamente medio siglo. Sus escritos y conferencias, así como nuestras muchas discusiones en el curso del trabajo político, contribuyeron significativamente a mi educación como marxista. Pero Slaughter llegó a compartir una responsabilidad sustancial por la creciente desorientación teórica y política del WRP, tanto por lo que hizo como por lo que decidió no hacer. Si hubo una persona en el WRP que podría haber intervenido decisivamente para exponer la falsificación del método marxista de Healy en la década de 1980, que éste utilizó para justificar el oportunismo político, fue Cliff Slaughter. Pero decidió conscientemente no hacerlo, y el papel que desempeñó durante y después de la crisis de 1985-1986 puso fin por completo a todo contacto político y personal entre nosotros. Me vi obligado a someter sus actividades políticas y sus escritos a las más duras críticas; y no hay nada que cambiaría ni, mucho menos, retiraría. Pero la ironía es que lo que escribí contra Slaughter fue, en gran medida, muy influenciado por lo que había aprendido, en años anteriores, de él. Esta contradicción persiste en la redacción de la siguiente biografía política de Cliff Slaughter.
David North
30 de julio de 2021
Antecedentes y primeros años
El padre de Cliff Slaughter, Frederick Arthur Slaughter, nació en 1907 en Oxfordshire, en el sur de Inglaterra. Cuando todavía era un adolescente, Fred se mudó al noreste de Inglaterra, donde encontró trabajo como minero del carbón en Durham. Pasó por la experiencia de la Huelga General de 1926, que fue traicionada por el Congreso de Sindicatos (TUC, siglas en inglés) con devastadoras consecuencias para los mineros y la clase obrera en su conjunto. En Durham conoció a Annie Elizabeth Stokeld, nacida en 1903, con quien se casó en abril de 1928. La joven pareja pronto se mudó a Doncaster, en Yorkshire, donde nació su primer hijo, Clifford, en octubre. Lo siguieron dos hermanos, Keith y Nancy. En 1938, Frederick Slaughter y su familia se mudaron a Leeds, donde Cliff Slaughter viviría toda su vida adulta.
Un obituario publicado en Workers Press después de su muerte el 14 de noviembre de 1974, a la edad de 67 años, decía que “las experiencias del viejo Slaughter en las décadas de 1920 y 1930 le produjeron un odio amargo al capitalismo y una profunda convicción de la necesidad de una revolución social de la clase trabajadora'. Según Workers Press, Fred 'recordó una y otra vez la huelga general de 1926 y contrastó la fuerza para luchar de los mineros, de los cuales él era uno, y la cobarde traición de los líderes del TUC'. [2]
Fred Slaughter trabajó como vendedor de seguros en la década de 1930, pero finalmente encontró empleo como trabajador en la fábrica de tractores John Fowler en Leeds, donde se convirtió en coordinador (delegado sindical). En algún momento durante la Segunda Guerra Mundial, Fred Slaughter se unió al Partido Comunista estalinista (PC). Annie Elizabeth también se unió al PC, pero era mucho menos activa que su esposo. Después de la guerra, Fred Slaughter volvió a trabajar vendiendo enciclopedias, puerta a puerta, a familias de clase trabajadora.
Cliff Slaughter sufrió grandes privaciones en su infancia. Su futura esposa, Barbara Slaughter (de soltera: Bennett), recuerda: “A la edad de unos 8 años llegó un día de la escuela y encontró a su madre en la sala de estar, sentada en una caja naranja llorando. Los alguaciles habían retirado casi todos los muebles de la casa por atrasos en los pagos del alquiler. Fue una experiencia que nunca olvidó'. [3]
Cliff asistió al Leeds Modern High School for Boys, donde se destacó académicamente y se convirtió en el primero de sus estudiantes en ganar una beca para la Universidad de Cambridge. Bajo la influencia de su padre, con quien mantenía una relación muy cercana, Cliff Slaughter comenzó a leer las obras de Lenin y los clásicos marxistas cuando aún estaba en la escuela secundaria. En 1947 Slaughter se había convertido en miembro activo de la Liga de Jóvenes Comunistas (YCL, siglas en inglés).
