Se está intensificando una campaña mediática completamente cínica centrada en Estados Unidos que busca presionar a China para que abandone su estrategia de “cero Covid”, la cual ha suprimido en gran medida el virus dentro de las fronteras de ese país. Unos pocos comentarios el último mes se han convertido en una avalancha durante la semana pasada, impulsada por las decisiones de Gobiernos como los de Australia, Nueva Zelanda y Singapur de poner fin rápidamente a las restricciones sanitarias.
La ofensiva está impulsada por una consideración política y otra económica. En primer lugar, el hecho de que la política con fundamentos científicos del Gobierno chino haya minimizado el sufrimiento, la incidencia de enfermedad y las muertes por COVID-19 es una condena asombrosa contra la política homicida de “inmunidad colectiva”, en particular de Estados Unidos.
El número total de muertes en China, la mayoría de las cuales ocurrieron a principios de 2020 cuando el Gobierno estaba luchando contra una enfermedad desconocida, es menos de 6.000. Eso es menos que la cantidad de personas que mueren cada semana en los Estados Unidos, a pesar de los niveles relativamente altos de vacunación.
Los trabajadores en los EE.UU. y en todo el mundo pueden preguntarse legítimamente: si el COVID-19 se puede suprimir con éxito en el país más poblado del mundo, ¿por qué estas políticas no se están aplicando internacionalmente para eliminar este virus mortal y altamente contagioso?
Esa pregunta apunta a las imperiosas demandas subyacentes de la élite financiera y corporativa de que la salud y la vida de millones en China y en todo el mundo se sacrifiquen por los requisitos de las ganancias. El artículo del New York Times de la semana pasada, titulado “Por qué China es el último refugio ‘cero Covid’ del mundo”, asume tácitamente que una política que ha cobrado más de 700.000 vidas de estadounidenses debería adoptarse en todo el mundo, incluso por China.
No es casualidad que sea la prensa financiera y empresarial la que está liderando la carga para que el Gobierno chino se abra: el Wall Street Journal, Bloomberg, el Financial Times y el Australian Financial Review, por nombrar solo algunos.
El titular del Wall Street Journal la semana pasada se quejaba de que “China se apega a las políticas cero Covid a pesar de la creciente presión para aliviar las restricciones”, y agrega: “Las empresas han pedido un plan para poner fin al estricto régimen pandémico, advirtiendo del aumento de las pérdidas económicas”.
Lo que más le preocupa al Journal es el costo económico para el capitalismo global, particularmente para Wall Street, subrayando el impacto de las restricciones de salud pública de China en las cadenas de suministro globales.
“El hecho de que China esté en el centro de la mayoría de las cadenas de valor globales y con políticas tan draconianas de cero casos, tiene una influencia en las disfuncionales cadenas de suministro globales”, le dijo Alicia García-Herrero, economista en jefe para Asia-Pacífico del banco francés Natixis, al periódico portavoz de los banqueros, administradores de fondos y corredores de bolsa de Wall Street.
Si bien EE.UU. no está recurriendo aún a la fuerza militar, la campaña mediática de “abrir” China, evoca los métodos barbáricos empleados por el imperialismo para imponer sus demandas a China, comenzando por las guerras del Opio de Reino Unido, la potencia líder del siglo diecinueve.
El comercio extremadamente rentable con China de té, porcelana y seda fue un imán para todas las potencias comerciales, pero la insistencia del Gobierno Qing en que el pago se hiciera en plata se convirtió en una carga financiera intolerable. La Compañía Británica de las Indias Orientales eludió el problema expandiendo el cultivo de opio en sus territorios indios, vendiéndolo a comerciantes privados que lo pasaban a contrabandistas chinos que lo cambiaban por plata.
Este comercio tuvo un precio terrible ya que el consumo de opio aumentó exponencialmente al igual que el número de adictos. Otros comerciantes, incluido Warren Delano Jr, abuelo del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, se unieron a las operaciones de tráfico de drogas. Los esfuerzos fallidos del emperador Qing para acabar con el contrabando culminaron con el despliegue de tropas chinas en Cantón en 1839 para cerrar por la fuerza las fábricas extranjeras vinculadas al comercio del opio.
El resultado de la primera guerra del Opio fue una derrota humillante para la dinastía Qing a manos del poder naval británico. El Tratado de Nanking de 1842 obligó a China a hacer concesiones draconianas: la cesión de Hong Kong a Reino Unido, el establecimiento de cinco puertos de tratados abiertos a los comerciantes británicos y el pago de una enorme indemnización a Reino Unido. Hubo “concesiones” asociadas a los puertos, que consistían en áreas controladas por las autoridades británicas y ocupadas por los británicos, no por los chinos. Otras potencias pronto impusieron sus propios “tratados desiguales” a China.
Un segundo intento en 1853 de poner fin al tráfico de drogas, económicamente ruinoso y socialmente devastador, condujo a una segunda guerra del Opio que también terminó en derrota y una nueva ronda de humillantes imposiciones sobre China.
