Todo indica que Rusia ha sufrido una derrota militar catastrófica cerca de Járkiv, la segunda mayor ciudad de Ucrania, ubicada en el noreste del país.
En cuestión de seis días, el ejército ucraniano, armado y financiado por EE.UU. y la OTAN, ha tomado docenas de kilómetros de territorio. El Instituto para el Estudio de la Guerra reporta: “Las fuerzas ucranianas penetraron las líneas rusas a 70 kilómetros de profundidad en algunos lugares y capturaron más de 3.000 kilómetros cuadrados de territorio en los últimos cinco días desde el 6 de septiembre —un territorio más grande que el capturado por las fuerzas rusas en todas sus operaciones desde abril—”.
Copiando los métodos de la burocracia estalinista soviética, el Kremlin está respondiendo a esta catástrofe con mentiras y evasiones. El Ministerio de Defensa de Rusia alegó que las fuerzas rusas se están “reagrupando”, una declaración obviamente falsa. Es imposible negar que lo que está sucediendo es una retirada, así como una debacle masiva de carácter militar y político.
El desastre en Járkiv no solo es el producto de una conducción militar incompetente, sino más fundamentalmente de la ruinosa estrategia política sobre la cual Putin basó su “Operación especial”.
Independientemente de cuáles sean los resultados a corto plazo de las derrotas de la última semana, los eventos siguen el curso de una serie interminable de desastres producidos por la disolución estalinista de la URSS y la restauración del capitalismo.
Intensificará aún más la crisis del régimen ruso, que ya se encuentra hendido entre las facciones que exigen una imprudente escalada y aquellas que llaman a entregar concesiones a EE.UU. y la OTAN.
La decisión del Gobierno de Putin de invadir Ucrania fue una respuesta desesperada y reaccionaria a la presión cada vez más intensa de EE.UU. y la OTAN sobre Rusia. La estrategia de Putin, en la medida en que tuviera una, era buscar generar circunstancias para una negociación favorable con EE.UU. y los aliados de la OTAN.
Toda la estrategia de Putin en esta guerra está vinculada a la perspectiva social de la burguesía oligárquica rusa, cuyo principal interés es retener su control sobre los recursos minerales y energéticos que los imperialistas quieren saquear.
Putin buscó alcanzar un acuerdo con el imperialismo estadounidense aceptable para la oligarquía rusa. Como representante de la oligarquía capitalista rusa, Putin está mucho más preocupado sobre la oposición social interna.
Sin embargo, EE.UU. y la OTAN han demostrado que no están interesados en negociar. Consideran subyugar completamente a Rusia, incluyendo su división en varios mini-Estados, un objetivo estratégico crítico. Una y otra vez, el Kremlin ha subestimado la determinación de EE.UU. y sus aliados imperialistas europeos.
Los rápidos avances de las fuerzas ucranianas son el resultado de una intensificación masiva del conflicto impulsada por EE.UU. y la OTAN. Hay fuerzas paramilitares estadounidenses sobre el terreno coordinando directamente la ofensiva. Los bombardeos ucranianos están siendo dirigidos por las agencias de inteligencia estadounidenses, las cuales designan los blancos.
Cada vez más, los rifles, la armadura y los vehículos de las tropas ucranianas son estándar de la OTAN, financiados por EE.UU. y sus aliados estadounidenses. Lo que es más importante, Ucrania ha recibido las armas para bombardear muchos kilómetros más allá de las líneas rusas, incluyendo el sistema de misiles guiados HIMARS, los obuses Howitzer M777 de largo alcance, misiles antiradares HARM y misiles antibuques Harpoon. Las tropas ucranianas son apoyadas por el sistema antiaéreo NASAMS, el mismo sistema que protege la Casa Blanca.
La prensa estadounidense ya no oculta el alcance de la participación directa de EE.UU. en la guerra. En palabras de The Hill, la participación de EE.UU. en la guerra se ha vuelto más “osada”. El embajador estadounidense en Ucrania, William Taylor, le indicó al periódico, “Gradualmente, el Gobierno ha reconocido que pueden suministrar armas más capaces, de mayor alcance y más pesadas a los ucranianos y que los rusos no han reaccionado”.
El New York Times, extasiado por el avance ucraniano, escribió: “Los más altos funcionarios ucranianos aumentaron el intercambio de inteligencia con sus contrapartes estadounidenses durante el verano, cuando comenzaron a planear la contraofensiva que les permitió logros dramáticos en el noreste en los últimos días, un cambio que le permitió a EE.UU. suministrar información mejor y más relevante sobre las debilidades rusas”.
El Times citó a Evelyn Farkas, una oficial de alto rango del Pentágono para asuntos ucranianos y rusos durante el Gobierno de Obama, afirmando, “Estos muchachos fueron entrenados por ocho años por Operaciones Especiales [estadounidenses]. Les enseñaron sobre guerra irregular. Nuestros operadores de inteligencia les enseñaron sobre decepción y operaciones psicológicas”.
