La Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) llama a una campaña global contra los recortes de empleos en la industria automotriz y otros sectores. Los ataques masivos a manos de las empresas transnacionales, asistidas y animadas por la burocracia sindical, deben ser enfrentados por el poder movilizado de la clase trabajadora internacional.
Los trabajadores deben preparar una campaña global, incluyendo piquetes y mítines, que culmine en una huelga internacional. La preparación debe consistir en el establecimiento de líneas de comunicación entre los trabajadores automotores de EE.UU., Alemania y otros países, en alianza con los trabajadores de otras industrias que también enfrentan despidos. Esto incluye Boeing, donde se anunciaron 17.000 despidos como represalia por la huelga de casi siete semanas en la empresa.
Los comités de base de los trabajadores automotores en Norteamérica y Europa deben ser expandidos a todas las fábricas grandes, dándoles el poder a los trabajadores para paralizar la industria global.
El lunes, el sindicato alemán IG Metall anunció que Volkswagen cerraría al menos tres plantas en el país, destruyendo decenas de miles de puestos de trabajo. Este es el más reciente anuncio como parte de una matanza de empleos en marcha en la industria automotriz. Solo en Europa, se planea el cierre de una planta de Audi en Bélgica, recortes de Ford, Stellantis y otras grandes empresas, así como decenas de miles de despidos en la industria de autopartes.
En EE.UU., hubo casi 2.450 recortes de empleos en la planta de ensamble de camionetas de Stellantis en Warren, y miles de trabajadores suplementarios más que han sido despedidos. El martes, Stellantis anunció más recortes en su planta de ensamble de Mack en Detroit. GM está despidiendo temporalmente a 1.700 trabajadores en su planta de Fairfax, Missouri, y despidió sumariamente a cientos de trabajadores temporales a tiempo parcial en todo el país. Esto sigue a la eliminación de 1.000 empleados asalariados en su división de software y servicios.
Si la patronal se sale con la suya, estos recortes se verán eclipsados en los próximos años. La masacre de empleos es parte de la transición en la industria automotriz global a los vehículos eléctricos. Las empresas están en una competencia implacable para recortar puestos de trabajo, tanto para compensar el coste de la inversión como para implementar los menores costes por mano de obra prometidos por la nueva tecnología. Cientos de miles de empleos, si no millones, están amenazados.
En otras industrias, desde los ferrocarriles hasta los puertos, la logística, la ingeniería y la actuación, se ven amenazados por las tecnologías emergentes como la automatización y la inteligencia artificial. La productividad del trabajo alcanzó hace mucho tiempo el nivel requerido para eliminar la pobreza y todos los demás problemas sociales. El hecho de que la pobreza persiste y se agrava se debe a la subordinación de toda la vida económica al lucro privado.
La AIO-CB rechaza el “derecho” de los capitalistas a controlar la producción para maximizar las ganancias a expensas de los trabajadores. En cambio, luchamos por hacer realidad los derechos sociales de la clase trabajadora a través del control obrero sobre la producción, a través de la transformación de las corporaciones gigantes en servicios públicos. Los beneficios de las nuevas tecnologías deben ir hacia la mejora de la vida de los productores, no de un puñado de parásitos.
La campaña contra los despidos debe ser a escala mundial porque todas las industrias operan utilizando cadenas de producción y suministro globalizadas. Ya no existe tal cosa como un coche “alemán” o “estadounidense”. En cambio, los vehículos modernos son un producto del trabajo coordinado de los trabajadores en docenas de países, independientemente de si la sede corporativa se encuentra en Wolfsburgo o Detroit.
En ambos lados del Atlántico, la clase dominante está tratando de atribuir los despidos a la competencia china. El Gobierno de Biden ha impuesto aranceles del 100 por ciento a los vehículos chinos, mientras que el martes, la Unión Europea aumentó masivamente los aranceles a los vehículos chinos hasta un 45,3 por ciento. Estas medidas proteccionistas son un impuesto regresivo a los consumidores, obligando a los trabajadores a subsidiar las ganancias de las empresas de automóviles a través de precios más altos.
Durante décadas, las grandes corporaciones han utilizado la producción global como una cuña para enfrentar a los trabajadores en una carrera global hacia peores condiciones. Pero si adoptan una estrategia internacional que rechaza las divisiones nacionales promovidas por las burocracias sindicales y los Gobiernos nacionales, los trabajadores pueden tomar la ofensiva y utilizar la producción globalizada para construir un movimiento de clase mucho más poderoso y unido de lo que era posible en el pasado.
