Desde principios de marzo, China se ha enfrentado a la variante altamente contagiosa ómicron del virus SARS-CoV-2, introducido en el país desde el exterior, con un alto grado de movilización social y considerables dificultades, pero hasta ahora con bastante éxito. Esto no ha impedido que la prensa corporativa estadounidense denuncie repetidamente y severamente la política china de Cero-COVID, condenas que aumentan en vitriolo en proporción al progreso de China en la lucha contra la marea de infecciones.
En este sentido, el reciente reportaje del New York Times realizado por la jefa de la oficina del periódico en Shanghái, Alexandra Stevenson, que informa sobre la actualidad del mundo financiero, es especialmente repugnante. Titulado: 'El mundo trató de superar el COVID. China puede interponerse en el camino', atiende los prejuicios de una capa reaccionaria y desquiciada de la clase media alta que ha apostado su fortuna a los mercados financieros en constante ascenso.
Stevenson comienza con una declaración provocadora: 'Mientras el resto del mundo aprende a vivir con el COVID-19, el máximo dirigente chino, Xi Jinping, quiere que su país siga esforzándose por vivir sin él, cueste lo que cueste '.
Antes de abordar las diversas afirmaciones que hace el artículo del Times, conviene repasar el estado actual de la pandemia en China.
La ola actual de infecciones en la China continental comenzó a principios de marzo. Desde entonces, China ha documentado cerca de tres cuartos de millón de casos, de los cuales una mayoría significativa eran asintomáticos. Gracias a las amplias medidas de salud pública, que incluyeron cierres de empresas y negocios, pruebas dinámicas en masa y la reorientación de recursos para construir centros de aislamiento y reforzar las instalaciones de tratamiento médico, las muertes se mantuvieron en menos de 600, esencialmente todas ocurridas en Shanghái, excepto dos en la provincia nororiental de Jilin. En comparación, durante el mismo periodo, Estados Unidos informó de 90.000 muertes por COVID.
Las autoridades sanitarias chinas informaron de que el domingo había 1.789 casos de COVID, de los cuales 71 eran de nueva importación. Tras alcanzar un máximo de casi 27.000 a mediados de abril, el número de casos en Shanghái, centro financiero de China y epicentro de la ola de ómicron, había descendido a 1.369, de los cuales 166 eran sintomáticos. La media de siete días ha caído por debajo de los 3.000 casos diarios, lo que supone un descenso de más del 90% respecto a su pico de hace cuatro semanas. Fuera de Shanghái, sólo se registraron 349 nuevos casos en toda China continental.
Muchas empresas de Shanghái ya están reanudando sus actividades. Las autoridades de la ciudad tienen como objetivo la apertura a mediados de mayo tras lograr la transmisión comunitaria de cero casos de COVID. Más del 99% de todos los nuevos casos en la actualidad se encuentran bajo confinamiento o cuarentena, lo que supone 2 millones de los 26 millones de habitantes de la ciudad. Casi 18 millones de residentes (el 70%) se encuentran en zonas de precaución designadas, que incluyen comunidades, pueblos, empresas y otros lugares sin un caso positivo durante más de dos semanas.
La estrategia de eliminación parece prometedora a pesar de las repetidas afirmaciones de los medios corporativos de que ómicron no puede ser eliminado. Las muertes se han mantenido al nivel más bajo posible, se ha preservado la vida y el país está en transición para reabrir sus centros de producción y distribución. Dada esta premisa, habría que preguntarle a Stevenson qué quiere decir con que China pretende vivir sin COVID 'sin importar el coste'. ¿El coste para quién? Evidentemente, sólo le importa el coste financiero para los inversores occidentales, no el coste en vidas humanas para el pueblo chino.
El día antes de que el informe de Stevenson apareciera en el Times, el presidente Joe Biden reconoció en una somera declaración pregrabada, utilizando sólo 213 palabras, que más de un millón de estadounidenses han muerto a causa del COVID. Este es el mismo presidente que afirmó, como candidato en octubre de 2020, que un presidente como Trump, que había permitido más de 200.000 muertes por COVID, debería considerarse incompatible para el cargo. Bajo el mandato de Biden en la Casa Blanca, más de 600.000 han perdido la vida por la pandemia.
