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Perspectiva

La inflación provoca un verano largo y caliente de luchas obreras en EE.UU.

El abrumador impacto del alza de los precios de los bienes y servicios esenciales está empujando a millones de trabajadores en EE.UU. y todo el mundo al límite. “No podemos seguir viviendo así” es la opinión que se afianza en cada vez más personas.

La inflación anual en EE.UU. aumentó 8,6 por ciento en mayo, superando las estimaciones de los economistas. Este fue el mayor aumento en los precios al consumidor desde 1981, más de 40 años.

Izquierda arriba: trabajadores en huelga de CNH en Racine, Wisconsin (UAW/Facebook); derecha arriba: trabajadores de Arconic fuera de Davenport Workers en Riverdale, Iowa (WSWS); izquierda abajo: enfermeros esperan el fallo sobre RaDonda Vaught en Tennessee, 13 de mayo (WSWS); derecha abajo: trabajadores de Chevron en huelga (USW L.5)

Los precios de la gasolina vieron el mayor aumento, disparándose 48,7 por ciento en el último año y 7,8 por ciento solo en un mes. El galón alcanzó un promedio récord de $5,01 el domingo. En muchas de las áreas metropolitanas más densamente pobladas, el precio es significativamente mayor, promediando casi $6,50 en Los Ángeles, casi $6,00 en el área de Chicago y aproximadamente $5,60 en Phoenix, Arizona.

Una parte sustancial de los sueldos de los trabajadores es absorbida por el transporte para ir a trabajar. En EE.UU., no es poco común que los trabajadores viajen 80 km o más en cada dirección al trabajo, llenando el tanque varias veces por semana. Una jornada a $15 por hora ni siquiera cubre llenar el tanque de muchas camionetas y vehículos más grandes, cuyo costo fácilmente supera los $100.

Más allá del combustible, las alzas en muchos otros bienes y servicios están volviendo imposible seguir viviendo. Las familias están gastando $460 adicionales por mes en la canasta básica, según un reporte reciente de Moody’s Analytics.

Los precios de los alimentos aumentaron 10,1 por ciento en mayo. La carne, los mariscos y los huevos subieron 14,2 por ciento; los productos lácteos 11,8 por ciento; las frutas y vegetales 8,2 por ciento. Un galón de leche ahora cuesta en promedio $4,33 y la docena de huevos llegó a $2,86, un dólar más que hace un año, según la Reserva Federal de St. Louis.

Incluso cuando el alza en los alimentos significa que cada vez más personas deben decidir cuál comida del día saltarse, los demócratas y los republicanos planean arrojar a millones de niños a un nivel incluso mayor de hambre. El Congreso se rehusó deliberadamente a extender los programas de comidas escolares vinculados al COVID en su último proyecto de ley presupuestario. Esto dejará a aproximadamente 10 millones de niños sin comidas gratuitas al final del mes.

Mientras tanto, la crisis de viviendas asequibles se agrava. El alquiler promedio aumentó 15,2 por ciento comparado a hace un año, según la empresa de bienes raíces Redfin. El alquiler mensual promedio que piden los apartamentos alcanzó un récord de $2.002 en mayo, reportó la firma.

La propiedad de viviendas, que ya estaba fuera del alcance de muchos, se ha vuelto completamente imposible para grandes porciones de la población de forma indefinida. El precio promedio de los hogares a la venta llegó a $447,000 en mayo, un aumento de 17,6 por ciento desde 2021, mientras que las tasas promedio para préstamos de vivienda alcanzaron el nivel más alto en más de una década.

Debido a estas alzas, los trabajadores ganan menos en términos reales que hace un año, y esta brecha se sigue ensanchando. Los salarios reales cayeron 3 por ciento entre mayo de 2021 y mayo de 2022, según un informe el viernes de la Oficina de Estadísticas Laborales.

Los sindicatos propatronales son los principales culpables de esta caída brutal al haber impuesto contratos a los trabajadores que fijan aumentos salariales de apenas 2 a 4 por ciento, muy por debajo de la inflación, y frecuentemente aumentan los costos de bolsillo en los seguros médicos. El aumento salarial promedio de los trabajadores sindicalizados (3,5 por ciento) fue menor que el de los trabajadores no sindicalizados (4,9 por ciento) en el último año, según los últimos datos de la Oficina de Estadísticas Laborales.

El enojo de los trabajadores se ha enfocado en la inflación. Sin embargo, las alzas y los recortes salariales forman parte de un conjunto de agravios sociales que se han venido acumulando en la clase obrera. Incluyen las degradantes condiciones explotadoras, la sobrecarga, la falta de personal, las semanas de seis o siete jornadas, la continuación de la pandemia y las condiciones laborales mortales. Luego están las manifestaciones más generales de la crisis capitalista, como los recientes desabastecimientos de artículos desde la leche infantil hasta los tampones. Todas estas cuestiones están induciendo a los trabajadores a entrar en lucha.

Este año ya han estallado importantes batallas de los trabajadores, desde la actual huelga de seis semanas de los trabajadores de la empresa de maquinaria agrícola y pesada CNH, hasta los anteriores paros de los trabajadores petroleros de Chevron en California, las huelgas de las enfermeras en California y Nueva Jersey, de los profesores en Minneapolis y Sacramento, así como la oposición de los trabajadores del aluminio de Arconic, de los trabajadores de la tienda de comestibles Kroger y muchos más.