La reunión del domingo pasado, patrocinada por la AIO-CB, sobre la huelga de Boeing muestra lo que es posible. Participaron trabajadores de seis continentes, incluyendo de la industria automotriz, en una reunión sobre la importancia global de la huelga y discutieron una estrategia mundial para defender a los trabajadores de Boeing contra los intentos del Gobierno, Boeing y los sindicatos de romper la huelga.
Esta campaña debe organizarse como una rebelión contra la burocracia sindical en todos los países, ya que busca ayudar a sus “propios” capitalistas a competir contra rivales extranjeros mediante la imposición de despidos y recortes salariales. En todos los países, los sindicatos operan como dictaduras burocráticas completamente fuera del control de los trabajadores. El aparato debe ser abolido y el poder transferido a las bases.
En Alemania, IG Metall, que forma parte de la junta supervisora de VW y ayuda a gestionar las plantas a través de los “comités de empresa” y otros organismos corporativistas, ha dicho que solo ayudará a garantizar que los recortes se lleven a cabo de una manera “socialmente aceptable”, es decir, sin provocar una resistencia activa desde abajo. En los Estados Unidos, la burocracia del sindicato United Auto Workers (UAW) está ayudando a realizar los despidos en virtud de un nuevo contrato propatronal mientras trata de desviar la culpa hacia los trabajadores automotrices canadienses y mexicanos que también enfrentan recortes. El UAW está tan estrechamente conectado con la Casa Blanca de Biden que funciona virtualmente como un departamento del Gobierno federal.
La única perspectiva viable es la movilización de los propios trabajadores para transferir el poder del aparato sindical a los trabajadores en las plantas. Los comités de base deben construirse como nuevos órganos de poder, dando a los trabajadores los medios para actuar de forma independiente, hacer cumplir su voluntad democrática y preparar acciones a escala mundial.
No se puede “presionar” a los burócratas desde abajo para que cambien de rumbo porque sus salarios de seis cifras dependen de que mantengan la paz laboral a instancias de las empresas y los Gobiernos capitalistas. La única respuesta debe ser aplastar la autoridad de la burocracia, no reformarla.
Volkswagen, que fue fundada como la compañía nacional de automóviles de la Alemania nazi, se encuentra entre los ejemplos más destacados en el mundo de la integración de los sindicatos con la empresa y el Estado. “Deutschland, Inc” se ejecuta como una alianza tripartita entre los accionistas corporativos, IG Metall y el Gobierno alemán. Sobre la base de la “asociación social” y la “codeterminación”, se afirmaba que los intereses de los trabajadores y el capital podrían conciliarse.
Los cierres de plantas exponen esto como una mentira. Lo que realmente significa es la unidad nacional de la gerencia, el Gobierno y los burócratas contra los trabajadores.
En ambos lados del Atlántico, esta alianza tripartita está tomando el carácter de una coalición de guerra. Biden llama a los sindicatos su “OTAN nacional” y confía en estos para mantener las cadenas de suministro en funcionamiento, que son fundamentales para la guerra. Lo mismo ocurre en Alemania, donde el Gobierno está llevando a cabo la mayor remilitarización desde los nazis. Mientras tanto, los funcionarios sindicales ayudan e instigan intentos de criminalizar la oposición a la guerra, incluido el genocidio en Gaza.
La imposibilidad de que los trabajadores se defiendan dentro de un marco puramente nacional lo demuestra el deslizamiento de todos los países hacia dictaduras. Todo el marco laboral corporativista se asemeja cada vez más a los sindicatos nacionales bajo el fascismo, que fueron diseñados para estrangular la independencia de la clase trabajadora y preparar al país para la guerra contra rivales extranjeros.
Resulta significativo que el principal apoyo multimillonario del fascismo sea Elon Musk, cuya compañía automotriz Tesla es fundamental para la transición a los vehículos eléctricos. Su patrocinio del movimiento fascista que Trump está construyendo muestra que los ataques que se planean contra la clase trabajadora son incompatibles con las formas democráticas de gobierno. La burocracia sindical, inmersa durante décadas en el anticomunismo y en los ataques contra extranjeros e inmigrantes por “robar” empleos, también está completamente preparada para adaptarse incluso a una dictadura fascista.
La clase trabajadora debe movilizarse a escala mundial contra el sistema de lucro, que es incompatible con la igualdad. La lucha contra los despidos debe estar conectada a una lucha por el control de los trabajadores sobre las nuevas tecnologías para mejorar su calidad de vida y satisfacer las necesidades humanas. Volkswagen y las demás transnacionales deben ser transformadas en servicios públicos, administrados por los propios trabajadores en beneficio de todos. Esto debe estar conectado a una lucha de la clase trabajadora contra la guerra, que está siendo impulsada por el impulso del imperialismo estadounidense y europeo para conquistar recursos, mercados y cadenas de suministro.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de octubre de 2024)