El domingo por la noche, el presidente Joe Biden publicó una declaración por video respaldando plenamente los esfuerzos del sindicato Retail, Wholesale, Department Store Union (RWDSU) para sindicalizar a los trabajadores en el almacén de Amazon en Bessemer, Alabama. Casi seis mil trabajadores en las instalaciones, que se ubican en las afueras de Birmingham, están actualmente votando si unirse o no al RWDSU.
Biden llamó con claridad a los trabajadores en Alabama a votar “Sí” en la campaña de sindicalización, cuya votación finaliza el 29 de marzo. “La Ley Nacional de Relaciones Laborales no solo dijo que permite que existan los sindicatos”, dijo. “Dijo que deberíamos motivar que haya sindicatos”.
Continuó: “Hoy y en los próximos días y semanas, los trabajadores en Alabama y en todo Estados Unidos estarán votando sobre organizar un sindicato en su lugar de trabajo. Esto es de vital importancia —una decisión de vital importancia— en un momento en que EE.UU. lidia con la mortal pandemia, la crisis económica y la rendición de cuentas sobre la raza—en cuanto a lo que revela de las profundas desigualdades que aún existen en nuestro país”.
La intervención de Biden no tiene precedentes históricos. Después de que el presidente Franklin D. Roosevelt firmara la Ley Nacional de Relaciones Laborales en 1935, los líderes de los nuevos sindicatos industriales organizados declararon que “El presidente quiere que se unan a un sindicato”. Pero Roosevelt en realidad nunca lo dijo.
En este caso, Biden no muestra ninguna imparcialidad, efectivamente llamando a los trabajadores a votar a favor de que ingrese el sindicato y acusando a Amazon de intimidación. Biden está alineando todo el prestigio de la Casa Blanca detrás del voto. No estaría haciendo esto si no considerara que el apoyo directo de su Administración fuera tanto necesario para garantizar que gane el “Sí” en Bessemer como una cuestión de importancia estratégica.
El mero hecho de que Biden haya intervenido con tanta fuerza desmiente las afirmaciones de que lo que está en juego en la campaña de sindicalización en Amazon tiene algo que ver con los intereses de los trabajadores de Amazon. Toda la carrera de Biden en el Senado, desde 1973 hasta 2009, coincide con el abandono por parte del Partido Demócrata de cualquier programa de reforma social y su acomodo a la “reaganomía”.
Conocido durante mucho tiempo como el “senador de DuPont” de Delaware, Biden formó parte de los comités más sensibles a los intereses de la clase dominante, como el Comité Judicial y el Comité de Relaciones Exteriores. Apoyó la derogación de la Ley Glass-Steagall en 1999, un hito en la desregulación de los bancos, y otras medidas de derecha. Tras casi cuatro décadas en el Senado, Biden se convirtió en vicepresidente de Obama, ayudando a supervisar el rescate masivo de Wall Street tras la crisis financiera de 2008 y la posterior reestructuración de las relaciones de clase en beneficio de los ricos. Eso incluyó el rescate de General Motors y Chrysler, basado en un recorte del 50 por ciento en el salario de todos los trabajadores automotores recién contratados.
En las elecciones de 2020, Biden ganó la nominación del Partido Demócrata para presidente gracias a la intervención de la dirección del partido sobre la base de un repudio explícito de cualquier programa de reforma social. Biden fue promovido como la alternativa de derecha a Bernie Sanders.
La agresiva intervención de Biden a favor de la campaña de sindicalización en Amazon solo puede interpretarse como una decisión estratégica, y no meramente táctica, de una importante facción de la clase dominante. ¿Cuáles son las consideraciones que motivan esta política?
En primer lugar, la clase dominante se enfrenta a una crisis sin precedentes, que se ha intensificado enormemente con la pandemia. Como resultado de la negativa de la clase dominante a tomar las medidas necesarias para salvar vidas, casi 530.000 personas han muerto a causa del COVID-19 en el último año. El impacto de las muertes masivas, combinado con la desastrosa situación social y económica, está teniendo un profundo impacto radicalizador en la conciencia de los trabajadores y la juventud.
Trump ha respondido a esta situación con la promoción de organizaciones fascistizantes que serán utilizadas como punta de lanza contra el descontento de la clase trabajadora. Los demócratas están intentando sofocar la oposición social utilizando los sindicatos. Esto se combina con sus incesantes esfuerzos por dividir a los trabajadores entre sí mediante la promoción de la política de identidad racial y de género. Cabe notar que Biden planteó su intervención en Amazon en términos raciales, presentando a los sindicatos como instrumentos para defender “especialmente a los trabajadores negros y morenos”.
En segundo lugar, la situación internacional no es menos preocupante para la clase dominante, que está decidida a mantener su posición hegemónica global mediante el uso de la fuerza militar. El Gobierno de Biden está llevando a cabo una política de confrontación cada vez mayor contra Rusia y, en particular, contra China. La lógica de esta política conduce a la guerra. En caso de un gran “conflicto de grandes potencias”, los sindicatos procapitalistas serán fundamentales para promover el chovinismo nacional y suprimir la lucha de clases. La guerra en el extranjero requiere un “movimiento obrero” disciplinado en casa.
La intervención de Biden en Amazon forma parte de una estrategia más amplia de promoción de los sindicatos y de su integración cada vez más directa en el aparato estatal y en la gestión empresarial. Antes de su toma de posesión en enero, Biden prometió que sería el presidente más “prosindical” de la historia.
