La siguiente conferencia fue pronunciada por el presidente del Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site, David North, en el campus de la Universidad de Míchigan en Ann Arbor, el martes, 12 de marzo.
El 25 de febrero de 2024, Aaron Bushnell, de 25 años, se suicidó frente a la Embajada israelí en Washington D.C. Poco antes de la 1:00 p.m., mientras se acercaba a la Embajada, Aaron transmitió en vivo la siguiente declaración:
Soy miembro del servicio activo de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. Y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto extremo de protesta. Pero comparado con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es extremo en absoluto. Esto es lo que nuestra clase gobernante ha decidido normalizar.
Al llegar a la Embajada, Aaron se roció con un líquido inflamable y lo prendió. Gritó “¡Palestina libre!” mientras lo envolvían las llamas. Un agente del Servicio Secreto, que había sido llamado al lugar, apuntó al joven con un arma y le ordenó que “se tirara al suelo”. Llegaron otros agentes y utilizaron extintores para sofocar las llamas. Aaron fue trasladado a un hospital local, donde murió a consecuencia de las quemaduras siete horas después, a las 8:06 p. m.
Como era de esperar, el Gobierno de Biden no ha emitido ninguna declaración oficial sobre el suicidio. El presidente Biden, que concluye todos sus discursos con el estribillo “¡Qué Dios proteja a nuestras tropas!”, no ha dicho ni una palabra ni mucho menos ha expresado su pesar por la muerte de Aaron Bushnell, miembro de las Fuerzas Aéreas estadounidenses.
En su mayor parte, los aliados del Estado israelí y los medios de comunicación prosionistas han restado importancia al suceso y han denigrado a Aaron como un individuo enfermo cuyo suicidio carece de significado político o social.
Pero esta no es la respuesta de la inmensa mayoría de la población mundial. Millones de personas han visto el suceso, ya sea en vídeo o en fotografía, y ha evocado, como debe ser, conmoción, dolor y simpatía. La muerte de un hombre joven, y de una forma tan horrible, no puede sino afectar profundamente las emociones humanas de una persona sana.
Sin embargo, el dolor evocado por la muerte de Aaron Bushnell y el respeto por su idealismo y sinceridad no deben extenderse a justificar y alabar su suicidio, ni mucho menos a recomendar un acto tan autodestructivo de “protesta extrema” como forma eficaz de oposición política al genocidio de Gaza y, más en general, a los crímenes del imperialismo.
Los que ahora apoyan el suicidio de Aaron y, por tanto, fomentan, directa o indirectamente su emulación –y Cornel West está entre ellos— no solo son irresponsables. Están contribuyendo a la desmoralización y desorientación política de la oposición al genocidio de Gaza y de la lucha más amplia contra las guerras imperialistas. Están contraponiendo la inútil protesta de un mártir individual a la construcción del movimiento de masas políticamente consciente de millones de personas que es necesario para detener y poner fin a la barbarie imperialista y al sistema capitalista en el que se basa.
Elaboraré sobre esta crítica más adelante en mi presentación. Pero primero quiero situar la muerte de Aaron en su contexto social más amplio.
Las circunstancias exactas de la muerte de Aaron fueron, por supuesto, excepcionales. Pero el suicidio en sí no es una causa de muerte inusual en Estados Unidos. Este es un hecho importante que no debe pasarse por alto.
En 2021, el suicidio fue la undécima causa de muerte en Estados Unidos. Un total de 48.183 estadounidenses murieron por suicidio. Hubo 1,7 millones de intentos de suicidio. La tasa de suicidios ajustada por edad fue de unos 14 por cada 100.000 individuos. Se produjeron, en promedio, 132 suicidios al día, y estoy seguro de que muchos de los aquí presentes conocen a compañeros, amigos, que han pasado por una grave crisis personal y quizás incluso se han quitado la vida. Los hombres blancos representaron más del 69 por ciento de las muertes por suicidio en 2021, mientras que los hombres afroamericanos representaron el 8,3 por ciento de los suicidios. Los suicidios masculinos fueron unas cuatro veces más frecuentes que los femeninos. Las tasas más elevadas de suicidio se dan entre adultos de 25 a 34 años y de 75 a 84 años.
Los soldados y veteranos constituyen un segmento significativo de las víctimas de suicidio en Estados Unidos. El considerable aumento de suicidios entre los soldados está claramente relacionado con la continua participación de este país en guerras.
