Sesenta años después de la crisis de misiles en Cuba, la guerra en Ucrania ha arrastrado el mundo al punto en que un conflicto nuclear es una posibilidad real.
El domingo, el presidente ruso Vladímir Putin tomó la decisión sin precedentes en el periodo posterior a la guerra fría de poner las fuerzas disuasorias nucleares en alerta. En comentarios televisados durante una reunión con oficiales militares en el Kremlin, Putin dijo que transferiría las armas nucleares rusas a lo que llamó “un régimen especial de servicios de combate”.
Explicando la decisión, Putin dijo que “los países occidentales no solo están tomando medidas hostiles contra nuestro país en el ámbito económico, sino que los oficiales de alto rango de miembros líderes de la OTAN hicieron declaraciones agresivas sobre el país”.
El World Socialist Web Site denuncia las políticas nucleares al borde del precipicio del Gobierno de Putin. El desastre creado por la ruptura de la Unión Soviética hace tres décadas no se pueden revertir a través de un militarismo cada vez más temerario. En un acto que demuestra la desesperación y desorientación del régimen, Putin y su facción de la oligarquía rusa se aferran a una esperanza delirante de que puede amenazar a los poderes imperialistas para que cambien sus políticas y reconozcan los intereses de seguridad rusos en Ucrania.
No obstante, la imprudencia de Putin no altera el hecho de que la principal responsabilidad de la crisis actual y todas sus consecuencias potencialmente catastróficas reside en el imperialismo estadounidenses y sus aliados de la OTAN.
La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki declaró en respuesta a la declaración de Putin que es parte de un “patrón que hemos visto del presidente Putin a lo largo de este conflicto, que consiste en inventar amenazas que no existen para justificar una agresión mayor”. CNN cita a un oficial de alto rango de la Casa Blanca que afirmó que Rusia “nunca estuvo amenazada por Ucrania ni la OTAN, que es una alianza defensiva que no combatirá en Ucrania”.
Las afirmaciones de que la acción de Moscú es una respuesta meramente a “amenazas inventadas” contra Rusia se ven desmentidas por las propias potencias de EE.UU. y la OTAN, cuyas declaraciones y acciones en los últimos tres días son consideradas inevitablemente por Putin como un esfuerzo para destruir la economía rusa y derrocar su Gobierno.
El sábado por la noche, la Casa Blanca, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Canadá anunciaron la expulsión de varios bancos rusos de la red de transacciones financieras SWIFT.
El ministro del Exterior francés Bruno Le Maire había indicado anteriormente que cancelar el acceso ruso a SWIFT constituye “un arma nuclear financiera”. Añadió, “No cambia el hecho de que cuando tienes un arma nuclear en tus manos, piensas antes de usarla”. Luego, dijo provocadoramente que “no somos renuentes a utilizar todas las armas necesarias, sin excepción, contra la Rusia de Vladímir Putin”.
La declaración de las potencias estadounidense y europeas el sábado también anunció un compromiso “a imponer medidas restrictivas que prevendrán que el Banco Central de Rusia despliegue sus reservas internacionales”. El Washington Post señaló: “Estados Unidos nunca ha tomado este paso contra ningún país con armas nucleares ni una economía tan grande como la rusa”.
Estas acciones de guerra económica están siendo implementadas en el contexto de una guerra de facto de la OTAN contra Rusia, en la cual Ucrania sirve simplemente como un campo de batalla físico.
La retórica militar que proviene de Alemania, que no se ha escuchado desde la invasión nazi de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, es particularmente incendiaria. El canciller alemán Olaf Scholz anunció el sábado que el ejército alemán recibirá un financiamiento adicional de $110 mil millones, casi el doble de su presupuesto anual, y que Alemania también le entregará ayuda militar directa a Ucrania.
El domingo, la presidenta de la Comisión Europea y exministra de Defensa alemana Ursula von der Leyen anunció que la Unión Europea comenzará a financiar por primera vez la compra y entre de armamento a Ucrania, intensificando directamente su involucramiento en la guerra.
Incluso la afirmación de que las fuerzas de la OTAN no estarán involucradas directamente en Ucrania fue socavada por la ministra del Exterior británica Liz Truss, quien declaró que animaría a los jóvenes en Reino Unido a unirse a los combates contra Rusia.
Tales declaraciones siguen al anuncio del secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken de que EE.UU. enviará $350 millones adicionales de ayuda militar al país, llevando el total del último año a más de $1 mil millones. El viernes, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, activó por primera vez desde su creación en 2003 la “fuerza de reacción rápida” de 40.000 soldados de la OTAN, en anticipación a una guerra con Rusia.
