Los trabajadores de todo el mundo deben prestar mucha atención a los acontecimientos en Sri Lanka. Las protestas masivas tendrán consecuencias en la evolución futura de la lucha de clases global.
La inmensa ira social por el aumento de los precios de los alimentos y el petróleo, los apagones de horas, una grave escasez de insumos médicos y las condiciones de vida cada vez más intolerables para la población trabajadora desembocaron en protestas masivas en el país isleño. Los llamados a la renuncia inmediata del régimen derechista y chauvinista cingalés del presidente Gotabhaya Rajapakse están ganando un apoyo masivo tanto en el sur de mayoría cingalesa como el noreste predominantemente tamil.
En respuesta, el Gobierno declaró un estado de emergencia el viernes pasado. El ejército fue dotado de facultades policiales y las personas pueden ser detenidas sin cargos por periodos prolongados.
Estas medidas y el despliegue de un gran número de efectivos de seguridad en las calles de la capital, Colombo, no pudieron prevenir que decenas de miles se unieran a las manifestaciones el sábado en los suburbios de Colombo y los campus universitarios. Conmocionado, el Gobierno luego impuso un toque de queda de 36 horas a nivel nacional, hasta la mañana del lunes. Según la policía, se arrestó a 664 personas por protestar el sábado por la noche, desafiando el toque de queda en la provincia Occidental, donde se ubica Colombo.
A partir del domingo por la mañana, las autoridades bloquearon la comunicación en las principales redes sociales y aplicaciones de mensajes, que están siendo utilizadas cada vez más para organizar protestas antigubernamentales independientes de los partidos de la oposición. Pero, ante el malestar público, Ministerio de Defensa presuntamente ya había levantado su censura generalizada para la noche.
Cientos y miles desafiaron el toque de queda para protestar el domingo en Colombo y otras ciudades y pueblos en todo el país, exigiendo la salida del Gobierno. En medio de la agitación en las filas del Gobierno, el gabinete renunció en masa la noche del domingo.
Sri Lanka se ha visto sacudida económica y socialmente por los más de dos años de la pandemia de COVID-19. El turismo internacional y las remesas, que constituyen fuentes necesarias de divisas, colapsaron. Durante el último año, gran parte de la clase obrera, incluyendo los docentes, los trabajadores de la salud, de las plantaciones de té y los estibadores, han emprendido huelga y protestas en contra de la caída en los salarios reales, la falta de protecciones ante el COVID-19 y las privatizaciones. Estas luchas militantes fueron aisladas y traicionadas por los sindicatos.
Ahora, la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania ha provocado importantes aumentos en los precios de los alimentos y combustibles. Oficialmente, la inflación ronda el 17 por ciento. Esto se produce en un país donde el ingreso anual por hogar era de US$1.420 incluso antes de la pandemia y donde el uno por ciento más rico controla más del 20 por ciento de la riqueza y los ingresos y el 50 por ciento más pobre sobrevive a duras penas con solo el 14 por ciento de los ingresos nacionales y el 4,3 por ciento de la riqueza.
Bajo la presión del capital global para que realice sus pagos de intereses de $4 mil millones este año, a pesar de que las reservas internacionales apenas superan la mitad de ese monto, el Gobierno de Rajapakse y la clase gobernante esrilanquesa están intensificando su impulso para hacer que la clase obrera y los campesinos sufran todo el peso de la crisis. Los aumentos de los precios y los apagones son solo el comienzo.
El Gobierno está buscando un “rescate” del FMI que se basará en recortes masivos del gasto social y en la venta de empresas e infraestructuras estatales. El Gobierno de Biden utilizará el dominio del imperialismo norteamericano sobre el FMI para aumentar la presión sobre Colombo para que el país se integre aún más a su campaña recrudecida para cercar y amenazar estratégicamente a China.
El Partido Socialista por la Igualdad, la sección de Sri Lanka del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, lucha por unir a la clase obrera contra el Gobierno y todos los partidos de la clase dominante sobre la base de un programa social revolucionario.
La clase dirigente capitalista proclama conjuntamente que Sri Lanka está en bancarrota y que no hay recursos para proteger a la población de las “fuerzas del mercado” mundiales ni para proporcionar los servicios públicos esenciales. El Partido Socialista por la Igualdad rechaza estos argumentos, que pretenden sembrar desmoralización y desesperanza. Insiste en que la clase obrera debe hacerse cargo de los recursos financieros, industriales y naturales del país. Para movilizar los recursos de Sri Lanka en interés de la sociedad, hay que confiscar la riqueza de la clase dominante capitalista mediante la movilización política revolucionaria de la clase obrera y de las masas rurales. La burguesía debe ser apartada del poder político, mediante el establecimiento de un Gobierno obrero en alianza con los pobres del campo.
Sin embargo, a la vez que avanza las reivindicaciones necesarias para el desarrollo de la lucha de clases contra la clase dominante de Sri Lanka, el Partido Socialista por la Igualdad insiste en que la crisis que se desarrolla en el país debe verse en su contexto internacional. Por lo tanto, la intervención del partido se basa en una estrategia internacional.
Por ello, el PSI lucha por orientar a los trabajadores de Sri Lanka hacia las luchas cada vez mayores de la clase obrera mundial. Hace un llamamiento especial a los trabajadores de India al otro lado del estrecho de Palk, decenas de millones de los cuales se unieron a una huelga general de dos días la semana pasada para oponerse a las políticas propatronales del Gobierno del BJP liderado por Narendra Modi.
