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Perspectiva

El golpe judicial de Netanyahu y el callejón sin salida del sionismo

El Gobierno de extrema derecha del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu aprobó el lunes una legislación para arrogarse competencias ilimitadas, pese a una oposición popular masiva y sin precedentes en la historia de Israel.

La nueva ley pone fin al poder de la Corte Suprema de vetar decisiones de funcionarios electos con base en su “irracionalidad”, dando a la Knéset la facultad de anular el fallo del tribunal con una mayoría simple. De un golpe, elimina la separación entre el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial.

A partir de ahora, el Gobierno puede politizar la selección de jueces, nombrar a criminales convictos a los cargos más altos del Estado y permitir que Netanyahu, quien se encuentra actualmente en juicio por cargos de corrupción con penas de años de cárcel, evada una sentencia.

Netanyahu ha puesto en la mira una institución, la Corte Suprema, que ha coludido repetidamente en la represión brutal de los palestinos, amparado la violencia de los colonos y hecho valer la Ley de Estado Nación de 2018 que define Israel como “el hogar nacional del pueblo judío” y que confirma que los árabes son ciudadanos de segunda clase.

Pero esto no le bastaba al Gobierno de ultranacionalistas y sionistas religiosos bajo Netanyahu. Sus objetivos son la anexión total del territorio ocupado de Cisjordania, una limpieza étnica de todo Israel y la imposición de un régimen autoritario en una sociedad caracterizada por la gran desigualdad social, el militarismo intensificado y la reacción cultural.

La amenaza de tales medidas provocó una crisis existencial para el Estado israelí, desencadenando siete meses de manifestaciones que han movilizado a cientos de miles en medio de ataques policiales viciosos contra los manifestantes. En una entrevista con el medio televisivo británico Channel 4, el ex primer ministro Ehud Olmert ahora advierte: “Es una grave amenaza. Nunca había ocurrido y estamos en una guerra civil en este momento”.

Un aspecto llamativo de la ola de oposición es el anuncio de que más de 10.000 reservistas del Ejército se rehusarán a servir si se lleva a cabo el golpe judicial, indicando que no están dispuestos a poner sus vidas en riesgo pro un Gobierno que ya no es democrático.

El Ejército exige varios años de servicio militar a los israelíes judíos jóvenes y un servicio anual como reservistas. Por 56 años, el servicio militar ha servido para imponer la ocupación ilegal israelí en territorio palestino y sirio, llevando a cabo allanamientos, desahucios, demoliciones y otras medidas punitivas, así como para ofrecer una cubierta para los ataques paramilitares de los colonos.

La negativa de los reservistas a servir refleja la creciente preocupación de los trabajadores y ciertas capas profesionales de la clase media sobre los intentos ultraderechistas y extremistas de los colonos de provocar una guerra de plena escala contra los palestinos, incluso cuando Netanyahu intensifica su guerra encubierta contra Irán y sus aliados en Siria y Líbano. Esto ocurre cuando Israel se ha vuelto un polvorín social y político y todo Oriente Próximo se ha visto desestabilizado por la crisis económica global, la pandemia, el cambio climático y los planes encabezados por EE.UU. de intensificar la guerra con Rusia en Ucrania y contra sus aliados regionales en Irán y Siria, en la que Tel Aviv es su perro de presa principal. Esto provoco una advertencia del jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel, Herzi Halevi de que la falta de “una fuerza de defensa fuerte y unificada”, Israel “no podría existir como país en la región”.

Estas son las preocupaciones que animan a los autoproclamados líderes de la oposición al golpe judicial de Netanyahu, incluyendo a antiguos ministros, generales y jefes de seguridad e inteligencia. Los líderes de la oposición no están menos comprometidos con la expansión de las fronteras de Israel a expensas de los palestinos, pero temen que el giro hacia una dictadura abierta pone en peligro los intereses de la élite empresarial y financiera de Israel y han rogado a Netanyahu que “ceda”.

Israel ha dependido durante mucho tiempo para su supervivencia del masivo apoyo económico y militar de Estados Unidos, en particular tras su éxito contra los ejércitos árabes en 1967, a cambio de actuar como policía del imperialismo estadounidense en Oriente Próximo. Ahora, en lugar de ser una fuerza policial eficaz, las acciones de Netanyahu han socavado los prolongados esfuerzos de Washington para conseguir alianzas con los regímenes árabes de Oriente Próximo, amenazando sus planes para aislar y aplastar a Irán y desenmascarando su pretensión fraudulenta de defender la democracia en su guerra de facto contra Rusia en Ucrania.

Además, la posibilidad de una convulsión social prolongada en Israel y en toda la región ha asustado a los inversores internacionales. Morgan Stanley ha recortado su calificación crediticia soberana a una “postura de aversión” mientras la agencia Moody's ha advertido de “consecuencias negativas” y de un “riesgo significativo” para la economía y la seguridad de Israel.

La enorme ola de oposición al Gobierno ha desacreditado políticamente las afirmaciones fraudulentas de quienes equiparan las críticas a Israel con el antisemitismo. Esto ha socavado una caza de brujas global contra la izquierda para silenciar y desacreditar a quienes se oponen a la represión israelí de los palestinos y a los objetivos bélicos de los patrocinadores imperialistas de Israel.

Al mismo tiempo, ha refutado el principio central de la Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones que culpa a todos los israelíes de los crímenes de su Gobierno. Señalando a los líderes prosionistas del movimiento de protesta, varias publicaciones liberales y pseudoizquierdistas han insistido en que todo lo que está ocurriendo es un enfrentamiento entre camarillas sionistas rivales y que nunca se podrá ganar a los trabajadores judíos para que luchen unidos con los palestinos porque son leales al “Estado colonizador” que les proporciona una existencia supuestamente privilegiada.