Un estudio publicado en 2014 mostró que “la tasa de suicidio aumentó de 12,1 a 18,1 y 24,5 por cada 100.000 personas según el año de servicio activo en los años 2004-05, 2006-07 y 2008-09, respectivamente”. “El estudio del Ejército para evaluar el riesgo y la resiliencia de los militares” también descubrió que “el riesgo de suicidio se asociaba con ser blanco, varón, tener un rango militar menor, haber sido degradado recientemente y estar desplegado en la actualidad o con anterioridad,”[1] una descripción que se aplica en gran medida a Aaron Bushnell.
Otro estudio, publicado en el Journal of Affective Disorders en 2013, informó de un “aumento dramático de los suicidios” dentro de la Fuerza Aérea, que en 2010 alcanzó su tasa más alta en 27 años.[2] Esta tendencia ha continuado. En 2020 se produjeron 109 suicidios de personal de la Fuerza Aérea. Esta cifra incluía a los que estaban en el servicio activo, los reservistas y los miembros de la Guardia. En 2021 se produjeron 72 suicidios y 91 en 2022. Durante los dos primeros trimestres de 2023, la Fuerza Aérea informó de 46 suicidios. Es la principal causa de muerte entre los miembros de esta rama militar.
Evaluando las causas de los suicidios en la Fuerza Aérea, el estudio de 2013 en el Journal of Affective Disorders señaló que “solo una cuarta parte del personal activo de la Fuerza Aérea que muere por suicidio ha sido desplegado alguna vez en una zona de combate, y menos del 7 por ciento ha experimentado directamente el combate”. Sin embargo, el informe halló que un “sentimiento de arrepentimiento o remordimiento o 'sentirse mal por lo que hice'” estaba relacionado con los impulsos suicidas entre el personal de la Fuerza Aérea. Aunque tales sentimientos eran especialmente notables entre los que habían tenido experiencia directa de combate, sigue sin estar claro hasta qué punto están presentes en un grupo más amplio de personal militar.
Este factor debe tenerse en cuenta al evaluar el suicidio de Aaron Bushnell. Esto no niega el fuerte impulso político y las intenciones subyacentes de sus acciones, sino que contribuye a comprender el contexto social más amplio de las experiencias que condujeron a su muerte.
The Intercept ha averiguado que Aaron Bushnell publicó en Reddit utilizando el alias “acebush1”:
El usuario de Reddit acebush1 se unió al ejército poco después de publicar sobre sus dificultades económicas al comienzo de la pandemia. El 19 de marzo de 2020, acebush1 se preguntó si quería ser conductor de Uber Eats. Al mes siguiente publicó pidiendo ayuda financiera: “AYUDA-No puedo obtener beneficios de estímulo o desempleo, a punto de quedarme sin dinero”.
En mayo de 2020, Aaron se alistó en el programa de “Formación básica y técnica” de la Fuerza Aérea. Finalmente fue enviado a la base aérea de Lackland, en San Antonio. Recibió formación como especialista en operaciones de ciberdefensa en el 531º Escuadrón de Apoyo de Inteligencia.
En agosto de 2020, según The Intercept, volvió a publicar un vídeo de un avión militar, añadiendo un título que indicaba asombro por lo que la Fuerza Aérea era capaz de hacer. Sin embargo, sus publicaciones dejan claro que su actitud hacia la Fuerza Aérea y sus propias concepciones políticas estaban experimentando un significativo giro a la izquierda. Expresó apoyo por una huelga de presos en Alabama y publicó un meme del filósofo anarquista del siglo XIX Max Stirner. The Intercept informa: “En 2023, acebush1 hizo una publicación con el título '¡Palestina libre!' y enlazó a un vídeo de una toma activista de UAV Tactical Systems, una empresa de drones operada en parte por el contratista de defensa israelí Elbit Systems”.
En junio de 2023, acebush1 escribió:
Estoy aguantando hasta el final de mi contrato, ya que no me percate de un gran error hasta que estaba a más de la mitad de hacerlo, y solo me queda un año en este momento. Sin embargo, me arrepentiré el resto de mi vida.
Hay que tener en cuenta el factor de arrepentimiento entre el personal de la Fuerza Aérea que se ha quitado la vida o ha intentado quitársela. En otra declaración, respondiendo a una pregunta publicada en el subreddit r/Airforce, a los veteranos, si tuvieran que volver a hacerlo, seguirían alistándose, Intercept informa la respuesta de acebush1:
Por supuesto que no. He sido cómplice de la dominación violenta del mundo, y nunca me quitaré la sangre de las manos.
