Estados Unidos y las potencias europeas de la OTAN han puesto en marcha una cadena de eventos que conduce a la Tercera Guerra Mundial.
En su famosa obra sobre el estallido de la Primera Guerra Mundial, Los cañones de agosto, Barbara Tuchman detalla cómo se acumularon los errores de cálculo, la creencia generalizada de que era posible ganar el conflicto de forma breve, y las maniobras tácticas irreversibles —“sus salvedades, errores y compromisos”—, en la medida en que las potencias imperialistas arrastraban a los trabajadores de Europa al rugido de las trincheras y la masacre de la Gran Guerra.
Hay una dinámica similar en el conflicto de EE.UU. y la OTAN con Rusia. Los cañones Howitzer entregados por EE.UU. y el despliegue masivo de armas a Ucrania hacen retumbar “Los cañones de abril”.
A mediados de marzo, el presidente estadounidense Joe Biden declaró repetidamente que no permitiría un conflicto directo entre EE.UU. y Rusia porque “eso significaría la Tercera Guerra Mundial”. Un mes luego, eso es precisamente lo que está haciendo su Gobierno.
El martes, el secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin, presidió una reunión de representantes de cuarenta naciones en un gabinete de guerra convocado por Washington y reunido en la base aérea Ramstein en Alemania, la sede europea de la Fuerza Aérea de EE.UU. y el Comando Aéreo de la OTAN.
Austin, poco después de una visita a Kiev, que se encuentra azotada por la guerra, confirmó que el conflicto en Ucrania es una guerra de EE.UU. y la OTAN con Rusia. Anunció que Washington convocaría cada mes una reunión internacional similar de altos funcionarios militares, bautizándolo el Grupo de Contacto sobre Ucrania y declarando “el foco de ganar” el conflicto con Rusia.
Los objetivos de la guerra han quedado claros. La carnicería en Ucrania no fue provocada para defender su derecho formal a unirse a la OTAN, sino que fue preparada, instigada e intensificada enormemente para destruir Rusia, para que deje de ser una fuerza militar significativa y derrocar su Gobierno. Ucrania es un títere en este conflicto y su población es la carne de cañón.
El gabinete de guerra de Ramstein fue organizado para planear la próxima etapa dentro de este esquema. Antes y después de a reunión, EE.UU. y las otras potencias de la OTAN anunciaron el despliegue de armas avanzadas en Ucrania, incluyendo misiles antitanques, tanques y drones tácticos.
El Grupo de Contacto, según Austin, deberá “proceder al paso de la guerra”. En línea con esta orden, Alemania anunció el martes que entregaría una cantidad no especificada de “tanques con cañones antiaéreos” Flakpanzer Gepard y Canadá reportó que enviaría cañones M777 Howitzer, municiones antitanques y vehículos acorazados. “La demarcación con limitar las armas de escalada” que existía en las primeras semanas de la guerra “parece haberse derretido esfumado”, indicó la Air Force Magazine.
La pretensión de EE.UU. y la OTAN de que no están en guerra con Rusia también “se esfumó”. El comandante del Ejército de EE.UU. para Europa, Ben Hodges, declaró el domingo que el objetivo estadounidense en el conflicto era “quebrantar” Rusia.
El canciller ruso Serguéi Lavrov acusó a EE.UU. de presionar al Gobierno ucraniano de sabotear las negociaciones de paz y de estar librando una guerra por delegación en Ucrania. Advirtió que el peligro de una guerra nuclear era “serio, real”. Austin desestimó la advertencia de Lavrov, tildándola de “peligrosa e inútil”.
¡Qué absurda respuesta! Washington convoca a una coalición de guerra y declara que su objetivo es “quebrantar” Rusia. Cuando Rusia responde que tales palabras y objetivos aumentan el peligro de una guerra nuclear, Washington dice que eso es… inútil.
Estados Unidos ha puesto en evidencia que sus objetivos son aplastar Rusia y tumbar su Gobierno. Ante tal amenaza existencial, el uso de armas nucleares se convierte en una táctica que la clase gobernante rusa considera. Washington está decidido a ganar la guerra; el Gobierno de Putin está decidido a prevenir que eso ocurra. No hay otra salida fuera de escalar aún más el conflicto. Lavrov tiene razón: una guerra nuclear es un peligro real y serio.