Al finalizar la escuela secundaria, antes de iniciar sus estudios universitarios, Slaughter decidió trabajar como minero, una alternativa al servicio militar. Trabajó en Water Haigh Colliery en Woodlesford, un pequeño pueblo en las afueras de Leeds. Slaughter se despertaba una hora antes de lo necesario para hacer el turno de la mañana, para estudiar los escritos de Lenin. La experiencia dejó su huella en Slaughter, impartiendo a su creciente inmersión en la teoría marxista un conocimiento detallado y una sensibilidad hacia las realidades de la vida y las luchas de la clase trabajadora. Como observó Barbara Slaughter: “Creo que su comprensión de la vida de la clase trabajadora fue muy profunda. No se podía trabajar durante dos años bajo tierra, de rodillas, palear carbón en vetas de un metro y participar en constantes luchas de huelga por salarios y mejores condiciones laborales sin aprender sobre la vida de la clase trabajadora. Eso, combinado con su estudio de la Revolución Rusa y los escritos de Lenin, lo convenció de la necesidad de que la clase trabajadora tome el poder a través de la revolución socialista”. [4]
Después de trabajar en la mina de carbón, Slaughter encontró empleo en la industria de la ingeniería en Leeds. En octubre de 1949 comenzó sus estudios en Cambridge, donde se especializó en historia antes de cambiar su área de concentración a antropología social. Slaughter obtuvo un título de primera clase en 1952. Prosiguió sus actividades políticas socialistas junto con los estudios y tuvo que enfrentar las provocaciones de los estudiantes derechistas. En una ocasion, al regresar a su habitación, descubrió que su ropa, así como la de un amigo judío y compañero de estudios, había sido arrojada al patio del edificio.
En octubre de 1950, mientras estudiaba en Cambridge, Slaughter se casó con Barbara Bennett, a quien había conocido varios años antes. Barbara, cuyos padres eran socialistas militantes, se había unido al Partido Comunista en 1944 mientras estudiaba sociología en la Universidad de Leeds. Durante los dos primeros años de su matrimonio, la pareja vivió en Cambridge, donde participaron activamente en el Partido Comunista. Asistieron a conferencias impartidas por destacados intelectuales del PC, incluido J.D. Bernal.
Después de graduarse de Cambridge, Cliff Slaughter y Barbara se mudaron a Leeds. Slaughter consiguió un puesto en la Universidad de Leeds para hacer investigación, colaborando con sus colegas Norman Dennis y Fernando Henriques, sobre una sola comunidad minera de Yorkshire. Como parte de su investigación, Slaughter y Dennis trabajaron durante varios meses en una mina de carbón local.
La investigación produjo un libro escrito por Slaughter, Dennis y Henriques, Coal Is Our Life, que sigue siendo un texto de sociología estándar utilizado en las universidades británicas.
Barbara Slaughter recuerda que el joven Cliff se centró intensamente en cuestiones políticas y culturales. Aparte de su investigación académica y estudios políticos, Slaughter tenía un amplio conocimiento de la literatura inglesa y francesa. Familiarizó a Barbara con las novelas de Stendhal, Flaubert y Zola. Comprometido con la lucha por el socialismo en esa etapa de su vida, Slaughter no mostró ningún interés en las formas convencionales de éxito personal.
Aunque activo en el Partido Comunista, Slaughter encontró la orientación reformista elaborada en el programa de 1951, 'El camino británico hacia el socialismo', difícil de reconciliar con la teoría marxista del estado. También le asombró que los miembros del Partido Comunista aceptaran, sin cuestionar, los pronunciamientos de Stalin como irrefutables. Todo lo que dijo o escribió el dictador soviético, incluso sobre asuntos en que obviamente carecía de conocimiento y competencia, fue aceptado como si fuera el evangelio.
Barbara Slaughter ha descrito las condiciones que la llevaron a unirse al Partido Comunista y sus experiencias en el movimiento estalinista:
Entré en la política hace 63 años cuando me uní al Partido Comunista en 1945, a la edad de 18, justo cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin. Habiendo presenciado de niña los sufrimientos de la clase trabajadora, incluida la de mi propia familia, en la década de 1930 y los terribles acontecimientos de la Guerra Civil española y luego la Segunda Guerra Mundial, yo, como millones de personas, estaba decidida a que no habría retorno a los días de preguerra. En la guerra, el Partido Comunista había ganado un enorme prestigio debido al heroísmo de la clase obrera rusa en su defensa de los logros de la Revolución Rusa, y yo, como miles de otros, me uní al PC con la impresión errónea de que era un partido revolucionario.
Durante los siguientes 11 años fui completamente mal educada. No tenía absolutamente ningún conocimiento de las luchas de la Oposición de Izquierda y la Cuarta Internacional. De hecho, los trotskistas fueron descritos como una especie de encarnación del mal, que eran 'peores que los fascistas'. No puedo decir que realmente cuestionara esto, pero no tardé en darme cuenta de que el PC estaba lejos de ser un partido revolucionario. Pero no pude ver otra alternativa. [5]
El 'discurso secreto' de Kruschev
Independientemente de las dudas que Cliff y Barbara Slaughter tuvieran sobre el curso político del Partido Comunista británico, su ruptura con el estalinismo y su giro hacia el trotskismo fueron una respuesta a la crisis que estalló dentro del movimiento estalinista mundial en 1956. El 25 de febrero de 1956, casi exactamente tres años después de la muerte de Stalin, Nikita Kruschev, el nuevo líder del partido soviético y antiguo secuaz del dictador fallecido, pronunció un “Discurso Secreto” de cuatro horas en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Kruschev leyó el testamento que fuera suprimido, en el que Lenin había instado a la destitución de Stalin del cargo de secretario general.
