Mientras la variante ómicron de COVID-19 se propaga por todo EE.UU., está conduciendo a un aumento en casos, muertes y hospitalizaciones.
En la actualidad, la cifra oficial de muertes por la pandemia alcanzará 875.000 en el país, después de que un total pasmoso de 45.000 personas murieran en solo el último mes. La verdadera cifra de muertes, según las estadísticas de “exceso de mortalidad” de The Economist, supera el millón de víctimas.
En promedio, 2.000 estadounidenses están falleciendo a diario por esta enfermedad prevenible. Los decesos diarios han alcanzado picos de hasta 2.700 algunos días. Los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC) proyectan que la cifra de muertes alcance un promedio de 3.000 por día en las próximas semanas, a medida que los hospitales se ven cada vez más inundados de pacientes.
La ola de ómicron ha sido mucho más peligrosa en niños que cualquier otra en la pandemia. En solo los últimos seis días, 42 niños han muerto por COVID-19, un ritmo de 7 por día. Esto es aproximadamente el doble que el ritmo de muertes durante el pico de la ola de la variante delta el otoño pasado, que mató a más de 500 niños en EE.UU. En total, 1.127 niños han fallecido por el virus en el país, según cifras de los CDC. Una cantidad innumerable de otros niños, cuyos casos se describen como “leves”, sufren el impacto del COVID persistente.
Desde que se detectó el primer caso de ómicron a inicios de diciembre, las hospitalizaciones de COVID-19 se han multiplicado por cuatro, según las cifras de los CDC citadas por The Economist. En Nueva York, el estado más golpeado, las hospitalizaciones de niños aumentaron siete veces entre la semana del 5 al 11 de diciembre y la semana del 2 al 8 de enero.
En la población general, las personas hospitalizadas por COVID-19 a nivel nacional alcanzaron 154.208, casi 25.000 más que en cualquier otra ola.
El aumento masivo de casos, hospitalizaciones y muertes es el resultado de la decisión del gobierno de Biden de abandonar todas las medidas para detener la propagación de la enfermedad. El mes pasado, el gobierno acortó los requisitos de aislamiento para los trabajadores infectados a cinco días, obligando a los trabajadores contagiosos a volver al trabajo para infectar a otros.
En los hospitales, algunos de los cuales están instando a los trabajadores infectados a trabajar sin ningún período de aislamiento, la transmisión del COVID-19 dentro del hospital se ha multiplicado por cuatro.
En todas las redes sociales, cada día se reportan experiencias y condiciones horrendas para los trabajadores de la salud, los educadores y los trabajadores en otras industrias.
Los docentes, quienes fueron obligados a regresar a las aulas bajo el argumento de que los recintos escolares y universitarios son seguros, informan que sus estudiantes se están enfermando y están propagando el COVID-19 a sus familiares. Una docente psicóloga de Nueva Jersey tuiteó: “En las últimas dos semanas, recibí a dos estudiantes que contrajeron COVID en la escuela, lo llevaron a casa y ahora sus cuidadoras (madre y abuela) están muertas”.
Aquellos hospitalizados están siendo tratados por una fuerza laboral abrumada al límite. En un tuit que se volvió viral, la doctora de Emergencias, Regina Royan, publicó una fotografía propia con casi 9 meses de embarazo, en el baño de un hospital con una mascarilla elastomérica y la descripción, “¡último turno tratando una sala de Emergencias repleta de COVID con 39 semanas y media!”.
La doctora italiana Irine Tosetti comentó, “Es terrible lo que EE.UU. les hace a sus trabajadores”.
Pero aun así, el sistema hospitalario del país no puede seguir el ritmo. El Boston Globe escribió, en un artículo publicado la semana pasada, que “el sistema de salud más grande del estado, el Mass General Brigham, a partir del lunes, recortará miles de cirugías que realiza cada semana mientras se esfuerza para mantenerse por delante del tsunami de pacientes que llegan a sus hospitales”.
