El jueves, después de tres años de elaboración, la revista médica británica The Lancet publicó su reporte oficial del registro en salud del Gobierno de Trump.
El reporte apropiadamente es dominado por la pandemia de COVID-19. The Lancet descubrió que el Gobierno de Trump es directamente responsable de las muertes de decenas de miles de personas durante la pandemia y que más de 200.000 personas aún estarían vivas si EE.UU. tuviera una tasa de mortalidad similar a la de otros países desarrollados.
Pero el informe de The Lancet, meticulosamente investigado y redactado por más de una docena de distinguidos autores, va mucho más allá de condenar únicamente el historial de Trump. Sostiene que el casi medio millón de muertos en Estados Unidos por el COVID-19 debe sumarse a la cifra de “estadounidenses desaparecidos” cuyas muertes fueron atribuibles al aumento de la desigualdad social en las últimas cuatro décadas. El informe de The Lancet presenta tanto la pandemia como el Gobierno de Trump como el resultado de tendencias más profundas en la sociedad estadounidense.
“Una plutocracia envalentonada, con el pretexto de la desregulación y la austeridad, ha aumentado su riqueza y su poder volviendo a regular los mercados en su beneficio y ajustando los presupuestos gubernamentales para su propio beneficio”, escribió The Lancet. “Bajo este tipo de gobernanza, las empresas y familias ricas reciben generosas transferencias del gobierno” mientras “las oportunidades de trabajo han desaparecido”.
The Lancet concluye: “La inquietante verdad es que muchas de las políticas del presidente Trump no representan una ruptura radical con el pasado, sino que simplemente han acelerado la tendencia de décadas de retraso en la esperanza de vida que refleja los profundos y antiguos defectos de la política económica, sanitaria y social de Estados Unidos. Estos defectos no solo son evidentes en la caída de la longevidad... sino también en las crecientes diferencias de mortalidad entre las clases sociales”.
La pérdida masiva de vidas en la pandemia de COVID-19 —centrada en la clase trabajadora estadounidense— no hizo más que acelerar el declive de la esperanza de vida en Estados Unidos y, lo que es más importante, la estratificación de la esperanza de vida según las clases sociales.
“En el momento de la toma de posesión de Trump, en enero de 2017, la salud de la población estadounidense ya estaba en una trayectoria descendente”, escribe The Lancet. “La esperanza de vida media en Estados Unidos había disminuido de 78,9 años a 78,7 años entre 2014 y 2018, un período que incluyó el primer descenso de 3 años en la longevidad desde la Primera Guerra Mundial y la pandemia de gripe de 1918”.
El informe señaló que “desde la década de 1980, la disparidad entre las clases sociales y económicas se ha ampliado a medida que desaparecen los empleos manufactureros bien remunerados. ... A pesar de un mercado de valores en auge ... muchas personas que viven en los EE.UU. se vieron obligadas a realizar trabajos precarios que ofrecían un salario bajo y beneficios insuficientes. Esta creciente desigualdad de ingresos ha ampliado las desigualdades en materia de salud”.
El informe de The Lancet ofrece un análisis histórico de este proceso, en el que los dos partidos políticos del capitalismo estadounidense tuvieron un papel protagonista. “Ante el estancamiento económico y la creciente inflación, el presidente Jimmy Carter (en el cargo entre 1977 y 1981) impulsó la reducción del déficit público mediante recortes del gasto”.
El presidente demócrata Bill Clinton “adoptó aspectos clave de la agenda neoliberal y procorporativa”. Clinton desreguló “los bancos y las empresas de telecomunicaciones, e impuso límites de tiempo y otras restricciones a las prestaciones sociales y la asistencia nutricional.” Bajo Clinton, “los precios de las acciones subieron rápidamente”, mientras que “las desigualdades de ingresos y riqueza se ampliaron”.
Los programas de atención sanitaria de Barack Obama “reforzaron décadas de reformas orientadas al mercado que hicieron de la rentabilidad la medida fundamental del rendimiento, impulsaron la mercantilización de la atención médica y confirieron cada vez más control a conglomerados que son propiedad de inversores”.
