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Perspectiva

La diatriba de Trump contra los judíos y el aumento del antisemitismo en EE.UU.

Donald Trump declaró el domingo por la mañana que los judíos estadounidenses deberían “hacer las cosas como corresponde” y apoyarlo más, dado su abismal apoyo en las encuestas entre votantes judíos. El dictador en ciernes alegó que, si bien fue un aliado firme de Israel durante sus cuatro años en la Casa Blanca: “Nuestros grandiosos evangélicos lo valoran mucho más que las personas de fe judía, especialmente aquellos que viven en EE.UU.”.

Esta declaración publicada en su plataforma Truth Social concluyó con la poco sutil advertencia de que los judíos deberían pasarse al bando de Trump “¡Antes de que sea demasiado tarde!”. Varios voceros judíos prominentes tanto en Israel como en EE.UU. denunciaron lo que uno describió como “un expresidente estadounidense utilizando un lenguaje amenazante sobre los judíos estadounidenses cuando el antisemitismo está en auge a nivel global”.

Manifestantes derechistas caminan en la entrada de Lee Park rodeados por contra manifestantes en Charlottesville, Virginia, sábado, el 12 de agosto de 2017. (Foto de AP/Steve Helber) [AP Photo]

Trump no solo se pronunció en calidad personal, sino en nombre de los elementos fascistas que ahora dominan el Partido Republicano. La diputada de Georgia, Marjorie Taylor Greene, respaldó la teoría neonazi del “Gran Reemplazo” en un reciente mitin pro-Trump en Arizona, atacando al Gobierno de Biden por supuestamente querer “reemplazar” a los estadounidenses blancos y cristianos con los inmigrantes negros y morenos.

Doug Mastriano, el candidato a gobernador de Pennsylvania, atacó a su rival demócrata, el fiscal general estatal Josh Shapiro, tildándolo de elitista por asistir a instituciones educativas “privilegiadas, exclusivas y elite” y por “odiar a personas como nosotros”. El antisemitismo es evidente tomando en cuenta que Shapiro asistió a la Academia Hebrea en los suburbios de Filadelfia, el equivalente judío a una secundaria católica.

Estas declaraciones son solo las más burdas y abiertas de una tendencia mucho más amplia. Los anuncios y discursos de la campaña electoral republicana de 2022 atacan al milmillonario judío George Soros casi tanto como a Biden. Soros es un importante patrocinador financiero del Partido Demócrata y un anticomunista que ha financiado “revoluciones de color” en toda Europa del Este de la mano del Departamento de Estado.

Los candidatos republicanos han utilizado por mucho tiempo el nombre de Soros, quien escapó el Holocausto en Hungría de niño, como una provocación antisemita. En los círculos supremacistas blancos alineados con los republicanos, el “Gran Reemplazo” se presenta como una conspiración judía principalmente impulsada por Soros. Esa fue la premisa de la marcha neonazi en Charlottesville, Virginia, en 2017.

El auge del antisemitismo en Estados Unidos no se limita a ni se puede explicar únicamente por las políticas fascistizantes del Partido Republicano. El Partido Demócrata ha participado en la redefinición de la política y la historia estadounidenses en términos principalmente raciales. Si bien los republicanos intentan apelar a los blancos rurales y suburbanos, los demócratas intentan combinar a las minorías raciales y sectores de la clase media-alta blanca, en particular a las mujeres y gais, por medio de la política de identidades.

Los demócratas han buscado suprimir de todas las formas posibles la consciencia de los intereses comunes de clase de los trabajadores de todas las razas, nacionalidades y géneros.

El Gobierno de Biden fue notablemente lento en condenar los comentarios de Trump, Greene y Mastriano, entre muchos otros, esperando 24 horas después de la advertencia en línea de Trump a los “judíos estadounidenses” antes de decir algo. Y esto fue solo en respuesta a una pregunta formulada a la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, en la rueda de prensa diaria del lunes. No hubo ninguna declaración pública y el propio Biden no dijo nada.

Incluso esta apagada oposición al antisemitismo tiene un carácter totalmente hipócrita y oportunista. Los demócratas condenan el antisemitismo de Trump, pero lo encubren cuando sirve a sus propios propósitos, en particular cuando se trata de la política exterior de Estados Unidos, cuyo foco principal es la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania.

El Gobierno ucraniano ha elevado al colaborador nazi y asesino en masa Stepan Bandera al nivel de “padre fundador”, erigiendo monumentos suyos en todo el país. No se trata solo de un apego ideológico; el Batallón Azov neonazi, que marcha con las insignias de las Waffen SS, ha sido integrado en el ejército ucraniano y sus integrantes han sido aclamados como héroes nacionales por su papel en la guerra con Rusia. Varios líderes demócratas, como el diputado Adam Schiff, presidente de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, se reunieron con el Batallón Azov durante una reciente visita a Ucrania.

