Los cancilleres de EE.UU. y Rusia se están reuniendo en Arabia Saudita el martes para discutir la guerra en Ucrania y restaurar las relaciones bilaterales. Estas negociaciones son tienen nada que ver con la “paz”. En cambio, son un paso más en el conflicto global que amenaza la humanidad con una aniquilación nuclear.
El Gobierno de Trump desveló lo que está en juego realmente la semana pasada cuando envió al secretario del Tesoro, Scott Bessent, a Kiev para proponer un acuerdo al presidente ucraniano Volodímir Zelenski: a cambio del apoyo anterior y futuro de Estados Unidos, Ucrania cedería la mitad de sus depósitos de tierras raras, litio y titanio, por valor de medio billón de dólares, a Estados Unidos. Dado que la mayoría de estos recursos se encuentran en territorio ocupado por Rusia, Trump necesita un acuerdo con Moscú.
Sigue siendo incierto si un acuerdo de este tipo se materializará. Washington ha mezclado repetidamente ofertas con amenazas de una escalada militar y sanciones económicas. Trump también está presionando a Putin para que haga concesiones en Oriente Próximo, donde Estados Unidos se está preparando para expulsar a los palestinos de Gaza y lanzar un ataque contra Irán, al tiempo que busca debilitar la alianza de Rusia con China, el objetivo central de la campaña bélica de Estados Unidos. Como declaró el secretario de Defensa, Pete Hegseth, la semana pasada, “Estados Unidos está priorizando la disuasión de la guerra con China en el Pacífico”.
Zelenski, quien inicialmente fue el que propuso el acuerdo sobre recursos, dudó en aceptar la demanda al estilo mafioso de Trump, ya que reduciría efectivamente a Ucrania a una colonia estadounidense. También cuenta con el apoyo de las potencias imperialistas europeas, que están indignadas por el intento de Trump de llegar a un acuerdo con Putin a sus expensas.
“Según mis cálculos, hemos proporcionado a Ucrania más de 134.000 millones de euros”, dijo a Reuters el jefe de política exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas. “Eso nos convierte en el mayor donante internacional”. Kallas habló sin rodeos sobre lo que piensa del curso de Trump: “No puede ser que Rusia obtenga los territorios ucranianos, que Estados Unidos obtenga los recursos naturales y que Europa pague la factura del mantenimiento de la paz”, dijo al programa de noticias alemán Tagesschau. “Esto no funciona. Tenemos que movilizar nuestra fuerza ahora”.
Esta disputa, no se refiere a la “democracia” ni los “valores occidentales”, sino que es la causa de la creciente brecha entre los Estados Unidos y sus aliados europeos. Bajo Biden, Estados Unidos y Europa coordinaron su guerra contra Rusia. Ahora, las potencias europeas temen ser estafadas por Trump.
Las acciones recientes de la Administración de Trump han dejado en claro su desprecio por sus “aliados” europeos. En primer lugar, el secretario de Defensa, Hegseth, cuestionó los compromisos de seguridad de Estados Unidos con Europa y propuso un acuerdo de paz con Rusia que abandonaría las demandas anteriores de la OTAN: restaurar las fronteras anteriores a la guerra y otorgar a Ucrania el ingreso en la OTAN.
Luego, Trump mantuvo una llamada de 90 minutos con Putin sin informar a sus aliados europeos. Los dos discutieron visitas recíprocas a Washington y Moscú y la readmisión de Rusia al G7. Esto llevó a las actuales negociaciones entre Estados Unidos y Rusia en Arabia Saudita, excluyendo tanto a Ucrania como a los europeos.
En la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente JD Vance intensificó la confrontación con un discurso incendiario contra la Unión Europea. “La amenaza que más me preocupa con respecto a Europa no es Rusia”, declaró Vance. “Lo que me preocupa es la amenaza desde adentro”. Acusó a los Gobiernos europeos de suprimir la libertad de expresión y temer a su propio pueblo porque supuestamente estaban construyendo un “cortafuegos” contra los partidos de extrema derecha, como Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán). Luego se reunió personalmente con la candidata a canciller de AfD, Alice Weidel.
Los medios europeos reaccionaron con furia. Der Spiegel declaró que la conferencia de Munich marcó “el final del orden geopolítico establecido después de la Segunda Guerra Mundial”. Los titulares de The Guardian, Die Zeit y The Economist describieron las políticas de Trump como un “asalto” y un “ataque” a Europa y acusaron a Estados Unidos de provocar el “colapso de la alianza transatlántica”.