Stevenson no mencionó esto como parte del 'costo' de vivir con COVID.
Tampoco reconoce que el Times ha desempeñado un papel central en la promoción de la política de 'inmunidad de rebaño' (colectiva) que se ha transformado en los últimos dos años en 'vivir con el virus', ya que las clases dominantes de los países imperialistas han priorizado repetidamente los beneficios por encima de las vidas, permitiendo que la pandemia se desborde, en lugar de imponer cierres temporales a las operaciones comerciales que han demostrado ser eficaces para detener la propagación del virus. Esta política de 'dejarlo correr' ha provocado la muerte de más de 20 millones de personas en todo el mundo, ha empujado a cientos de millones a la pobreza y ha obligado a miles de millones a enfrentarse a las múltiples consecuencias sanitarias de las infecciones crónicas por un virus que reinfectará a las poblaciones una y otra vez.
Thomas Friedman fue el pionero de la frase 'el remedio no puede ser peor que la enfermedad' en una columna del Times publicada el 23 de marzo de 2020, en la que afirmaba que medidas como los cierres patronales y escolares para bloquear la propagación del virus SARS-CoV-2 estaban prohibidos porque destruirían la economía. Este eslogan fue recogido por la administración de Trump y los medios de comunicación porque servía para los intereses del capital financiero. Ahora sirve como base de la política de la administración de Biden.
Stevenson es engañosa cuando escribe: 'Durante más de dos años, China mantuvo sus cifras de COVID envidiablemente bajas reaccionando tenazmente a las señales de un brote con pruebas y cierres repentinas. El éxito permitió al Partido Comunista presumir de haber priorizado la vida frente a la muerte de la pandemia, a diferencia de las democracias occidentales, donde las muertes por el virus se dispararon'.
En primer lugar, la cuestión de la priorización no es la vida contra la muerte. Stevenson oculta la verdadera cuestión: es la vida contra los beneficios. Y si las 'democracias occidentales' tenían envidia de las bajas cifras de COVID en China, ¿por qué no emularon las lecciones de las experiencias de salud pública chinas y salvaron las vidas de sus poblaciones? Por último, es un principio básico de las políticas de salud pública bien establecidas, que se remontan al siglo XIX, insistir en perseguir 'tenazmente' cada infección para evitar brotes masivos. Esta no es una doctrina específicamente china y no tiene nada que ver con la política estalinista del Partido Comunista Chino.
Sin embargo, en lugar de abordar estos hechos, Stevenson primero describe los confinamientos como algo angustioso y antidemocrático y luego cita la observación de un 'economista no identificado' de que la política es 'movimiento cero, PIB cero'.
Sin embargo, las realidades son otras. La economía de China sigue intacta. Su tasa de mortalidad per cápita de cuatro por millón por COVID frente a la de Estados Unidos, con 3.068 muertes por millón, ha demostrado la superioridad de la estrategia de Cero COVID. El 'no importa el coste' de Stevenson no es más que una versión más obscena de la fórmula propuesta por Friedman, que declara abiertamente que cuando la vida humana choca con el beneficio empresarial, el beneficio debe ganar.
Es revelador que el único funcionario de salud prominente al que cita como parte de su diatriba anti- China contra Cero-COVID sea el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus. Afirmó el martes pasado: 'Hemos discutido este asunto con expertos chinos, y les indicamos que el enfoque no sería sostenible. Y teniendo en cuenta el comportamiento del virus, creo que un giro sería muy importante'.
El comentario del director de la OMS es una declaración reaccionaria que refuta sus anteriores declaraciones de que el mundo debe luchar por salvar todas las vidas posibles. Se trata de la misma organización que durante dos años se resistió a aceptar las pruebas científicas de que el virus se transmitía por el aire y no en grandes gotas. El comentario sólo delata, objetivamente, la subordinación de todas las medidas de salud pública a los intereses de las corporaciones internacionales. Al igual que los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la agencia sanitaria de la ONU se ha transformado en un apéndice del capital financiero mundial.
