“Bien puede ser que el período histórico examinado en nuestro libro haya sido sometido a la evaluación más tendenciosa. En innumerables artículos de revista, el ‘gran progreso’ de Stalin fue o bien declarado como la continuación natural de la estrategia revolucionaria del bolchevismo, o bien fue interpretado como el giro de Stalin al ‘trotskismo’... Desde concepciones a priori sobre la continuidad orgánica entre el bolchevismo y el estalinismo, también vino la versión de la naturaleza absolutamente arbitraria de las represiones de Stalin. Esta versión fue compartida (aunque por diferentes razones en principio) tanto por los estalinistas como los anticomunistas, que consideraban que el régimen político creado por la Revolución de Octubre no había sufrido ninguna degeneración. Los adherentes de esta versión no conectaron el terror estalinista con la lógica de la lucha en el interior del partido, que obligó a Stalin a responder a la protesta creciente dentro del partido contra sus políticas con monstruosos contragolpes. En 1928-1933, este proceso todavía estaba lejos de ser completo”. —Vadim Rogovin (pág. 492)
La publicación en inglés de Los bolcheviques contra el estalinismo, 1928-1933: León Trotsky y la Oposición de Izquierda escrito por el historiador y sociólogo marxista soviético Vadim Rogovin (1937-1998) es un acontecimiento político e intelectual importante. El segundo libro de la serie de siete volúmenes de Rogovin, ¿Había alternativa?, es un recuento magnífico de la lucha política librada por los opositores de Stalin en la URSS en los años que siguieron al exilio de León Trotsky y hasta la conquista del poder de Adolf Hitler. Demuestra que el ascenso de Stalin ni estaba predeterminado ni fue una consecuencia natural de la Revolución de Octubre. En cambio, el gran chauvinista y burócrata ruso consiguió el poder en un conflicto feroz con el proletariado, el campesinado y los cuadros del movimiento socialista revolucionario.
Rogovin produjo este volumen y seis otros en los últimos años de su vida al tiempo que luchaba contra un cáncer terminal. Durante muchas décadas Rogovin trabajó como sociólogo estudiando las condiciones de la vida en la URSS. Fue atraído a este tema porque quería investigar la escala, el alcance y los orígenes de la estratificación en la Unión Soviética. Habiendo encontrado clandestinamente su manera de acceder a la obra de Trotsky y la Oposición de Izquierda (OI), Rogovin se fue convenciendo de que la desigualdad social era la clave para entender el estalinismo.
A principios de los '90, el aislamiento político de décadas de Rogovin respecto al movimiento trotskista mundial finalmente terminaría cuando contactó al Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). Los bolcheviques contra el estalinismo fue la primera obra de Rogovin escrita en estrecha colaboración política con el CICI y jalona un momento clave en su desarrollo como historiador marxista.
Una breve reseña del libro no puede transmitir la profundidad y la complejidad de este fascinante volumen de 500 páginas. Bolcheviques contra el estalinismo es alto drama. Entrelaza fuentes primarias y secundarias —discursos y artículos publicados, correspondencia personal, noticias de los medios, documentos de archivo, memorias personales, recuentos históricos e incluso novelas— para llevar al lector a través de las vicisitudes de un período de cinco años de la historia soviética en una serie de capítulos cortos y centrados que abordan las crisis económicas, los problemas políticos y las condiciones sociales que impulsaban las políticas de Stalin y que llevaban a la erupción continua de la oposición. Es una exploración del material humano del Partido Bolchevique, al alternadamente confrontar una reacción nacionalista y burocrática masiva a la Revolución rusa, al ser arrastrado por esta, participar en ella y desafiarla.
Uno de los hallazgos clave del libro es que los arrestos, las expulsiones y el exilio no fueron suficientes para destruir la influencia de Trotsky y de la Oposición de Izquierda. Estas fuerzas siguieron ejerciendo una enorme influencia sobre la vida política del país y dio forma a las nuevas fuerzas opositoras que surgían a finales de los '20 y a principios de los '30. Así, Los bolcheviques contra el estalinismo ilumina la lógica política que impulsaba el giro de Stalin hacia el exterminio en masa durante la Gran Purga; Trotsky y la Oposición de Izquierda representaron una amenaza constante a la burocracia que solo podía ser contenida con la violencia física.