Referirse al conflicto como una “guerra por delegación” no basta. El ejército ucraniano se ha vuelto una subsidiaria que pertenece completamente al ejército estadounidense, que la armó, financió y entrenó al mismo estándar que las Fuerzas Armadas de EE.UU.
La ofensiva encabezada por EE.UU. ha resultado en una pérdida catastrófica de vidas tanto para las fuerzas ucranianas como las rusas y se reportan más de mil bajas cada día en los combates recientes.
Los Gobiernos capitalistas de EE.UU. y Europa están completamente decididos a cumplir su objetivo de subyugar Rusia. En términos de vidas ucranianas y rusas y el impacto económico y social devastador para los trabajadores de todo el mundo, las consecuencias no valen nada frente a los imperativos geopolíticos de la burguesía.
No se puede descartar que el Kremlin concluya de esta catástrofe militar que es necesario librar una masiva escalada militar que a su vez solo provocará una escalada por parte de la OTAN. Paradójicamente, los esfuerzos desesperados del Kremlin para alcanzar un acuerdo con el imperialismo no excluyen una serie de acciones que podrían desencadenar una guerra termonuclear.
En una carta a un socialista ruso publicada en el World Socialist Web Site el 2 de abril, el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North escribió:
Lo sorprendente es que Putin y su mando militar parecen no haber comprendido del todo hasta qué punto la OTAN había armado y entrenado a los militares ucranianos. Pero este fracaso de sus servicios de inteligencia tiene su origen en la disolución estalinista de la Unión Soviética, que está basado en concepciones muy poco realistas, casi infantilmente ingenuas, del sistema imperialista. Mientras repudiaba toda asociación con el marxismo, el Kremlin mantenía su fe en la posibilidad de una 'coexistencia pacífica' con sus socios occidentales. Putin, poco antes de ordenar la invasión, se quejó patéticamente de que Rusia había sido “engañada” por Occidente.
North concluyó:
La defensa de las masas rusas contra el imperialismo no puede llevarse a cabo sobre la base de la geopolítica burguesa de los Estados nacionales. Por el contrario, la lucha contra el imperialismo requiere el renacimiento de la estrategia proletaria de la revolución socialista mundial. La clase obrera rusa debe repudiar toda la empresa criminal de la restauración capitalista, que ha conducido hacia el desastre, y restablecer su conexión política, social e intelectual con su gran herencia revolucionaria leninista-trotskista.
Putin lanzó la ofensiva rusa contra Ucrania con una condena a Vladímir Lenin. Pero a pesar de todas las fanfarronadas de Putin, el mundo que habitamos hoy es el mundo que Lenin describió en su obra de 1916, El imperialismo, que demostró que la guerra y el dominio colonial manifiestan las características esenciales del sistema capitalista.
La burocracia estalinista disolvió la Unión Soviética basándose en la falsa creencia de que el imperialismo era una mera invención de Lenin, y que una Rusia capitalista podría alcanzar un modus vivendi con el imperialismo europeo y estadounidense. Las tres décadas posteriores han demostrado, sin embargo, que esto era un engaño colosal.
La tarea central es movilizar a la clase obrera en oposición a la guerra imperialista. Esto requiere una ruptura no solo con todas las fuerzas de la pseudoizquierda pequeñoburguesa que defienden la campaña bélica de EE.UU. y la OTAN, sino también con aquellos que afirman que el nacionalismo ruso ofrece una solución a la catástrofe creada por la disolución de la URSS.
Es necesario hacer una advertencia: la debacle sufrida por los militares rusos durante la semana pasada solo presagia una nueva y aún más sangrienta escalada de la guerra. Las potencias imperialistas huelen la sangre en el agua y redoblarán sus esfuerzos para conquistar y subyugar Rusia.
La debacle de Rusia solo envalentonará aún más a las fuerzas más reaccionarias de la sociedad ucraniana, así como a los planificadores de guerra de EE.UU., que creerán que pueden reproducir este éxito desencadenando una guerra con China para disputar Taiwán.
Pero esta escalada intensificará al mismo tiempo la guerra contra los pueblos de Estados Unidos y Europa, que pagarán el coste de la guerra por medio de alzas de precios y la caída del nivel de vida. La guerra ya ha provocado el hundimiento del nivel de vida de los trabajadores en medio de una escalada asombrosa de los presupuestos militares, mientras los precios del gas natural se han multiplicado por diez en Europa.
El siglo veinte fue testigo de las guerras más destructivas de la historia de la humanidad. En el siglo veintiuno, el capitalismo amenaza ahora con desastres a una escala aún mayor.
La única fuerza social capaz de detener el impulso bélico imperialista es la clase obrera internacional. Debe combinar sus reivindicaciones económicas ante el aumento del coste de la vida con la lucha contra la guerra y la lucha por unir a los trabajadores de Europa, Asia y América en un combate común contra el sistema capitalista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de septiembre de 2022.)