Las fuerzas reales que impulsan la guerra han salido a la luz durante el conflicto. EE.UU. y la OTAN aguijonearon a Rusia para que invadiera Ucrania, rehusándose a negociar la demanda rusa de negar la entrada de Ucrania en la OTAN. Rusia calificó su invasión como una operación especial, dando a entender que su intención era una maniobra contenida y táctica para estabilizar su posición en la región.
No obstante, Estados Unidos no aceptaría tal reorganización y, en cambio, buscó atrapar a Rusia en el atolladero de una “ocupación prolongada” u organizar su derrota. Para ello, Washington buscó socavar cualquier intento de una resolución negociada. La retórica de Washington para justificar dicha política ha intensificado el conflicto. Biden acusó a Putin de perpetrar crímenes de guerra y luego de un genocidio, y pidió un cambio de régimen en Moscú. Cada nueva fórmula tiene una carácter irreversible y agravante: otro diente en el trinquete de la guerra.
A pesar del bombeo masivo y cada vez mayor de equipo militar en Ucrania —Washington ha enviado más de $3,7 mil millones de equipo militar desde el comienzo de la guerra—, el régimen en Kiev no ha podido orquestar la derrota decisiva de Rusia. El peligro, desde el punto de vista de EE.UU. y la OTAN, es que Rusia consolide su control en el este de Ucrania y a lo largo de la costa del mar Negro. Si las fuerzas ucranianas no avanzan, la ventaja militar pasa a Rusia.
La evolución del conflicto, que fue puesto en marcha desde el Despacho Oval y deliberado en el Kremlin, está cada vez más en manos de los militares y está alcanzando un punto de no retorno. Una derrota decisiva de Rusia requiere la participación cada vez más directa de las propias potencias de la OTAN, incluyendo el despliegue de tropas.
Por medio de sus envíos de armas, declaraciones temerarias y gabinetes de guerra, Estados Unidos ha colocado toda su credibilidad en su capacidad de derrotar a Rusia en este conflicto. “Lo que está en juego va más allá de Ucrania e incluso más allá de Europa”, afirmó Austin el martes. Está en juego el futuro de la hegemonía estadounidense, incluyendo la credibilidad de sus amenazas contra China. Consecuentemente, las decisiones imprudentes realizadas por Washington se han convertido en la premisa principal de la lógica de las futuras escaladas del conflicto.
Washington está arrastrando tras suyo a las principales potencias europeas, conformando con arrogancia imperial una coalición de guerra en el continente. Reino Unido ha sido profundamente cómplice a cada paso, mientras que Alemania y Francia han asumido los papeles que les asignaron. Washington reúne a los conspiradores militares en una base aérea estadounidense en Alemania, el país que una vez lanzó la Operación Barbarroja, trata a los alemanes prácticamente como espectadores y planea su guerra con Rusia.
Los líderes de las potencias imperialistas, ante todo EE.UU., están procediendo con una temeridad que se acerca a la locura criminal. Pero es una temeridad arraigada en intereses de clase y la lógica de la crisis capitalista. Lo que impulsa la escalada del conflicto no son solo los intereses geopolíticos, sino también y en mayor medida la irresoluble crisis económica, social y política en todos los principales países capitalistas, ante todo EE.UU.
Como ocurrió en la Primera Guerra Mundial, las mismas contradicciones que dan origen a la guerra imperialista imprimen el impulso a la revolución socialista mundial. Aún cuando está en curso la guerra, han estallado protestas masivas y luchas de la clase obrera en todo el mundo que están siendo alimentadas por la subida de la inflación y los niveles inauditos de desigualdad social.
Los planes para una guerra mundial están siendo implementados completamente a espaldas de la población. Hay que alertar a los trabajadores de este peligro y las luchas cada vez mayores en todo el mundo deben converger con la lucha contra la guerra imperialista y el sistema capitalista de Estados nación.
(Publicado originalmente en inglés el 26 de abril de 2022)