Cuando la clase trabajadora de Rusia derrocó a las fuerzas conjuntas del zarismo y el capitalismo y llevó a los bolcheviques al poder en el otoño de ese año, la revolución se enfrentó inmediatamente con enormes dificultades. La Primera Guerra Mundial había devastado físicamente a Rusia, que quedó atollada en la pobreza y el atraso. Los socialdemócratas de Europa habían traicionado las luchas de sus propias clases trabajadoras y la joven revolución se vio aislada. Tuvo que luchar al mismo tiempo, a lo largo de una vasta masa terrestre, contra las fuerzas contrarrevolucionarias del imperialismo, que buscaban destruir la victoria de las masas rusas y evitar que la revolución se extendiera en todo el globo.
La Revolución rusa prevaleció contra todo pronóstico. Pero incluso a medida que la Unión Soviética se iba formando, empezó a surgir dentro del país una burocracia que no estaba dedicada al programa marxista de la revolución mundial sino a construir el “socialismo en un solo país”. La encabezaba José Stalin. Aprovechándose del agotamiento y aislamiento de la clase trabajadora soviética, este aparato en ascenso utilizó su posición como administrador de la economía del país y sus instituciones políticas para hacerse con privilegios especiales.
La burocracia estalinista incipiente era orgánicamente hostil a la revolución mundial. Se dio cuenta instintivamente de que si las masas obreras llegaban al poder en alguna otra parte, la clase trabajadora dentro de la Unión Soviética libraría una batalla contra una élite parasitaria que se nutría de las conquistas del primer Estado obrero del mundo. Por lo tanto, persiguiendo sus políticas, la burocracia traicionó revoluciones en el extranjero y aplastó la democracia interna del partido dentro del Partido Comunista soviético y la Internacional Comunista. En sus últimos años Lenin previó los peligros planteados por esta tendencia burocrática y luchó contra ellos. Se le unió León Trotsky, colíder junto a él de la Revolución rusa. Cuando Lenin quedó incapacitado por los derrames cerebrales en 1923 y cuando finalmente murió en 1924, Trotsky siguió su lucha junto a otros miembros del Partido Bolchevique, y formaron la Oposición de Izquierda (OI) en 1923.
Rogovin coloca los escritos de Trotsky y los que se publicaban en el Boletín de la Oposición de la Oposición de Izquierda en el centro de este volumen, dejando claro que son la clave para desentrañar la historia de la época. Artículos, comentarios y correspondencia de Trotsky y el Boletín, que a menudo eran escritos por miembros de la oposición en la URSS trabajando de manera clandestina y que luego circulaban en secreto, contienen una profundidad notable respecto al carácter de la sociedad soviética y delinean una crítica completa del estalinismo. De todas las tendencias opositoras que surgieron en la Unión Soviética, solo la “alternativa de la Oposición de Izquierda” —como Rogovin la caracterizaba— era capaz de desafiar fundamentalmente al estalinismo y de derrotarlo.
Cuando Los bolcheviques contra el estalinismo se publicó por primera vez en ruso en 1993, el material abarcado en él habría sido nuevo para el lector soviético. Trotsky había sido eliminado de los anales oficiales de la historia soviética. El énfasis de Rogovin en la peculiaridad e importancia de la Oposición de Izquierda era, y sigue siendo hoy, una reprimenda abierta a los falsificadores de la historia soviética de toda calaña política. Estaba librando una batalla contra la poderosa burocracia del Partido Comunista y sus simpatizantes en la intelectualidad, que estaban —con la ayuda de la falsificación histórica— restaurando el capitalismo ante la oposición social creciente.