A mediados de noviembre, poco después de las elecciones de 2020, Biden celebró una reunión con los líderes de todos los principales sindicatos, incluido el presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka, junto con los directores ejecutivos de General Motors, Microsoft, Target y otras empresas. Al parecer, Biden dijo en la reunión que es “un hombre de sindicatos”, pero insistió en que “eso no es antiempresarial”. Añadió que “ahora mismo estamos en un agujero bastante oscuro”, pero “todos [es decir, los ejecutivos de los sindicatos y de las empresas y la Administración entrante de Biden] estamos de acuerdo en los objetivos comunes”.
La estrategia que persigue Biden se conoce como corporativismo, es decir, la integración del gobierno con las corporaciones y los sindicatos con base en la defensa del sistema capitalista. En 1938, Trotsky llamó la atención sobre esta tendencia cuando escribió, en el documento fundacional de la IV Internacional, “En períodos de aguda lucha de clases, los órganos dirigentes de los sindicatos aspiran a convertirse en dueños del movimiento de masas para hacerlo inofensivo... En tiempos de guerra o revolución, cuando la burguesía se ve sumida en dificultades excepcionales, los dirigentes sindicales suelen convertirse en ministros burgueses”.
Trotsky escribía en una época en la que los trabajadores de los sindicatos industriales recién creados estaban inmersos en luchas insurreccionales contra la clase dominante, incluyendo las sentadas o huelgas de brazos caídos masivas de los trabajadores automotores en EE.UU.
Han pasado décadas desde que la AFL-CIO se vinculaba de alguna manera con la defensa de los intereses de los trabajadores contra las corporaciones y la clase dominante. Desde el aislamiento y la derrota de la huelga de los controladores aéreos de PATCO en 1981, el movimiento sindical se ha integrado completamente en las estructuras de la gestión empresarial. Durante la década de 1980, los sindicatos desempeñaron un papel fundamental en el aislamiento y la supresión de la oposición a la contraofensiva de la clase dominante encabezada por la Administración de Reagan.
Con la ayuda de los sindicatos, la actividad huelguística fue suprimida casi por completo en la década de 1990 y en las primeras décadas del siglo veintiuno, facilitando un aumento de la desigualdad social a niveles no vistos desde la década de 1920.
En 2018, durante los argumentos orales ante la Corte Suprema en el caso Janus vs. AFSCME (sindicato de empleados estatales, de condados y municipales), un abogado del AFSCME resumió el papel de los sindicatos diciendo que las “tarifas de agencia” —el requisito de que los empleados de los servicios públicos en algunos estados paguen el equivalente a cuotas sindicales incluso si optan por no afiliarse a un sindicato— “es la compensación por no tener huelgas”. Si no se mantiene la seguridad financiera de los sindicatos, advirtió, “despertarían a un espectro inefable de inestabilidad laboral por todo el país”.
Las organizaciones corporativistas como la AFL-CIO siguen llamándose “sindicatos”, pero su práctica y papel reales no guardan ninguna relación con la función tradicionalmente asociada al término. No son organizaciones de trabajadores, sino instrumentos de la patronal y del Estado.
Sin embargo, la clase dominante está muy preocupada y es muy sensible al crecimiento de la oposición en la clase obrera, que se ha concretado en el movimiento por los comités de base, incluso entre los trabajadores de Amazon, que ha sido encabezado por el Partido Socialista por la Igualdad y el World Socialist Web Site. Además, la clase dominante es consciente de la capacidad de los trabajadores en Estados Unidos y a nivel internacional para utilizar las redes sociales y otras formas de comunicación para compartir información y organizarse fuera del control de los sindicatos corporativistas.
Existe una especial preocupación por la radicalización política de los trabajadores de Amazon, que se han vuelto aún más críticos del proceso general de explotación capitalista desde el inicio de la pandemia. El quinto mayor empleador del mundo añadió 427.000 puestos de trabajo en 2020, elevando su total a 1,3 millones de empleados en todo el mundo, incluyendo medio millón en Estados Unidos.
La promoción de los sindicatos pretende contrarrestar el movimiento cada vez más extenso de los trabajadores de base. Pretende subordinar a los trabajadores al conjunto de leyes que entran en vigor cuando los sindicatos se establecen como el “único representante legítimo” de los trabajadores. A cambio, los directivos de los sindicatos tendrán acceso a las cuotas sindicales que provienen de la institucionalización de estas organizaciones en sectores más amplios de la industria.
La combinación de un respaldo agresivo por parte del Gobierno y la ira y la oposición entre los trabajadores de Amazon podría producir una victoria de la campaña sindical en Bessemer. Sea cual fuere el resultado de la votación, la lucha por establecer y construir comités de base debe desarrollarse y ampliarse. Los trabajadores no pueden permitirse ser disciplinados por el aparato sindical procapitalista y proimperialista.
Esto debe combinarse con una nueva estrategia política para movilizar a la clase obrera en Estados Unidos e internacionalmente en la lucha por políticas socialistas, incluyendo la expropiación de aquellos que lucraron de la pandemia como el dueño de Amazon, Jeff Bezos, y la transformación de Amazon y otras empresas de logística en servicios públicos, controlados democráticamente por y bajo la propiedad colectiva de la clase obrera.
En su nivel más fundamental, la promoción de los sindicatos por parte de la clase dominante tiene como objetivo poner en cuarentena a los trabajadores respecto al socialismo. El temor primordial de la clase dominante es que la radicalización objetiva de la clase obrera, intensificada por la pandemia, adquiera una dirección y un programa políticos socialistas. Este temor es lo que está detrás de la extraordinaria intervención de Biden en Amazon.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de marzo de 2021)
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