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Perspectiva

Bill Clinton defiende el asesinato masivo de civiles en el genocidio en Gaza

En un discurso en Míchigan el lunes, el expresidente estadounidense, Bill Clinton justificó el genocidio de EE.UU. e Israel en Gaza, promoviendo abiertamente los ataques a civiles y el castigo colectivo de no combatientes, que constituyen crímenes de guerra.

El expresidente Bill Clinton se pronuncia durante un evento de campaña apoyando a la candidata presidencial demócrata y vicepresidenta Kamala Harris [AP Photo/John Locher]

“Los estadounidenses árabes en Míchigan consideran que han muerto demasiadas personas”, dijo Clinton. “Los críticos están diciendo esencialmente… fíjense en cuántas personas han matado como represalia. ¿A cuántos necesitan matar para castigarlos por las terribles cosas que han hecho?”.

Clinton respondió, “Qué harías si… un día vienen por ti y masacran a la gente de tu pueblo, dirías… No voy a mantener la balanza de esa forma… No se trata de cuántas personas hemos matado”.

Estas declaraciones coincidieron con la adopción e implementación por parte del Gobierno de Netanyahu de un plan para matar de hambre sistemáticamente a la población de Gaza, limpiar étnicamente todo el norte de Gaza y masacrar a todos los que queden. Según las cifras oficiales, Israel ha asesinado a más de 43.000 personas en Gaza desde el 7 de octubre, incluyendo a 13.000 niños, y prácticamente toda la población ha sido convertida en refugiados hambrientos y sin techo.

La defensa hecha por Clinton del genocidio israelí representa una violación flagrante del derecho penal e internacional, que no permite la “venganza” como justificación del asesinato de personas desarmadas.

En el derecho criminal, si alguien asesina a alguien más como venganza, será procesado por asesinato. Lo mismo aplica para el derecho internacional. En palabras que parecen una respuesta a Clinton, la comisión investigadora de la ONU sobre la guerra en Gaza declaró el mes pasado: “El castigo colectivo de toda una población por las acciones de unos pocos” es “una clara violación del derecho humanitario internacional”.

La ley de la “venganza” constituyó la política de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, como respuesta a los actos de resistencia contra su brutal ocupación de Europa. Tras el asesinato del líder nazi Reinhard Heydrich, los nazis masacraron indiscriminadamente el pueblo checo de Lidice. Siguiendo al bombardeo sobre unidades policiales auxiliares alemanas en Roma, en marzo de 1944, la ocupación nazi ordenó que se aplicara una proporción de 10 muertes civiles por cada policía muerto. En la llamada masacre de Ardeatine Caves, ejecutaron a 335 civiles italianos, ninguno de los cuales estuvo relacionado con el ataque.

Continuando su defensa abierta de los crímenes de guerra israelíes, Clinton declaró que las cifras de civiles gazatíes asesinados es irrelevante “porque Hamás se asegura de utilizar a civiles como escudos. Te obligarán a matar civiles si quieres defenderte”.

En primer lugar, Israel no tiene derecho a “defenderse” contra la población palestina, cuya tierra ha ocupado ilegalmente en Gaza desde 1967. Como declaró la jueza de la Corte Internacional de Justicia, Navanethem Pillay en una conferencia de prensa el mismo día que Clinton habló, “Hay que distinguir” entre Israel y Palestina, porque “uno es un ocupante y el otro está ocupado”.

Gaza es una de las zonas urbanas más densamente pobladas del mundo, en la que Israel ha lanzado el equivalente a múltiples bombas nucleares en el último año. El Gobierno de Netanyahu ha utilizado abrumadoramente bombas masivas de 907 kg para arrasar Gaza porque su objetivo es maximizar, no minimizar, el número de muertos, en línea con su estrategia de limpieza étnica de Palestina y su incorporación al “Gran Israel”.

Al defender la masacre del pueblo palestino y los objetivos israelíes de anexar ilegalmente el territorio de Palestina, Clinton invocó el mito bíblico del rey David. Dirigiéndose al pueblo palestino, Clinton declaró:

Pues bien, ¡tengo noticias que darles! Ellos [los israelíes] estuvieron allí primero antes de que existiera su fe [el Islam]. Estaban allí en la época del rey David, las tribus más meridionales tenían Judea y Samaria.

