En las últimas seis semanas, la transmisión del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, se ha duplicado con creces en Estados Unidos, según los últimos datos de aguas residuales publicados el lunes por Biobot Analytics. En medio del silencio del Gobierno de Biden y la prensa corporativa, la población estadounidense está siendo sometida a una octava ola de infecciones masivas con un virus letal capaz de dañar todos los sistemas de órganos y causar un conjunto de síntomas debilitantes a largo plazo.
Modelando los últimos datos de las muestras de aguas residuales, el oncólogo Mike Hoerger de Tulane University estima que actualmente 1,2 millones de estadounidenses están contrayendo COVID a diario, mientras que 8,6 millones están infectados en la actualidad. Para Año Nuevo, probablemente haya 1,8 millones de nuevos contagios diarios y 12,9 millones de personas infectadas. Este sería el segundo nivel más alto de infecciones diarias de toda la pandemia, únicamente por debajo de la ola inicial de la variante ómicron en otoño-invierno de 2021-22.
El Gobierno de Biden está haciendo todo lo posible para mantener al público desinformado de los inmensos peligros que representa para facilitar una política deliberada de contagios que causará que los adultos mayores y los discapacitados en Estados Unidos “se queden en medio del camino”, como lo manifestó el Dr. Anthony Fauci a inicios del año. En la medida en que el recrudecimiento de la pandemia mate a los vulnerables, es una señal “alentadora”, según la directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), Rochelle Walensky.
La cuarta ola de la pandemia durante el invierno en EE.UU. se concentra ahora en las regiones más frías del centro y noreste, y la parte central vive su peor nivel de infecciones desde enero de 2022, durante la primera ola de la variante ómicron. Los niveles del SARS-CoV-2 en aguas residuales también están aumentando en el sur y el oeste, y se espera que aumenten en las próximas semanas.
Las hospitalizaciones por COVID-19 están aumentando rápidamente en el Medio Oeste, particularmente en Illinois, Michigan e Indiana, y las muertes también aumentarán pronto, aunque ambas cifras oficiales son importantes debido a la eliminación de las pruebas de COVID.
Hasta ahora, la ola en los EE.UU. ha sido alimentada principalmente por las subvariantes de ómicron EG.5 y HV.1. La subvariante JN.1, descendiente de la subvariante BA.2.86 altamente mutada (apodada “Pirola”), se está volviendo rápidamente dominante y se espera que suplante a todas las demás variantes a nivel mundial en las próximas semanas. Solo después de que esta variante sea dominante, será posible determinar si es más patógena y es probable que hospitalice o mate a los infectados.
Los últimos datos sobre aguas residuales confirman por completo las advertencias hechas por el World Socialist Web Site hace dos semanas de que el récord de viajes de Acción de Gracias de este año impulsaría la propagación de COVID-19, poniendo en peligro a millones de personas en todo el país.
Esta es la primera temporada de vacaciones después de que el Gobierno de Biden y la Organización Mundial de la Salud (OMS) pusieran fin a sus respectivas declaraciones de emergencia de salud pública por COVID-19, legitimando la mentira de Biden de que “la pandemia ha terminado”. Con los medios corporativos siguiendo obedientemente el ejemplo, a masas de personas en todo el mundo se les ha hecho creer esta desinformación y han bajado la guardia, y la mayoría de las reuniones familiares y de otro tipo no implican medidas de mitigación en absoluto.
El final de los PHE puso el último clavo en el ataúd de cualquier apariencia de salud pública que quedara en los EE. UU. y en todo el mundo. En todos los países, se ha eliminado la vigilancia de la pandemia, incluidas las pruebas, el rastreo de contactos y la notificación periódica de casos oficiales de COVID-19, hospitalizaciones y muertes, como parte de un esfuerzo sistemático de los Gobiernos capitalistas para encubrir los impactos continuos de la pandemia.
Más recientemente, el 27 de noviembre, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) anunciaron silenciosamente en su sitio web que ya no proporcionarán datos de los informes de casos de COVID que les envíen los estados, hasta ahora el método más confiable y rápido para informar las muertes por COVID-19.
La población estadounidense y mundial ahora está volando a ciegas ante lo que podría ser una catastrófica tormenta invernal de infecciones, hospitalizaciones y muertes por COVID-19. Coincidiendo con un aumento de otros patógenos respiratorios, en particular la gripe y el virus sincitial respiratorio (VSR), esto podría convertirse rápidamente en una repetición de la “ triplicemia” del año pasado o incluso peor. Ya hay informes de hospitales infantiles inundados en ciudades de América del Norte y Europa, así como en China.
Un subproducto de la profundización del encubrimiento de la existencia misma de la pandemia, alimentada por campañas de desinformación antivacunas fuertemente financiadas, es que las tasas de vacunación de las dosis de refuerzo se han desplomado. Solo el 16 por ciento de los adultos estadounidenses, y solo el 27 por ciento de los millones de adultos mayores en el país, que son más vulnerables y viven en hogares de ancianos, han sido vacunados con la última dosis de refuerzo monovalente adaptada a la subvariante de ómicron XBB.1.5. En gran parte del mundo, estos refuerzos vitales ni siquiera están disponibles.
