El domingo, el New York Times publicó una importante investigación intitulada “Los archivos de víctimas civiles', la cual lleva cientos de documentos confidenciales del Pentágono. Estos revelan bombardeos aéreos estadounidenses en Irak y Siria que se han cobrado la vida de miles de civiles y que el ejército ha encubierto sistemáticamente.
“Los archivos de víctimas civiles” son evidencia de extensos crímenes de guerra. Revelan que el ejército estadounidense, bajo los Gobiernos de Obama y Trump, asesinaron deliberadamente a civiles, incluso a niños. Los documentos del Pentágono son testimonio de un desprecio escalofriante hacia la vida humana.
La principal autora e investigadora, Azmat Khan, profesora asistente del posgrado en periodismo de la Universidad de Columbia, pasó cinco años desvelando la historia. Presentó solicitudes en virtud de la Ley de Libertad de Información de reportes sobre el proceso de examen interno del Pentágono. Cuando le negaron esas solicitudes, presentó demandas contra el Departamento de Defensa y el Comando Central de EE.UU., exigiendo la liberación de los documentos.
Cuando el ejército estadounidense recibe una acusación de una fuente externa de que hubo civiles afectados por un bombardeo, se inicia un proceso de examen interno formal y se presenta un reporte final. Hubo 2.866 reportes sobre bombardeos en Irak y Siria entre septiembre de 2014 y enero de 2019. Antes de “Los archivos de víctimas civiles”, tan solo habían publicado “poco más de una docena” de ellos. El Times recibió 1.311 reportes, cientos de los cuales ya fueron publicados.
Khan corroboró los reportes con testimonios de testigos en el terreno, viajando a más de 100 sitios donde se reportaron víctimas civiles en Irak, Siria y Afganistán para investigar a los sobrevivientes. Descubrió que “muchas acusaciones de víctimas civiles fueron incorrectamente rechazadas… [e] incluso cuando las muertes civiles fueron reconocidas, se reportaron cifras significativamente menores a las reales”.
Por ejemplo, su investigación descubrió que más de 120 civiles murieron en un solo ataque aéreo en julio de 2016 en la aldea de Tokhar al norte de Siria. El ejército estadounidense alegó que estaba atacando al Estado Islámico, pero frente a la evidencia de que las víctimas eran agricultores, admitió haber matado a 24 en total.
El reporte militar sobre la masacre de Tokhar indica que “no hay evidencia de negligencia ni actos indebidos” y que “no hay que tomar medidas adicionales”. No se ha hecho ningún pago a ninguno d ellos sobrevivientes. Esta es la norma de todos los reportes, que en su conjunto constituyen un encubrimiento masivo.
Ningún reporte contiene el hallazgo de actos indebidos ni recomendaciones para acciones disciplinarias. En muchos casos, “la unidad que ejecutó el bombardeo termino investigándolo”. Un analista de videos de drones que habló anónimamente con el Times reportó que “los superiores frecuentemente decían, ‘apunten las cámaras hacia otro lugar’”. En muchos casos, los reportes indican que hubo “errores de equipo” para explicar la falta de cualquier grabación.
El Times informó que descubrieron “la muerte de miles de civiles, muchos de ellos niños”. Los datos de los informes del Pentágono afirmaban que fallecieron o resultaron heridos niños en el 27 por ciento de los ataques aéreos que causaron víctimas civiles; la verificación sobre el terreno de Khan descubrió que la cifra era del 62 por ciento.
Khan resumió sus conclusiones: “Lo que se desprende de las más de 5.400 páginas de registros es la aceptación institucional de un inevitable número de víctimas colaterales. En la lógica de los militares, un ataque, por muy mortal que sea para los civiles, es aceptable siempre que se haya decidido y aprobado adecuadamente –la proporcionalidad entre el beneficio militar y el peligro para los civiles— de acuerdo con la cadena de mando”.
