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Perspectiva

La élite gobernante australiana y neozelandesa exige que la población “viva con” el COVID-19

Las experiencias en la región de Asia-Pacífico están demostrando que la erradicación del COVID depende del desarrollo de un movimiento independiente de la clase obrera internacional, que luche por un programa científico que priorice la salud y seguridad, no las ganancias capitalistas. Con una rapidez extraordinaria, los países presentados como “historias de éxito” están deshaciéndose de las medidas de seguridad anteriores y adoptando políticas de “dejar que haga estragos” que han resultado en un desastre internacionalmente.

Scott Morrison y Jacinda Adern (Fuente: Scott Morrison, Facebook)

En Australia, donde el virus ha sido eliminado repetidamente, los Gobiernos están apurándose para “reabrir la economía” en medio del peor brote de COVID en el país.

En Nueva Zelanda, uno de los pocos países que ha mantenido una estrategia de eliminación a lo largo de toda la pandemia, la primera ministra Jacinda Adern anunció ayer que su Gobierno “hará una transición a una nueva forma de hacer las cosas”, basad en el hecho de que la variante delta es un “punto de inflexión”.

El New York Times, en nombre de los bancos y las corporaciones de Wall Street, inmediatamente reportó el anuncio, declarando que, “Por un año y medio, Nueva Zelanda ha perseguido una estrategia de “cero Covid”, cerrando sus fronteras y aplicando prontamente confinamientos para mantener el coronavirus bajo control, una política que mantuvo incluso cuando los otros países de la región de Asia-Pacífico procedieron a coexistir con la amenaza viral. El lunes, Nueva Zelanda se rindió”.

Esto es parte de un giro más amplio, señaló el Times, haciendo referencia a la campaña para poner fin a los confinamientos en Australia y a la situación en Singapur, donde el final de la estrategia gubernamental de sofocar el virus llevó a un importante brote. “El cambio en la estrategia de Singapur y otros países en la región ha dejado a China quizás como el último país grande que mantiene el enfoque de cero Covid”, declaró.

Con un claro tono triunfal, el Times celebró el hecho de que estos países están adoptando las mismas políticas impulsadas por el afán de lucro que han resultado en contagios y muertes masivas en todo el mundo.

Los contagios se dispararon en Reino Unido desde que se eliminaron todos los esfuerzos de mitigación el “Día de la Libertad” en julio, alcanzando las tasas de mortalidad actuales que cuadran con la declaración del primer ministro Boris Johnson de que 50.000 muertes anuales por el virus serían “aceptables”. En Estados Unidos, miles de personas mueren cada puñado de días, mientras que las unidades pediátricas de los hospitales están abrumadas ante el contagio de 200.000 niños o más cada semana, muchos de los cuales contrajeron el virus en escuelas que están funcionando como caldos de cultivo letales.

Las cifras de casos varían en los países de Asia-Pacífico que cambiaron recientemente su política. En Australia y Singapur hay miles de contagios activos, mientras que en Nueva Zelanda solo hay cientos. No obstante, la trayectoria es la misma apenas se adopta la política “de vivir con el virus”: contagios, hospitalizaciones y muertes a escala masiva.

Esto ya ha quedado demostrado por los acontecimientos en Australia. Los Gobiernos del país nunca buscaron la erradicación, rechazándola en las primeras etapas de la pandemia por ser demasiado costosa. Sin embargo, en los últimos 18 meses, se han visto obligados repetidamente a establecer confinamientos y otras restricciones de seguridad.

Esto ha sido en gran parte el resultado de las demandas de los maestros, el personal sanitario y otros sectores de la clase trabajadora, y debido a que el sistema hospitalario, que carece de fondos, se encuentra en una situación tan lamentable que no puede hacer frente ni siquiera a un brote limitado de COVID-19. El país también está aislado hasta cierto punto por su geografía y estrictas restricciones fronterizas. La transmisión del virus se eliminó repetidamente, gracias a que millones de trabajadores acataron el distanciamiento social e hicieron sacrificios para garantizar la salud pública.

En muy poco tiempo, la situación se ha invertido. El país pasó de no tener ningún caso de transmisión comunitaria a principios de junio, a más de 84.000 en los tres meses y medio transcurridos, junto con 447 muertes. Más de una cuarta parte de todas las muertes desde que comenzó la pandemia se han producido desde finales de agosto.

El aumento ha sido el resultado de que los Gobiernos, especialmente en el estado de Nueva Gales del Sur (NSW), se resistieron a los llamamientos de los epidemiólogos para que se cerraran las puertas a tiempo, y en su lugar se prepararon para una “reapertura”. Incluso una vez impuestas las restricciones, la mayoría de los lugares de trabajo permanecieron abiertos, lo que hizo que los contagios y las muertes se concentraran en los suburbios de clase trabajadora de Sídney y Melbourne.

