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Perspectiva

La cumbre de la OTAN en Vilna desvela planes de dominación global

La declaración adoptada esta semana por los jefes de los 31 Estados miembros de la OTAN en Vilna, Lituania, constituye un plan para una guerra global. Solo una fracción del documento de 24 páginas lidia con el tema principal de la cumbre, la guerra en Ucrania. En el resto, la OTAN declara su intención de imponer su voluntad al resto del mundo. Ningún continente ni región quedan relegados de lo que el documento llama el “enfoque de 360 grados” de la OTAN.

El foco al inicio del documento es el conflicto con Rusia. Condena al Gobierno de Putin con un vocabulario que excluye desde un principio cualquier solución a la guerra en Ucrania mediante negociaciones. “No puede haber impunidad” ante sus “crímenes de guerra” y “todos los responsables” serán “obligados a rendir cuentas”, exige la OTAN. Una precondición para la paz es “el retiro completo e incondicional de Rusia”. En palabras dirigidas a Putin, afirma, “A la luz de sus políticas y acciones hostiles, no podemos considerar a Rusia nuestro socio”.

Los comentarios en la prensa se han concentrado en que, si bien el comunicado afirma que “Ucrania pertenecerá a la OTAN en un futuro”, no plantea un cronograma específico para su incorporación, como lo solicitó el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. En cambio, indica que la afiliación ucraniana ocurrirá en una fecha futura “cuando todos los aliados estén de acuerdo y se cumplan las condiciones”.

Por razones tácticas, las principales potencias de la OTAN, particularmente EE. UU. y Alemania, decidieron que no es el momento correcto para el ingreso formal de Ucrania, lo que activaría el artículo 5 de la alianza y eliminaría la ficción políticamente conveniente para el Gobierno de Biden de que EE. UU. no está en guerra con Rusia. Además, deja la puerta abierta para que Polonia y otros miembros de la OTAN desplieguen tropas en Ucrania, con la aprobación de EE. UU., sin comprometer a toda la alianza a una declaración formal de la guerra.

La ambigüedad legal no significa que la OTAN no esté intensificando dramáticamente la guerra, suministrando indefinidamente a Ucrania el apoyo militar y financiero para seguir combatiendo y desangrando a Rusia.

El nuevo comunicado declara que “la ruta de Ucrania hacia la integración euroatlántica plena ha superado meramente la necesidad de un Plan de Acciones para la Afiliación”, que fue establecido en 2008, porque “Ucrania se ha vuelto cada vez más interoperable y políticamente integrada con la Alianza”.

Añadió, “Seguiremos firmes en nuestro compromiso con aumentar el apoyo político y práctico a Ucrania mientras sigue defendiendo su independencia, soberanía e integridad territorial dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas, y continuaremos nuestro apoyo por el tiempo que sea necesario”.

Estados Unidos, Alemania y los otros países miembros de la OTAN se comprometieron a entregar una cantidad sustancial de ayuda militar adicional a Ucrania. En un acuerdo aparte, los países del G-7, que estaban presentes en Vilna —incluyendo Japón que no pertenece a la OTAN— prometieron suministrar una asistencia considerable a Ucrania, incluyendo armas de última generación.

Tras instigar la guerra en Ucrania, EE. UU. y las potencias de la OTAN están sacándole partido para organizar una escalada militar profunda y global, con un coste horrendo para el pueblo ucraniano. Esto corresponde, en primer lugar, al conflicto con la propia Rusia, que está asumiendo un carácter europeo.

Posiblemente un aspecto más importante que el comunicado es el plan de guerra aprobado en la conferencia, que suma 4.000 páginas y detalla los despliegues de tropas y armas en toda Europa del este. La fuerza de reacción rápida de la OTAN será aumentada de 40.000 a 300.000 soldados. El comunicado se refiere a planes “para garantizar el refuerzo oportuno de todos los aliados, acorde a nuestro enfoque de 360 grados… Nos hemos comprometido a abastecer plenamente y ejercitar regularmente estos planes para estar preparados para una defensa colectiva de alta intensidad y dominios múltiples”.

Desde la última cumbre en Madrid hace un año, la OTAN ha tendido un auténtico cerco alrededor de Rusia. En aquella ocasión, invitó a Finlandia y Suecia a adherirse y adoptó un documento estratégico que preveía un aumento masivo de las tropas de la OTAN en Europa oriental y un incremento significativo del gasto militar.