En 1989, por ejemplo, una carta enviada al dirigente soviético Mihail Gorbachov por parte de un miembro de la base del partido hizo saltar todas las alarmas. La división de ideología del Partido Comunista dijo que se sabía que los sentimientos expresados en la carta eran “(representativos) de manera generalizada de la clase trabajadora”. El autor de la carta describía al Partido Comunista como compuesto de “oportunistas”, “élites”, y “renacidos” burgueses. Exigía que la clase trabajadora “tomara los asuntos en sus propias manos encabezando su propio partido” para dirigir una “guerra de clases”. El mismo año, estallaron huelgas masivas de mineros en el país. Armados con el conocimiento de su propia historia, Rogovin entendió que la clase trabajadora soviética podía ser una fuerza imparable.
Los bolcheviques contra el estalinismo empieza con la crisis económica de 1927 y las actas del XV Congreso del Partido Comunista, celebrado en diciembre de ese año. La incapacidad de la dirección de Stalin de hacer cambios a la Nueva Política Económica (NEP) llevó precisamente a los problemas predichos por la Oposición de Izquierda —una crisis del grano, por la cual los campesinos se negaron a compartir sus cosechas porque las ciudades eran incapaces de producir bienes necesarios en el campo. La NEP permitió una producción para la ganancia, regulada por el Estado, en la manufactura y la agricultura. El resultado fue el surgimiento de capas acomodadas en las ciudades (los nepmen) y el campo (kulaks, o sectores acomodados del campesinado). Aunque la política puso en marcha la economía, se demostró incapaz de resolver los problemas del sector industrial del país, cuyo desarrollo se quedó atrás.
El libro describe cómo el Partido Comunista, bajo el liderazgo de Stalin y Bujarin, respondió a la crisis económica intensificando los ataques contra la Oposición de Izquierda con arrestos y exilios y una constante campaña de denuncias. Ser activo en la Oposición de Izquierda se había vuelto no solo motivo de expulsión del partido, sino que era ilegal según el Artículo 58 del código criminal. Aunque el concepto de “presión forzada a los kulaks” se formuló primero en el período previo al XV Congreso por parte de Bujarin, Rogovin observa que al salir del congreso ello no era la política oficial, que siguió estando comprometida con la preservación de la NEP.
Pero cuando estalló la crisis del grano a principios de 1928 y la hambruna amenazó las ciudades, el Politburó salió corriendo en la dirección de las “medidas de emergencia” para forzar a los campesinos a entregar sus cosechas. Rogovin argumenta que la implicación directa de Stalin fue decisiva en impulsar hacia adelante las represiones. Él publicó órdenes que contravenían las decisiones del congreso del partido y la ley soviética. El resultado fue el descontento en aumento en el campo y la diseminación patológica de los problemas económicos, que Stalin persiguió achacar a los excesos de los funcionarios locales y el supuesto sabotaje de “elementos burgueses”. Se publicaron directivas en secreto, a medida que crecía el miedo dentro de la conducción estalinista de que los trotskistas, que ya habían estado haciendo una poderosa crítica de las medidas de emergencia en el Boletín de la Oposición y seguían teniendo influencia en células del partido y lugares de trabajo, ganarían a costa de los fracasos del régimen.
Esta pauta de crisis económicas e improvisaciones salvajes, junto con utilizar como chivos expiatorios a funcionarios del partido de bajo nivel y a administradores del Estado, violaciones flagrantes de la legalidad soviética, la denuncia y represión de opositores, gobernar mediante decretos secretos y la violencia dirigida hacia sectores clave de la población, se repetiría continuamente en los años siguientes, en definitiva llegando hasta la colectivización forzada y las purgas masivas.
A medida que transcurría el año 1929, la burocracia estalinista seguía sus esfuerzos por pisotear a la oposición, con divisiones especiales de los servicios secretos establecidas para buscar a “derechistas” (los que defendían que se aflojaran las restricciones a la economía de mercado) y los troskistas en los órganos del partido y en instituciones de investigación científica y educativas. Esto correspondía con el desplazamiento desde las “medidas de emergencia” hacia la colectivización forzada a escala total. En diciembre de 1929, usando una formulación que previamente no había sido aceptada por el partido, Stalin exigió la “dekulakización”.