Kruschev dijo ante los delegados atónitos que Stalin, que durante mucho tiempo venerado en la Unión Soviética como un semidiós, era, de hecho, un criminal político, responsable del asesinato de miles de líderes bolcheviques y comunistas leales. Afirmó:
Stalin no actuó usando la persuasión, la explicación y la cooperación paciente con la gente, sino imponiendo sus conceptos y exigiendo una sumisión absoluta a su opinión. Quien se opusiera a estos conceptos o tratara de probar su [propio] punto de vista y la corrección de su [propia] posición estaba condenado a ser apartado del liderazgo colectivo y a la subsiguiente aniquilación moral y física. Esto fue especialmente cierto durante el período posterior al XVII Congreso del Partido [en 1934], cuando muchos líderes prominentes del Partido y trabajadores de base, honestos y dedicados a la causa del comunismo, fueron víctimas del despotismo de Stalin. ...
Stalin dio origen al concepto de 'enemigo del pueblo'. ... Hizo posible el uso de la represión más cruel, violando todas las normas de la legalidad revolucionaria, contra cualquiera que, de alguna manera, estuviera en desacuerdo con ... En general, la única prueba de culpa realmente utilizada, contra todas las normas de la ciencia jurídica actual, fue la “confesión” del propio imputado. Como ha demostrado la investigación posterior, las 'confesiones' se obtuvieron mediante presiones físicas contra los acusados. Esto condujo a flagrantes violaciones de la legalidad revolucionaria y al hecho de que muchas personas completamente inocentes, [personas] que en el pasado habían defendido la línea del Partido, se convirtieron en víctimas. ...
El comportamiento arbitrario de una persona fomenta y permite la arbitrariedad en otras. Las detenciones y deportaciones masivas de miles de personas, la ejecución sin juicio y sin una investigación normal crearon condiciones de inseguridad, miedo e incluso desesperación.
Esto, por supuesto, no contribuyó a la unidad de las filas del Partido y de todos los estratos del pueblo trabajador, sino que, por el contrario, provocó la aniquilación y la expulsión del Partido de los trabajadores leales pero inconvenientes para Stalin. [6]
Kruschev y sus aliados en el Politburó soviético intentaron evadir la responsabilidad de los crímenes atribuyendo toda la responsabilidad a Stalin, quien, según ellos, había creado un “culto a la personalidad” al que todo el partido había sucumbido misteriosamente. Por supuesto, esta historia de fantasmas políticos no explicaba nada en absoluto. Evitó cualquier examen de las luchas políticas dentro del Partido Comunista Soviético durante la década de 1920 que resultaron en el ascenso al poder de Stalin. En la medida en que se hizo alguna referencia a la lucha interna del partido, Kruschev insistió en que la campaña contra Trotsky había sido correcta:
Debemos afirmar que el Partido libró una lucha seria contra los trotskistas, derechistas y nacionalistas burgueses, y que desarmó ideológicamente a todos los enemigos del leninismo. Esta lucha ideológica se llevó a cabo con éxito, como resultado de lo cual el Partido se fortaleció y templó. Aquí Stalin jugó un papel positivo. [7]
La crisis de los partidos estalinistas
A medida que el texto del 'Discurso Secreto' llegó a la prensa internacional y fue traducido a innumerables idiomas, las revelaciones de Kruschev provocaron ondas de choque en los partidos comunistas de todo el mundo. Sus líderes —muchos de los cuales debían sus posiciones a Stalin, habían respaldado con entusiasmo los juicios de Moscú y justificado un sinfín de otros crímenes— se vieron repentinamente enfrentados a una oleada de preguntas por parte de sus miembros. En todo el mundo, se pedía que los jefes del Partido Comunista, que se habían hecho pasar por pequeños Stalin en sus propios países, dieran cuenta de su responsabilidad personal por lo que el Kremlin llamaba ahora 'violaciones de la legalidad revolucionaria'. ¿Durante cuánto tiempo habían engañado conscientemente a los miembros de sus propios partidos nacionales con información falsa?
Pero las preguntas que más asustaban a los líderes estalinistas eran las que surgían inexorablemente de la revelación irrefutable de los crímenes de Stalin: ¿Había tenido razón Trotsky? ¿No era necesario revisar todo el curso de la lucha que se había desarrollado dentro del Partido Comunista Soviético y la Tercera Internacional durante la última enfermedad de Lenin en 1923 y después de su muerte en 1924? ¿No había llegado el momento de publicar los discursos y escritos de Trotsky? ¿Trotsky y sus miles de seguidores que fueron víctimas del terror de Stalin deberían ser 'rehabilitados' y honrados como grandes revolucionarios?
