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Perspectiva

El capitalismo estadounidense normaliza las muertes masivas

Veintidós meses desde la aparición del COVID-19, no se vislumbra el final de la pandemia, que sigue matando a una escala masiva.

El centro de la pandemia nuevamente es Estados Unidos, donde la cifra oficial de muertes superó esta semana las 700.000. Más de 9,1 millones de años de vida se han perdido por el COVID-19 en EE.UU., según un estudio publicado esta semana en los Annals of Internal Medicine.

Procesión de vehículos frente a fotografías de las víctimas del COVID-19 en Detroit, 31 de agosto de 2020, Belle Isle, Detroit (AP Photo/Carlos Osorio) [AP Photo/Carlos Osorio]

El lunes, 935 personas perdieron sus vidas; el martes, 2.152; el miércoles, 2.228; y el jueves, 1.944. Desde inicios de la semana, en tan solo cuatro días, falleció la cantidad impactante de 7.000 personas. Solo en el último mes, 51.000 personas han muerto en hospitales saturados, casas de habitación y hogares de ancianos.

El 4 de julio, el presidente estadounidense Joe Biden declaró la “independencia” respecto a la pandemia de COVID-19, afirmando: “Podemos vivir nuestras vidas, nuestros niños pueden volver a las escuelas, nuestra economía está recuperándose con un rugido”. Biden desalentó el uso de mascarillas y urgió a las personas vacunadas a que dejen de practicar el distanciamiento social, alegando que la pandemia había prácticamente acabado. Desde entonces, más de 80.000 estadounidenses han muerto por la pandemia.

Pero al ritmo actual de decesos, con un promedio de 1.726 por día, más de 300.000 personas fallecerán en los próximos seis meses, lo que llevaría el total oficial en EE.UU. a más de un millón.

Entre los muertos, hay 480 niños, incluyendo 20 en solo la última semana. Y más de 100.000 niños han perdido a un cuidador durante la pandemia, según un estudio publicado en julio.

En todo el país, desde Wisconsin a California, las unidades de cuidados intensivos están a capacidad. Los hospitales están emitiendo protocolos de emergencia para que los enfermeros y doctores tomen la decisión horrenda de determinar quién vivirá y quién morirá debido a la escasez de respiradores y otros equipos vitales.

Una de cada tres personas infectadas con COVID-19 sufrirán “COVID largo”, con síntomas que perduran más de dos semanas. Para cientos de miles, esto significará una condición permanente: fatiga crónica, dolor y deterioro cognitivo de largo plazo, incluso para toda una generación de niños.

Pero, mientras mueren más de 2.000 personas a diario, un ritmo más rápido que cualquier guerra combatida por EE.UU., la élite política estadounidense está declarando que la pandemia prácticamente acabó. “Mientras ponemos fin a esta pandemia, debemos prepararnos para la siguiente”, tuiteó la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris el martes.

Hablar del “fin” de la pandemia de COVID-19 cuando mueren 2.000 personas a diario es desquiciado. Pero en la macabra lógica de la clase gobernante estadounidense, “finalizar” la pandemia significa simplemente ignorarla. El nivel de decesos en EE.UU. será tratado como la “nueva normalidad”.

Lo que está ocurriendo es una normalización horrenda de la muerte.

En el país capitalista más rico y poderoso del mundo, casi un millón de personas ha muerto por una enfermedad prevenible. Estas muertes fueron el resultado de las mentiras y encubrimientos del Gobierno de Trump y el Congreso, que engañó y desarmó al público ante la propagación de la enfermedad por todo el país en enero y febrero.

El 14 de mayo de 2020, el Subcomité de Salud del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes celebró una audiencia sobre “La integridad científica en respuesta al COVID-19”, en la que el denunciante Rick Bright fustigó la respuesta del Gobierno de Trump a la pandemia. Bright declaró que “los oficiales de salud pública estaban completamente conscientes de la aparición de la amenaza del COVID-19 a inicios de enero de 2020”. Pero el Gobierno estadounidense “tenía la intención de minimizar la amenaza catastrófica”.