Los bolcheviques contra el estalinismo subraya la poderosa crítica de la colectivización forzada y sus consecuencias inevitables que hizo Trotsky y la Oposición de Izquierda, y esquematiza las diferentes etapas de la “guerra civil” contra el campesinado, documentando al detalle los métodos empleados, las respuestas violentas de las aldeas, los esfuerzos desesperados de los cuerpos locales del partido por llevar a cabo las medidas temerarias e imposibles, el extraordinario sufrimiento humano que resultaba —incluyendo hambrunas en Ucrania y otros lugares que se cobraron la vida de millones— y los esfuerzos de Stalin por encubrir los crímenes del Estado y culpar del desastre a los propios campesinos, así como a subordinados y opositores políticos.
El volumen investiga la factura que se les pasó a las masas obreras debido a la colectivización y el impulso frenético de Stalin por la industrialización basada en demandas fantásticas de que la Unión Soviética supere sus propios objetivos de desarrollo planificado. La difusión del trabajo a destajo, la aceleración de la producción, el racionamiento de la comida en las ciudades, la creciente desigualdad salarial, restricciones punitivas al volumen de trabajo, todo contribuyó a la caída de las condiciones de vida para las masas de trabajadores y a una brecha creciente entre ellos y los burócratas privilegiados aliados al régimen de Stalin. Abordando los cimientos sociales del estalinismo, Rogovin rechaza:
... la tesis favorita de los “demócratas” contemporáneos de que Stalin expresaba los intereses de nuevas capas de la clase trabajadora no educada y despolitizada formada en los años del primer Plan Quinquenal, y que los “lúmpenes que anhelaban el igualitarismo” se habían vuelto la base social de apoyo del régimen de Stalin. De hecho, fue precisamente sobre esas nuevas capas de la clase trabajadora soviética, que componía su sector menos cualificado, que la carga de la legislación laboral represiva de Stalin cayó de manera particularmente pesada, al endurecer constantemente las sanciones por las “violaciones de la disciplina obrera”. (Pág. 283)
Uno de los capítulos más notables del libro, “El significado social y de clase del ‘Gran Avance’”, discute los orígenes del estalinismo. Rogovin trata acerca de las afirmaciones de aquellos que argumentan que el estalinismo surgió solamente después de la NEP, cuando la rápida industrialización y la colectivización forzada quedaron establecidas. Él insiste en que la NEP de hecho estableció el trabajo preliminar para un crecimiento masivo en la burocracia, al ser necesario un gigantesco aparato administrativo encargado de la supervisión de la distribución y gestionando las relaciones entre las clases para regular la economía de mercado que había sido legalizada en las ciudades y en el campo. Stalin y sus aliados cultivaron esta burocracia floreciente por asegurar su acceso a los privilegios. Esto fue acompañado por un ataque político e ideológico al principio de igualdad. Aunque al principio adaptándose y alentando al crecimiento de los campesinos acomodados en los pueblos y capas pequeñoburguesas en las ciudades, la burocracia al final entró en un conflicto agudo con ellos, a medida que la restauración a escala total del capitalismo había estado socavando su propio poder y privilegios.
Las agudas vicisitudes en la política oficial y sus consecuencias calamitosas, las tensiones sociales extremas que se iban apoderando del país y el aplastamiento de la democracia interna del partido causó oleadas de descontento, críticas y oposición desde el interior del Partido Comunista, incluso desde aquellos estratos que antes habían desempeñado un papel central en purgar a la Oposición de Izquierda. A veces, ello adoptó la forma de esfuerzos organizados que planteaban la necesidad de eliminar a Stalin del poder. Otras veces se manifestaba como estados de ánimo y puntos de vista hostiles que penetraban ampliamente en los órganos del partido, lugares de trabajo e instituciones.
Rogovin introduce a los lectores a los opositores veteranos de Stalin y aquellos que fueron llevados a la lucha durante los cinco años que abarca su libro, excavando sus biografías políticas. Caracteriza en detalle sus programas políticos, sopesa sus fuerzas y sus debilidades, considera su actitud hacia el trotskismo, y documenta sus destinos políticos.