Aunque Aaron no estaba, según la información de que se dispone actualmente, directamente implicado en las operaciones de combate de la Fuerza Aérea, claramente se percibía a sí mismo como responsable moral de los crímenes cometidos por Estados Unidos y compartía un sentimiento de culpa, que el estudio al que se hace referencia en el Journal of Affective Disorders identificó como un factor significativo en los suicidios entre el personal de la Fuerza Aérea.
En la medida en que este sentimiento de culpa contribuyó al suicidio de Aaron, da fe de su integridad moral. Además, implica profundamente al orden social existente –la vasta estructura social de opresión y criminalidad económica, política e ideológica, enraizada en el capitalismo— en la muerte de Aaron Bushnell. Todas las explicaciones de la muerte de Aaron que se centran únicamente en su estado psicológico personal, como si lo personal se desarrollara de manera aislada de lo social, son falsas. Los factores externos, aquellos derivados de las condiciones sociales y políticas, fueron la causa principal y decisiva de la muerte de Aaron. Este es el hecho más importante relacionado con el suicidio de Aaron.
¿Por qué decidió Aaron que el suicidio era la única respuesta necesaria a los crímenes cometidos por el Estado israelí y sus patrocinadores en el Gobierno de Biden? ¿Por qué decidió responder de forma tan individual a lo que es claramente una situación política?
El examen de esta cuestión es el que permite ver la tragedia de la muerte de Aaron y los problemas más difíciles de la sociedad contemporánea. Incluso los problemas sociales más complejos, derivados de las relaciones económicas y políticas mundiales e interconectadas, que son mediadas por intereses de clase y que afectan a todos los seres humanos del planeta, suelen experimentarse e interpretarse en términos individuales.
Esta tendencia no es simplemente la expresión de un error de juicio personal. La naturaleza del capitalismo –la llamada “empresa privada”— refuerza la concepción de la sociedad como un simple agregado de individuos aislados.
Fue primero Marx quien desafió y refutó esta concepción en el proceso de elaboración de la concepción materialista de la historia. En 1845, escribió que “la esencia del hombre no es ninguna abstracción inherente a cada individuo. En realidad, es el conjunto de las relaciones sociales”.[3]
El carácter individualista de la vida cotidiana y el sentimiento asociado de aislamiento personal y alienación que fomenta adquieren un carácter especialmente maligno en un periodo de reacción política, como el nuestro, en el que se erosionan los lazos de solidaridad social y de clase. En una serie de artículos escritos en 1912, Yevgueni Preobrazhenski —un revolucionario marxista, bolchevique, más tarde una figura importante de la Oposición de Izquierda liderada por León Trotsky, y finalmente víctima de las purgas de Stalin— definió el suicidio como una forma de “asesinato social” llevada a cabo por la sociedad, que se vuelve más frecuente cuando se suprime la lucha de clases.
Escribió:
El alto porcentaje de suicidios en una época de contrarrevolución y desorden social también es fácil de explicar desde el punto de vista que hemos estado discutiendo. Durante una época boyante la gente se une más estrechamente para lograr objetivos comunes, el aislamiento del individuo se reduce al mínimo y las poderosas fuerzas de la colectividad apoyan al individuo en su vida y en su lucha. Un cuadro completamente opuesto prevalece durante una época de desintegración, cuando los antiguos vínculos se desmoronan y los nuevas aún no han surgido, cuando las fuerzas centrífugas de la sociedad prevalecen sobre las centrípetas. El individuo impotente, al enfrentarse a la sociedad, pierde su equilibrio y perece al primer encuentro con circunstancias adversas, que en otra época no habrían tenido consecuencias esenciales para él.[4]
El análisis de Preobrazhenski contribuye a comprender mejor la interacción de los factores personales, sociales y políticos que condujeron al suicidio de Aaron. Aaron, según la información publicada por el Washington Post, se crio en un complejo religioso de Orleans, Massachusetts, conocido como la Comunidad de Jesús. Antiguos miembros de este grupo han sido acusados de abusos que se remontan a mediados de la década de 1970 por antiguos miembros. Aaron se separó del grupo en 2019. Posteriormente, bajo la presión de problemas financieros agravados por la pandemia, ingresó en el ejército.