El saqueo de China por parte de las potencias imperialistas debilitó drásticamente a la dinastía Qing, que enfrentó importantes revueltas internas: la rebelión Taiping de 1850-1864 y la rebelión Boxer de 1899-1901 que fue reprimida por tropas extranjeras, y finalmente fue derrocada en la primera revolución china en 1911 que estableció la República China.
Sin embargo, el Kuomintang nacionalista burgués (KMT) y su líder Sun Yat-sen, quien se convirtió en el primer presidente de China, demostraron ser incapaces de unificar a China y poner fin a la opresión imperialista. Si bien el país nunca se transformó en una colonia, siguió siendo un enorme escenario para el saqueo de las potencias rivales.
La demanda actual de que China también hace eco en la política de “puertas abiertas” seguida por el imperialismo estadounidense en las décadas de 1920 y 1930, dirigida en particular contra Japón después de que invadió Manchuria en 1931 y China en su conjunto en 1937. La política de “puertas abiertas” no tenía nada que ver con las preocupaciones de la población china, sino que era una demanda de que China no fuera el dominio exclusivo de una potencia en particular y permaneciera “abierta”, especialmente a la explotación estadounidense.
León Trotsky explicó en 1924: “La historia de Beldam facilitó las cosas para el capitalismo estadounidense: por cada acto de rapiña hay una consigna de liberación a la mano. Con respecto a China, es: ¡la política de “puertas abiertas”! Japón busca fragmentar China y subyugar ciertas provincias por la fuerza militar, porque no hay hierro, no hay carbón, no hay petróleo en Japón. Estos constituyen tres colosales desventajas en la lucha de Japón con Estados Unidos. Por esta razón, Japón busca a través de la incautación hacerse de las riquezas de China. ¿Pero Estados Unidos? Dice: ‘puertas abiertas en China’”.
Como entonces, la exigencia de que China se “abra” y ponga fin a sus restricciones sanitarias no tiene nada que ver con ninguna preocupación por la población china, sino que tiene como objetivo eliminar todos los obstáculos para obtener ganancias a un costo humano terrible. Si la política de “inmunidad colectiva” fuera adoptada en China, indudablemente conduciría a cientos de miles, si no millones, de muertes.
Además, aunque todavía no ha amenazado militarmente a China por su política de cero COVID, durante la última década Estados Unidos ha estado acumulando otros pretextos para la guerra, desde sus hipócritas campañas de “derechos humanos” sobre Hong Kong y los musulmanes uigures hasta falsas acusaciones de “agresión” en los mares del China Meridional y Oriental y hacia Taiwán. China, a través de su enorme tamaño económico, es considerada una amenaza intolerable para la hegemonía global estadounidense que debe reducirse, a través de la fuerza militar de ser necesario, a la nueva versión del estado semicolonial que soportó en el siglo XIX y principios del XX.
La subyugación neocolonial de China y su culminación con la Revolución china de 1949 permanece profundamente arraigada en la conciencia de los trabajadores de China. El Gobierno del Partido Comunista Chino del presidente Xi Jinping busca sacar provecho de este sentimiento con proclamaciones interminables de que el PCCh es responsable del “rejuvenecimiento de la nación china”. Este lema nacionalista carece de contenido progresista. Lejos de encarnar una lucha contra el imperialismo, refleja las ambiciones de una oligarquía súper rica, creada por décadas de políticas promercado del PCCh, en busca de un asiento en la mesa imperialista.
La restauración capitalista en China ha creado inmensas presiones sociales a medida que el número de multimillonarios chinos continúa multiplicándose mientras cientos de millones luchan por sobrevivir. El régimen del PCCh es muy consciente de que está sentado sobre una bomba de tiempo social y esta ha sido una motivación poderosa para mantener su política de eliminación del COVID-19.
De hecho, prácticamente todos los artículos que actualmente presionan por un cambio en la política de China reconocen que cuenta con un apoyo generalizado entre los trabajadores. El Wall Street Journal, por ejemplo, cita a Yanzhong Huang, del Council on Foreign Relations de Nueva York, quien declara: “Esta política también sigue siendo muy popular en China y recibe un fuerte apoyo público: la gente está muy orgullosa de lo bien que los líderes estatales han controlado el virus”.
La eliminación del COVID-19, sin embargo, requiere una estrategia global, como lo demuestran los brotes continuos en China, incluso de la extremadamente contagiosa variante delta. Sin embargo, el régimen del PCCh, mientras busca apoyo en el escenario internacional para contrarrestar las amenazas de los EE.UU., no está llevando a cabo una campaña a favor de medidas globales similares o incluso criticando a otros Gobiernos.
La única fuerza social que es capaz de luchar por la eliminación global de la pandemia es la clase trabajadora internacional, que encontrará un amplio apoyo entre los trabajadores y los jóvenes en China. El World Socialist Web Site y la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base elaboraron los fundamentos científicos de la política de eliminación y la necesidad de que la clase trabajadora luche por ella en su webinario en línea del 24 de octubre. Animamos a todos los trabajadores y jóvenes a que lo vean y se pongan en contacto con nosotros.
(Publicado originalmente en inglés el 3 de noviembre de 2021)