Ninguna de estas preguntas pudo ser respondida afirmativamente por Kruschev o cualquier otro líder del Partido Comunista. La lucha política librada por Trotsky y la Oposición de Izquierda en las décadas de 1920 y 1930 nunca había sido simplemente contra Stalin como individuo. La crítica de Trotsky estaba dirigida a todo un régimen burocrático, que Stalin personificaba. El régimen estalinista, había explicado Trotsky, fue el producto de la usurpación del poder de la clase trabajadora por parte de la burocracia, que llevó a cabo sobre la base de la teoría antimarxista del 'socialismo en un solo país'. Los crímenes del régimen estalinista, incluidas sus traiciones conscientes y sistemáticas a la clase obrera internacional, tenían su origen en la defensa de los privilegios de una burocracia que funcionaba como el “gendarme de la desigualdad” dentro de la Unión Soviética. El llamamiento de Trotsky para la fundación de la Cuarta Internacional en 1933, tras el ascenso al poder de Hitler en Alemania (del que fueron responsables las políticas del Kremlin), coincidió con su reconocimiento de que el régimen estalinista no podía reformarse y que su derrocamiento por parte de los trabajadores. la clase en una revolución política era necesaria.
Ni el Kremlin ni los partidos nacionales estalinistas permitirían una discusión de la crítica de Trotsky, y mucho menos reconocer su posición correcta. De hecho, Maurice Thorez y Harry Pollitt, los secretarios generales de los partidos comunistas francés y británico, le habían suplicado a Kruschev que no rehabilitara a las víctimas de los juicios de Moscú. El PC británico, bajo Pollitt, había respaldado los juicios y ejecuciones fraudulentos. Para sofocar la creciente agitación dentro de las organizaciones estalinistas en todo el mundo, el Comité Central del Partido Comunista Soviético aprobó una resolución el 30 de junio de 1956, apenas cuatro meses después del discurso secreto de Kruschev, que intentó cerrar la discusión sobre los crímenes de Stalin y, sobre todo, sus causas políticas más profundas.
Pero la crisis dentro de las organizaciones estalinistas desencadenada por el discurso de Kruschev se intensificó masivamente por el estallido de protestas en Polonia y Hungría en el otoño de 1956. Las afirmaciones autocomplacientes del régimen del Kremlin, de que el proceso de desestalinización y auto reforma había completado, fueron destrozados por su decisión de enviar tanques a Budapest y reprimir brutalmente el levantamiento de la clase obrera húngara.
Si bien el Kremlin presentó su intervención en Hungría como la represión de una contrarrevolución fascista, estas mentiras fueron refutadas por los informes del periodista Peter Fryer, antiguo miembro del Partido Comunista británico, que había viajado a Hungría como corresponsal del periódico del partido, The Daily Worker. Porque sus informes contradecían la propaganda del Kremlin, fueron censurados por el PC británico. Cuando Fryer anunció su dimisión del Daily Worker, los estalinistas británicos respondieron con una cruel campaña de difamación. Con la esperanza de aislarlo, el Partido Comunista primero suspendió y luego expulsó a Fryer. Pero esta acción burocrática desacreditó aún más a la organización. En el lapso de varios meses, 7.000 personas, aproximadamente el 20 por ciento de sus miembros, habían dimitido del PC británico.
A pesar de su expulsión Hungarian Tragedy de Fryer, publicado en diciembre de 1956, resonó en las filas del Partido Comunista británico. Escribió sobre dos tragedias. La primera fue la de 'una revolución popular, un levantamiento masivo contra la tiranía y la pobreza que se había vuelto insoportable, siendo aplastada por el ejército del primer estado socialista del mundo'. [8]
Fryer rechazó las acusaciones mentirosas del Kremlin:
Vi por mí mismo que el levantamiento no fue organizado ni controlado por fascistas o reaccionarios, aunque es innegable que elementos reaccionarios trataban de controlarlo. Vi por mí mismo que las tropas soviéticas lanzadas a la batalla contra la “contrarrevolución” no lucharon en realidad contra los fascistas o reaccionarios, sino contra la gente común de Hungría: trabajadores, campesinos, estudiantes y soldados. El ejército que liberó Hungría en 1944-5 del dominio fascista alemán, que ahuyentó a los grandes terratenientes y capitalistas colaboradores e hizo posible la reforma agraria y el comienzo de la construcción socialista, este ejército ahora tenía que luchar contra los mejores hijos del pueblo húngaro. [9]
La invasión costó la vida a 20.000 húngaros y 3.500 rusos. Grandes sectores de Budapest fueron destruidos y decenas de miles resultaron heridos en los combates.