No tardó en sentirse repelido por su cultura de indiferencia y brutalidad. Se orientó hacia la izquierda política y, como suele ocurrir, al principio se asoció con diversas tendencias políticas de clase media.
La ofensiva israelí contra Gaza se produjo en un momento en el que Aaron estaba empezando a analizar, en términos políticos, las consecuencias de su ruptura con la religión y el nacionalismo reaccionario estadounidense. Tomando prestadas y reformulando las apropiadas palabras de Preobrazhenski, “los antiguos vínculos” de Aaron se habían desmoronado, pero “lo nuevo” no había hecho más que empezar a emerger.
Aaron trató de poner fin al horror de Gaza mediante un acto de autosacrificio individual. No veía otro medio de lograr su noble propósito. A través de su martirio personal, hizo un llamado a otros individuos. No vio otra forma de traducir su dolor e indignación personales en una acción eficaz. La decisión de grabar su protesta personal quitándose la vida reflejó su ruptura intelectual incompleta con una visión del mundo influida por la religión, así como la falta de comprensión de las contradicciones objetivas de la sociedad capitalista que no solo subyacen a la barbarie capitalista-imperialista, sino que también provocan el estallido del conflicto de clases y crean el potencial para la revolución socialista mundial.
Una vez más, estas limitaciones en el desarrollo de Aaron no tenían un carácter puramente personal, sino, más bien, eran una manifestación de las condiciones sociales, políticas e intelectuales imperantes. Aaron nació en vísperas del siglo XXI, casi una década después de la disolución de la Unión Soviética, una catástrofe política y social que fue el resultado de las traiciones a las luchas de la clase obrera por parte del estalinismo, la socialdemocracia y los sindicatos colaboracionistas de clase dentro de Estados Unidos e internacionalmente. Prácticamente desapareció cualquier muestra significativa y sostenida de las luchas organizadas de la clase obrera en Estados Unidos. Aaron no habría sido testigo de una huelga importante durante los primeros 20 años de su vida.
Además, la supresión de la lucha de clases por parte de las burocracias sindicales, aliadas con el Partido Demócrata, fue acompañada por el rechazo prácticamente unánime del marxismo por parte de la intelectualidad universitaria. El nexo histórico del socialismo con la clase obrera fue descartado, al igual que la perspectiva de la revolución socialista. La política de “izquierda” se reinterpretó de una manera que no se centraba en la cuestión decisiva de la clase social, sino en diversas formas de identidad personal. Esto tuvo y sigue teniendo el efecto de reforzar la influencia de la perspectiva reaccionaria y desmoralizadora del individualismo.
Es importante rendir homenaje al idealismo de Aaron. Su sacrificio personal no debe ser olvidado. Pero honrar su memoria requiere que se extraigan las lecciones políticas apropiadas de su muerte. Con este fin, es una obligación política ineludible someter a la crítica más severa los intentos de glorificar el suicidio de Aaron, que han llegado hasta el punto de afirmar que los martirios personales representan una estrategia y una táctica eficaces en la lucha contra el genocidio que está llevando a cabo el Estado israelí.
El más inquietante de los intentos de justificar el suicidio de Aaron es el ensayo del periodista Chris Hedges titulado “La violencia divina de Aaron Bushnell”. Ha sido publicado por Scheerpost, Consortium News y varios otros sitios web. El ensayo consiste en una mezcla de misticismo religioso, utopismo de clase media, desorientación política, falsificación histórica y glorificación del irracionalismo.
Definiendo el suicidio en términos religiosos, Hedges comienza su ensayo proclamando que la muerte de Bushnell “contrapuso la violencia al mal radical”. En lugar de identificar las clases sociales, los intereses económicos y las estrategias geopolíticas que impulsan la guerra, Hedges disuelve un fenómeno socioeconómico real en una abstracción espiritual, el “mal radical”, que también se conoce comúnmente como el Diablo. Sobre esta base, Hedges absuelve a los Gobiernos y los políticos de la responsabilidad por la guerra, así como a la clase social en cuyos intereses actúan, y culpa a la humanidad en general. Hedges afirma que Aaron Bushnell “murió por nuestros pecados”. Así, implícitamente, toda la humanidad es responsable de los crímenes del imperialismo estadounidense, la OTAN y sus aliados israelíes.
Después de mistificar el conflicto, Hedges imagina la posibilidad de transformar el ejército estadounidense en una fuerza para el bien.
