En una semana tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil entre el actual presidente fascistoide Jair Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT).
Alineándose con los representantes más tradicionales de la burguesía brasileña, los partidos de pseudoizquierda han expresado su apoyo al candidato del PT. Desde el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) hasta los estalinistas del Partido Comunista Brasileño (PCB) y la Unidad Popular (UP), pasando por los morenistas del Partido Socialista Unificado de los Trabajadores (PSTU), todos están llamando a votar por Lula el 30 de octubre.
En medio de la explosión de la crisis capitalista mundial, la creciente desigualdad social y la crisis política más profunda en Brasil en cuatro décadas, el apoyo de la pseudoizquierda al PT es un voto para que la clase dominante intensifique los niveles de explotación y rompa la capacidad de la classe trabajadora para resistir.
Los últimos cuatro años de la administración de Bolsonaro han revelado que un proyecto dictatorial tiene una fértil base de apoyo en la burguesía, las altas esferas del Estado, y especialmente entre las fuerzas armadas y la policía.
Con la ayuda de estas fuerzas reaccionarias, Bolsonaro ha intentado cultivar un movimiento fascista asociado políticamente con el ejército y el legado de la brutal dictadura de 1964-1985, respaldada por Estados Unidos, en Brasil. Ha realizado avances sistemáticos contra las formas democráticas de gobierno, incluso el preparar un golpe electoral en caso de que sea derrotado en las urnas el próximo domingo.
El PT y Lula son incapaces de enfrentar siquiera mínimamente las amenazas mortales que se le presentan a la clase trabajadora brasileña. Por el contrario, representan y defienden el mismo sistema económico, social y político que produce la miseria masiva y la destrucción de los derechos democráticos: el capitalismo.
La candidatura de Lula tiene como eje principal la defensa de los intereses de la élite financiera y de las grandes empresas en un escenario global explosivo de recesión económica y camino a la guerra mundial. El PT y sus patrocinadores capitalistas argumentan que Bolsonaro es responsable de la “inestabilidad institucional” que es perjudicial para el entorno empresarial y repele a los inversores internacionales.
La incompatibilidad de estos objetivos capitalistas con los intereses más básicos de la clase trabajadora impide que el PT haga un llamamiento social significativo. Al desafiar a Bolsonaro por el apoyo dentro del campo de la derecha, Lula compite con Bolsonaro sobre quién encarna mejor los ideales de la religión, la patria y su ejército.
Al mismo tiempo, a través de las centrales sindicales, el PT está cultivando instrumentos para defender el capital y reprimir las luchas obreras en los lugares de trabajo.
En los últimos años, los sindicatos han supervisado la implementación de ataques masivos contra la clase trabajadora en Brasil: recortes de empleos y salarios, cierres de plantas, destrucción de los derechos laborales y, más recientemente, las políticas homicidas de COVID-19 en los lugares de trabajo. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), en la última década se eliminaron más de un millón de empleos industriales y el salario medio del trabajador industrial se redujo de 3,5 a 3 salarios mínimos.
Como explican las centrales sindicales CUT y Fuerza Sindical en el “Plan Industria 10”, que presentaron como propuesta de programa para el potencial gobierno de Lula, su objetivo no es promover luchas para conseguir conquistas de la clase obrera a expensas de las ganancias capitalistas. Por el contrario, proponen la creación de organismos “multipartitos” —integrados por las empresas, los sindicatos y el Estado— que regularán el valor de la fuerza de trabajo en favor de la competitividad del capitalismo nacional.
Estas organizaciones antiobreras, “sindicatos” sólo de nombre, actualizan la tradición del corporativismo, inaugurada en Brasil por el Estado Novo de Getúlio Vargas, que fomentó un sindicalismo controlado por el Estado inspirado en el modelo de estado policial de los sindicatos fascistas.
El PT y los sindicatos corporativistas no son, en ningún sentido real, organizaciones de trabajadores. Sin una ruptura definitiva con ellos y su perspectiva política nacional-burguesa, la clase obrera brasileña es incapaz de enfrentar los crecientes ataques a sus condiciones de vida y derechos democráticos.