La segunda tragedia fue las consecuencias políticas a largo plazo de la intervención. Se borró la simpatía por la Unión Soviética, un legado de la liberación de Hungría de la ocupación nazi por el Ejército Rojo, y se reemplazó por el odio a Rusia y la desorientación extrema. Fryer escribió:
La mayoría de los húngaros, aunque no quieren regresar al capitalismo ni a los terratenientes, hoy detestan, y con razón, el régimen de pobreza, monotonía y miedo que se les ha presentado como comunismo. La responsabilidad de esto recae directamente sobre los hombros de los líderes comunistas, y principalmente sobre los de Rákosi, Farkas y Gerö, quienes prometieron al pueblo un paraíso terrenal y les dieron un estado policial tan represivo y reprobable como la dictadura fascista de preguerra del almirante Horthy. Los trabajadores fueron explotados, intimidados y mentidos. Los campesinos fueron explotados, intimidados y mentidos. Los escritores y artistas fueron metidos en las camisas de fuerza ideológicas más rígidas, y se les intimidó y se les mintió. Decir lo que uno piensa, hacer una pregunta incómoda, incluso hablar sobre cuestiones políticas en un lenguaje que no esté señalizado con la jerga monolítica familiar y segura, era correr el riesgo de caer en la trampa de la omnipresente policía secreta. El propósito de esta organización altamente remunerada era aparentemente proteger a la gente de los intentos de restauración del capitalismo, pero en la práctica protegía el poder de la oligarquía. Para ello utilizó los métodos más abominables, incluida la censura, el control del pensamiento, el encarcelamiento, la tortura y el asesinato. La tragedia fue que ese régimen se presentó como una sociedad socialista, como una 'democracia popular', como un primer paso en el camino hacia el comunismo. [10]
Fryer luego llamó la atención sobre otra tragedia, la de los comunistas británicos que habían visitado Hungría pero
no admitimos, ni siquiera ante nosotros mismos, la verdad sobre lo que allí ocurría, que defendíamos la tiranía con todo el corazón y el alma. Hasta que el XX Congreso del Partido Comunista Soviético nos quitó la venda de los ojos a medias admitimos lo que llamamos ciertos “aspectos negativos” de la construcción del socialismo. Confiábamos en que la sana crítica y la autocrítica permitirían superar estos “aspectos negativos”. Después del XX Congreso nos permitimos hablar de “errores”, “abusos”, “violaciones a la legalidad socialista” y, en ocasiones, muy atrevidas, “crímenes”. Pero todavía éramos víctimas de nuestro propio entusiasmo por ver surgir la nueva y brillante sociedad que tan desesperadamente queríamos ver en nuestra vida, y que nuestra propaganda nos decía que se estaba construyendo. [11]
Los trotskistas británicos responden a la crisis del estalinismo
Fue durante estos convulsivos meses a fines de 1956 que Peter Fryer conoció a Gerry Healy, el líder del movimiento trotskista en Gran Bretaña, que había sido expulsado del Partido Comunista Británico en 1937 por plantear preguntas sobre los juicios de Moscú. El movimiento trotskista era conocido como 'El Club' y trabajaba como una facción dentro del Partido Laborista. Como recordaba un relato de la crisis dentro del PC británico, Fryer se sintió atraído por Healy 'no solo porque tenía razón sobre Stalin, sino porque se jactaba de una teoría histórica que explicaba el estalinismo'. [12] Healy organizó la publicación de Hungarian Tragedy (La tragedia húngara) de Fryer como un folleto para su circulación entre los miembros del Partido Comunista.
La intervención del pequeño movimiento trotskista británico en la crisis del partido estalinista fue un logro político de importancia histórica. Gerry Healy aportó, sin lugar a duda, el impulso político y, hay que añadir, intelectual, esencial para esta intervención. Su papel fundamental no estaba simplemente determinado por su dinamismo personal, su determinación inquebrantable y su notable capacidad de oratoria, cualidades que incluso sus enemigos acérrimos se vieron obligados a reconocer. La más notable de las cualidades de Healy como líder, en este período crítico de su vida, fue su comprensión de que el esclarecimiento de los grandes problemas históricos planteados por Trotsky en la lucha contra el estalinismo es la base sobre la cual el nuevo partido socialista revolucionario de masas que hay que construir en la clase trabajadora, la Cuarta Internacional. Esta aclaración no era simplemente un 'aspecto' de la construcción del partido, al que debería prestarse atención cuando el tiempo lo permitiera. Healy insistía con frecuencia en que era la esencia misma de la construcción del partido revolucionario, porque era la base indispensable para la educación del cuadro revolucionario y de la clase obrera.
Además, El Club, a pesar de su pequeño tamaño y recursos financieros extremadamente limitados, había sido preparado políticamente para la crisis dentro del movimiento estalinista mundial por la lucha política que había estado librando dentro de la Cuarta Internacional durante los tres años anteriores.