Stevenson cita un importante estudio publicado en Nature de la Universidad de Fudan en Shanghái, según el cual, si se diera rienda suelta a ómicron en China, en seis meses, el país podría esperar 112 millones de casos sintomáticos, 5,1 millones de ingresos hospitalarios, 2,7 millones de ingresos en UCI y 1,6 millones de muertes, así como el colapso catastrófico de su sistema sanitario.
La importancia evidente de este estudio es que desencadenar el COVID en China sería una catástrofe colosal, no sólo para China, sino para el mundo, ya que 100 millones de casos más significan 100 millones de oportunidades más para que el virus mute en variantes aún más mortales e infecciosos.
Pero Stevenson ignora esto en favor de su obsesión por el coste financiero en lugar del coste humano. Procede a escribir: 'A los inversores y a los líderes empresariales les preocupa que la rígida adhesión de China a su política de Cero COVID pueda llevar a la economía hacia la caída libre. ‘Ya es hora de que el gobierno cambie su estrategia’, afirmó Fred Hu, un destacado inversor chino. Los beneficios de la política de Cero COVID ya no compensan los costes económicos, añadió. Seguir con la estrategia de Cero-COVID diezmaría su economía y socavaría la confianza de los ciudadanos'.
En apoyo hacia esta preocupación, Stevenson escribe: 'Según una estimación, casi 400 millones de personas en 45 ciudades han estado bajo algún tipo de confinamiento en China en el último mes, lo que supone 7,2 billones de dólares en producto interior bruto anual'.
Esta es una cifra creada en el espíritu del aforismo de Mark Twain contra 'las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas'. Los procedimientos de confinamiento por China están muy segmentados, con las ciudades divididas en pequeños distritos, cada uno con normas aplicadas por comités locales. Si un distrito de una ciudad de 10 millones de habitantes está bajo confinamiento, generalmente debido a una sola prueba positiva, todos los 10 millones se cuentan en la estimación preparada por el Banco Nomura. De ahí la escurridiza frase empleada por Stevenson: 'alguna forma de confinamiento'.
La escritora del Times también ignora un hecho destacado que refuta por completo su descripción de la política de Cero COVID como represiva y antidemocrática: es ampliamente popular entre el público chino, algo que se reconoce generalmente incluso en los informes de los medios de comunicación hostiles.
Los estadounidenses que viven en China han elogiado esta política, incluyendo uno que comentó sobre el artículo de Stevenson. Sean, que ahora trabaja desde su casa en Shanghái, escribe:
Como estadounidense que vive en China, pincho en todos los artículos relacionados con el país, y muchos, muchos, son como este: se deleitan perversamente en el fracaso putativo de la política china de cero Covid. Esto es indecoroso, pero también un delirio de hechos.
Los Estados Unidos tienen casi 3.000 muertes por millón de Covid.
China tiene 3...
La economía china no ha entrado en recesión:
El producto interior bruto (PIB) de China superó los 114 billones de yuanes (unos 18,1 billones de dólares) en 2021, registrando un aumento del 8,1% respecto al año anterior y un crecimiento mediano del 5,1% en los dos años precedentes.
Y concluye: 'hay tanta desinformación por motivos ideológicos en los medios de comunicación occidentales que resulta irritante para alguien que vive aquí'.
El post de Sean atrajo más de 100 respuestas favorables en la sección de comentarios que siguió al artículo de Stevenson, convirtiéndose en el segundo más valorado por los lectores.
En lugar de hacer frente a esta dosis de realidad, el Times evidentemente prefiere suprimirla, incurriendo en su propia forma de censura política, no menos nociva que la variedad estalinista. El comentario de Sean alabando la política de Cero-COVID ya ha sido borrado.
(Publicado originalmente en inglés el 15 de mayo de 2022)