La semana pasada, el canciller indio S. Jaishankar, viajó a Colombo para ofrecer su apoyo político y económico a la burguesía de Sri Lanka. Nueva Delhi está utilizando la crisis para insistir en sus exigencias y en las de Washington de que la isla sirva de base de operaciones contra China en el océano Índico. Pero el mayor temor de la clase dominante india es que una explosión social en Sri Lanka estimule la lucha de clases en Tamil Nadu y en toda India. En 1987, las tropas indias intervinieron en la isla cuando la clase dominante india empezó a temer que la guerra civil de Sri Lanka desestabilizara peligrosamente el sistema estatal reaccionario creado mediante la partición comunal del subcontinente en 1947.
La crisis sociopolítica de Sri Lanka es una expresión avanzada de la crisis que envuelve el capitalismo mundial. La pandemia y el estallido de la guerra en Europa han desestabilizado económica y políticamente las relaciones de clases que ya estaban cargadas por décadas de incremento de la desigualdad social, de crisis económicas recurrentes y agresiones y guerras imperialistas.
Con miles de millones de personas en África, Oriente Próximo y Asia que se enfrentan a la indigencia, el hambre e incluso la hambruna debido a la escalada de precios y a la escasez de alimentos, la ONU y otras instituciones de las élites políticas están emitiendo nerviosas advertencias sobre el estallido de disturbios sociales masivos. Ya ha habido huelgas y protestas masivas en todo Oriente Próximo, desde Irak y Sudán hasta Túnez.
La lucha de clases también se está intensificando rápidamente en los centros imperialistas, alimentada por la ruinosa respuesta de la clase dominante a la pandemia y las consecuencias de la guerra económica que han lanzado contra Rusia, junto con su conflicto militar por delegación en Ucrania. En España, los camioneros han organizado una huelga de varias semanas contra el aumento de los precios de los combustibles, desafiando la masiva represión policial ordenada por el Gobierno del PSOE-Podemos. En Estados Unidos, la ola de huelgas que comenzó el año pasado sigue creciendo. Este movimiento de clase se ha caracterizado por una creciente rebelión de los trabajadores contra los sindicatos corporativistas que durante décadas han sofocado la lucha de clases.
El reto fundamental es transformar la creciente resistencia de la clase obrera mundial en una lucha consciente y unificada por el socialismo internacional.
En respuesta a la crisis que ahora convulsiona la isla, el Partido Socialista por la Igualdad está avanzando un programa de demandas transicionales para movilizar sistemáticamente a la clase obrera como un poder político independiente, reuniendo a los trabajadores detrás de ella contra la burguesía de Sri Lanka, sus partidos y el Estado.
La distribución de bienes críticos, como los alimentos, las medicinas y el combustible, se debe poner bajo la supervisión y el control de la clase obrera, y la riqueza de los súper ricos y los ganancias y activos financieros de los bancos y las principales empresas nacionales y transnacionales deben ser confiscados y redirigidos para satisfacer las necesidades sociales. La salud y la educación no deben ser desangradas a instancias de los vampiros de Wall Street, Londres y Tokio.
El PSI lucha por la construcción de comités de base y de acción en los lugares de trabajo y en los barrios, independientes de los sindicatos y de todos los representantes políticos de la burguesía y de sus partidarios pequeñoburgueses, para luchar por estas y todas las medidas necesarias para satisfacer las necesidades sociales básicas de los trabajadores. A medida que estos comités crezcan y demuestren su eficacia en la lucha, reuniendo a sectores cada vez más amplios de las masas urbanas y rurales detrás de ellos, se convertirán en órganos de poder político independiente de la clase obrera, en oposición al Parlamento y a las instituciones represivas de la élite capitalista.
El PSI ha alertado continuamente a las masas sobre la amenaza de que una clase dominante cada vez más desesperada y en crisis intente establecer una dictadura policial-militar. Rajapakse, un criminal de guerra responsable de algunas de las peores atrocidades de la guerra comunal de tres décadas de la élite gobernante de Sri Lanka contra la minoría tamil, ha llenado su Gobierno con oficiales militares, mientras que alimenta el chauvinismo budista cingalés.
Al oponerse a la devastación social que se está imponiendo en Sri Lanka, la clase obrera no solo desafía a la camarilla de Rajapakse, a su gobierno del Frente Popular de Sri Lanka y a la burguesía esrilanquesa, sino al capital global y al imperialismo. Ninguno de los problemas candentes, desde la pandemia y la desigualdad social rampante, hasta la opresión imperialista y la guerra, puede resolverse fuera del derrocamiento global del capitalismo y del sistema anticuado de Estados-nación rivales en el que está históricamente arraigado.
Los funcionarios del Gobierno de Sri Lanka, asustados, han comparado los acontecimientos que se están produciendo en la isla con la Primavera Árabe de 2011, el levantamiento popular masivo que derribó la dictadura de Mubarak en Egipto, respaldada por Estados Unidos.
La lección central de la Primavera Árabe es el papel fundamental que tiene una dirección revolucionaria. La transformación de la creciente resistencia de la clase obrera en un movimiento de masas por el socialismo en Sri Lanka e India y en todo el mundo depende de la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista.
(Publicado originalmente en inglés el 3 de abril de 2022)