En las próximas semanas y meses más sectores de trabajadores se sumarán a las batallas. Más de 12.000 enfermeras de Minneapolis y St. Paul trabajan actualmente sin un contrato y están a punto de expirar los contratos de 20.000 trabajadores portuarios de la costa oeste, 50.000 trabajadores de la construcción en el sur de California y decenas de miles de profesores en Los Ángeles y Nueva York. Tres mil camioneros, que ya votaron contundentemente a favor de hacer huelga, conocerán el jueves los detalles del contrato entreguista que acordó el sindicato Teamsters.

El desarrollo de la lucha de clases es un proceso internacional que va más allá de las fronteras de Estados Unidos. El alza de los combustibles provocó la semana pasada huelgas de camioneros en Corea del Sur. En Reino Unido, 50.000 trabajadores del ferrocarril van a ir a la huelga a finales de este mes, en el mayor conjunto de huelgas ferroviarias desde finales de la década de 1980. Y en Sri Lanka, la inflación descontrolada y la escasez de productos básicos han provocado manifestaciones masivas contra el Gobierno y una serie de huelgas generales de un día este año.

En todos los casos, sin embargo, los trabajadores están entrando en conflicto con los sindicatos que dicen representarlos. Al mismo tiempo, la élite empresarial y política, en particular la Administración de Biden, se apoya cada vez más en las burocracias sindicales para imponer la “disciplina laboral”, es decir, la supresión o el aislamiento de las huelgas y otras formas de oposición de los trabajadores.

La clase dominante es muy consciente de las implicaciones explosivas de sus políticas. “Si la gente no puede alimentar a sus hijos y a sus familias, entonces la política se desestabiliza”, dijo David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, a CNN el mes pasado.

La Casa Blanca ha tratado burdamente de desviar la ira por la inflación a favor de su impulso bélico contra Rusia, apodando el aumento en los precios de la gasolina como “el alza de Putin”.

El aumento de la inflación, sin embargo, comenzó mucho antes de la invasión rusa de Ucrania. Es el resultado de la operación de impresión masiva de dinero de la Reserva Federal y otros bancos centrales, que se ha utilizado para rescatar a los ricos durante la pandemia del COVID-19. El impacto de estas políticas monetarias está ahora haciéndose sentir en toda la economía.

En cuanto a la guerra, los hechos demuestran que el Gobierno estadounidense instigó y provocó la invasión reaccionaria de Ucrania por parte de Putin. Desde el estallido de la guerra, EE.UU. y sus aliados de la OTAN han intensificado imprudentemente la guerra, vertiendo armas en Ucrania y bloqueando una solución negociada.

La aristocracia financiera no tiene reformas progresistas ni propuestas para ampliar la red de seguridad social que se ofrece. Los planes son: guerra imperialista en el exterior y la guerra de clases en el país.

Al elevar los tipos de interés, el principal objetivo de la Reserva Federal y otros bancos centrales no es frenar la inflación como tal, sino provocar una recesión, aumentar el desempleo e intentar aplastar así las demandas salariales de los trabajadores.

Un analista financiero de FWDBONDS declaró a Reuters el mes pasado: “El aumento de los puestos de trabajo en todo el país se está ralentizando, pero son pocos los trabajadores que realmente pierden su empleo. Todavía no se trata de un aterrizaje suave o duro para la economía. La ausencia de señales de despidos en las empresas significa que el mercado laboral no se está relajando tanto como esperaban los funcionarios de la Reserva Federal”.

Está surgiendo un movimiento en la clase trabajadora opuesto a todo este entramado en descomposición. Los trabajadores se rebelan cada vez más contra las afirmaciones de las empresas, el Estado capitalista y los sindicatos de que no hay dinero para una vida digna de los trabajadores. Esta rebelión se ha reflejado inicialmente en el rechazo de una serie de contratos favorables a las empresas durante el último año y medio, desde Volvo Trucks hasta Kroger y Detroit Diesel más recientemente.

Pero este incipiente movimiento debe encontrar la forma de organización y el programa político que estén a la altura de los retos a los que se enfrentan los trabajadores. En cada vez más centros laborales, los trabajadores han comenzado a organizarse independientemente de los sindicatos propatronales, creando comités de base con la ayuda del WSWS y de los Partidos Socialistas por la Igualdad para luchar por sus necesidades esenciales. Esta red de comités debe ampliarse y desarrollarse ampliamente, en el marco de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) lanzada el año pasado.

Al mismo tiempo, la desesperada situación económica a la que se enfrentan los trabajadores requiere un programa de lucha. Los salarios deben aumentar considerablemente, los ajustes por el coste de la vida deben ser implementados para proteger los sueldos de la inflación, las pensiones y los seguros médicos cubiertos por el patrón deben ser restaurados, y se debe imponer el control de los trabajadores sobre la velocidad de la línea y la seguridad en el lugar de trabajo.

La realización de estas medidas y otras exige un ataque directo a la mal habida riqueza y los privilegios de los milmillonarios y la aristocracia financiera para que sean las necesidades sociales y no el afán de lucro privado las que definan cómo se deben organizar los recursos de la sociedad.

(Publicado originalmente en inglés el 12 de junio de 2022)

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