El jueves, el Departamento de Comercio informó que la economía estadounidense se contrajo por segundo trimestre consecutivo, lo que la sitúa en una “recesión técnica”.
La contracción económica va acompañada de despidos que amenazan con aumentar su caudal en la medida en que se ralentiza la economía. Este mes se han producido más de 30.000 despidos solo en el sector tecnológico. La semana pasada, Ford anunció 8.000 despidos, presagiando una masacre de empleos en la industria automotriz.
En medio del torbellino de datos económicos, siempre es necesario entender que estas cifras son la expresión abstracta de las fuerzas sociales y de clase subyacentes, que “la economía” no es una especie de máquina, sino que se basa en relaciones sociales definidas y opera a través de ellas. Esto es especialmente necesario al considerar los últimos datos económicos.
En los medios de comunicación y en los círculos de comentarios financieros se ha abierto un debate sobre si esta “recesión técnica” –definida como dos trimestres consecutivos de contracción económica— es real o no.
La cuestión clave aquí no es la definición, sino cuáles son los intereses de clase esenciales en juego, en particular con respecto a las políticas de la Reserva Federal de Estados Unidos o “Fed”, la institución financiera clave del Estado capitalista.
Las políticas de la Reserva Federal siempre se expresan en diversas formas de jerga que encubren su agenda real, incluyendo mistificaciones para pretender que está por encima de los intereses de clase, regulando la vida económica en interés de la población.
En medio de toda la palabrería, la esencia de la situación actual es la siguiente: el banco central, el guardián de los intereses de las corporaciones y del capital financiero, busca provocar una importante desaceleración y, si es necesario, una fuerte contracción económica. El objetivo es suprimir las demandas salariales de la clase obrera en condiciones en las que la inflación ha alcanzado el nivel más alto de las últimas cuatro décadas.
Este ataque se está llevando a cabo mediante el mecanismo de la subida de los tipos de interés, que se están elevando al ritmo más rápido en décadas bajo la bandera de la lucha contra la inflación. Pero las subidas de intereses no harán bajar los precios de la gasolina ni desenredarán las cadenas de suministro. El objetivo es provocar una contracción económica para sofocar las demandas salariales.
La actual agenda política repite la del presidente de la Fed, Paul Volcker, en la década de 1980, cuando los tipos de interés se elevaron a niveles récord induciendo la recesión más profunda hasta ese momento desde la Gran Depresión. El actual presidente de la Fed, Jerome Powell, ha expresado su admiración por Volcker en numerosas ocasiones, dejando claro que está más que preparado para seguir el mismo camino.
El exsecretario del Tesoro de EE.UU., Lawrence Summers, ha insistido en que contener la inflación significa inducir niveles de desempleo más altos durante cinco años o una tasa de desempleo del 10 por ciento durante al menos un año.
Al igual que cualquier otra cuestión económica y estadística, la inflación está incrustada en la estructura de clases de la sociedad, cuyo examen histórico revela los orígenes de la actual espiral inflacionaria estadounidense y mundial.
La crisis financiera mundial de 2008, desencadenada por las más de dos décadas de especulación financiera que la precedieron, condujo al mayor rescate empresarial y financiero de la historia. El Gobierno repartió cientos de miles de millones de dólares en rescates financieros, y la Reserva Federal comenzó la política de “flexibilización cuantitativa”, inyectando dinero en el sistema financiero para que la especulación en Wall Street que había precipitado la crisis pudiera continuar.
Y continuó. Tras alcanzar su punto más bajo en marzo de 2009, el mercado de valores experimentó una espectacular racha alcista. Pero se basó en un suministro continuo de dinero barato por parte de la Fed.
En marzo de 2020, cuando se produjo la pandemia del COVID-19, Wall Street y los mercados financieros entraron en crisis por temor a que las medidas necesarias de salud afectaran al flujo de ganancias extraídas de la clase trabajadora, haciendo estallar la burbuja bursátil.
El resultado fueron dos políticas clave. Bajo el lema “el remedio no puede ser peor que la enfermedad”, la necesaria política de eliminación del COVID-19 fue rechazada en EE.UU. y por los Gobiernos de todo el mundo. Al mismo tiempo, se inyectaron billones de dólares más en el sistema financiero. En Estados Unidos, la Reserva Federal duplicó sus tenencias de activos financieros de 4 a 8 billones de dólares, prácticamente de la noche a la mañana, llegando a gastar un millón de dólares por segundo.
Ese es el origen de la espiral inflacionaria mundial. La negativa a emprender una política global de eliminación del COVID-19 por su posible impacto en los mercados bursátiles tuvo importantes consecuencias en la economía real, ya que la propagación del COVID-19 condujo a una crisis de la cadena de suministro.
El sistema monetario fue expandido por los bancos centrales, lo que llevó a una especulación aún mayor en 2020 y 2021. Otro factor es el interminable aumento del gasto militar, ya que miles de millones se canalizan hacia la guerra por delegación contra Rusia en Ucrania.
En su afán por aumentar los tipos de interés, el presidente de la Fed, Jerome Powell, junto con otros banqueros centrales, se refieren continuamente a lo que denominan el mercado de “mano de obra ajustada” en el que la demanda debe equilibrarse con la oferta.
En unas condiciones en las que las muertes infligidas por el COVID-19, las infecciones en curso y el creciente impacto del COVID largo han provocado la retirada de millones de personas de la población activa, la única manera de elevar el aumento de la oferta de trabajo por encima de la demanda es mediante la imposición del desempleo.
Y ese proceso ya está en marcha como consecuencia de las subidas de los tipos de interés iniciadas por la Fed hasta ahora. La industria automovilística ha indicado que las nuevas contrataciones están paralizadas, y que los despidos van a seguir. En los sectores de alta tecnología, sensibles a los tipos de interés, los despidos ya han comenzado y se avecinan más.
Ante los recortes diarios de su nivel de vida resultantes de la mayor inflación en más de cuatro décadas, los trabajadores se ven obligados a emprender una lucha por los necesarios aumentos salariales. Pero mientras se ven empujados a esta lucha, es necesario entender lo que está en juego para conducir mejor la batalla que tienen entre manos.
Los trabajadores no sólo están en un conflicto con los empresarios individuales, sino que están comprometidos en una lucha política en la que la burocracia sindical funciona como el principal ejecutor de las demandas del estado capitalista y sus agencias.
Además, la lucha por los aumentos salariales, por muy necesaria que sea, es una lucha contra los efectos de problemas mucho más profundos. Una revisión de la historia económica del período pasado muestra que cada medida tomada por la clase dominante para hacer frente a una crisis económica condujo inevitablemente a su estallido en una forma nueva y más maligna.
Así, la “solución” a la crisis financiera de 2008 creó las condiciones para que en 2020 se rechazaran las medidas científicas racionales contra el COVID-19 para que no provocaran un colapso del mercado financiero. Pero la “política de dejarlo correr” ha llevado ahora a una espiral inflacionaria que las principales agencias del capital financiero están decididas a “resolver” haciendo pagar a la clase obrera, si es necesario mediante un desempleo masivo.
Esto significa que, a partir de la lucha contra los efectos del actual colapso económico, la clase obrera debe desarrollar una estrategia que se enfrente a la causa subyacente de la crisis, y eso significa la lucha por una perspectiva socialista independiente dirigida a acabar con el sistema de beneficios y sustituirlo por el socialismo, una forma superior de organización social y económica.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de junio de 2022)