El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha ampliado su guerra comercial contra el resto del mundo. Justo después de la medianoche del lunes, EE.UU. impuso aranceles del 25 por ciento sobre casi todas las importaciones provenientes de Canadá y México, y duplicó hasta un 20 por ciento los aranceles adicionales impuestos el mes pasado a todas las importaciones desde China.
La guerra comercial dirigida contra los tres principales socios comerciales de EE.UU. forma parte del esfuerzo del gobierno de Trump para relocalizar la producción y afianzar su dominio sobre América en preparación para una guerra mundial contra sus adversarios y supuestos aliados por igual. Tiene un inquietante parecido con las medidas de guerra comercial implementadas por todas las potencias imperialistas en la década de 1930, que sirvieron de antesala a la Segunda Guerra Mundial.
A principios del mes pasado, Trump emitió órdenes ejecutivas imponiendo aranceles del 25 por ciento sobre todas las importaciones provenientes de México y Canadá, con la excepción de los productos energéticos canadienses, que estarían sujetos a un arancel del 10 por ciento, así como un impuesto adicional del 10 por ciento sobre todas las mercancías chinas. El nuevo arancel contra China entró en vigor el 4 de febrero, pero Trump alcanzó acuerdos de última hora con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, para “pausar” los aranceles a sus respectivos países durante 30 días.
Cuando esta “pausa” estaba a punto de terminar el lunes por la tarde, Trump anunció que “no había margen” para una nueva prórroga.
Poco después de que entraran en vigor los aranceles de EE.UU., China y Canadá anunciaron medidas de represalia. Beijing ha impuesto un arancel del 15 por ciento a una serie de productos alimenticios estadounidenses y un 10 por ciento a otros bienes. Estos aranceles se suman al arancel retaliativo del 10 por ciento adoptado por China en febrero.
Ottawa ha impuesto gravámenes sobre bienes que representan C$30.000 millones (US$20.800 millones) en importaciones anuales desde EE.UU., los cuales aumentarán a C$155.000 millones tras tres semanas si no se negocia una tregua.
Estas son solo las primeras etapas de la guerra comercial global de Trump. Aranceles del 25 por ciento sobre todas las importaciones de acero y aluminio entrarán en vigor el 12 de marzo. Washington también está comprometido a imponer un arancel del 25 por ciento sobre las importaciones de la Unión Europea, la cual, según ha afirmado Trump, quiere “destruir”. A principios de abril, Trump ha prometido introducir los llamados aranceles recíprocos sobre todas las importaciones, haciendo que los aranceles de EE.UU. aumenten en función de los impuestos aplicados por el país exportador.
Los aranceles son un impuesto que paga el importador sobre los bienes que adquiere del país objetivo, pero en última instancia es la clase trabajadora de ambos países la que carga con el costo. Esto se debe a que el importador trasladará los mayores costos al consumidor, quien pagará el arancel a través de la inflación de precios, o bien cancelará los pedidos, provocando despidos debido a reducciones en la producción.
Estos hechos son deliberadamente ocultados por todas las partes en la guerra comercial, quienes se centran en avivar un vil nacionalismo para desviar la ira de los trabajadores —impulsada por décadas de estancamiento y creciente desigualdad social— hacia los intereses de su “propia” clase dominante. Para Trump y la oligarquía estadounidense, el objetivo es devolver la producción clave a EE.UU. y fortalecer su dominio económico en la región. Como escribió en su plataforma Truth Social el martes: “Si las empresas se trasladan a EE.UU., ¡no hay aranceles!”.
Trump ha declarado repetidamente que esta estrategia incluye el uso de la fuerza económica o militar para retomar el control del Canal de Panamá, apoderarse de Groenlandia —un territorio autónomo que pertenece a Dinamarca— y convertir a Canadá en el estado 51 de EE.UU. Que esta sea la agenda que persigue el gobierno de Trump fue reconocido abiertamente por Trudeau, quien intentó explicar la motivación detrás de los aranceles en una conferencia de prensa el martes por la mañana, diciendo que Trump busca “el colapso total de la economía canadiense porque cree que así será más fácil anexarnos”.