Dicho más claramente, los informes revelan que los militares estadounidenses eligen deliberadamente matar a civiles, incluidos niños, y emplean un brutal cálculo táctico que ponen por escrito en cada informe. Cada informe revela, en una combinación de acrónimos burocráticos y vulgaridades gruñonas, que Washington considera a la población de Oriente Próximo como lastre en el camino del imperio.
Los edificios y los vehículos se evalúan con una “inclinación”, por ejemplo, “inclinación de edificio 4/1/3” es un edificio con cuatro hombres, una mujer y tres niños. A los que huyen de un sitio bombardeado se les llama “squirters” [chorreados], y a menudo son perseguidos por drones y se les dispara.
Un registro de las comunicaciones por chat de los operadores que pilotaban drones en Mosul recoge que, cuando dispararon contra un edificio en el que sabían que había niños, preguntaron cuánto “tiempo de juego” les quedaba a sus drones, porque el lugar estaba realmente “revuelto”. Murieron ocho civiles de tres familias.
Estos registros se redactan con siglas burocráticas opacas: “Se produjo un incidente CIVCAS”. Cada informe tiene tres posibles conclusiones, con casillas de verificación adjuntas: “El informe de la víctima es creíble, realice una investigación adicional”; “Es creíble, sin embargo, ordeno que no se investigue”; y “No es creíble”.
Un informe seleccionado al azar dice: “Concluyo que el número de civiles muertos fue de 25”. ¿La conclusión? Creíble, no hay más investigación.
Un informe considerado “no creíble”, elegido al azar, muestra que se informó de la muerte de entre seis y diez civiles, incluidos niños, en Raqqa el 16 de agosto de 2017. El informe de página y media desestima la afirmación. Ese día se llevaron a cabo demasiados ataques aéreos para delimitar una investigación, por lo que se declaró que no era razonable hacer una evaluación de la credibilidad.
El trabajo con los informes del Pentágono revela que los militares estadounidenses emplean un cálculo de asesinato mediante el cual evalúan cuántos civiles están dispuestos a matar por un objetivo concreto.
El 20 de marzo de 2017, Washington bombardeó una fábrica en un denso barrio residencial en Tabaqa, Siria, sabiendo que empleaba a niños. El informe dice “La TEA [Autoridad para Atacar Objetivos, por sus siglas en inglés] determinó que el valor militar anticipado de atacar este objetivo justificaba un umbral de bajas de [redactado] dada la función del objetivo... derivado de las predicciones de la tabla de densidad de población... evaluó que los daños colaterales de hasta [redactado]”. Se determinó que el número de muertos tolerable redactado no superaba el “máximo de no combatientes y civiles” no especificado. Hubo al menos 10 víctimas civiles, incluidos niños.
Sin embargo, la elección de matar civiles no es simplemente una cuestión de estimación de muertes. Los informes revelan que los militares estadounidenses eligieron deliberadamente lanzar bombas sobre niños que veían en las cámaras. En un segmento especialmente impactante de su artículo sobre el “costo humano”, Khan describe cómo el ejército estadounidense bombardeó a sabiendas a unos niños que jugaban en un tejado, matando a una familia de 11 miembros. No había presencia del Estado Islámico.
“Los archivos de víctimas civiles dan una idea de la inmensa barbarie del imperialismo estadounidense. Miles y miles de civiles han sido asesinados, familias y hogares aniquilados en un ataque aéreo tras otro.
Las bombas estadounidenses provocaron un incendio en un complejo de apartamentos al norte de Bagdad en el que murieron 70 personas. Khan entrevistó a una anciana en un “campo de desplazados” que informó de que sus tres nietos, de 3, 12 y 13 años, murieron en el incendio. Las bolsas blancas de “explosivos” resultaron ser algodón de una desmotadora; nueve trabajadores murieron. Un ataque aéreo mató a un hombre que, según se informó, llevaba un “objeto pesado desconocido”, pero más tarde se reveló que se trataba de “una persona de baja estatura”, que es como el Pentágono describe a un niño cargado por su padre al que han incinerado. Un ataque aéreo contra el vehículo de una familia que huía del Estado Islámico mató a siete personas; la madre fue “quemada en el asiento, sosteniendo aún a su hijo pequeño en el regazo”.