La IV Internacional y la lucha contra el pablismo
En noviembre de 1953, diferencias políticas y programáticas irreconciliables culminaron en la división de la Cuarta Internacional en dos facciones en conflicto. Una facción, encabezada por Michel Pablo, secretario del Secretariado Internacional de la Cuarta Internacional, y Ernest Mandel, había llegado a la conclusión de que el análisis de Trotsky, desarrollado entre 1933 y 1938, del papel contrarrevolucionario de la burocracia estalinista soviética y sus partidos asociados había sido ambos reemplazados y refutados por el curso de la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas. La victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi y el establecimiento de 'democracias populares' en los 'estados tampón' de Europa del Este habían demostrado que el estalinismo tenía un papel revolucionario que Trotsky no había previsto. Estos 'estados obreros deformados' representaron, afirmaron Pablo y Mandel, un curso alternativo al socialismo, logrado bajo la égida de los partidos estalinistas.
Esta perspectiva revisionista fue elaborada en un documento escrito por Pablo y Mandel (quien entonces usaba el nombre partidario de “Germain”) que fue adoptado en el Noveno Pleno del Comité Ejecutivo Internacional de la Cuarta Internacional en 1951. Declaró:
Para nuestro movimiento, la realidad social objetiva consiste esencialmente en el régimen capitalista y el mundo estalinista. Además, nos guste o no, estos dos elementos constituyen en general una realidad social objetiva, ya que la abrumadora mayoría de las fuerzas que se oponen al capitalismo se encuentran ahora mismo bajo el liderazgo o la influencia de la burocracia soviética. [13]
Además, la escalada del conflicto entre el imperialismo estadounidense y la Unión Soviética conduciría a una nueva guerra mundial, que asumiría la forma de una revolución global liderada por los estalinistas, lo que resultaría en la creación de 'estados obreros deformados' que durarían siglos. Con una guerra cataclísmica entre el 'régimen capitalista' y el 'mundo estalinista' que se avecina, Pablo insistió en que no había justificación para la existencia independiente de la Cuarta Internacional:
No dejaremos de repetir, una y otra vez, que toda la táctica planteada por el Tercer Congreso Mundial de la Internacional en las diferentes categorías de países está ahora condicionada por nuestra estimación fundamental de que la situación internacional está evolucionando irreversiblemente en un período relativamente breve hacia una guerra mundial de un carácter determinado y dentro de una relación de fuerzas determinada ...
La diferencia entre nosotros y todos los demás, incluidos nuestros desertores, es que no hacemos esta observación pasivamente, no soñamos en el fondo de nuestra alma buscando otra evolución posible, más agradable, más fácil. Pero no queriendo adormecernos con ilusiones, intentamos actuar a partir de ahora en consecuencia de esta posición y en la práctica. [14]
Los trotskistas, en la medida en que tuvieran algún papel que desempeñar en el desarrollo de la “Guerra-Revolución” global, servirían como asesores de las organizaciones estalinistas, alentándolas a seguir un curso revolucionario como lo requieren los eventos objetivos. Por lo tanto, los trotskistas podrían cumplir mejor este modesto papel político liquidando sus propias organizaciones y entrando en los partidos estalinistas.
El conflicto político provocado por esta perspectiva fue llevado a un punto crítico por los acontecimientos en la Unión Soviética inmediatamente después de la muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953. Las medidas tomadas por los nuevos líderes del Kremlin para disminuir el estatus de dios de Stalin, el llamado a detener la grotesca campaña antisemita lanzada durante los últimos meses de la vida del dictador y reducir el nivel de represión estatal, fueron proclamados por Pablo y Mandel como signos de un progresivo proceso de auto reforma de la burocracia soviética. Esta fantasía se hizo añicos rápidamente por el brutal aplastamiento del levantamiento de la clase trabajadora en Berlín Oriental por parte de la burocracia estalinista gobernante, dirigida por Walter Ulbricht, en junio de 1953.
Con su apoyo, las facciones liquidacionistas se desarrollaron en secciones nacionales a lo largo de la Cuarta Internacional. En el partido de Estados Unidos, el SWP, la facción pablista liderada por Cochran y Clarke adoptó el lema: 'Desechar el viejo trotskismo'. En la sección británica de la Cuarta Internacional, la facción pablista, liderada por John Lawrence, exigió la disolución de El Club dentro del Partido Comunista.