Trudeau y el resto de la clase política canadiense no se oponen a los métodos extorsivos y violentos de Trump. Simplemente están indignados de que los haya puesto en su contra, amenazando sus beneficios y privilegios. El imperialismo canadiense ha perseguido durante más de ocho décadas sus intereses globales depredadores en la más estrecha alianza con el imperialismo estadounidense. Sus dirigentes en Ottawa quieren continuar esta alianza, incluyendo la guerra EE.UU.-OTAN para subyugar a Rusia y saquear su riqueza en recursos. Así, Trudeau, haciéndose eco de las críticas altamente selectivas del Partido Demócrata estadounidense contra Trump, abrió su conferencia de prensa del martes diciendo: “Así que hoy, Estados Unidos lanzó una guerra comercial contra Canadá, su socio y aliado más cercano, su amigo más cercano. Al mismo tiempo, hablan de trabajar positivamente con Rusia, apaciguando a Putin, un dictador mentiroso y asesino”.
El gobierno de Trudeau y los gobiernos provinciales de Canadá se están moviendo ahora para aplicar aranceles de represalia y otras contramedidas, incluyendo potencialmente impuestos a la exportación de energía o incluso embargos. Esto está respaldado por una asquerosa campaña nacionalista tan reaccionaria como la de Trump. Esperan que envolviéndose en la Hoja de Arce, puedan disfrazar ante la clase trabajadora el hecho de que están tan decididos como Trump y sus partidarios en la oligarquía estadounidense a descargar a través de la austeridad, los recortes salariales reales y los despidos los costes de la guerra comercial sobre las espaldas de la clase trabajadora.
Trump respondió a los contra aranceles canadienses amenazando con igualarlos, declarando: “Por favor, dígale al gobernador Trudeau ... ¡que nuestro Arancel Recíproco aumentará inmediatamente en una cantidad similar!”
México, que depende aún más del comercio estadounidense que Canadá, ha dicho, por su parte, que está retrasando la adopción de aranceles de represalia hasta después de una llamada telefónica el jueves entre Sheinbaum, sus ayudantes y la Casa Blanca. Al igual que Canadá, México ha enviado fuerzas de seguridad a la frontera que comparte con Estados Unidos, en respuesta a las espurias afirmaciones de Trump de que los aranceles están motivados por preocupaciones de “seguridad nacional” sobre una “invasión” transfronteriza de fentanilo y migrantes, pero todo ha sido en vano.
Washington y Ottawa hacen que los trabajadores paguen la guerra comercial
La guerra comercial desatada por Trump y alimentada por la belicosa respuesta de la élite gobernante canadiense afectará gravemente a millones de trabajadores en toda América del Norte y en otras regiones. La industria automotriz y otras industrias manufactureras han desarrollado a lo largo de décadas cadenas de suministro continentales integradas, por las cuales los componentes y los vehículos en proceso de ensamblaje cruzan varias veces las fronteras nacionales antes de completarse. Por lo tanto, las empresas de estos sectores enfrentarán costos arancelarios totales muy superiores al 25 por ciento.
Expertos de la industria pronostican decenas de miles de despidos en plantas automotrices y de autopartes. Un informe de Barclays advierte que los aranceles “podrían eliminar por completo todas las ganancias” de Ford, GM y Stellantis. El primer ministro de Ontario, Doug Ford, sugirió que la industria automovilística canadiense, que emplea a unos 18.000 trabajadores en los Tres de Detroit y a decenas de miles más en proveedores y otros fabricantes de automóviles, podría cerrar en diez días.
Los despidos ya han comenzado. A principios de enero, el World Socialist Web Site publicó una declaración del National Steel Car Rank-and-File Committee informando del despido de cerca de dos tercios de los 1.400 trabajadores de la planta de Hamilton, Ontario, debido al colapso de los pedidos de los clientes estadounidenses.
Un trabajador de la planta de montaje CAMI de GM en Ingersoll, Ontario, dijo el martes al WSWS que los 80 trabajadores con menos antigüedad fueron despedidos el 10 de febrero debido a los aranceles que se avecinan. “Todos los demás están despedidos para las próximas dos semanas como mínimo”, continuó el trabajador.
“La situación es desoladora. Nunca es una buena señal que la dirección te advierta de que no hagas grandes compras en los próximos 3 a 6 meses. Nosotros, que superamos la primera ronda de despidos el 10 de febrero, no superaremos la siguiente. O si la planta pasa a 1 turno, serán 540 empleos más recortados o despedidos hasta el final de nuestro nuevo contrato corto”.
Un trabajador entrevistado por el WSWS fuera de la planta de Jeep en Toledo, Ohio, el martes dijo: “Ya hay mucha incertidumbre. Creo que estos aranceles perjudicarán a la industria automovilística. Preveo despidos”.