“El descenso de la longevidad en Estados Unidos entre 2014 y 2017, y el mínimo repunte de la longevidad en 2018, atrajeron una importante atención de los medios. Sin embargo, al centrarse en estas tendencias recientes se corre el riesgo de oscurecer lo mucho que Estados Unidos está por detrás de otras naciones de altos ingresos y el tiempo que llevan produciéndose estas brechas transnacionales. La esperanza de vida en EE.UU. se encontraba en la media de las naciones de altos ingresos en 1980, en 1995 era 2,2 años menor que la media de otros países del G7, y en 2018, la brecha se había ampliado a 3,4 años”.
El informe llega a una conclusión impactante sobre el número de estadounidenses que han muerto prematuramente como resultado de la creciente desigualdad social de Estados Unidos. “La magnitud de la diferencia también puede cuantificarse como el número de estadounidenses desaparecidos, es decir, el número de residentes en Estados Unidos que aún estarían vivos si las tasas de mortalidad específicas por edad en Estados Unidos se hubieran mantenido iguales a la media de las otras seis naciones del G7. Según esta medida, solo en 2018 desaparecieron 461.000 estadounidenses, una cifra anual que ha ido aumentando desde 1980.
“La caída en la esperanza de vida en EE.UU. ha coincidido con las crecientes brechas de mortalidad basadas en los ingresos y la educación entre los adultos. Estas desigualdades en la mortalidad reflejan el aumento de la desigualdad económica, con el aumento de los ingresos para el decil más rico de la población (y enormes ganancias para los muy ricos), pero el estancamiento de los ingresos reales para el 50% inferior. En 2014, la esperanza de vida del 1% más rico de los hombres era 15 años mayor que la del 1% más pobre.
“Entre 2000 y 2014, la esperanza de vida adulta aumentó en más de 2 años para las personas de la mitad superior de la distribución de ingresos, mientras que la mitad inferior de la distribución de ingresos tuvo una mejora pequeña o nula”.
The Lancet concluye: “La Administración de Trump representa la culminación de más de tres décadas de políticas neoliberales que han buscado privatizar muchos de los servicios públicos y desregular las empresas para maximizar las ganancias”.
“La elección de Trump fue posible gracias a los fracasos de sus predecesores. Una deriva de cuatro décadas hacia las políticas neoliberales reforzó las prerrogativas corporativas. ... Los ricos se enriquecieron mucho más mientras sus impuestos se redujeron a la mitad. Los ingresos de los trabajadores se estancaron, los programas de asistencia social se redujeron, la población carcelaria aumentó enormemente, y millones de personas se quedaron sin asistencia sanitaria, incluso cuando los pagos del Gobierno enriquecían a los inversores del sector médico”.
“El sufrimiento y la dislocación infligidos por el COVID-19 han puesto de manifiesto la fragilidad del orden social y médico estadounidense”, señala el informe.
“La salud de los estadounidenses se estaba deteriorando incluso cuando nuestra economía estaba en auge”, afirma la doctora Steffie Woolhandler, una de las copresidentas del comité. “Esta disociación sin precedentes entre la salud y la riqueza nacional indica que nuestra sociedad está enferma. Mientras los ricos han prosperado, la mayoría de los estadounidenses han perdido terreno, tanto económica como médicamente”.
En sus conclusiones políticas, el informe pretende convencer a la Administración entrante de Biden de que lleve a cabo una ruptura fundamental con las políticas de sus predecesores. Pero el propio historial presentado en el informe —década tras década en la que los demócratas fueron la punta de lanza de una campaña de redistribución de la riqueza hacia arriba— deja en claro que esto es imposible. Biden fue, después de todo, el vicepresidente de Obama, ayudando a organizar el rescate bancario de 2008.
El informe de The Lancet, como lo haría un hábil médico, enumera de forma experta los síntomas de la enfermedad social de Estados Unidos. Pero si la sociedad estadounidense está enferma, como insiste la doctora Steffie Woolhandler, la medicina adecuada no es la Administración de Biden, como tampoco lo fueron las de Clinton y Obama. La enfermedad que han identificado es terminal. La solución se encuentra en un movimiento político fundamentalmente nuevo y diferente, uno basado en la lucha de la clase obrera por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de febrero de 2021)