La guerra entre Rusia y Ucrania, que ha llegado a su tercera semana, se está saliendo rápida y peligrosamente fuera de control. Ambos bandos están invocando una “Tercera Guerra Mundial” y la posibilidad de un conflicto nuclear.
La historia enseña que las guerras frecuentemente se inician cuando los combatientes no comprenden hacia donde conducirán. En un contexto en que ambos bandos están sufriendo grandes pérdidas militares, la lógica militar de intensificación del conflicto ha cobrado una vida propia y peligros.
El Gobierno ruso de Vladímir Putin libra una guerra contra la OTAN en efecto, si bien no oficialmente, y Ucrania es el campo de batalla. Está respondiendo a esto por medio de ataques cada vez más directos contra la propia OTAN.
El domingo, un misil ruso destruyó una base de entrenamiento militar a tan solo 24 km de la frontera con Polonia, una aliada de la OTAN. La base fue utilizada por el personal de la OTAN para entrenar a las fuerzas ucranianas y había sido una sede de ejercicios internacionales de la OTAN. El mismo día, el Departamento de Estado de EE.UU. confirmó que un periodista estadounidense, Brent Renaud, murió a manos de las fuerzas rusas en Irpín, en las afueras de la capital del país, Kiev.
El ataque a la base miliar se produjo un día después de que el vicecanciller ruso Serguéi Riabkov amenazara con atacar los convoyes de armas de la OTAN. “Advertimos a EE.UU. que llenar Ucrania de armas de varios países, que orquestan este envío, no solo es un paso peligroso”, dijo, “sino que es una acción que convierte los convoyes correspondientes en blancos legítimos”.
El Gobierno de Putin, ante la amenaza de la expansión implacable de la OTAN, espera que podrá presionar a Washington a negociar un acuerdo de seguridad que detenga la incorporación cada vez más abierta de Ucrania en la alianza ofensiva contra Rusia. Afrontando la negativa cada vez más beligerante del Gobierno de Biden a garantizar que Ucrania se mantendría oficialmente fuera de la OTAN y a una escalada de ataques contra la población predominantemente de habla rusa en el este de Ucrania, Putin ordenó la ofensiva. El régimen de Putin subestimó claramente el alcance de los preparativos de guerra ucranianos con el patrocinio de la OTAN, y la invasión ha demostrado ser un error de cálculo desastroso. El Kremlin ahora busca superar los reveses iniciales ampliando la magnitud de sus operaciones militares.
En la medida en que se desenvuelve el conflicto, EE.UU. y la OTAN se están involucrando cada vez más directamente en lo que es una guerra indirecta contra Rusia. Las potencias imperialistas provocaron el conflicto para sumir a Rusia en un conflicto como la guerra de Afganistán, utilizando el hecho de que Ucrania no forma parte oficialmente de la OTAN para emprender la guerra sin provocar un conflicto directo entre Rusia y la OTAN.
Sin embargo, dado el curso que ha tomado la guerra, se vuelve cada vez más difícil mantener la ficción de que la OTAN no está involucrada directamente. Más de 20 países, incluyendo la mayoría de los miembros de la OTAN ha enviado misiles, sistemas antiaéreos, vehículos acorazados y otras armas a Ucrania. Estados Unidos transfirió $350 millones de armas a Ucrania en cuestión de dos semanas y autorizó el envío de $200 millones más en equipo militar el fin de semana.
Ucrania reporta que 20.000 combatientes extranjeros se han integrado a su lado contra Rusia, mientras que Voice of America reportó que 3.000 estadounidenses viajaron como voluntarios a Ucrania.
En respuesta al ataque ruso, Estados Unidos dijo que trasladaría sus sistemas de misiles de defensa aún más hacia el este. Además, el Pentágono anunció el despliegue de dos baterías de misiles Patriot adicionales en Polonia. Los medios de comunicación estadounidenses están dominados por una histeria bélica absoluta, involucrando llamados a intensificar más el conflicto sin la mínima consideración de las consecuencias. La posibilidad de una tercera guerra mundial nuclear, que por décadas se había considerado un cataclismo que pondría fin a la civilización se debate ahora en los programas de entrevista de los domingos.