Al narrar la historia de las fuerzas opositoras en la URSS, Nikolai Bujarin aparece de manera destacada en el libro. Un viejo bolchevique, cercano camarada de Lenin y un “derechista” que había defendido extender aún más las relaciones de mercado, Bujarin había sido un estrecho aliado de Stalin en la represión de los trotskistas. Para mediados de julio de 1928, sin embargo, estaba barajando la posibilidad de una alianza con los antiguos opositores Kamenev y Zinoviev, quienes habían renunciado recientemente a sus críticas y habían sido llevados de vuelta a Moscú. Kamenev describió los puntos de vista de Bujarin como de “odio absoluto” y “ruptura absoluta” con Stalin, combinados con histeria. Rogovin comenta, “no tenía programa político preciso y consistente ni idea clara sobre qué métodos utilizar en la lucha contra Stalin. Estaba en pánico y bajo el control de estados de ánimo conflictivos que se seguían uno tras otro”. (Pág. 59)
A lo largo de los cinco años siguientes, Bujarin plantearía repetidamente reproches hirientes a las políticas de Stalin, sus métodos y distorsiones de la teoría socialista, pero se demostró incapaz de organizar ninguna lucha consistente ni principista. Vacilaba, actuando a veces como un simpatizante servil de Stalin y conformándose a la línea del partido. Al mismo tiempo buscaba aliados, comprometidos en engaños y vestía de antitrotskismo sus críticas a Stalin. Nada de esto le aventajó. La acusación de “enemigo del pueblo” fue dirigida primero contra Bujarin y se lo persiguió como “desviacionista de derecha”. El análisis de Rogovin de la historia política de la “oposición de derechas”, de por qué no hubo un bloque opositor “derecha-izquierda” y el desentrañar a Bujarin es detallado y convincente.
Los golpes políticos que Stalin asestó a sus oponentes, sin embargo, no resolvieron ninguna de las crisis que aquejaban a la Unión Soviética. La oposición a su gobierno siguió apareciendo, tanto de círculos viejos como nuevos, e incluso entre aquellos derrotados por Stalin, expulsados del partido, degradados, arrestados y exiliados. El lector se enterará de estas tendencias opositoras, las cifras implicadas, sus demandas, sus documentos, sus esfuerzos por establecer contacto entre sí, sus orígenes en diferentes estratos de la sociedad, su actitud hacia la Oposición de Izquierda y cómo el aparato estalinista pretendía encargarse de ellos.
En septiembre de 1930, por ejemplo, los trabajadores de Podolsk se reunieron con representantes de las fábricas más grandes de Moscú y les enviaron una carta a tres destacados bolcheviques en la que denunciaban el “régimen despótico y descontrolado de Stalin” y amenazaba con apelar a las masas. Más o menos al mismo tiempo, un grupo opositor se organizó alrededor de Sergei Syrtsov, un destacado funcionario del partido y del Estado, y atrajo a otras figuras de alto nivel en un autodeclarado “bloque derechista-ultraizquierdista”, que estaba en contacto con figuras políticas extremadamente cercanas a Stalin. En 1932, la Unión de Marxistas-Leninistas, organizada por M. N. Riutin y V. N. Kaiurov, produjo un largo documento, “Stalin y la crisis de la dictadura del proletariado”. Rogovin usa la plataforma de Riutin a lo largo del libro y hace un cuidadoso análisis del carácter político del documento, considerando lo que este expresaba sobre la perspectiva de las fuerzas que se alineaban contra Stalin y sus actitudes hacia la Oposición de Izquierda.
