La crisis de leche infantil que amenaza las vidas de niños de todo EE.UU. se agravó esta semana después de que la tasa de desabastecimiento de leche infantil aumentara a 70 por ciento en la semana que finalizó el 22 de mayo, comparado a 45 por ciento la semana anterior, según la firma de seguimiento de ventas minoristas Datasembly.
La escasez es tan severa que ya hay reportes en algunas partes del país donde las madres están intentando comprar leche materna en línea de fuentes anónimas e independientes en Facebook o Craigslist. Los nutricionistas pediátricos advierten que tales medidas pueden ser potencialmente muy dañinas para los niños.
La crisis de suministro de la leche infantil en polvo, el 90 por ciento de la cual es producida por cuatro monopolios que dominan la industria de nutrición infantil en EE.UU., no es un error ni un producto de circunstancias imprevistas. Es el resultado de una sociedad gobernada por una élite que, debido a su único interés de aumentar su riqueza, es totalmente indiferente a las vidas y el bienestar de los niños.
Ha habido una combinación de negligencia criminal, especulación corporativa, manipulación de la bolsa de valores y complicidad gubernamental que resultaron en el desabastecimiento de este alimento esencial para los bebés y niños pequeños, especialmente aquellos de las familias pobres y de clase trabajadora.
La escasez comenzó casi inmediatamente después del inicio de la pandemia de coronavirus en febrero de 2020, cuando las cadenas de suministro y transporte se vieron interrumpidas internacionalmente. Durante los días iniciales de la pandemia, las familias acapararon la leche infantil y vaciaron las estanterías. Esto fue seguido por una fuerte caída en ventas y las empresas recortaron la producción.
Ahora, debido a un repunte en nacimientos y una caída dramática en las tasas de lactancia de las madres primerizas, la demanda volvió a aumentar. La inhabilidad de los productores de adaptarse a las fluctuaciones en la demanda es en sí un reflejo de la naturaleza anárquica y no planificada de las economías capitalistas.
La principal causa del desabastecimiento más reciente es el cierre en febrero de la fábrica de leche infantil operada por Abbott Labs en Sturgis, Míchigan, la más grande del país. La planta es responsable del 25 por ciento del suministro estadounidense y produce para las marcas populares Similac, Alimentum y EleCare.
En febrero, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) obligó a Abbott Labs retirar sus productos y cerrar la instalación en Sturgis. Esta acción solo fue tomada después de que se volviera evidente que las condiciones en la planta eran tan insalubres que esta agencia federal con una larga historia de colaboración con las corporaciones alimentarias y farmacéuticas ya no podía hacerse de la vista gorda.
Durante un testimonio ante el Congreso el miércoles, el comisionado de la FDA, el Dr. Robert Califf, dijo que la inspección de la agencia en las operaciones en Sturgis que comenzó el 31 de enero encontró condiciones “impactantes” y “escandalosamente insalubres”.
El Dr. Califf le dijo al Subcomité de Supervisión e Investigaciones del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes que “la totalidad de la evidencia” obtenida durante la inspección hizo que la FDA concluyera que la leche de fórmula infantil producida en esa planta “estaba siendo producida en condiciones insalubres”. Añadió que la fórmula “podría estar contaminada” con una bacteria que se sabe que es mortal en los niños.
Las condiciones insalubres descubiertas en la fábrica en Sturgis incuyeron varias muestras “que luego dieron positivo a la bacteria Cronobacter sakazakii ”, rupturas en los secadores por pulverización utilizados en el proceso de manufactura y que “constituyen un problema relacionado con previos brotes de infecciones alimentarias en la leche infantil en polvo”, así como goteras y condensación en las áreas de producción de fórmula seca en polvo que se sabe que son factores de riesgo que propician la bacteria mortal.
Califf también reportó goteras en el techo, agua empozada en la fábrica y dos instancias pasadas, basadas en documentos internos de la empresa, en que la leche infantil finalizada tenía “contaminación ambiental de Cronobacter sakazakii ”. El comisionado de la FDA alegó que estos lotes envenenados que fueron producidos por Abbott Labs en 2019 y 2020 fueron destruidos por la empresa.