Las acciones ya extremadamente provocadoras del Gobierno de Biden están siendo denunciadas por sectores de los dos partidos de la élite política estadounidense por ser insuficientes.
La semana pasada, 40 senadores republicanos publicaron una carta exigiendo que el Gobierno de Biden se apropie de los aviones de combate MiG-29 de Polonia y los transporte de la base de la Fuerza Aérea de EE.UU. en Alemania a Ucrania. El Gobierno de Biden declaró que tal acción provocaría represalias rusas contra la OTAN.
Hay sectores importantes de ambos partidos que exigen que el ejército estadounidense imponga una zona de exclusión aérea en partes de Ucrania y derribe los aviones rusos, algo que la Casa Banca ha advertido que conduciría a una tercera guerra mundial.
Más allá de la lógica militar en sí, la histeria belicista se está utilizando para excluir todos los otros temas de las noticias, aparte del clima. La pandemia de COVID-19, que sigue matando a más de 1.200 personas a diario en EE.UU., está siendo completamente ignorada. La norma son niveles ilimitados de hipocresía. Mientras denuncian las acciones de Rusia hasta quedarse sin aliento, la prensa ignoró el domingo la brutal ejecución en masa de 81 personas en Arabia Saudita, un aliado cercano de EE.UU.
La guerra cada vez más intensa de EE.UU. y la OTAN con Rusia, por medio de la cual se disputan Ucrania, también constituye una guerra contra toda la clase obrera. Cuando colapsan los salarios reales por el aumento de los precios, les dicen a los trabajadores que aprieten los dientes por la defensa de la “libertad”, es decir, el derecho de Ucrania a unirse a la alianza militar de la OTAN. “La OTAN necesita más armas y menos mantequilla”, exigió el 7 de marzo un comentario en el Wall Street Journal, que exige recortes al seguro social y Medicare, un seguro de salud público.
En cuestión de semanas, la guerra ha preparado el escenario para un realineamiento masivo de los gastos del Gobierno en todo el mundo. La semana pasada, EE.UU. aprobó su mayor presupuesto militar en la historia, mientras eliminó los fondos restantes para la pandemia de COVID-19. Alemania utilizó la crisis para triplicar su presupuesto militar.
En otras palabras, la guerra se utilizará para reducir enormemente los niveles de vida de la clase obrera a través de la caída en los salarios reales por la inflación descontrolada, la austeridad social y fallos judiciales que prohíben huelgas bajo pretexto de la “seguridad nacional”.
Las consecuencias de la guerra serán aún más devastadoras para las clases obreras de la antigua Unión Soviética, que se enfrentan a la posibilidad de un colapso económico completo, desempleo masivo e incluso hambruna. Los trabajadores de Rusia y Europa del este se enfrentan a las consecuencias plenas de la disolución de la Unión Soviética. La afirmación de que la restauración del capitalismo conduciría a la prosperidad o algún tipo de coexistencia pacífica entre Rusia y el imperialismo mundial está siendo expuesta como una fantasía.
La guerra sigue su propia lógica. Si bien Rusia pudo haber subestimado la respuesta de la OTAN a la invasión y la OTAN pudo haber subestimado la respuesta de Rusia a sus provocaciones, la clase obrera no puede subestimar el peligro de que la crisis desemboque en una guerra mundial que involucre el uso de armas nucleares.
Independientemente de lo que ocurra a corto plazo, no existe ninguna salida a la crisis dentro del marco de la política capitalista. Solo una fuerza puede prevenir la catástrofe que se avecina: la clase obrera internacional unida en una lucha contra el imperialismo, el militarismo, el sistema obsoleto de Estados nación y le orden social capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 14 de marzo de 2022)