En todo el país, el sistema médico se está desmoronando. “Los médicos publican en grupos de Facebook buscando desesperadamente hospitales a los cuales trasladar a sus pacientes en estado crítico y no encuentran nada”, escribió el médico Jeremy Faust en Twitter.
Pero mientras los hospitales se ven desbordados por la avalancha de casos, mientras se retrasan los procedimientos vitales, mientras los médicos se enfrentan a un trastorno de estrés postraumático por tener que lidiar con una ola de muertes, otra narrativa domina los medios de comunicación nacionales: La crisis ha terminado; ómicron es “leve”; y los contagios masivos deben ser simplemente aceptados.
“¿Llegó ómicron a su pico?”, se pregunta el columnista del New York Times, David Leonhardt, repitiendo una afirmación falsa que ha hecho durante toda la pandemia
Peor aún, algunos medios de comunicación están promoviendo activamente las infecciones masivas. “Para algunos que han contraído recientemente Covid, les genera una emoción inesperada: alivio”, escribe NBC News. El reportaje de la NBC, condenado de forma abrumadora por médicos y expertos en salud pública, afirmaba: “Algunos de los que han sido diagnosticados recientemente con Covid se dan cuenta de que contraer la enfermedad que tanto les costó esquivar durante tanto tiempo les ha traído un inesperado alivio de la ansiedad, en lugar de agravarla aún más”.
“¿Disminuir la propagación? Acelerarla puede ser más seguro”, declaraba un artículo de opinión en el Wall Street Journal .
Cada vez más, la información sobre el estado real de la pandemia queda relegada al cuarto o quinto espacio de las noticias vespertinas. Inevitablemente, las “buenas noticias” se destacan en medio de la catástrofe. Ayer, fue la afirmación de que los casos están alcanzando su punto máximo en algunas ciudades debido a la gran masa de infecciones. Mientras tanto, el virus está inundando amplios sectores del país, incluidas las zonas rurales.
Mientras miles de personas mueren cada día, se está tratando de condicionar al público para que acepte simplemente la infección y los decesos a escala masiva como algo inevitable. Las historias de los médicos, educadores y trabajadores de la salud están siendo ignoradas.
Pero la total indiferencia hacia la vida humana por parte de la clase gobernante está generando una oleada de oposición entre los trabajadores y los jóvenes. La semana pasada, miles de estudiantes de docenas de escuelas secundarias en Chicago realizaron paros en solidaridad con sus profesores, quienes, a pesar de una votación a favor de volver a clases a distancia, fueron obligados a volver a las aulas por el sindicato Chicago Teachers Union.
En todo el país, los trabajadores de farmacias, tiendas de comestibles, ferrocarriles y otros lugares de trabajo están emprendiendo luchas por salarios dignos y condiciones de trabajo seguras.
Crece la indignación con el Gobierno de Biden, que, después de prometer “seguir la ciencia”, ha abrazado por completo las políticas de “dejarlo propagarse” de la Administración de Trump, involucrando contagios masivos.
El lunes, Oxfam informó de que, mientras los ingresos caían para el 99 por ciento de la población, los 10 hombres más ricos del mundo duplicaron su riqueza durante la pandemia. Cada vez está más claro para los trabajadores, en Estados Unidos y en todo el mundo, que toda esta muerte y miseria solo tiene un objetivo: el enriquecimiento de una oligarquía financiera parasitaria.
El resultado inevitable de la horrible experiencia por la que está pasando la clase obrera estadounidense e internacional es un recrudecimiento de la lucha de clases, combinado con el crecimiento del sentimiento socialista.
Se puede y se debe poner fin a este desastre. Al entrar en lucha contra la respuesta de la clase gobernante a la pandemia, los trabajadores deben luchar por una estrategia de eliminación global y por el rechazo de la exigencia del capitalismo de sacrificar vidas humanas por el lucro privado.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de enero de 2022)