La bolsa alemana se desplomó un 3,5 por ciento en las operaciones del martes, con los fabricantes de automóviles y los proveedores de piezas liderando el descenso. Las acciones de Continental cayeron un 11,6 por ciento, mientras que BMW bajó un 5,9 por ciento y Daimler Trucks un 7,8 por ciento. Las tres empresas están muy expuestas al mercado norteamericano. Incluso aquellas más centradas en los mercados europeos y otros están preparando o han anunciado despidos a la espera de la imposición de aranceles a la UE por parte de Trump. Un think tank económico alemán prevé que la economía alemana podría ver caer su crecimiento previsto en un 0,5 por ciento este año si los aranceles entran en vigor, lo que llevaría a más recortes de empleo.
Los trabajadores también serán duramente golpeados por la inflación. Si los aranceles se mantienen más allá de unas pocas semanas, podrían añadir miles de dólares al precio de un automóvil y más de US$10.000 a algunas camionetas, advierten analistas. Los proveedores de energía de Nueva Inglaterra y Nueva York han calculado que las facturas de electricidad aumentarían anualmente en 165 millones y “decenas de millones” respectivamente si se aplica el arancel del 10% a las importaciones de energía estadounidense procedentes de Ontario y Quebec. Los precios podrían dispararse aún más si el primer ministro de Ontario, Ford, cumple su amenaza de cortar el suministro de energía a EE.UU. en represalia por los aranceles estadounidenses, una acción que el demagogo nacionalista canadiense prometió el lunes que llevaría a cabo con «una sonrisa» en la cara.
Los directores ejecutivos de Target y Best Buy, dos grandes minoristas estadounidenses, dijeron que los precios de los comestibles y otros artículos para el hogar podrían subir ya esta semana. Corie Barry, de Best Buy, dijo que los aumentos de precios eran “muy probables”, mientras que Brian Cornell, de Target, dijo a la CNBC que las frutas y verduras podrían ser las primeras en verse afectadas.
Las burocracias sindicales sirven como tenientes obreros en la guerra comercial
Los sindicatos se han convertido en los sargentos más comprometidos en movilizar a los trabajadores para que apoyen la guerra comercial en nombre de la “unidad nacional”. Después de décadas de desarrollar relaciones corporativistas con el Estado y los ejecutivos empresariales, a través de las cuales han ayudado a imponer recortes de empleo y concesiones masivas, los aparatos sindicales en EE.UU. y Canadá no defienden nada tan vociferantemente como los intereses de lucro de “su” clase dominante.
Una declaración del sindicato United Auto Workers (UAW) que no habría desentonado junto a las declaraciones de los asesores fascistas de Trump afirmaba: “Los aranceles son una poderosa herramienta en la caja de herramientas para deshacer la injusticia de los acuerdos comerciales contrarios a los trabajadores. Nos alegra ver a un presidente estadounidense tomar medidas agresivas para poner fin al desastre del libre comercio que ha caído como una bomba sobre la clase trabajadora”.
El UAW, continúa el comunicado, está “en negociaciones activas con la administración Trump” para dar forma a sus aranceles adicionales planificados sobre las importaciones de automóviles que deben entrar en vigor en abril. “Queremos ver acciones serias que incentiven a las empresas a cambiar su comportamiento, reinvertir en Estados Unidos y dejar de engañar al trabajador estadounidense, al consumidor estadounidense y al contribuyente estadounidense”.
Para no quedarse atrás, Lana Payne, presidenta del mayor sindicato del sector privado de Canadá, Unifor, hizo un “llamamiento económico a las armas”. “Cada político, líder empresarial, trabajador y residente canadiense debe contraatacar. Trump ha juzgado gravemente mal la determinación y la unidad de los canadienses, y ha juzgado mal lo perjudicial que será esta guerra comercial para los trabajadores estadounidenses”, declaró Payne. Es oportuno recordar tras este sucio arrebato nacionalista que la organización predecesora de Unifor, Canadian Auto Workers, se formó en una escisión nacionalista con el UAW en 1985.
Los trabajadores de América del Norte no pueden defender sus empleos ni luchar por sus intereses respaldando a ninguna de las facciones de la clase dominante involucradas en esta guerra comercial. Deben rechazar los intentos de los sindicatos de dividirlos a lo largo de líneas nacionalistas y, en cambio, unirse en una lucha común para defender los empleos, los niveles de vida y los derechos sociales y democráticos de todos los trabajadores.
Para lograr esto, deben construir organizaciones independientes de lucha de clases —comités de base— que correspondan a su verdadera posición como una sola clase con intereses comunes que trascienden las fronteras nacionales. Esta lucha debe fusionarse con la creciente oposición de la clase trabajadora en todo el mundo sobre la base de un programa socialista e internacionalista que ponga fin al capitalismo, la raíz de la guerra comercial y la guerra imperialista.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 4 de marzo de 2025)
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