La cuestión del antisemitismo tiene una profunda resonancia histórica. No es meramente un vestigio del primitivo fanatismo medieval arraigado en las iglesias cristianas y en los prejuicios rurales hacia una población que se encuentra principalmente en las ciudades. El antisemitismo moderno surgió a finales del siglo diecinueve, especialmente en Europa, como un arma de la clase capitalista destinada a desviar las tensiones de clase y a proporcionar un chivo expiatorio conveniente para la ira de las masas por el deterioro de las condiciones sociales.

Este antisemitismo urbano se fusionó con la versión más antigua y tradicional durante el derrumbe del capitalismo en la Gran Depresión. En combinación con una violenta hostilidad al socialismo y al movimiento obrero, se convirtió en la base ideológica del Partido Nazi de Hitler. Con el respaldo de la clase capitalista, los nazis tomaron el poder en Alemania para acabar con la amenaza de una revolución obrera. Al mando de los recursos del Estado imperialista más fuerte de Europa, llevaron a cabo los crímenes más monstruosos de la historia de la humanidad.

El antisemitismo asume un carácter particularmente tóxico en tiempos de una crisis social y económica extrema. Aparece en forma de explosiones de violencia, como el atentado de 2018 en la sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburgh, que fue directamente inspirado por Trump y en el que 11 personas fueron asesinadas por un pistolero fascista, así como innumerables incidentes más de menor envergadura. Esta tendencia no se limita a Estados Unidos, sino que afecta toda Europa, incluso Alemania.

El antisemitismo no puede combatirse sobre la base de apelaciones morales a la conciencia o con vanas esperanzas de que en el siglo veintiuno ese prejuicio sea cosa del pasado gracias al progreso o una mayor tolerancia. El antisemitismo se ve alimentado por las contradicciones del sistema capitalista mundial, y estas contradicciones se han agudizado, no reducido, ante el desarrollo de la tecnología y la creciente interconexión global de la humanidad.

Es incluso menos posible combatir el antisemitismo a partir del sionismo, que consiste en un apoyo ruinoso al anticuado y reaccionario entramado del Estado nacional. En este período histórico, la globalización convierte todos los Estados nacionales en una trampa para su población -especialmente un Estado minúsculo arraigado en la expulsión y represión de sus habitantes anteriores.

Cabe señalar que las políticas opresivas del Estado de Israel hacia el pueblo palestino, incluidas las acciones provocadoras de los grupos fascistoides de “colonos” en Cisjordania, debilitan la simpatía por el pueblo judío que despertó el Holocausto a nivel mundial.

Además, la persistente campaña para tildar de antisemitismo cualquier defensa del pueblo palestino y la oposición al sionismo, un fenómeno particularmente fuerte en Reino Unido y Estados Unidos, socava la resistencia al fanatismo y cultiva un elemento de cinismo hacia esa cuestión.

El mito de un “antisemitismo de izquierda” es especialmente pernicioso al intentar separar al pueblo judío del movimiento socialista y obrero que siempre ha sido su principal defensor y aliado, así como su esperanza para el futuro.

La Cuarta Internacional, el movimiento trotskista mundial, siempre ha estado al frente de la lucha mundial contra el antisemitismo. Como escribió León Trotsky, en nuestro programa fundacional:

Antes de agotar o ahogar a la humanidad en sangre, el capitalismo contamina la atmósfera mundial con los vapores venenosos del odio nacional y racial. El antisemitismo es hoy una de las convulsiones más malignas de la agonía del capitalismo.

Una exposición intransigente de las raíces de los prejuicios raciales y de todas las formas y matices de la arrogancia y el chovinismo nacionales, en particular del antisemitismo, debe formar parte del trabajo diario de todas las secciones de la Cuarta Internacional, como la parte más importante de la lucha contra el imperialismo y la guerra. Nuestra consigna fundamental sigue siendo: ¡Trabajadores del mundo, uníos!

En medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Administración Roosevelt hacía la vista gorda ante los campos de exterminio nazis, bloqueando la entrada de refugiados judíos y rechazando los llamamientos para bombardear las vías del tren a Auschwitz, el Comité Ejecutivo de la Cuarta Internacional declaró:

La Cuarta Internacional, líder de los trabajadores en la lucha por el socialismo mundial, les da la bienvenida a los trabajadores judíos a sus filas. Solo el socialismo mundial puede salvar a los judíos, sobre todo a los obreros judíos, y a todas las naciones y razas oprimidas del terrible destino que el capitalismo mundial les ha impuesto y del porvenir aún peor que les reserva a cada vez más de ellos. Solo en el socialismo mundial, podrá ser una realidad la fraternidad humana y podrá convertirse el antisemitismo en un horrible recuerdo.

Estas declaraciones siguen siendo la base de una lucha de principios contra el antisemitismo, que requiere la movilización política de la clase obrera en lucha por el socialismo y el internacionalismo. Solo el derrocamiento del capitalismo a escala mundial puede poner fin al antisemitismo y proporcionar una auténtica libertad y seguridad al pueblo judío.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de octubre de 2022.)

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