En una declaración que invocaba el “espíritu de alianza y amistad que refleja los lazos duraderos entre nuestros dos países”, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, felicitó a la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, por su victoria electoral. Un día después, el 4 de junio, en violación del derecho estadounidense e internacional, firmó un decreto que cerraba la frontera entre ambos países a los solicitantes de asilo.
En su anuncio, dijo: “Vamos a seguir trabajando estrechamente con nuestros vecinos mexicanos en lugar de atacar a México. Y ha funcionado. Hemos construido un fuerte vínculo de confianza entre el presidente mexicano López Obrador, y voy a hacer lo mismo con la presidenta electa mexicana [Claudia Sheinbaum], con quien hablé ayer”.
El decreto detiene todos los procesos de asilo y permite las deportaciones en cuestión de horas sin una solicitud de asilo adecuada para los detenidos por cruzar la frontera. Deja a discreción de los funcionarios fascistizantes de la Patrulla Fronteriza la decisión sobre si los solicitantes de asilo tienen una base legal para permanecer en los Estados Unidos. La prohibición no se levantará hasta que el promedio de siete días consecutivos de encuentros de migrantes en la frontera caiga por debajo de 1.500.
Las medidas despiadadas y mortales empleadas por las Administraciones de Biden y su predecesor fascistizante Donald Trump, junto con el gobernador de Texas, Greg Abbott, y los Gobiernos serviles de toda la región, no han logrado disuadir el flujo de migrantes. Las condiciones de violencia generalizada, guerra y miseria absoluta, creadas por más de un siglo de opresión imperialista estadounidense y profundizadas por la crisis del capitalismo global, han impulsado crecientes olas de migración a la frontera sur de Estados Unidos, alcanzando cifras récord en el último año.
América Latina, en particular, ha visto su peor década económica, con una tasa de crecimiento del 0,9 por ciento en 2014-23, que es incluso peor que la infame “Década Perdida” de los 80.
La Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos ha registrado 2,47 millones de detenciones en la frontera sur en los últimos 12 meses, un promedio de 6.765 por día.
Si bien las detenciones de migrantes han disminuido continuamente en lo que va del año y alcanzaron el nivel más bajo en 40 meses en mayo, esto no se debe a la reducción de los intentos de llegar a la frontera.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha atribuido con orgullo esta disminución a la creciente represión de su Gobierno contra los migrantes indefensos, el despliegue de decenas de miles de militares y policías y la detención de 368.000 migrantes en solo los primeros cuatro meses del año, algo inaudito para México.
La respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador y su protegida Sheinbaum a la nueva política ha vuelto a desenmascarar su demagogia nacionalista sobre enfrentarse a la “falta de respeto” del imperialismo estadounidense y defender la “soberanía nacional” y los derechos de los migrantes.
El Gobierno mexicano ha acordado oficialmente aceptar el regreso de los migrantes, a excepción de los ciudadanos mexicanos, que siguen constituyendo más de un tercio de los detenidos en la frontera y el grupo nacional más grande. Sin embargo, el decreto se aplica por igual a los mexicanos.
En una conferencia de prensa la semana pasada, López Obrador dijo que habló con Biden, quien fue “muy respetuoso” y “muy amable”. Le preguntó a Biden “que si ellos toman una decisión de deportar, lo hagan directo... Porque llegan a México y luego nosotros no tenemos problemas, nosotros los tratamos muy bien a los migrantes, a todos, pero ¿por qué triangular?”
El presidente mexicano dijo que su Gobierno está ayudando a Estados Unidos a llegar a acuerdos con otros países para permitir las deportaciones directas, como si fuera mejor enviar a los solicitantes de asilo de regreso a donde están escapando.
La mención de “amabilidad” fue una aceptación abierta de un soborno a cambio de ayudar a Biden a poner fin a los derechos de asilo. En la misma llamada, Biden dijo que había aprobado la construcción de nuevos cruces fronterizos en Matamoros-Brownsville y Piedras Negras-Eagle Pass, y la expansión del cruce comercial más importante de Nuevo Laredo-Laredo.