Primero, no hay evidencia arqueológica de que un rey llamado David gobernara alguna vez en el Levante, ni mucho menos de que su supuesto reino incluyera el territorio de lo que ahora se llama Cisjordania. Pero lo que puede o no haber sucedido en la Edad del Bronce tiene una incidencia nula en el derecho internacional contemporáneo, cuyo máximo órgano, la Corte Internacional de Justicia, dictaminó categóricamente este año que Israel no tiene derecho alguno a Cisjordania ni a ninguna otra parte de los territorios palestinos ocupados.

La capacidad de Israel para llevar a cabo el genocidio se debe sobre todo al apoyo incondicional del imperialismo estadounidense. Washington considera que la “solución final” de la cuestión palestina es un componente crítico de su preparación para una guerra regional contra Irán, que se acercó un paso más la semana pasada con el ataque con misiles de Israel contra Teherán. La guerra planificada en todo Oriente Próximo es un frente en la guerra mundial perseguida por el imperialismo estadounidense, tanto en Rusia como en Europa del este y China en el Asia-Pacífico, para consolidar su hegemonía global contra sus rivales y aliados nominales.

La guerra y el genocidio gozan de apoyo bipartidista dentro del establishment político estadounidense. El hecho de que Clinton proporcionara una defensa tan explícita del genocidio de los palestinos lo demuestra y revela hasta qué punto ha girado hacia la derecha toda la élite política.

Clinton ha sido a lo largo de su carrera un enemigo acérrimo del pueblo palestino. Su defensa abierta del genocidio y la limpieza étnica de Palestina recuerda el hecho de que negoció de mala fe con los líderes palestinos durante toda su presidencia. De hecho, las negociaciones en Camp David en 2000 solo allanaron el camino para un cuarto de siglo de asesinatos y opresión israelíes, culminando en la “solución final” en marcha de la cuestión palestina.

Su defensa del genocidio es la auténtica voz del imperialismo estadounidense, que ha suministrado a Netanyahu, Gallant y las Fuerzas de Defensa de Israel decenas de miles de millones de dólares en armamento de alta potencia para masacrar a hombres, mujeres y niños durante más de un año. Mientras Trump declara abiertamente su intención de instalar una dictadura fascista si gana las elecciones del 5 de noviembre, Harris y los demócratas ignoran esta amenaza para evitar movilizar a la oposición popular en su contra, al tiempo que respaldan el exterminio fascista de los palestinos.

Harris respondió a Netanyahu cuando éste defendió de forma matona el genocidio en su discurso de julio ante una sesión conjunta del Congreso estadounidense, mediante la celebración de una reunión individual con el primer ministro israelí. Dirigiéndose a los medios de comunicación después, prometió que Washington suministraría a Jerusalén el equipo militar que necesita para combatir Irán y las milicias respaldadas por Irán, incluyendo Hamás, Hezbolá y los hutíes. En la campaña electoral, Harris ha subrayado este compromiso con la declaración de que su principal objetivo en la Casa Blanca será garantizar que Estados Unidos mantenga “la fuerza militar más letal del mundo”.

El respaldo de la burguesía a la violencia fascista en pos de sus intereses económicos y geoestratégicos no se limita a los Estados Unidos. La ministra de Relaciones Exteriores alemana, Annalena Baerbock, dijo al Bundestag [Parlamento] en octubre:

Cuando los terroristas de Hamás se esconden detrás de la gente, en las escuelas, entonces terminamos en aguas muy difíciles. Pero no nos estamos alejando de esto. Por eso dejé en claro en las Naciones Unidas que las instalaciones civiles podrían perder su estado protegido si los terroristas abusan de este estado. Eso es lo que representa Alemania, y eso es lo que queremos decir cuando nos referimos a la seguridad de Israel.

El resurgimiento de la barbarie capitalista a niveles no vistos desde la primera mitad del siglo XX está vinculado al nuevo reparto del mundo entre las potencias imperialistas. Todas las líneas rojas que supuestamente separaban a los regímenes ostensiblemente democráticos de las dictaduras fascistas del pasado han sido borradas en la lucha por las materias primas, los mercados y la influencia geopolítica. Esta lucha está impulsada por las contradicciones irreconciliables del capitalismo mundial, entre el Estado nación y la producción global, entre la propiedad privada de los medios de producción y el carácter masivo y social del proceso productivo.

El genocidio de Gaza ha expuesto a los líderes de todos los países imperialistas como una manada de criminales de guerra. Pero su criminalidad expresa la bancarrota y la decadencia de todo el orden social capitalista, que es la causa última de la guerra imperialista y la barbarie social.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 de octubre de 2024)

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