Los altos funcionarios en los Estados miembros más importantes de la OTAN están exigiendo medidas aún más agresivas. El congresista estadounidense Adam Kizinger llamó a declarar una “zona de no vuelo” sobre Ucrania, lo que implicaría que la OTAN derribe los aviones rusos. No cabe duda de que Putin está al tanto de que el establecimiento de una orden de no vuelo sobre Libia en 2011 fue el paso inicial de una guerra que culminó con el derrocamiento del Gobierno libio y la tortura y asesinato de Muamar Gadafi.
Richard Haass, el presidente del centro de pensamiento estadounidense Council on Foreign Relations [Consejo sobre Relaciones Exteriores] tuiteó el sábado por la mañana de que “la conversación” sobre la guerra en Ucrania “ha dado un giro para incluir la posibilidad del deseado cambio de régimen en Rusia”.
Las amenazas dirigidas contra Rusia han ido de la mano de la difusión de propaganda antirrusa repugnante por los medios de comunicación. Mientras afirman que EE.UU. no está poniendo en la mira al pueblo ruso, promueven acciones punitivas contra ciudadanos rusos, como prohibir los conciertos de directores de orquesta y músicos rusos y cancelar el Ballet de Bolchoi.
La creencia de Putin de que el imperialismo estadounidense y europeo se verá obligado a dar marcha atrás es un cálculo desastroso. Por el contrario, EE.UU. y sus aliados de la OTAN están aprovechando la invasión de Ucrania para intensificar sus provocaciones militares.
Una de las peores consecuencias de la invasión de Ucrania es el nivel de desorientación que ha producido en secciones importantes de la población. Ayer, 100.000 personas participaron en una manifestación en Berlín para oponerse a la invasión rusa. Sin duda, muchos participantes estuvieron motivados por sentimientos humanitarios, aunque cabe notar que no ha habido manifestaciones masivas contra las guerras brutales libradas por EE.UU. y la OTAN en los últimos 15 años. De todos modos, las potencias de la OTAN están buscando hacer uso de la confusión popular para avanzar su propia agenda reaccionaria y militarista. También esperan poder utilizar la campaña contra Rusia para distraer de las crisis internas irresolubles de todas las grandes potencias capitalistas, ante todo EE.UU., las cuales se intensificaron profundamente por la respuesta de la clase gobernante a la pandemia.
La clase obrera internacional debe adoptar una posición independiente en respuesta a esta crisis cada vez más grave. Es necesario oponerse al imperialismo sin adaptarse al nacionalismo ruso y oponerse al nacionalismo ruso sin adaptarse al imperialismo.
En su webinario internacional “Detengan la marcha hacia la Tercera Guerra Mundial” organizado por el World Socialist Web Site el sábado, el presidente del Consejo Editorial del WSWS, David North, explicó: “Al decidir cuál actitud tomar hacia una guerra dada, ningún abordaje es más equivocado política e intelectualmente que aquel que se enfoca y obsesiona en la pregunta, ‘¿quién disparó primero?’”.
Esta pregunta abstrae un solo incidente del vasto conjunto de intereses y circunstancias económicas, políticas, sociales y geoestratégicas, con raíces históricas profundas y de alcance global, que de repente alcanzan el equivalente político a una masa crítica y hace estallar la violencia militar.
Aceptar el relato de que el peligro de una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares se debe a las acciones de un solo individuo, Putin, “no solo necesita la suspensión de todas las facultades de pensamiento crítico, sino también amnesia masiva”, señaló North.
Los elementos de esta amnesia incluyen olvidar el contexto al conflicto propiamente en Ucrania, incluido el golpe de Estado patrocinado por EE.UU. de 2014 que instaló un Gobierno antirruso en el poder, así como la expansión sin tregua de la OTAN en Europa del este. Además, exige olvidarse de que EE.UU. tomó la iniciativa de planear el uso de armas nucleares al retirarse del Tratado de Armas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), colocando misiles ofensivos en Rumanía y Polonia y llevando a cabo una expansión de varios billones de dólares de las fuerzas nucleares estadounidenses.
Animamos a todos nuestros lectores a ver y compartir el video del webinario “¡Combatan el COVID! ¡Detengan la marcha hacia la Tercera Guerra Mundial!”.
(Publicado originalmente en inglés el 28 de febrero de 2022)
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