Las principales potencias europeas respondieron convocando apresuradamente una cumbre informal para discutir “los desafíos a la seguridad en Europa”. A la reunión, celebrada anoche en París, asistieron los jefes de gobierno de Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Polonia, España, Países Bajos y Dinamarca, junto con el presidente del Consejo de la UE, António Costa, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
La respuesta europea a Trump no es menos reaccionaria que sus propias políticas fascistas. Es rearmar, rearmar y rearmar un poco más. El estribillo constante de que Europa ha invertido poco en su ejército y ahora debe compensar esta “deficiencia” ha alcanzado un punto álgido. Se habla de aumentar el gasto militar del 3 al 5 por ciento del PIB, duplicando o triplicando efectivamente los presupuestos actuales de defensa.
Tales grandes sumas solo pueden extraerse a través de ataques brutales contra la clase trabajadora, que requieren la supresión de los derechos democráticos y el establecimiento de un gobierno autoritario.
En su entrevista con Tagesschau, la jefa de Política Exterior de la UE, Kallas, abogó explícitamente por una escalada de la guerra en Ucrania para garantizar la derrota militar de Rusia, un objetivo que requeriría una intervención masiva de la OTAN dado el agotamiento del ejército ucraniano. “Para que un país vaya por el buen camino, tiene que perder su última guerra colonial”, afirmó. “Rusia nunca ha perdido su última guerra colonial, así que depende de nosotros asegurarnos de que eso suceda. No podemos volver a los negocios como de costumbre con ellos antes de eso”.
El primer ministro británico, Keir Starmer, que se reunirá pronto con Trump, ya ha ofrecido enviar tropas británicas a Ucrania como parte de un llamado acuerdo de “paz”. El presidente francés, Emmanuel Macron, hizo una propuesta similar hace meses. En el Daily Telegraph, Starmer también exigió que los países europeos “aumenten nuestros gastos de defensa y asuman un mayor papel en la OTAN”. Se ve a sí mismo como un lazo entre Estados Unidos y Europa.
La razón más profunda de los agudos conflictos entre las potencias transatlánticas es la profunda crisis del capitalismo mundial. La OTAN se fundó en 1949 para contener las tensiones entre las potencias europeas, tensiones que habían llevado a dos guerras mundiales, y para forjar un frente común con los Estados Unidos contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Aunque nunca estuvo libre de rivalidades internas, la OTAN evitó en gran medida el conflicto militar directo entre sus miembros.
Tras la disolución de la Unión Soviética, la OTAN y sus Estados miembros libraron una serie de guerras imperialistas, incluso en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia y Siria. Pero ahora, la propia OTAN se está rompiendo. El llamado “orden basado en reglas” está colapsando, dando paso a la ley de la selva y al uso de la fuerza desnuda.
La Administración de Trump está reclamando Panamá, Groenlandia y Canadá y no está rehuyendo la amenaza de la fuerza. Los europeos están reaccionando “preparándose para la guerra”.
V.I. Lenin explicó este proceso en su análisis clásico del imperialismo, que escribió durante la Primera Guerra Mundial:
Las alianzas “interimperialistas” o “ultraimperialistas”, sin importar la forma que adopten, ya sea de una coalición imperialista contra otra, o de una alianza general que abarque a todas las potencias imperialistas, inevitablemente no son más que una “tregua” en períodos entre guerras. Las alianzas pacíficas preparan el terreno para las guerras y, a su vez, surgen de las guerras; una condiciona a la otra, produciendo formas alternas de lucha pacífica y no pacífica sobre una misma base de conexiones y relaciones imperialistas dentro de la economía mundial y la política mundial.
Esta dinámica ahora se está desarrollando dentro de la propia OTAN. La agudización de los antagonismos transatlánticos, el giro global hacia la guerra comercial y la militarización, y los ataques asociados a las condiciones y los derechos democráticos de la clase trabajadora están colocando enormes luchas de clases en la agenda.
Esta es la base objetiva para la lucha contra la guerra. Solo una ofensiva de la clase obrera internacional, combinando la lucha contra la explotación y el militarismo con la lucha contra su causa, el capitalismo, puede detener la locura de la guerra.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de febrero de 2024)