Sería la primera, última y única audiencia de este tipo. Si bien el Congreso seguiría citando a los oficiales de salud pública para que rindieran testimonio, sería dentro del marco de planes cada vez más acelerados para reabrir las escuelas y los negocios. No hubo ningún esfuerzo para investigar las acusaciones de Bright: que hubo un encubrimiento sistemático, involucrando a demócratas y republicanos, que desarmó la respuesta estadounidense a la pandemia.

La negativa a investigar la respuesta a la pandemia ha perdurado bajo el Gobierno de Biden, que intentó ganarse al público estadounidense a partir de la hostilidad popular al manejo desastroso de la pandemia bajo el Gobierno de Trump.

A pesar de la magnitud del desastre, no ha sido el tema de ninguna investigación pública seria, incluso cuando había evidencia clara de actos indebidos, como la venta de acciones por parte de miembros del Congreso informados sobre la pandemia, cuya revelación obligó al presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Richard Burr, a renunciar a su puesto.

El fracaso de someter a nadie a un rendimiento de cuentas por la respuesta desastrosa a la pandemia es intencional. Desde el punto de vista de la clase gobernante, las acciones que han contribuido a un nivel masivo de muertes no fueron errores. Por eso no ha habido investigaciones y nadie ha tenido que rendir cuentas: esta es la política promovida por toda la clase gobernante y todo el sistema capitalista.

En la medida en que se ha atribuido alguna culpabilidad, ha sido a raíz de un mito que exime la respuesta de EE.UU. Este es el origen de la mentira de una “fuga de laboratorio” que busca culpar a China por la pandemia del COVID-19.

El encubrimiento del Gobierno de EE.UU. fue parte de la política de “inmunidad colectiva”, que sigue siendo la política actual. “Los bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos jóvenes, personas de mediana edad sin condiciones, etc. enfrentan un riesgo nulo o pequeño… así que los usamos para desarrollar [inmunidad] colectiva… queremos que se infecten”, escribió el oficial Paul Elias Alexander del Gobierno de Trump.

Esta fue la misma política que llevó al primer ministro británico Boris Johnson a declarar el año pasado: “no más confinamientos, dejen que los cuerpos se apilen por miles”.

En la medida en que la clase gobernante tiene una estrategia para responder a la pandemia, ha sido permitir el contagio masivo de la población. En combinación con la inmunidad generada de las vacunas, supuestamente esto prevendrá nuevos rebrotes grandes. Esto significa que el COVID-19 se volverá endémico en la población, matando quizás a varios cientos de miles de personas cada año.

Este escenario “optimista” depende de la plegaria de que no aparezca una nueva variante de COVID-19 que, como la variante delta, conduzca a un repunte de casos y muertes.

La habilidad del capitalismo estadounidense para aceptar y “normalizar” las muertes masivas debe ser tratada como una advertencia. Todos los argumentos de que una guerra nuclear es inconcebible porque la sociedad no está preparada para aceptar la pérdida de millones de vidas ha quedado refutada por la respuesta a la pandemia. Si la clase gobernante estadounidense está preparada para aceptar la pérdida de un millón de vidas por una enfermedad prevenible, aceptará las muertes de decenas de millones en una guerra nuclear. Como comentó Bloomberg News el año pasado:

Sí, Estados Unidos ha estropeado su respuesta al COVID-19. Al mismo tiempo, su experiencia muestra que EE.UU. como una nación puede realmente tolerar bajas, de hecho, demasiadas. Por mucho, la doctrina estándar china ha sido que los estadounidenses son “débiles” y reacios a aceptar grandes riesgos. Si fueras un planificador de guerra de China, ¿reconsiderarías esa presunción?

Si bien todo el orden capitalista apoya la política de “inmunidad colectiva”, la clase obrera no puede aceptar la ola continua de muertes masivas. Necesita intervenir, tanto en EE.UU. como en el resto del mundo, para poner fin a la pandemia, para exigir y hacer valer las medidas necesarias de salud pública para erradicar el virus.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de septiembre de 2021)

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