En una extraña admisión de los peligros actuales de COVID-19, el ministro de Salud alemán, Karl Lauterbach, miembro del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, siglas en alemán), habló sobre los efectos devastadores del COVID persistente en una conferencia de prensa el lunes. Señalando los picos históricos de casos de Parkinson y otras demencias después de la pandemia de influenza de 1918-20, Lauterbach dijo que contraer COVID-19 “afecta la forma en que funciona el sistema inmunitario en el cerebro, así como los vasos sanguíneos del cerebro, lo que puede aumentar el riesgo a largo plazo de estas importantes enfermedades neurodegenerativas”.
Lauterbach declaró: “Estamos viendo un aumento de casos [de COVID persistente] a medida que las olas de infecciones continúan afectándonos”. Añadió: “El COVID no es un resfriado, con un resfriado generalmente no se ven efectos a largo plazo. No se observan cambios en los vasos sanguíneos. Por lo general, no se desarrolla una enfermedad autoinmune. Por lo general, no se ve inflamación neurológica, estas cosas que todos vemos con el COVID persistente... Puede afectar el tejido cerebral y el sistema vascular”.
Expresando su preocupación de que solo el 3,6 por ciento de la población alemana se ha puesto la última dosis de refuerzo, Lauterbach concluyó: “Por favor, protégete del COVID persistente. Actualmente, el peligro que representa el COVID está siendo subestimado”.
Al escuchar esta conferencia de prensa, sería excusable guardar esperanzas de que al menos un funcionario esté tomando en serio la pandemia. Pero la verdad es que los comentarios de Lauterbach constituyeron una mención vacía del inmenso sufrimiento del COVID persistente, destinado a proporcionar cobertura política para su propia respuesta criminal y la de todo el Gobierno alemán a la pandemia.
En los últimos dos años, ignorando miles de estudios ya publicados sobre el COVID persistente, Lauterbach ha presidido el desmantelamiento completo de todas las medidas de salud pública anti-COVID, creando las mismas condiciones sobre las que ahora finge preocuparse. En abril, Lauterbach se hizo eco de la mentira de Biden y tuiteó: “Podemos decir que la pandemia también ha terminado para Alemania”.
También ha cumplido con la evisceración del presupuesto de salud pública a cargo del SPD, que se ha reducido en tres cuartas partes en los últimos dos años, de 64.400 millones de euros a 16.200 millones de euros. Esto incluye el recorte de la financiación para la investigación sobre el COVID persistente de 100 millones de euros a solo 21 millones de euros, una pizca en relación con la gran escala de esta crisis sanitaria.
Además, Lauterbach, como todos los demás políticos capitalistas, se niega a promover el uso de la mascarilla u ofrecer cualquier otro medio para detener o incluso frenar la propagación de la pandemia. Una estrategia de eliminación global, basada en limpiar el aire en espacios interiores públicos, las pruebas masivas de la población para identificar y cortar todas las cadenas de transmisión y otras medidas de salud pública, está más allá de los límites del sistema capitalista de ganancias.
Sin embargo, tal estrategia es ahora más alcanzable que en cualquier otro momento de la pandemia. El mismo día en que Lauterbach habló y Biobot actualizó sus datos de aguas residuales, se publicó un artículo en Vox sobre el número cada vez mayor de investigaciones que muestran el inmenso potencial de la tecnología de UV lejano para reducir la propagación del SARS-CoV-2 y todos los demás patógenos que se transmiten por vía aérea.
El artículo, titulado “La luz ultravioleta puede matar casi todos los virus en una habitación. ¿Por qué no está en todas partes?”, cubre gran parte de la misma información que una serie de dos partes publicada por el WSWS este año. Citando un informe de las organizaciones Rethink Priorities y 1Day Sooner, señala: “En total, el informe estima que un plan integral para mejorar la calidad del aire, incluidos los UV lejanos, los UV de la habitación superior y la ventilación/filtración, en cada edificio comercial en los EE.UU. requeriría una inversión única de $214 mil millones”.
En lugar de proporcionar ese financiamiento, necesario para la salud de la sociedad, el Gobierno de Biden está enviando sumas ilimitadas a Israel para llevar a cabo un genocidio de la población palestina y a Ucrania para perpetuar su guerra por delegación contra Rusia. El presupuesto militar anual para el imperialismo estadounidense ahora supera el billón de dólares, suficiente para proporcionar alimentos, agua y aire limpios a miles de millones de personas en todo el mundo.
A pesar de una campaña de propaganda de años para condicionar al público a aceptar los contagios por COVID-19 a niveles masivos y a perpetuidad, sigue habiendo una oposición importante a las políticas capitalistas de “dejarlo correr” entre los científicos, los defensores de los discapacitados y las personas mayores, y los sectores avanzados de la clase trabajadora. A medida que entran en lucha contra la guerra, el genocidio y la explotación, los trabajadores y los jóvenes deben reanudar la lucha por acabar con la pandemia de COVID-19 a través de una política científicamente fundamentada de eliminación global.
La experiencia de los últimos cuatro años de pandemia, en la que más de 27 millones de vidas han sido sacrificadas en aras del lucro privado, y todos los Gobiernos han rendido a sus poblaciones a olas interminables de infecciones, discapacitaciones y muertes, demuestra inequívocamente que el capitalismo no tiene nada progresista que ofrecer a la humanidad. Es un orden social condenado que debe ser reemplazado por una sociedad socialista mundial, basada en los principios de planificación económica e igualdad social.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de diciembre de 2023)