La inspección de la FDA estuvo motivada en parte por el hecho de que cuatro niños que estaban siendo alimentados con productos de la fábrica Sturgis fueron hospitalizados entre septiembre y diciembre de 2021 con una infección de Cronobacter. Este es un patógeno serio transmitido por los alimentos que puede causar “infecciones graves y posiblemente letales”, incluyendo sepsis, meningitis y daño a los intestinos. Dos de los niños murieron por sus infecciones.
La agencia también respondió de forma tardía a un reporte de un denunciante que filtró detalles en octubre de 2021 de las condiciones dilapidadas en la fábrica de Míchigan. El denunciante también subrayó la política de represalias de la gerencia de despedir a los empleados que se opusieran a la violación de los requisitos de la FDA, la falsificación de registros, la venta minorista de productos no probados y el fallo de equipos anticuados en la instalación de Sturgis.
Abbott Laboratories es una corporación mundial de 200.000 millones de dólares que fabrica dispositivos médicos y productos de salud y fue fundada en 1888. La multinacional ha lucrado enormemente en los últimos dos años de sus productos de pruebas de COVID, mientras que sus operaciones de nutrición pediátrica, que son menos rentables, han sido privadas de recursos.
Mientras tanto, la empresa –cuyo presidente ejecutivo, Miles D. White, ganó 27 millones de dólares y su director general y presidente, Robert Ford, 25 millones de dólares en 2021— ha recompensado a sus inversores con miles de millones de dólares en recompras trimestrales de acciones mientras era bien conocida la contaminación bacteriana de sus productos de leche infantil. En diciembre de 2021, después de que la FDA notificara a Abbott Labs una inspección prevista en sus instalaciones de Sturgis, la empresa anunció una autorización de recompra de acciones por valor de 5.000 millones de dólares.
A lo largo de la crisis de contaminación bacteriana, Abbott Labs ha afirmado que no hay pruebas de que sus productos hayan provocado que se enfermen y mueran bebés por infecciones potencialmente mortales. La empresa también ha mantenido que las acusaciones del informe de 34 páginas de los denunciantes no son ciertas.
La beligerancia de Abbott Labs ante los hechos que demuestran que ha actuado con negligencia criminal ha sido respaldada por la FDA y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, que firmaron un decreto de consentimiento con la corporación el 16 de mayo. Este acuerdo garantiza que Abbott Labs no será sometida a juicios ni castigada por la contaminación bacteriana de sus productos para bebés, a cambio de reiniciar sus operaciones de fabricación en la planta de Sturgis.
El hecho de que millones de familias estén ahora buscando desesperadamente leche de fórmula para bebés en los estantes vacíos de las tiendas y se vean obligadas a tomar decisiones de vida o muerte para alimentar a sus bebés es una prueba de que a las corporaciones y al Gobierno no les importa lo que ocurre con las vidas de millones de niños. Este hecho se confirmó en el reciente comentario del secretario de Transporte del presidente Biden, Pete Buttigieg, que se lavó las manos ante la crisis, diciendo: “El Gobierno no fabrica leche de infantil, ni debería hacerlo. Las empresas fabrican la leche de fórmula infantil”.
“Seamos muy claros”, dijo Buttigieg, “este es un país capitalista”. Precisamente. Aunque Buttigieg hizo esta declaración para justificar la inacción del Gobierno, toda la crisis condena el sistema social y económico que defiende el Gobierno de Biden y todo el aparato estatal.
La escasez de leche infantil, que se produce en medio de un aumento masivo de los precios en todo el mundo y una pandemia en curso que ya ha matado a más de un millón de personas en Estados Unidos, es otra demostración de la necesidad urgente de la reorganización socialista de la sociedad.
La producción y distribución de leche para bebés, y otros productos y servicios esenciales necesarios para mantener la vida de millones y miles de millones de personas en la tierra, deben ser arrebatados de las manos de los parásitos financieros que los poseen. La clase obrera debe transformar estos recursos en propiedad pública y gestionarlos en función de las necesidades sociales y no del lucro.
(Publicado originalmente en inglés el 27 de mayo de 2022)