El sabotaje de este necesario avance político es el papel fundamental que juegan las organizaciones de pseudoizquierda. Frente al resurgimiento global de la lucha de clases, buscan desesperadamente romper los lazos de los trabajadores brasileños con la clase obrera internacional y redirigirlos a la burocracia sindical y al Estado burgués.
El regreso del PSOL a la coalición del PT
Para apoyar plenamente el regreso de Lula al poder estatal, el PSOL se negó a lanzar su propio candidato presidencial por primera vez en su historia. Fundado en 2004 por parlamentarios expulsados del PT por votar en contra de un asalto a las pensiones por parte de la primera administración de Lula, el partido se presentó durante las últimas dos décadas como la “oposición de izquierda” oficial al PT.
El rasgo político distintivo del PSOL fue su negación explícita de la relevancia de la clase trabajadora en la sociedad moderna y la promoción de las políticas identitarias de clase media en boga en las universidades. Como resultado, el partido se ha forjado como un instrumento central para el actual giro hacia la derecha de la clase dominante.
Adaptándose a los estados de ánimo fascistas que resurgían en la política burguesa, en las elecciones de 2020 el PSOL lanzó decenas de candidatos con antecedentes policiales y militares y se alió localmente con partidos de extrema derecha como el Partido Social Cristiano (PSC). Guilherme Boulos, quien postuló en 2018 como candidato presidencial del PSOL, usó su plataforma, esta vez compitiendo en la segunda vuelta para la alcaldía de São Paulo, para llamar a un “frente anti-Bolsonaro” que atraería “sectores de la vieja derecha brasileña”.
En 2021, el PSOL actuó junto al PT para desorientar las manifestaciones masivas que estallaron en oposición a las políticas homicidas de COVID-19 del gobierno de Bolsonaro. Buscaban convertir las protestas en meros instrumentos para la consolidación de su alianza con la derecha. El presidente del PSOL, Juliano Medeiros, atacó como “voces sectarias” a cualquier persona indignada por verse obligada a marchar junto a partidos de derecha como el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Estos servicios políticos criminales le dieron a Medeiros y Boulos una posición destacada en la organización de la campaña de Lula y en la negociación con los políticos de derecha y las asociaciones capitalistas que le dieron su apoyo.
La rápida sacudida del PSOL hacia la derecha expone, sobre todo, las diversas tendencias pablistas, renegados de larga data del trotksimo, que afirmaban que el PSOL sería un vehículo para construir la política socialista en Brasil.
Entre tales tendencias se encuentran diferentes partidarios del pablista Secretariado Unificado; los morenistas de la Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT-CI), la Liga Internacional Socialista (LIS) y la Fracción Trotskista (FT-CI); y los “capitalistas de estado” de la Alternativa Socialista Internacional (ISA) y la Corriente Marxista Internacional (IMT).
Algunas de estas tendencias concluyeron que el contundente apoyo del PSOL a Lula desde la primera vuelta debilitó su falsa imagen de “independencia política” con la que buscan venderse a la juventud y los trabajadores que buscan una alternativa al capitalismo. En respuesta, declararon su apoyo y lanzaron sus candidatos a través del frente electoral liderado por el PSTU, denominado “Polo Socialista Revolucionario”.
El “Polo Socialista Revolucionario”: una nueva alternativa fraudulenta de la pseudoizquierda
En su sitio web Esquerda Diário, el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT) promovió el “Polo Socialista Revolucionario” como un frente político que defiende la “independencia de clase”. Afirmaron que cumpliría un papel central para el “proceso necesario de reorganización de la izquierda brasileña frente a los desafíos aún mayores que se avecinan”.
La idea de que el PSTU y su “Polo Socialista Revolucionario” defienden la independencia política de la clase obrera es otro fraude promovido por los morenistas del MRT. Durante los últimos siete años, el MRT llamó a construir el PSOL, alegando que cumpliría el mismo papel que hoy le atribuyen al PSTU.