Existen dificultades complejas para desarrollar una auténtica oposición socialista a la agenda fascistizante de Netanyahu. Pero la clase obrera –israelí y palestina, judía, laica, musulmana y cristiana— está siendo empujada objetivamente a la lucha contra la clase dominante y su aparato estatal.

Lo que hace falta es que la clase obrera y su generación más joven saquen las lecciones políticas centrales de la historia de Israel desde su fundación.

Los mitos principales del proyecto sionista han recibido un duro golpe del que nunca se recuperarán. No queda nada de la insistencia en la “unidad nacional” en la que se basa el sionismo. La pretensión de que su establecimiento hace 75 años mediante la expulsión forzosa de los palestinos proporcionaría un refugio democrático al pueblo judío tras los horrores de la Alemania nazi y el Holocausto se ha convertido en una pesadilla.

El sionismo surgió como un movimiento etnonacionalista de derechas en el siglo diecinueve basado en concepciones exclusivistas de separatismo racial, religioso y lingüístico para justificar el establecimiento de un Estado capitalista judío. El crecimiento de su influencia en un pueblo profundamente arraigado en la Ilustración y luego en el movimiento socialista se debió a la catástrofe sufrida por los judíos europeos en los años 30 y 40, que culminó con el exterminio de 6 millones de judíos europeos en el Holocausto nazi. Esta derrota de la clase obrera europea a manos del fascismo se vio facilitada por la degeneración estalinista de la Unión Soviética y la Internacional Comunista, y la traición de la burocracia soviética a la lucha por el socialismo mundial.

El sionismo aprovechó políticamente la desilusión política generalizada entre los judíos para promover la creación de un Estado judío mediante la emigración a Palestina. controlada por los británicos. Israel se estableció en 1948 mediante la expulsión forzosa y brutal de casi un millón de palestinos y la confiscación de sus tierras.

Un Estado fundado sobre esta base y la represión continua de los palestinos siempre fue incapaz de desarrollar una sociedad genuinamente democrática. Su evolución como Estado guarnición del imperialismo estadounidense, repetidamente en guerra con sus vecinos árabes y en guerra permanente con los palestinos; aplicando una política expansionista de “Gran Israel”; apoyándose cada vez más firmemente en la población de colonos derechistas de los territorios ocupados y en las subvenciones militares estadounidenses para compensar el impacto desestabilizador de algunos de los niveles de desigualdad social más altos del mundo: todo esto es lo que ha allanado el camino al monstruo de Frankenstein que es el Gobierno de Netanyahu.

Ahora han surgido las condiciones para una lucha exitosa que movilice a toda la clase obrera, judía y palestina, en una lucha socialista unificada contra su opresor común. Únicamente la Cuarta Internacional, representada hoy por el Comité Internacional, ha luchado por esta perspectiva.

Al comienzo de la actual ola de protestas, el World Socialist Web Site recordó la profética respuesta de la Cuarta Internacional a la partición de Palestina en 1947 por las Naciones Unidas, que condujo a la creación de Israel, en una declaración titulada “A contracorriente”. Advertía:

La Cuarta Internacional rechaza como utópica y reaccionaria la “solución sionista” de la cuestión judía. Declara que la renuncia total al sionismo es la condición sine qua non para la fusión de las luchas de los trabajadores judíos con las luchas sociales, nacionales y de liberación de los trabajadores árabes....

La partición abre una brecha entre el trabajador árabe y el judío. El Estado sionista, con sus provocadoras líneas de demarcación, provocará el florecimiento de movimientos irredentistas (revanchistas) en ambos lados. Se luchará por una “Palestina árabe” y por un “Estado judío” dentro de las fronteras históricas de Eretz Israel (la Tierra de Israel). Como resultado, la atmósfera chovinista creada envenenará el mundo árabe en Oriente Próximo y estrangulará la lucha antiimperialista de las masas, mientras que los sionistas y los feudalistas árabes se disputarán el favor imperialista.

El WSWS explicó:

El callejón sin salida del sionismo solo es una muestra más del fracaso de todos los movimientos nacionales y los Estados que crearon a la hora de resolver cualquiera de las cuestiones fundamentales a las que se enfrentan las masas trabajadoras. Las mismas cuestiones afectan a todos los pueblos de la región, donde la clase obrera está sometida a formas brutalmente represivas de dominio burgués en medio de grotescos niveles de desigualdad social.

Tampoco hay nada único en el estallido de la oposición. Israel es testigo de una importante manifestación de las consecuencias políticas de gran alcance de un levantamiento global de la clase obrera que se ha extendido desde Sri Lanka hasta Francia.

Como en todas partes, el giro de la élite gobernante israelí hacia la dictadura deriva fundamentalmente del crecimiento extremo de la desigualdad social y la escalada de la guerra, que a su vez son los productos gemelos de la agonía mortal del capitalismo. No se podrá frenar mediante “negociaciones” entre facciones capitalistas rivales, sino desarrollando la creciente lucha de clases en todo el mundo en un movimiento político consciente por el socialismo.

La tarea crítica que enfrentan los trabajadores y jóvenes es la construcción de partidos revolucionarios independientes, secciones del CICI, incluyendo una sección israelí-palestina, para proporcionar la dirección política para derrocar el Estado sionista y los regímenes burgueses árabes y construir los Estados Unidos Socialistas de Oriente Próximo.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de julio de 2023)

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