Pregunta:
En un mundo justo, ¿no debería la flota estadounidense romper el bloqueo israelí de Gaza para proporcionar alimentos, refugio y medicinas? ¿No deberían los aviones de guerra estadounidenses imponer una zona de exclusión aérea sobre Gaza para detener los bombardeos de saturación? ¿No debería darse un ultimátum a Israel para que retire sus fuerzas de Gaza? ¿No deberían detenerse los envíos de armas, los miles de millones en ayuda militar y los servicios de inteligencia proporcionados a Israel? ¿No deberían rendir cuentas quienes cometen genocidio, así como quienes lo apoyan?
Estas simples preguntas son las que la muerte de Bushnell nos obliga a afrontar.
Uno tiene derecho a preguntarle a Hedges, a modo de respuesta a sus preguntas: “¿En qué iglesia, sinagoga o mezquita debemos rezar por la realización de este ‘mundo justo’?”. Sus preguntas no son “simples”. Son simplemente absurdas. ¿Por qué se las haría una persona inteligente con algún sentido de la realidad política? Las preguntas de Hedges presentan el mundo imaginado por los liberales, en el que todo iría bien si solo se sustituyera el “mal” por el “bien”. Esta es esencialmente la filosofía de la “política de protesta”.
Pero las preguntas no tienen sentido. ¿Por qué, en el “mundo justo” imaginado por Hedges, habría necesidad de aviones de guerra, zonas de exclusión aérea y ultimátums? Las “preguntas simples” de Hedges solo tendrían algún sentido si uno considerara el imperialismo estadounidense como una fuerza cambiante y potencialmente buena. Israel, en cambio, se concibe como la manifestación del mal puro e inmutable. Las connotaciones cristianas y fanáticas de esta hipótesis son evidentes.
En apoyo de su llamado moral a un imperialismo estadounidense benevolente, Hedges afirma que “Las fuerzas de la coalición intervinieron en el norte de Irak en 1991 para proteger a los kurdos tras la primera guerra del golfo Pérsico”. Hedges parece haber olvidado que la guerra del golfo Pérsico de 1991 marcó el comienzo de la violenta erupción del imperialismo estadounidense que acompañó a la disolución de la Unión Soviética. Cientos de miles de iraquíes murieron en el transcurso de esa guerra. La declaración de una zona de exclusión aérea no tuvo nada que ver con la protección de los kurdos. Las políticas seguidas por el primer presidente Bush padre fueron dictadas completamente por su evaluación de los intereses tácticos del ejército estadounidense en medio de la invasión de Irak.
Las secciones más reprochables del ensayo de Hedges son aquellas en las que argumenta fervientemente en apoyo de la “autoinmolación” de Bushnell como “un potente mensaje político”.
Declara: “Sacude al espectador de su somnolencia. Obliga al espectador a cuestionar sus suposiciones. Le pide que actúe. Es teatro político, o quizá un ritual religioso en su forma más potente”.
El apoyo incondicional de Hedges al suicidio de Bushnell –haciéndose, en efecto, no solo cómplice a posteriori de la muerte del joven, sino también instigador de futuros suicidios de protesta— procede de una descripción completamente falsa de la realidad política. Basándose en lo que escribe Hedges, cabría suponer que Aaron se suicidó en condiciones de indiferencia masiva ante la matanza de gazatíes, sin indicio alguno de oposición popular a los asesinatos masivos de palestinos. Por tanto, en esas condiciones de apatía universal, ¿qué le quedaba a Aaron sino sacrificar su vida, someterse a una violencia espantosa en un intento desesperado de despertar algún nivel visible de preocupación por la población de Gaza?
Pero, contrariamente a la situación imaginada y fabricada por Hedges, la embestida israelí ha sido recibida con protestas masivas en todo el mundo. Ha habido innumerables manifestaciones que, en algunos casos, han involucrado a cientos de miles de personas. Hay que añadir que, en muchos casos, un gran número de judíos ha participado e incluso organizado protestas sustanciales.
El problema que ha limitado la eficacia de las protestas no ha sido la indiferencia de la opinión pública, sino la ausencia de una perspectiva y una estrategia políticas en las que pueda basarse la lucha contra el genocidio en Gaza y, más ampliamente, contra la preparación de las potencias imperialistas para una tercera guerra mundial y el uso de armas nucleares.
