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Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.)
Las bases históricas e internacionales del Partido Socialista por la Igualdad

La Cuarta Internacional al estallar la Segunda Guerra Mundial

82. La Segunda Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939, con la invasión de Polonia por la Alemania nazi. La firma del “Pacto de No Agresión” con el régimen estalinista solamente la semana anterior facilitó la sangrienta agresión de Hitler. Los objetivos estratégicos del Tercer Reich engendraron el impulso político militar inmediato para lanzar la conflagración. No obstante, a un nivel mucho más elemental, la guerra surgió de las contradicciones económicas y geopolíticas de la obsolescencia histórica del sistema de estados-naciones y el colapso económico general del capitalismo mundial. Trotsky rechazó todo intento de presentar la guerra como un conflicto entre democracia y el fascismo. Trotsky escribió: “La guerra actual, la cual comenzaron sus participantes antes de firmar el Tratado de Versalles, surgió de los antagonismos imperialistas. Fue tan inevitable como el choque de dos trenes que se ponen a correr sobre una misma vía ferroviaria y se dirigen el uno hacia el otro en dirección contraria”. [57]. En el Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista, que escribiera en mayo de 1940, Trotsky responsabilizó a la burguesía imperialista de todos los países capitalistas principales de causar la catástrofe. Las tardías críticas acérrimas del régimen totalitario de Hitler por parte de Francia, Inglaterra y Estados Unidos apestaban de cinismo. Trotsky lo puso de esta manera:

“Los gobiernos democráticos, que en su momento saludaron en Hitler a un cruzado contra el bolchevismo, ahora hacen de él una especie de Satán inesperadamente escapado de las profundidades del infierno, que viola la santidad de las fronteras, los tratados, los reglamentos y las leyes. Si no fuera por Hitler el mundo capitalista florecería como un jardín. ¡Qué mentira miserable! Este epiléptico alemán con una máquina de calcular en el cerebro y un poder ilimitado en las manos no cayó del cielo ni ascendió de los infiernos; no es más que la personificación de todas las fuerzas destructivas del imperialismo. Gengis Kan y Tamerlán se les aparecían a los pueblos pastores más débiles como los destructores azotes de Dios, mientras que en realidad no expresaban otra cosa que la necesidad de más tierras de pastoreo, que tenían todas las tribus, para lo cual saqueaban las áreas cultivadas. Del mismo modo Hitler, al conmover hasta sus fundamentos a las viejas potencias coloniales, no hace más que ofrecer la expresión más acabada de la voluntad imperialista de poder. Con Hitler, el capitalismo mundial, arrojado a la desesperación por su propio impasse, comenzó a hundir en sus entrañas una afilada daga.

Los carniceros de la segunda guerra imperialista no lograrán transformar a Hitler en el chivo emisario de sus propios pecados.

Todos los gobernantes actuales comparecerán ante el tribunal del proletariado. Hitler no hará más que ocupar el primer puesto entre todos los reos criminales”. [58]

83. El Manifiesto enfocó su atención sobre el papel de Estados Unidos, el cual, para 1940, todavía se mantenía en las afueras del conflicto. Pero, como predijo Trotsky, la burguesía estadounidense muy pronto explotaría la oportunidad que la guerra le ofrecía para asegurarle a Estados Unidos una posición hegemónica en los asuntos del capitalismo mundial. Esto no fue simplemente cuestión de ambición, sino de necesidad político económica:

“Sin embargo, la fuerza industrial, financiera y militar de Estados Unidos, la potencia capitalista más avanzada del mundo, no asegura en absoluto el florecimiento de la economía norteamericana. Por el contrario, vuelve especialmente maligna y convulsiva la crisis que afecta su sistema social. ¡No se puede hacer uso de los miles de millones en oro, ni de los millones de desocupados! En las tesis de la Cuarta Internacional, La guerra y la Cuarta Internacional, publicadas hace seis años, se pronosticaba:

‘El capitalismo de Estados Unidos se enfrenta con los mismos problemas que en 1914 empujaron a Alemania a la guerra. ¿Está dividido el mundo? Hay que redividirlo. Para Alemania se trataba de ‘organizar Europa’. Estados Unidos tiene que ‘organizar’ el mundo. La historia está enfrentando a la humanidad con la erupción volcánica del imperialismo norteamericano.’“ [59]