En brotes anteriores, los Gobiernos habían declarado que no es seguro poner fin a los confinamientos antes de que la transmisión comunitaria se redujera a cero o casi. Ahora, ocurre lo contrario. Cuanto más alto es el número de casos, más estridentemente insisten en que se levanten los confinamientos y las otras restricciones lo antes posible, basándose en los mismos niveles de inoculación que no han logrado detener los brotes en países como Singapur e Israel.

La semana pasada, el primer ministro Scott Morrison anunció que los viajes internacionales se reanudarían en noviembre, antes de lo previsto, como punta de lanza de una reapertura mucho más amplia.

El anuncio se hizo días después de que un artículo del diario británico Financial Times (FT) declarara que “Australia está cometiendo 'grandes errores' al no reabrirse al mundo, y varios líderes empresariales acusaron al Gobierno de anteponer la política a la ciencia antes de unas inminentes elecciones generales”. Este portavoz principal del capital financiero destacó las declaraciones de los jefes empresariales, que estaban “cada vez más hartos de las políticas de confinamiento ante el COVID-19” y “han dicho que la nación tendrá que aprender a 'vivir con el virus', como han hecho muchos otros países”.

Son estos intereses lucrativos los que están determinando la política del Gobierno. En Nueva Gales del Sur, el confinamiento limitado finalizará el próximo lunes, a pesar de que los contagios siguen acercándose a los mil al día. La reapertura total está prevista para noviembre-diciembre. El Gobierno laborista de Victoria ha adoptado una “hoja de ruta” casi idéntica, a pesar de que las infecciones en el estado alcanzaran un récord de más de 1.700 al día, incluyendo un aumento del 50% en un periodo de 24 horas la semana pasada.

Con el sistema sanitario ya sumido en una crisis sin precedentes, los modelos epidemiológicos oficiales de los Gobiernos de Nueva Gales del Sur y Victoria predicen que la reapertura probablemente “desbordará” sus hospitales. Se están preparando para poner en marcha un “sistema de triaje”, según el cual se denegaría la atención a algunos pacientes en estado crítico. Los expertos médicos han advertido de que los protocolos llevarían a dejar morir a personas con un ochenta por ciento de posibilidades de sobrevivir si fueran tratadas.

Las clases presenciales se reanudarán masivamente en ambos estados este mes, a pesar de que el 30% de todos los casos en Nueva Gales del Sur se han producido entre niños y adolescentes y miles de jóvenes más se han infectado en Victoria, durante un periodo en el que la mayor parte de las clases se ha realizado por Internet.

Como ocurre a nivel internacional, este programa está provocando una amplia oposición. Miles de profesores y estudiantes han acudido a las redes sociales y han hecho peticiones, condenando la reapertura de las escuelas. Los trabajadores de la salud han escrito cartas abiertas, denunciando que las políticas oficiales crean las condiciones para muertes masivas.

Son estos sentimientos contra los que arremeten los distintos jefes de empresa. En innumerables editoriales de los últimos meses, la prensa económica ha insistido en que los Gobiernos deben enfrentarse a la oposición de los trabajadores y los jóvenes. Como declaraba un comentario en el Australian, era necesario cambiar la “mentalidad australiana” y forzar el fin de la “adicción popular al confinamiento”.

En esto, los sindicatos han desempeñado un papel fundamental. Se han unido a las corporaciones para asegurar que los lugares de trabajo permanezcan abiertos durante la pandemia, han presionado para que “sus” industrias queden exentas de las medidas de cierre, y están tratando de suprimir cualquier movilización contra las políticas oficiales ante la pandemia.

Hay que sacar lecciones críticas. De una forma u otra, todos los Gobiernos capitalistas están virando hacia las políticas de “inmunidad colectiva” y muerte. Los acontecimientos en Asia-Pacífico están demostrando gráficamente la bancarrota de las estrategias oficiales destinadas a mitigar los impactos del virus, sin buscar su erradicación, y la imposibilidad de mantener un programa de eliminación en el marco del sistema capitalista.

La lucha por la erradicación del virus, que los epidemiólogos han explicado que es posible y necesaria, depende del desarrollo de un movimiento independiente de la clase obrera que haga valer los derechos sociales de la población, incluidos los de la salud y la vida, por encima del lucro privado. La huelga escolar del 1 de octubre en Reino Unido, que obtuvo el apoyo de miles de profesores, padres, estudiantes y trabajadores de todo el mundo, señala el camino a seguir.

El 24 de octubre, el WSWS celebrará un seminario web internacional en línea en el que participarán destacados científicos y trabajadores implicados en esta lucha, para “explicar los argumentos a favor de la erradicación y proporcionar al público los conocimientos críticos necesarios para desarrollar un movimiento amplio e internacional que ponga fin a la pandemia y reclame el futuro”.

(Publicado originalmente en inglés el 5 de octubre de 2021)

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