Las protestas se han mantenido dentro de los confines de las estructuras existentes de la política burguesa. No han estado dirigidas a impulsar la movilización política independiente de la clase obrera contra el dominio capitalista sino, más bien, a la aplicar presión sobre los Gobiernos burgueses para que cambien sus políticas.
Esta es, de hecho, la orientación política que prefiere Hedges. Hace referencia a incidentes anteriores de autoinmolación, con especial énfasis en casos históricos de Túnez, Vietnam del Sur y el Tíbet, presentándolos como ejemplos de la eficacia de los rituales de suicidio. “Estos autosacrificios individuales”, escribe, “a menudo se convierten en puntos de encuentro para la oposición de masas”.
Ahora bien, es cierto que ha habido casos en los que un acontecimiento tan dramático ha desencadenado o intensificado las protestas. Pero no hay ningún caso en el que los rituales de suicidio hayan contribuido a una estrategia eficaz para la transformación revolucionaria de la sociedad. De hecho, en dos de los tres casos que cita, en Vietnam del Sur y Tíbet, las autoinmolaciones fueron llevadas a cabo por fuerzas políticas reaccionarias y aprovechados para sus propios fines por el imperialismo estadounidense.
Por ejemplo, en 1963, la inmolación del monje budista Thích Quảng Đức puso en marcha una serie de acontecimientos que el Gobierno de Kennedy utilizó para derrocar al régimen de Diem, al que consideraba incapaz de librar una lucha eficaz contra Vietnam del Norte y el Frente de Liberación Nacional, y llevar al poder a una junta militar.
En cuanto a las inmolaciones en Tíbet, han sido guiadas por los intereses de Washington, que fomenta el movimiento separatista como arma contra China. No hay nada remotamente progresista en este movimiento. Y en el caso de Túnez, donde el suicidio de un joven obrero desencadenó protestas masivas, han vuelto al poder una década después las mismas fuerzas políticas que fueron derrocadas en la primera oleada de protestas.
Pero Hedges no puede contener su entusiasmo. Las autoinmolaciones, escribe, “son nacimientos sacrificiales. Presagian algo nuevo. Son el rechazo total, en su forma más dramática, de las convenciones y los sistemas de poder imperantes”.
No es cierto. Tales actos no son nada de eso. Dependiendo de las circunstancias, pueden tener como objetivo lograr un cambio en el personal del régimen existente. O, lo que es más habitual, pretenden ejercer presión para que cambien de política aquellos que detentan el poder.
No se dirigen conscientemente hacia el derrocamiento de las relaciones de propiedad existentes, la destrucción del Estado capitalista y sus instituciones y la transferencia del poder a la clase obrera.
Al contrario, en el sentido más fundamental, los rituales de suicidio son fundamentalmente incompatibles con la perspectiva del socialismo y la revolución socialista. El programa de la revolución socialista se formula sobre la base de un análisis científico de la estructura socioeconómica de la sociedad. La fuerza motriz fundamental de la revolución social no es la rabia incipiente y desesperada, sino la comprensión de las contradicciones objetivas del sistema capitalista mundial y las acciones sociales de masas guiadas por la comprensión de estas contradicciones.
Sin embargo, Hedges considera ineficaz una comprensión racional de la realidad política. Invoca la celebración del teólogo Reinhold Niebuhr de una “sublime locura en el alma” y su afirmación de que “nada más que esa locura librará batalla contra el poder maligno y la maldad espiritual en las altas esferas”. Esto no es más que una glorificación del irracionalismo político, que en realidad refleja una orientación hacia la derecha, no hacia la izquierda. La política de derecha está estrechamente alineada con los sentimientos irracionales. El pensamiento genuinamente progresista, izquierdista y socialista está alineado con la ciencia.
Hedges concluye su ensayo con la siguiente declaración:
La violencia divina aterroriza a una clase gobernante corrupta y desacreditada. Desenmascara su depravación. Demuestra que no todo el mundo está paralizado por el miedo. Es un canto de sirena para luchar contra el mal radical. Eso es lo que Bushnell pretendía. Su sacrificio se dirige a la mejor versión de nosotros mismos.
Para decirlo sin rodeos, el ensayo de Hedges se dirige al pesimismo, la bancarrota intelectual y el carácter esencialmente reaccionario del pseudoizquierdismo de clase media, es decir, de las concepciones ideológicas que predominan generalmente en los campus universitarios.