Los bolcheviques contra el estalinismo deja claro que el estalinismo estaba en constante crisis política, ya que el crecimiento de la burocracia, el estrangulamiento de la democracia soviética, la intensa explotación de la clase trabajadora y la guerra contra el campesinado entraron en conflicto con las tradiciones y los cuadros socialistas revolucionarios de la Unión Soviética. Escribe Rogovin:
La familiaridad de Stalin con la “plataforma Riutin”; con cartas desde la URSS publicadas en el Boletín de la Oposición; con materiales de investigación y reportes de agentes de la GPU, registrando la actividad y los estados de ánimo de grupos opositores viejos y nuevos — todo esto mostraba que no solo muchos antiguos oposicionistas estaban frontalmente en contra de su política, sino incluso muchos comunistas que no habían participado en los '20 en ninguna oposición, y que habían votado “unánimemente” en reuniones oficiales del partido. (Pág. 424)
Ni siquiera las purgas masivas durante este período, en las que 800.000 personas fueron sacadas del Partido Comunista, pudieron estabilizar el régimen. La Oposición de Izquierda, trabajando en el exilio, luchó para establecer contacto con tendencias opositoras que se desarrollaban dentro de la URSS. Se preparó la escena para el Gran Terror, acerca del cual Rogovin trata en los siguientes volúmenes de su serie.
El libro también contiene una discusión fascinante de la agenda que impulsaba las rehabilitaciones postestalinistas de las víctimas de Stalin durante el régimen de Jrushchov y después. Aunque se admitieron algunas verdades, se desarrollaron nuevas falsificaciones para negar que existían genuinos oponentes a Stalin y una alternativa fundamental a su régimen. Uno de los rasgos más interesantes de este volumen es la capacidad de Rogovin de explicar al lector los debates políticos e historiográficos contemporáneos que rodean la historia soviética.
Por ejemplo, Rogovin escribe:
A finales de los '80, la mayoría de las obras dedicadas a criticar el estalinismo prestaban atención a su lado extremadamente cruel y represor, pero no revelaban su apariencia común, cotidiana, expresada en contrastes sociales marcados... El portador de estas tendencias deseaba que el resultado de la “perestroika” fuera una sociedad con diferenciación social que fuera tan fuerte como lo era bajo Stalin, pero eso evitaría las medidas represoras de Stalin... La herencia ideológica y psicológica del estalinismo estaba profundamente arraigada en la consciencia de aquellos que, en los años de estancamiento y “perestroika”, estaban inclinados a cultivar estados de ánimo de elitismo, sentimiento de clan, y una mentalidad de casta que habían sido generalizados durante la época de Stalin. (Pág. 296)
Los capítulos finales de Los bolcheviques contra el estalinismo tratan acerca de la llegada de Hitler al poder en Alemania, la responsabilidad de la burocracia estalinista por este crimen, y la respuesta de la Oposición de Izquierda. Trotsky exigía la formación de una nueva internacional comunista en 1933, cosa que logró con la fundación de la Cuarta Internacional en 1938. El internacionalismo de la OI era distintivo y fue lo que le permitió al movimiento ser el más intransigente, inquebrantable opositor de Stalin. Las políticas domésticas monstruosas implementadas bajo Stalin, el crecimiento de una burocracia privilegiada, el ataque a la igualdad social, la supresión de la democracia interna del partido, todo eso se desprendía, insistía Trotsky, del rechazo de Stalin de la revolución mundial y la promoción del nacionalismo ruso.
Aparte de este episodio crucial, los acontecimientos internacionales no son el foco de Los bolcheviques contra el estalinismo, que se concentra en la historia del estalinismo y las oposiciones dentro de las fronteras de la Unión Soviética. A medida que el pensamiento de Rogovin evolucionaba en los años siguientes debido a su estrecha relación política con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, iría a dedicar una atención cada vez mayor a la batalla del estalinismo contra la revolución mundial en los ulteriores cinco volúmenes de su serie, ¿Había alternativa? .
El logro de Rogovin con Los bolcheviques contra el estalinismo es difícil de exagerar. Combina investigación innovadora con una nueva narración dramática y penetrante de la historia. Restaura a Trotsky y a la Oposición de Izquierda a su justo sitial en la historia soviética. Los lectores que entren en contacto con esta obra se sentirán profundamente motivados —en todos los sentidos de la palabra: política, psicológica e intelectualmente— a buscar la plena verdad de la lucha contra la contrarrevolución estalinista.
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(Publicado originalmente en inglés el 21 de diciembre de 2019)