La ejecución de estas decisiones se encuentra ya muy avanzada. Finlandia es miembro de la OTAN, y en Vilna se eliminaron los últimos obstáculos para la adhesión de Suecia. Como consecuencia, la frontera terrestre de los países miembros de la OTAN con Rusia se ha duplicado con creces y se ha situado a menos de 150 kilómetros de San Petersburgo. El mar Báltico se ha convertido en un mar de la OTAN al que Rusia solo tiene acceso a través de un pequeño rincón en San Petersburgo y el enclave asediado de Kaliningrado.

El conflicto con Rusia forma parte de un plan de dominación mundial.

Un punto central del comunicado es China, a la que se acusa de emplear “una amplia gama de herramientas políticas, económicas y militares para aumentar su huella global y proyectar poder”. Está dañando la seguridad de la alianza mediante “operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas” y “retórica de confrontación y desinformación” e intenta “controlar sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras críticas, y materiales y cadenas de suministro estratégicos”.

La declaración de la cumbre afirma que “la asociación estratégica cada vez más profunda entre la República Popular China y Rusia y sus intentos, que refuerzan mutuamente, de socavar el orden internacional basado en normas son contrarios a nuestros valores e intereses”.

Como todos los documentos elaborados por las potencias imperialistas, el comunicado de la OTAN está plagado de hipocresía. Las potencias estadounidenses y europeas hablan de defender la “soberanía y la integridad territorial” nacionales, cuando ellas mismas han lanzado guerras de agresión en todos los rincones del planeta. Insisten en el derecho absoluto de Ucrania a elegir a sus “socios estratégicos”, es decir, a entrar en la OTAN, pero niegan ese derecho a China y Rusia. Insisten en el derecho de la OTAN a proporcionar armas ilimitadas a Ucrania, pero tratan cualquier ayuda militar a Rusia como un auténtico acto de guerra.

Cuando el documento habla de defender un “orden internacional basado en normas”, significa un “orden” en el que todos los países deben cumplir las órdenes de las potencias imperialistas, sobre todo de Estados Unidos.

Con este fin, la Organización del Tratado del “Atlántico Norte” se ha transformado en un monstruo de Frankenstein que hace valer sus intereses y “valores” en todas partes del globo. “La región del mar Negro tiene una importancia estratégica para la Alianza”, afirma el comunicado. “Oriente Próximo y África son regiones de intereses estratégicos... El Indo-Pacífico es importante para la OTAN”.

¿En qué mapa, cabría preguntarse, linda Oriente Próximo, por no hablar del Indo-Pacífico, ¿con las costas del Atlántico norte?

Incluso en el Ártico, en el espacio exterior y en el ciberespacio, la OTAN quiere garantizar la “seguridad”. Un ciberataque puede servir de pretexto para la guerra: “Un conjunto único o acumulativo de actividades cibernéticas maliciosas podría alcanzar el nivel de ataque armado y podría llevar al Consejo del Atlántico Norte a invocar el artículo 5 del Tratado de Washington, dependiendo del caso”. El artículo 5 obliga a todos los miembros de la OTAN a prestar asistencia a un miembro que sufra un ataque militar.

Las repetidas referencias a la guerra nuclear, que ahora entra en los cálculos de los planificadores de guerra imperialistas, son particularmente ominosas. “Aportaremos individual y colectivamente toda la gama de fuerzas, capacidades, planes, recursos, activos e infraestructuras necesarios para la disuasión y la defensa, incluida la lucha de alta intensidad y en diversos dominios contra competidores con armas nucleares”, afirma el documento. “En consecuencia, reforzaremos el adiestramiento y los ejercicios que simulen la dimensión convencional y, para los Aliados implicados, la nuclear de una crisis o conflicto, facilitando una mayor coherencia entre los componentes convencionales y nucleares de la postura de disuasión y defensa de la OTAN en todos los dominios y en todo el espectro del conflicto”.