84. El Manifiesto analizó las fuerzas motrices que guiaban al imperialismo estadounidense:

“Con uno u otro pretexto y con cualquier consigna Estados Unidos intervendrá en el tremendo choque para conservar su dominio del mundo. El orden y el momento de la lucha entre el capitalismo norteamericano y sus enemigos no se conocen todavía; tal vez ni siquiera Washington lo sabe. La guerra con Japón tendría como objetivo conseguir más ‘espacio vital’ en el Océano Pacífico. La guerra en el Atlántico, aunque en lo inmediato se dirija contra Alemania, sería para conseguir la herencia de Gran Bretaña.

“La posible victoria de Alemania sobre los aliados pende sobre Washington como una pesadilla. Con el continente europeo y los recursos de sus colonias como base, con todas las fábricas de municiones y astilleros europeos a su disposición, Alemania (especialmente si está aliada con Japón en Oriente) constituiría un peligro mortal para el imperialismo norteamericano. Las titánicas batallas que se libran actualmente en los campos de Europa son, en este sentido, episodios preliminares de la lucha entre Alemania y Norteamérica...” [60]

85. El Manifiesto de la Cuarta Internacional llamó a los trabajadores de los Estados Unidos a que se opusieran a la guerra, pero denunció explícitamente al pacifismo de algunas capas de la pequeña burguesía:

“Nuestra lucha contra la intervención de Estados Unidos en la guerra no tiene nada en común con el aislacionismo y el pacifismo. Les decimos abiertamente a los obreros que el gobierno imperialista no puede dejar de arrastrar este país a la guerra. Las disputas internas de la clase gobernante son solamente alrededor de cuándo entrar a la guerra y contra quién abrir fuego primero. Pretender mantener a Estados Unidos en la neutralidad por medio de artículos periodísticos y resoluciones pacifistas es como tratar de hacer retroceder la marea con una escoba. La verdadera lucha contra la guerra implica la lucha de clase contra el imperialismo y la denuncia implacable del pacifismo pequeño burgués. Sólo la revolución podrá evitar que la burguesía norteamericana inter­venga en la segunda guerra imperialista o comience la tercera. Cualquier otro método es nada más que charlatanería o estupidez, o una combinación de ambos. [61]

86. En oposición a los pequeños burgueses pacifistas que abogaban por la resistencia pasiva e individual a la guerra, la Cuarta Internacional abogó por capacitar a los trabajadores en las artes militares, pero sólo bajo el control de los sindicatos obreros y con funcionarios de la clase trabajadora. En los Estados Unidos y entre sus aliados, la clase gobernante trató de vender el conflicto como una “guerra por la democracia”, explotando así el odio que sentían amplios sectores de la clase trabajadora hacia el régimen nazi. Después de la invasión de la Unión Soviética por los alemanes en 1941, los estalinistas adoptaron ese eslogan como parte de su alianza con las potencias imperialistas Aliadas. La Cuarta Internacional rechazó eso desde el principio.

“No es menor el engaño de la consigna de la guerra por la democracia contra el fascismo. ¡Como si los obreros hubieran olvidado que el gobierno británico ayudó a subir al poder a Hitler y su horda de verdugos! Las democracias imperialistas son en realidad las mayores aristocracias de la historia. Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica se apoyan en la esclavización de los pueblos coloniales. La democracia de Estados Unidos se apoya en la apropiación de las vastas riquezas de todo un continente. Estas ‘democracias’ orientan todos sus esfuerzos a preservar su posición privilegiada. Descargan buena parte del peso de la guerra sobre sus colonias. Se obliga a los esclavos a entregar su sangre y su oro para garantizar a sus amos la posibilidad de seguir siéndolo”. [62]

87. Trotsky insistió que la alianza inicial de guerra que hizo el régimen estalinista con Alemania y su política brutal durante su ocupación de Finlandia y Polonia no alteraban el carácter social de la Unión Soviética como estado obrero degenerado. A pesar de los crímenes y las traiciones del estalinismo, la Cuarta Internacional todavía abogaba por la defensa de la Unión Soviética contra el imperialismo:

“Muchos radicales pequeñoburgueses hasta ayer estaban de acuerdo en considerar a la Unión Soviética un posible eje de agrupamiento de las fuerzas ‘democráticas’ contra el fascismo. Ahora descubren súbitamente, cuando sus países están amenazados por Hitler, que Moscú, que no acudió a su ayuda, sigue una política imperialista y que no hay diferencia entre la URSS y los países fascistas.