En 1940, en el curso de una lucha política interna del partido contra una tendencia antimarxista que había surgido en la sección estadounidense de la Cuarta Internacional, León Trotsky señaló que la mayor revolución social de la historia, la conquista del poder por parte de la clase obrera rusa en octubre de 1917, un acontecimiento que sacudió al mundo entero, fue liderada por el partido cuya actividad no comenzó con el arrojamiento de bombas sino con la defensa y elaboración de la teoría materialista dialéctica.
Trotsky se refería a la larga lucha que habían librado los marxistas rusos, que se remontaba a la década de 1880, contra los métodos terroristas propugnados por los populistas rusos. En aquella época, los marxistas polemizaban contra la realización de atentados terroristas contra funcionarios del Gobierno. Se trataba de una práctica diferente en muchos aspectos del acto suicida, que no era promovido en aquella época por ninguna tendencia política seria. Pero hay ciertos elementos críticos de los argumentos empleados contra los actos terroristas que son totalmente relevantes para el rechazo del “teatro político” suicida que promueve Hedges.
La cuestión esencial es que la política del terrorismo reemplazaba un acto heroico de un individuo por las acciones de masas de la clase trabajadora. Los asesinatos terroristas, incluso cuando la víctima era el jefe del Estado, no podían provocar una transformación radical de la sociedad. Un tirano sería sustituido por otro tirano. Además, en lugar de elevar la conciencia política de las masas, los actos terroristas las relegaban a la posición de espectadores pasivos que observaban el conflicto entre los asesinos y las autoridades policiales.
Concluiré recordando un trágico incidente ocurrido en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1938.
Un joven inmigrante judío de origen polaco que vivía en París, llamado Herschel Grynszpan, de 17 años, asesinó a un diplomático nazi de la Embajada alemana llamado Ernst vom Rath. El acto no fue preparado cuidadosamente. La investigación posterior indicó que Grynszpan, indignado por la persecución nazi de los judíos y el sufrimiento de su propia familia, acudió a la Embajada alemana para vengarse. No había elegido a nadie en concreto como objetivo. No tenía experiencia en la política. Grynszpan disparó al primer funcionario que encontró, por desgracia para Vom Rath.
El asesinato tuvo consecuencias infames y de largo alcance. El régimen de Hitler decidió aprovechar el asesinato para intensificar violentamente los ataques contra los judíos alemanes. Pocas horas después de la muerte de Vom Rath, el 9 de noviembre de 1938, los nazis lanzaron el pogromo antijudío que se conoció como Kristallnacht, “la noche de los cristales rotos”.
Grynszpan, quien fue detenido inmediatamente, fue objeto de furiosas denuncias, no solo por parte de los fascistas, sino también del Gobierno de “izquierda” del Frente Popular, apoyado por el Partido Comunista estalinista, que denunció a los jóvenes por socavar las relaciones entre Francia y Alemania y debilitar al Gobierno de izquierda.
Las únicas voces que se alzaron en defensa de Grynszpan fueron las de León Trotsky y sus partidarios en Francia. Pero Trotsky, en un magnífico ensayo, defendió a Grynszpan frente a sus perseguidores, al tiempo que dejaba claro su rechazo al método terrorista elegido por el joven. Respondía a un asesinato político llevado a cabo contra un funcionario fascista, no a un suicidio. Pero la crítica de Trotsky al acto de Grynszpan, que le costó la vida, conserva una inmensa relevancia. Trotsky comprendió el odio del adolescente hacia el representante del fascismo y la desesperación que sentía.
Sin embargo, Trotsky reconoció su propia responsabilidad, como líder revolucionario, de aconsejar enérgicamente a la juventud que no emulara el acto de Grynszpan. Escribió, y este ensayo fue único en su tiempo:
En el sentido moral, aunque no por su modo de actuar, Grynszpan puede servir de ejemplo a todo joven revolucionario. Nuestra abierta solidaridad moral con Grynszpan nos da aún más derecho para decirles a todos los demás aspirantes a Grynszpan, a todos aquellos capaces de sacrificarse en la lucha contra el despotismo y la bestialidad: ¡Busca otro camino! No lo hará un vengador solitario, sino solo un gran movimiento revolucionario de masas puede liberar a los oprimidos, un movimiento que no deje ni un vestigio de toda la estructura de explotación de clase, opresión nacional y persecución racial. Los crímenes sin precedentes del fascismo crean un anhelo de venganza totalmente justificable. Pero tan monstruoso es el alcance de sus crímenes, que este anhelo no puede satisfacerse mediante el asesinato de burócratas fascistas individuales. Para ello es necesario movilizar a millones, decenas y centenares de millones de oprimidos en todo el mundo y dirigirlos en un asalto a los bastiones de la vieja sociedad. Solo el derrocamiento de todas las formas de esclavitud, solo la destrucción completa del fascismo, solo un juicio popular despiadado contra los bandidos y gánsteres contemporáneos puede proporcionar una satisfacción real a la indignación del pueblo. Esta es precisamente la tarea a la que se ha comprometido la Cuarta Internacional. Limpiará el movimiento obrero de la plaga del estalinismo. Reunirá en sus filas a la heroica generación de la juventud. Abrirá el camino hacia un futuro más digno y más humano.