López Obrador agradeció a Biden la medida para agilizar el creciente volumen de comercio entre ambos países y anunció una delegación a Washington para fomentar las inversiones en el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, un sistema ferroviario y de carreteras lanzado este año que conecta el océano Pacífico con el golfo de México (y el océano Atlántico) en el punto más estrecho del sur de México y que busca competir con el canal de Panamá.
“De todas formas nosotros cooperamos y ayudamos al presidente Biden”, dijo López Obrador, y agregó que el estadounidense “pasará a la historia como el presidente que no construye muros, sino puentes”.
Habiendo afirmado previamente que Trump era “respetuoso con el pueblo mexicano”, López Obrador pasará a la historia como el presidente mexicano que se ha deshonrado más bochornosamente ante el imperialismo estadounidense.
Sheinbaum no ha emitido ninguna declaración denunciando la prohibición de asilo. Durante su campaña, declaró: “Quien vaya a decidir el pueblo de Estados Unidos, sea el presidente Biden o el presidente Trump nos vamos a poner de acuerdo”. Esto lo dijo a pesar de los ataques dramáticos de Biden contra los migrantes y su apoyo al genocidio en Gaza, y las propuestas de Trump de actuar como un “dictador” y desplegar cientos de miles de tropas para deportar a millones de migrantes.
Detrás de la consigna “inversiones para el desarrollo”, uno de los objetivos declarados de Sheinbaum es expandir el uso de migrantes como mano de obra barata en el sur de México. “Este desarrollo del sureste de México va a ser muy importante para el propio sureste, para los mexicanos y mexicanas y también para contener la migración en términos de que haya perspectivas también de trabajo en México”, dijo durante su campaña.
Esta política económica, que también defienden los partidos de oposición abiertamente de derecha, explica por qué prácticamente todos los migrantes detenidos en México no son deportados, sino devueltos al empobrecido sur del país. Muchos han informado a los medios de comunicación que han sido arrojados a las calles sin dinero ni información sobre a dónde ir. El Gobierno mexicano y los medios de comunicación utilizan el término orwelliano “rescates humanitarios” para referirse a estas crueles detenciones.
López Obrador, Sheinbaum y el régimen de Morena representan los intereses de la oligarquía mexicana, que subordina todas las consideraciones a la competencia por mayores inversiones de Wall Street y las corporaciones transnacionales.
Reconociendo que el capital estadounidense preferiría explotar a la mayoría de los migrantes como mano de obra más barata dentro de México que al norte de la frontera, la clase dominante mexicana busca convertirse en esclavistas al servicio del imperialismo estadounidense, aprovechando la interminable llegada de trabajadores desesperados y en su mayoría jóvenes que escapan de las catástrofes sociales en todo el mundo.
Esta es una extensión natural de la estrategia de relocalización de la producción del imperialismo estadounidense, que durante tres décadas ha buscado establecer una plataforma económica norteamericana rentable para prepararse para guerras económicas y militares contra rivales en Europa y Asia, sobre todo, China.
La prohibición de asilo empeorará rápidamente las condiciones ya de por sí de pesadilla para los migrantes en México que se ven obligados a permanecer allí contra su voluntad.
Josué Martínez, psicólogo del único albergue para migrantes en Villahermosa, en el sureño estado de Tabasco, advirtió a Associated Press (AP): “Sabemos que la gente va a llegar a Villahermosa… va a llegar un punto en el que vamos a colapsar”. Concluyó: “México es el muro”.
Ángel, un joven trabajador que recientemente llegó a los Estados Unidos desde Venezuela, le dijo al WSWS que México era la parte más peligrosa del viaje, incluso peor que la selva del Darién entre Colombia y Panamá: “Mi hermano y su esposa todavía están atrapados en México. Han sido detenidos varias veces y deportados al sur. A menudo piden extorsión, y la intención es claramente desgastarnos”.
La AP entrevistó a una migrante en el sur de México a la que le pagaron $25 por 12 horas de trabajo bajo el sol abrasador y condiciones precarias en una plantación de mango. “Otra dijo que los empleadores la obligaron a prostituirse”, añade el informe, mientras que otros temen convertirse en trabajo forzado para los cárteles de la droga.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de junio de 2024)