“¡Mentiras!” responderá todo obrero con conciencia de clase; hay una diferencia. La burguesía comprende esta diferencia social mejor y más profundamente que los charlatanes radicales. Es cierto que la nacionalización de los medios de producción en un país, y más si se trata de un país atrasado, todavía no garantiza el establecimiento del socialismo. Pero puede avanzar en el requisito fundamental del socialismo; es decir, en el desarrollo planificado de las fuerzas productivas. No tomar en cuenta la nacionalización de los medios de producción en función de que por sí misma no asegura el bienestar de las masas es lo mismo que condenar a la destrucción un cimiento de granito en función de que es imposible vivir sin paredes y techo”.

88. La defensa de la Unión Soviética contra el imperialismo, sin embargo, no presupone en lo más mínimo ninguna concesión política a la burocracia estalinista:

“La Cuarta Internacional sólo puede defender a la URSS con los métodos de la lucha revolucionaria de clases. Enseñar a los obreros a comprender correctamente la índole clasista del estado —imperialista, colonial, obrero— así como también sus contradicciones internas, permitirá que los trabajadores lleguen a las conclusiones prácticas correctas en cada situación determinada. Mientras libra una lucha incansable contra la oligarquía de Moscú, la Cuarta Internacional rechaza decididamente toda política que ayude al imperialismo en contra de la URSS.

“La defensa de la URSS coincide, en principio, con la preparación de la revolución proletaria mundial. Rechazamos llanamente la teoría del socialismo en un solo país, ese engendro cerebral del estalinismo ignorante y reaccionario. Sólo la revolución mundial podrá salvar a la URSS para el socialismo. Pero la revolución mundial implicará inevitablemente la desaparición de la oligarquía del Kremlin”. [63]

89. El Manifiesto concluye reafirmando vigorosamente la estrategia de la Cuarta Internacional para la revolución mundial socialista

“A diferencia de la Segunda y la Tercera Internacional, la Cuarta Internacional no construye su política en función de los avatares militares de los estados capitalistas sino de la transformación de la guerra imperialista en una guerra de los obreros contra los capitalistas, del derrocamiento de la clase dominante en todos los países, de la revolución socialista mundial. Los cambios que se producen en el frente, la destrucción de los capitales nacionales, la ocupación de territorios, la caída de algunos estados, desde este punto de vista sólo constituyen trágicos episodios en el camino a la reconstrucción de la sociedad moderna.

Independientemente del curso de la guerra, cumplimos nuestro objetivo básico: explicamos a los obreros que sus intereses son irreconciliables con los del capitalismo sediento de sangre; movilizamos a los trabajadores contra el imperialismo; propagamos la unidad de los obreros de todos los países beligerantes y neutrales; llamamos a la fraternización entre obreros y soldados dentro de cada país y entre los soldados que están en lados opuestos en el campo de batalla; movilizamos a las mujeres y los jóvenes contra la guerra; preparamos constante, persistente e incansablemente la revolución en las fábricas, los molinos, las aldeas, los cuarteles, el frente y la flota”. [64]


[57]

“Who is Guilty of Starting the Second World War?” in: Writings of Leon Trotsky 1939-40 (New York: Pathfinder, 2001), p. 99.

[58]

“Manifesto of the Fourth International on the Imperialist War and the Proletarian World Revolution,” in: Writings of Leon Trotsky 1939-40 (New York: Pathfinder, 2001), p. 233.

[59]

Ibid., p. 227.

[60]

Ibid.

[61]

Ibid., p. 229.

[62]

Ibid., p. 231.

[63]

Ibid., p. 239-40.

[64]

Ibid., p. 265.