Estas palabras resuenan en la actualidad y –cambiando lo que haya que cambiar según las circunstancias— resumen poderosamente las lecciones políticas que deben extraerse de la trágica muerte de Aaron Bushnell.
Para aquellos de ustedes que realmente quieren luchar; que están indignados y horrorizados por lo que estamos presenciando cada día; conscientes de que incluso mientras hablamos hay niños e incluso bebés muriendo en Gaza sin acceso a agua y comida, viviendo en condiciones totalmente inhumanas; y que sienten enojo e indignación al ver al presidente de Estados Unidos justificar estas acciones e incluso decir: “Bueno, no debemos tener otros 30.000 gazatíes muertos; tal vez 5.000, tal vez 10.000 más, 15.000 más, pero no 30.000”. Eso es demasiado incluso para Biden.
Aquellos de ustedes que les repugna lo que ven, ¿cuáles son las conclusiones políticas que van a sacar? ¿Qué hace falta para acabar con esto? No son los actos individuales de venganza ni los actos personales de autosacrificio, sino un giro hacia la única fuerza social que realmente cuenta —gracias a su poder, su papel objetivo en todo el proceso de producción capitalista, su posición en las fuerzas de producción, su fuerza económica potencial, su carácter global— con la capacidad de poner de rodillas al capitalismo, de destruir los fundamentos mismos del militarismo.
Esta es la tarea que se ha propuesto nuestro partido, lo que tratamos de hacer mediante la publicación del World Socialist Web Site , mediante la actividad de los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social, y mediante la actual candidatura de Joseph Kishore a presidente de Estados Unidos y de Jerry White a vicepresidente, como candidatos del Partido Socialista por la Igualdad. Estamos utilizando esta campaña para educar y preparar políticamente a los trabajadores, jóvenes y estudiantes para las luchas que se desarrollarán y deben desarrollarse, para que puedan participar y dirigir las luchas de la clase obrera e impartir a ese poderoso movimiento venidero una auténtica perspectiva revolucionaria.
Así que transforma tu rabia e indignación en una actividad política efectiva, en determinación para dominar la teoría marxista, aprender las lecciones de la historia, familiarizarte con las grandes luchas revolucionarias del siglo pasado.
Y digo esto con cierta urgencia, porque no queda mucho tiempo. Si has estado siguiendo las noticias, hay discusiones en marcha para que intervenga la OTAN en Ucrania. Biden y sus colegas y cómplices en la OTAN están jugando a la ruleta rusa con el peligro de una guerra nuclear. Han demostrado su indiferencia ante la posibilidad de muertes a escala masiva en su actitud hacia el COVID, en la forma en que han sacrificado cientos de miles de vidas ucranianas para perseguir los intereses estratégicos globales de Estados Unidos y en su disposición a considerar el uso de armas nucleares como una forma aceptable de conflicto militar.
Nos enfrentamos a grandes problemas y retos políticos. Se pueden resolver. Pero para resolverlos, debemos construir un partido revolucionario. Este partido debe ganarse la lealtad de las grandes masas de la clase obrera. Esa es la lección básica y fundamental que debemos extraer de la muerte de Aaron Bushnell y de la comprensión de la crisis de nuestro tiempo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de marzo de 2024)
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“Suicide rates double among US soldiers between 2004 and 2009, research shows,” BMJ, publicado el 6 de marzo de 2014
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E. A. Preobrazhenski, The Preobrazhensky Papers, Archival Documents and Materials, Vol. 1: 1886-1920, editado por Richard Day and Mikhail M. Gorinov, traducido por Richard Day [Chicago: Haymarket Books, 2015], págs. 243-44