La revisión del análisis de Trotsky sobre el papel del estalinismo fue un elemento crítico del ataque pablista al programa de la Cuarta Internacional. Pero su repudio al trotskismo abarcó los principios fundamentales del movimiento marxista: el papel decisivo del liderazgo y su lucha por la conciencia socialista en la clase trabajadora. Así lo explicó James P. Cannon en su discurso recapitulativo del 3 de noviembre de 1953 en el Comité Nacional del SWP, tras la expulsión de la facción Cochran-Clarke:
El liderazgo es el único problema sin resolver de la clase trabajadora del mundo entero. La única barrera entre la clase trabajadora del mundo y el socialismo es el problema no resuelto de liderazgo. Eso es lo que se entiende por 'la cuestión del partido'. Eso es lo que quiere decir el Programa de Transición cuando afirma que la crisis del movimiento obrero es la crisis del liderazgo. Eso significa que hasta que la clase obrera resuelva el problema de la creación del partido revolucionario, expresión consciente del proceso histórico, que puede llevar a las masas a la lucha, la cuestión permanece indecisa. Es la más importante de todas las cuestiones: la cuestión del partido.
Y si nuestra ruptura con el pablismo —como ahora lo vemos con claridad— si se reduce a un punto y se concentra en un punto, ese es: la cuestión del partido. Eso nos parece claro ahora, ya que hemos visto el desarrollo del pablismo en acción. La esencia del revisionismo pablista es el derrocamiento de esa parte del trotskismo que es hoy su parte más vital: la concepción de la crisis de la humanidad como la crisis de la dirección del movimiento obrero resumida en la cuestión del partido.
El pablismo apunta no solo a derrocar al trotskismo; su objetivo es derrocar esa parte del trotskismo que Trotsky aprendió de Lenin. La mayor contribución de Lenin a toda su época fue su idea y su lucha decidida por construir un partido de vanguardia capaz de conducir a los trabajadores en la revolución. Y no limitó su teoría al tiempo de su propia actividad. Se remonta a 1871 y dice que el factor decisivo en la derrota de la primera revolución proletaria, la Comuna de París, fue la ausencia de un partido de vanguardia marxista revolucionaria, capaz de dar al movimiento de masas un programa consciente y liderazgo resuelto. Fue la aceptación de Trotsky de esta parte de Lenin en 1917 lo que convirtió a Trotsky en un leninista.
Eso está escrito en el Programa de Transición, ese concepto leninista del papel decisivo del partido revolucionario. Y eso es lo que los pablistas están tirando por la borda a favor de la concepción de que las ideas, de alguna manera, se filtrarán en la burocracia traidora, los estalinistas o reformistas, y que de una forma u otra, “En el día del cometa”, la revolución socialista se realizará y llevará a cabo sin un marxista revolucionario, es decir, un partido leninista-trotskista. Esa es la esencia del pablismo. El pablismo es la sustitución del partido y su programa por un culto y una revelación. [15]
El 16 de noviembre de 1953, Cannon hizo pública su Carta Abierta a los trotskistas de todo el mundo pidiendo una decisiva ruptura política y organizativa con Pablo y el pablismo. En su carta, Cannon rechazó inequívocamente la revisión de Pablo de la evaluación trotskista del estalinismo que, escribió:
[A]trae a los trabajadores explotando el prestigio de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, para más tarde, traicionar su confianza y arrojarlos a los brazos de la socialdemocracia, a la apatía o de nuevo a las ilusiones del capitalismo. La pena por estas traiciones la paga el pueblo trabajador en forma de consolidación de fuerzas fascistas o monárquicas y nuevos estallidos de guerras propiciadas y preparadas por el capitalismo. Desde sus inicios, la Cuarta Internacional estableció como una de sus principales tareas el derrocamiento revolucionario del estalinismo dentro y fuera de la URSS. [16]
Una semana después, el 23 de noviembre de 1953, se adoptó una resolución anunciando la formación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional como el nuevo liderazgo de los trotskistas ortodoxos en todo el mundo, en oposición al Secretariado Internacional de Pablo. Gerry Healy fue uno de los cuatro signatarios de esta histórica resolución.
El movimiento trotskista británico surgió fortalecido políticamente de la escisión de 1953. Su defensa del análisis trotskista del estalinismo le permitió evitar valoraciones impresionistas de las luchas entre facciones dentro del Kremlin, en contraste con Pablo y Mandel, que especulaban sin cesar sobre las perspectivas de una u otra tendencia supuestamente progresista dentro de la burocracia (la de Malenkov o quizás Mikoyan). Los trotskistas británicos pusieron el énfasis en la crisis de todo el movimiento estalinista, basado en el reaccionario e inviable programa de “socialismo en un solo país” y su variante actualizada, la “convivencia pacífica” con el imperialismo.
Healy moviliza a los trotskistas británicos
Por lo tanto, los trotskistas británicos estaban preparados para la crisis de 1956. Healy recordaría más tarde la fría y lluviosa tarde del sábado a fines del invierno cuando escuchó por primera vez informes de que Khrushchev había denunciado a Stalin en un discurso ante el XX Congreso del Partido. Cuando finalmente se publicó el texto completo en la prensa británica, Healy reconoció de inmediato que el 'Discurso Secreto' marcó un punto de inflexión crítico en la lucha del movimiento trotskista contra el estalinismo. Por fin, la heroica lucha que había librado el 'Viejo' entre 1923 y 1940 contra la burocracia soviética y la 'Escuela de Falsificación de Stalin' se confirmaba directamente de la boca del caballo, o mejor dicho, de Nikita Khrushchev.