El documento expone la bancarrota política de la estrategia del régimen de Putin, que ha seguido una política encaminada a presionar a las potencias imperialistas para obtener “garantías de seguridad”. Pero las potencias imperialistas estadounidenses y europeas no quieren compromisos, quieren la dominación mundial. A pesar del evidente fracaso de la contraofensiva ucraniana, Estados Unidos y la OTAN harán todo lo que esté en su mano para perpetuar la guerra sin importar cuántos ucranianos mueran. Rusia se ha visto arrastrada a una trampa de la que no puede encontrar salida. Cuanto más se prolongue el conflicto, mayor será la presión sobre el régimen de Putin para que escale la guerra o capitule. En el marco político capitalista del régimen, no se puede encontrar un punto medio aceptable.

Pero las políticas de la OTAN, tal como lo demuestra el Comunicado de Vilna, tienen un carácter totalmente delirante y temerario. Los grandiosos planes de conquista y dominación del mundo se derivan de la crisis del capitalismo global. Los ambiciosos planes de conquista y dominación del mundo son consecuencia de la crisis del capitalismo global. Durante más de 30 años, Estados Unidos, apoyado por sus “socios” europeos, ha intentado compensar el declive de su dominio económico mediante la fuerza militar, con consecuencias devastadoras para Irak, Afganistán, Libia y muchos otros países.

Solo tienen una respuesta a la incompatibilidad del carácter social e internacional de la producción moderna, por un lado, y la propiedad privada y el Estado nación, en los que se basa el capitalismo, por otro: la redivisión violenta del mundo bajo su dominio. Esta fue ya la causa de las dos primeras guerras mundiales.

Los planes de guerra de las potencias imperialistas intensificarán enormemente el crecimiento de la conflictividad social. El documento compromete a todos los firmantes a destinar “al menos el 2 por ciento de nuestro producto interior bruto” a la guerra. Sin embargo, afirma, “en muchos casos, será necesario un gasto superior al 2 por ciento del PIB para remediar las carencias existentes y satisfacer las necesidades en todos los ámbitos derivadas de un orden de seguridad más disputado”.

¿Y quién lo pagará? La escalada bélica en el exterior es al mismo tiempo una escalada del asalto a los programas sociales, los salarios y los empleos de la inmensa mayoría de la población, la clase trabajadora.

Los participantes en la cumbre son muy conscientes de ello. A lo largo del documento hay referencias veladas al conflicto interno. Se alude a la necesidad de “impulsar nuestra capacidad nacional y colectiva para garantizar la continuidad de la gobernanza”, “posibilitar el apoyo civil a las operaciones militares” y “promover la resiliencia de la sociedad”. El documento se refiere incluso a la posibilidad de utilizar el artículo 5 contra los opositores internos de los Gobiernos —”actores no estatales”— que “atenten contra nuestras instituciones políticas, nuestras infraestructuras críticas, nuestras sociedades, nuestros sistemas democráticos, nuestras economías y la seguridad de nuestros ciudadanos”.

La pretensión de la OTAN de imponer su voluntad a todo el mundo, tal como se formula en el documento de la cumbre de Vilna, roza la locura. Pero es la locura de una clase dirigente que se encuentra entre la espada y la pared. A pesar de todas sus bravatas y amenazas, los miembros de la OTAN celebraron su cumbre en Vilna en condiciones de extrema crisis. Las élites gobernantes de las principales potencias imperialistas intentan desesperadamente mantener todo unido, incluso entre ellas y dentro de sus propios Gobiernos. Sobre todo, se enfrentan a la creciente oposición social de la clase obrera.

El fin de la guerra solo llegará mediante la fusión de las luchas en desarrollo de la clase obrera en oposición al imperialismo. Las condiciones objetivas para tal movimiento se están desarrollando rápidamente. Este año ya se han visto protestas y huelgas masivas en EE. UU., Francia, Alemania, Reino Unido y todos los principales países capitalistas. Todos los Gobiernos detrás de la escalada bélica son despreciados, y existe una masiva oposición latente a la guerra en la clase obrera internacional.

La tarea consiste en hacer políticamente consciente este movimiento objetivo, desarrollar en la clase obrera la comprensión de la necesidad de conectar la lucha contra la desigualdad y la explotación con la lucha contra la guerra imperialista y el sistema capitalista de Estados nación. Instamos a todos los que estén de acuerdo con esta perspectiva a unirse y construir el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones, los Partidos Socialistas por la Igualdad.

(Publicado originalmente en inglés el 12 de julio de 2023)

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