La esposa de Qusay Saad, su hijo de cuatro años y su hija de 14 meses se encuentran entre los ocho civiles que murieron cuando la escuela donde se refugiaban fue blanco de un ataque aéreo de precisión en Mosul en enero de 2017. Dijo al Times: “Lo que ocurrió no fue una liberación. Fue la destrucción de la humanidad”.
Los informes publicados por los militares se refieren a Irak y Siria, y todavía no se ha facilitado ninguno sobre Afganistán. Fue necesaria la ignominiosa salida del ejército estadounidense de Afganistán para que Khan pudiera empezar a averiguar sobre las víctimas civiles en ese país. Escribe: “La guerra más larga de Estados Unidos fue, en muchos sentidos, la menos transparente. Durante años, estos campos de batalla rurales estuvieron en gran medida fuera del alcance de los periodistas estadounidenses. Pero después de que los talibanes volvieran al poder en agosto, el interior de Afganistán se abrió”. En una sola aldea descubrió que “en promedio, cada hogar perdió a cinco miembros civiles de la familia. Una abrumadora mayoría de estas muertes fueron causadas por ataques aéreos”.
El presidente Barack Obama se jactó en 2016 de que “estamos llevando a cabo la campaña aérea más precisa de la historia”. Hay algo de verdad en esto. La matanza de Washington de miles de civiles en Oriente Próximo no es el resultado de una imprecisión técnica en los objetivos. Expresa, más bien, la voluntad fríamente calculada de matar a cualquiera, incluso a niños, si obstruyen los objetivos tácticos del imperio estadounidense.
“Los archivos de víctimas civiles” son la exposición más importante hasta ahora publicada de las guerras de Washington en Oriente Próximo como una serie ininterrumpida de crímenes de guerra. Demuestra que la barbarie sacada a la luz por primera vez por Julian Assange de hecho conforma los cimientos del imperio estadounidense. La valentía y principios de Assange al documentar fueron recompensados con su persecución y encarcelamiento. Los mismos criminales a los que desenmascaró tratan de extraditarlo a Estados Unidos.
El material publicado en el Times es motivo suficiente para que se presenten cargos por crímenes de guerra contra Obama, Trump y sus altos mandos militares, y para que Julian Assange sea liberado y aclamado públicamente como un héroe.
Las impactantes cifras de “Los archivos de víctimas civiles” siguen siendo, sin embargo, una gran subestimación, ya que Khan solo pudo documentar una fracción del número de muertos. Los escombros producidos por las bombas estadounidenses en Siria e Irak han cubierto los cadáveres de muchos más civiles que los miles expuestos en este informe.
El informe del Times ha sido recibido con un silencio casi total. No se ha pedido una investigación del Senado. La clase dirigente estadounidense ya no puede reunir ni siquiera la pretensión de asombro. Está presidiendo activamente muertes masivas dentro del propio Estados Unidos.
Existe una conexión directa entre las décadas de políticas homicidas de Washington en Oriente Próximo y la absoluta indiferencia del capitalismo estadounidense hacia las vidas humanas dentro de Estados Unidos. Los mismos cálculos bárbaros están en juego. En menos de dos años, 800.000 personas han muerto de COVID-19 en Estados Unidos, pero ni Trump ni Biden harán nada para detener la propagación de la pandemia. Las medidas científicamente necesarias –cierres de todos los lugares de trabajo no esenciales y escuelas, subsidios masivos para abastecer a la población— pondrían en peligro la generación de ganancias.
Los capitalistas, al igual que los mandos militares que avanzan sus intereses, hacen un recuento de las víctimas aceptables y apuntan a los niños. La muerte masiva es aceptable para la clase dominante, incluso la agradecen, siempre que garantice el crecimiento ininterrumpido de los mercados financieros.
(Publicado originalmente en inglés el 22 de diciembre de 2021)