Healy sabía lo que tenía que hacer. Insistió en que los miembros de su pequeña organización compilaran una lista de todos los miembros del partido estalinista con quienes posiblemente podrían establecer contacto. Independientemente de lo que hubieran dicho sobre el trotskismo en el pasado, Healy dio instrucciones a los miembros del partido para que los visitaran y discutieran el discurso de Khrushchev. El propio Healy viajó por toda Inglaterra, Gales y Escocia, en tren y en automóvil, buscando a todos los que había conocido cuando era miembro del Partido Comunista, incluidos los antiguos 'camaradas' que habían votado a favor de su expulsión en 1937. Se puso en contacto con 'Viejos compañeros' de sus días en la Liga de la Juventud Comunista, algunos de los cuales habían llegado a posiciones altas y poderosas en el poderoso Congreso de Sindicatos (TUC).
Era un trabajo lento, difícil y, a menudo, frustrante. Hubo muchos dolores de cabeza, algunos sollozos e incluso alguna que otra disculpa por errores pasados. Healy visitó a un miembro del Partido Comunista con quien había trabajado en estrecha colaboración a principios de la década de 1930. El hombre se había negado a hablar con Healy después de su expulsión, e incluso lo acosaba públicamente como un fascista “mosleyista” cuando sus caminos se cruzaban en manifestaciones públicas. Ahora ocupaba uno de los puestos de liderazgo en el Sindicato de Trabajadores del Transporte y en General. Healy repasó párrafo por párrafo el discurso de Khrushchev. Cuando Healy terminó su revisión del discurso, el ahora poderoso dirigente sindical respondió: 'Bueno, Gerry, supongo que tenías razón todos estos años'. Pero no estaba dispuesto a exigir la rehabilitación de Trotsky, y mucho menos a romper públicamente con los estalinistas. Su posición en el sindicato dependía del apoyo de la dirección del Partido Comunista.
A pesar de las muchas dificultades, Healy y El Club lograron establecer una presencia significativa entre el creciente número de disidentes serios dentro del Partido Comunista, incluso antes de la invasión de Hungría. Entre los intelectuales del PC ganados por Healy al trotskismo estaban Tom Kemp y Brian Pearce. Healy y El Club también plantearon los problemas históricos cruciales dentro del Partido Laborista, ganando apoyo entre aquellos que buscaban una alternativa revolucionaria al reformismo socialdemócrata.
Continuará
Notas:
[1] Cliff Slaughter, un nuevo partido para el socialismo: ¿por qué? ¿Cómo? ¿Por quién? ¿En qué programa? Respuestas a algunas preguntas candentes y algunas preguntas nuevas (Londres: Workers Revolutionary Party, 1996), pág. 68.
[2] Workers Press, 18 de noviembre de 1974, pág. 12.
[3] Barbara Slaughter, correo electrónico a David North, 27 de julio de 2021.
[4] Barbara Slaughter, correo electrónico a David North, 26 de julio de 2021.
[5] Barbara Slaughter, Comentarios al inaugurar el congreso fundador del Partido Socialista por la Igualdad (EE. UU.), Julio de 2008.
[6] https://www.marxists.org/archive/khrushchev/1956/02/24.htm
[7] Ibíd.
[8] https://www.marxists.org/archive/fryer/1956/dec/introduction.htm
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Esta cita proviene de una revisión de La muerte del tío Joe por Alison Macleod, publicada por la revista Revolutionary History, Volumen 7, No. 2. Macleod, quien escribió para el Daily Worker desde 1944 hasta su renuncia en 1957, permaneció amargamente hostil al trotskismo y a Gerry Healy. Esto hace que su reconocimiento de la influencia de Healy en Fryer, un hecho que Macleod deplora, sea aún más significativo. El crítico también fue hostil con Healy, a quien se refiere como el Mefistófeles de Fryer. https://www.marxists.org/history/etol/revhist/backiss/vol7/no2/heisler.html
[13] Citado en David North, The Heritage We Defend, en el capítulo titulado “La naturaleza del oportunismo pablista” (https://www.wsws.org/en/special/library/heritage/15.html)
[14] “Por un giro decisivo en Francia”, International Information Bulletin, noviembre de 1952, pág. 5.
[15] James P. Cannon, Speeches to the Party (Nueva York: Pathfinder Press, 1973), págs. 181-1882.
[16] Cliff Slaughter, ed., Trotskismo versus revisionismo: una historia documental (Londres: New Park Publications, 1974), vol. 1, La lucha contra el pablismo en la Cuarta Internacional, págs. 298-301.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de agosto mayo de 2021)