Las elecciones intermedias o de mitad de mandato en EE.UU. concluirán mañana en condiciones de una crisis social, económica y política sin precedentes. Al pueblo estadounidense se le está dando la supuesta “elección” entre dos partidos capitalistas y políticamente reaccionarios que están dedicados a la intensificación de las guerras en el extranjero y de la guerra contra la clase trabajadora en casa.
Dos años después de las elecciones presidenciales de 2020, que culminaron con el intento de golpe de Estado fascistizante del 6 de enero de 2021, el Partido Republicano podría conseguir el control de una o ambas cámaras del Congreso, mientras aumenta su posición dominante en las gobernaturas estatales de todo el país. Si bien no es posible predecir el resultado final, las encuestas indican que los republicanos han podido sacar provecho del aumento de la miseria económica en los primeros dos años del mandato de Biden.
Para el Senado, la Cámara de Representantes y las gobernaturas estatales, el Partido Republicano ha postulado a reaccionarios fascistoides que no solo apoyan la gran mentira de Trump de que las elecciones de 2020 fueron robadas, sino que se rehúsan a aceptar anticipadamente los resultados de los comicios de 2022, a menos que ganen. Además, se han comprometido a devolver a Trump a la Casa Blanca en 2024.
En un estado tras otro, los republicanos han presentado candidatos decididos a tomar control de la maquinaria electoral y utilizarla para afianzar su dominio futuro. Un candidato a gobernador, Tim Michels en Wisconsin, incluso predijo que el Partido Republicano no perderá otra elección nunca si él gana.
El propio Trump, que presuntamente está a punto de anunciar su candidatura presidencial para 2024, ha acogido el fascismo cada vez más abiertamente. En sus mítines, él y otros oradores han incurrido poco sutilmente en antisemitismo, promesas de represalias contra sus rivales políticos, la denigración de los inmigrantes, ataques al “socialismo”, y regocijos sobre el ataque violento en el que casi muere Paul Pelosi, el esposo de la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes —un ataque llevado a cabo por un fascista que apoyaba las mentiras de “fraude electoral”—.
Durante los últimos días, tanto Trump como la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, han llamado a los partidarios de Trump a concentrarse en las urnas. El Departamento de Seguridad Nacional emitió una advertencia sobre un mayor peligro de violencia extremista de la ultraderecha durante y después de los comicios.
¿Cómo se puede explicar que el Partido Republicano pueda regresar al poder? No se debe a una gran base de apoyo popular a Trump ni a sus conspiraciones fascistizantes. Tampoco existe un apoyo masivo a las políticas de un Congreso controlado por los republicanos: recortes fiscales para los ricos, recortes sociales, especialmente a las garantías como el seguro social y el seguro médico Medicare, ataques cada vez más intensos contra los inmigrantes y una mayor violencia policial.
Cualquier éxito electoral para los republicanos se debe completamente a las políticas reaccionarias y ruinosas del Partido Demócrata y el impasse que enfrenta la clase trabajadora ante el monopolio bipartidista.
¿Cuáles han sido los principales “logros” del Partido Demócrata durante los últimos dos años en los que ha controlado la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso?
La preocupación principal de la Administración de Biden ha sido la prosecución de la guerra contra Rusia en Ucrania, que cuenta con el pleno apoyo de todo el Partido Demócrata. Esto se vio reforzado hace dos semanas cuando 30 demócratas liberales enviaron una carta a la Casa Blanca en la que pedían un acuerdo negociado con Rusia en lugar de seguir aumentando el riesgo de una guerra nuclear.
En 24 horas, ante una reacción fuerte dentro de la élite política, la carta fue retirada y la líder de la “Bancada Progresista” emitió una humillante disculpa, reafirmando el apoyo del grupo a proseguir la guerra hasta la “victoria”.
La inflación se está disparando y el nivel de vida de la clase trabajadora se está deslizando. La Reserva Federal aumenta deliberadamente el desempleo mediante el alza de los tipos de interés, a fin de utilizar la miseria social como ariete contra las demandas de aumentos salariales.
En dos años en el poder, los demócratas no han hecho nada para mejorar las condiciones de la gran mayoría de la población. La Casa Blanca abandonó todos los proyectos de ley sobre el derecho al voto. No hizo nada para proteger los derechos de los inmigrantes, sino que incrementó las deportaciones y la expulsión de los solicitantes de asilo a niveles récord, más allá incluso del nivel de la Administración de Trump. Considera el derecho de las mujeres al aborto como un medio para motivar a la gente a votar, mientras se niega a defenderlo en la práctica.
Y, frente a un partido que intentó anular las elecciones de 2020 y bloquear la investidura del propio Biden utilizando métodos golpistas y de asesinato político, los demócratas han blindado al Partido Republicano.
Casi dos años después de la intentona golpista, ni Trump ni ninguno de sus principales cómplices han sido procesados. No ha habido ninguna investigación seria sobre la conspiración del 6 de enero ni sobre las fuerzas sociales y políticas detrás de ella.
Desde el discurso de Biden del pasado miércoles, en el que advirtió de que Trump y sus aliados representan una grave amenaza para la democracia, él y otros líderes demócratas han convertido la declaración de que “la democracia se juega en las urnas” en un mensaje hueco.
Las diferencias entre los demócratas y los republicanos, por amargas e intensas que sean, son totalmente tácticas.
En política interior, los demócratas pretenden utilizar el aparato sindical para reprimir a la clase trabajadora, mientras emplean a los demagogos de la política de identidades para dividir a la clase trabajadora en líneas de raza y género. Los republicanos desean prescindir de los sindicatos, que están perdiendo rápidamente su capacidad de contener la lucha de clases, y proceder directamente al despliegue de la violencia policial y militar.
En la cuestión fundamental de a qué clase sirven, los demócratas y los republicanos están unidos. Son diferentes componentes de un sistema bipartidista de reacción política capitalista-imperialista.
La verdadera posibilidad de salir de este callejón sin salida político radica en acontecimientos totalmente ajenos al restringido entramado de la política oficial estadounidense, en el crecimiento de una rebelión de la clase obrera contra las burocracias sindicales que se han dedicado por décadas a suprimir la lucha de clases.
La huelga de 55.000 trabajadores escolares en Ontario, Canadá, el movimiento de 120.000 trabajadores ferroviarios de EE.UU. contra la capitulación de los sindicatos al contrato podrido ideado por la Junta de Emergencia Presidencial de Biden, las luchas en desarrollo de los pilotos de avión, la ira explosiva de los trabajadores de la salud y los educadores de EE.UU.: estas son las primeras señales de un estallido de las luchas de la clase obrera en América del Norte, como parte de un movimiento global de la clase obrera internacional.
En medio del espectáculo reaccionario de las elecciones intermedias, la campaña del candidato socialista Will Lehman para la presidencia del sindicato United Auto Workers (UAW) está trazando el camino a seguir para los trabajadores de EE.UU. y de todo el mundo. La campaña de Lehman ha ganado un enorme apoyo sobre la base de un programa que busca abolir el aparato del UAW y transferir el poder a las bases. Es la expresión más consciente de un movimiento de clase que se desarrollará de forma explosiva tras las elecciones intermedias.
La cuestión fundamental es que los trabajadores reconozcan que la defensa de sus intereses sociales y económicos está ligada a una lucha política contra el Gobierno y los dos partidos de la élite capitalista dominante.
(Publicado originalmente en inglés el 6 de noviembre de 2022)