A pesar de su título, “¡Un programa socialista para Brasil!” el programa electoral presentado por el PSTU en las presentes elecciones reveló su clara orientación hacia la burguesía y su Estado. En uno de sus puntos expresa: “Defendemos las libertades democráticas, pero no la democracia burguesa. Solo defenderemos a ese régimen en caso de intento de golpe militar”.
La idea de que la amenaza de un golpe fascista puede contrarrestarse defendiendo la putrefacta “democracia burguesa” de Brasil es radicalmente contraria a la tradición del trotskismo. Trotsky vinculó directamente la crisis de las formas democráticas burguesas de gobierno con la crisis mortal del propio sistema capitalista, y explicó que solo se podía enfrentar a través de la revolución socialista internacional.
Atacando el mismo programa defendido hoy por el PSTU, Trotsky escribió en 1929: “La democracia se sostiene o cae con el capitalismo. Al defender una democracia que se ha sobrevivido a sí misma, la socialdemocracia conduce el desarrollo social al callejón sin salida del fascismo”.
La posición antitrotskista presentada por el PSTU no es sólo un desliz teórico. Está firmemente basado en la tradición reaccionaria del morenismo sobre el que se asienta. Esa fue precisamente la política criminal impulsada por Nahuel Moreno y su Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en vísperas del sangriento golpe militar de 1976 en Argentina.
Al apoyar públicamente al gobierno de derecha de Isabel Perón y la democracia burguesa formal establecida por la clase dominante argentina en 1973 a través de su “proceso de institucionalización”, el PRT de Moreno actuó para desarmar a la clase trabajadora y allanar el camino para el golpe militar fascista.
De acuerdo con este programa reaccionario, el PSTU apeló resueltamente al aparato represivo de la clase dominante en las elecciones. “También es necesario tener una política para los sectores armados del Estado”, declaró en el programa que presenta como “socialista”. El PSTU ha presentado como candidatos a policías militares, entre ellos el sargento Guimarães para diputado e incluso para gobernador del estado de Espírito Santo, al capitán Sousa.
La defensa reaccionaria del Estado burgués por parte del PSTU brota no sólo de su propia historia política sino también de sus vínculos materiales con los sindicatos corporativistas, que enfrentan los efectos de la globalización capitalista con una inservible perspectiva nacionalista.
A lo largo de las 26 páginas de su programa, el PSTU argumenta que la crisis que enfrentan los trabajadores brasileños debe ser resuelta a través de la “defensa de la soberanía y la ruptura con el imperialismo”. Según el PSTU, no es el capitalismo mundial el que enfrenta una crisis mortal, sino “ el país [que] está en decadencia por el dominio de las multinacionales”, que obligan a Brasil a “tener su centro económico determinado por el mercado mundial”.
En otras palabras, el capitalismo imperialista no necesita ser confrontado a través de la unificación de la clase trabajadora global bajo la perspectiva del socialismo internacional. Países como Brasil pueden simplemente “romper” con el imperialismo y desarrollar sus economías por separado del mercado mundial. Esta es una repetición desvergonzada de la política estalinista del socialismo en un solo país, que Trotsky definió como una “utopía reaccionaria”. Es 10 veces más reaccionario hoy ante la profunda integración lograda por las fuerzas productivas globales.
Esta ideología reaccionaria refleja la práctica del PSTU en los sindicatos que controla. En 2020, el partido promovió a través del Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos de São José dos Campos una campaña chovinista titulada “Embraer para los brasileños. Reestatización ahora”, que reunió a las principales direcciones de los partidos burgueses como el PT y el Partido Democrático del Trabajo (PDT), y apeló a los partidarios de la “soberanía nacional” dentro de las fuerzas armadas brasileñas. Se opusieron a la venta de la empresa, que fabrica aviones comerciales y militares, a la estadounidense Boeing por defender los “intereses estratégicos de la nación brasileña”.
La esencia misma de este programa nacionalista es, de hecho, la búsqueda de un acomodo al imperialismo. Así lo demuestra el alineamiento incondicional de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI), que tiene al PSTU como sección principal, a los “intereses estratégicos” del imperialismo estadounidense en la arena global.
Apoyando fervientemente a EE. UU. y la OTAN en su guerra de poder contra Rusia por Ucrania, la LIT-CI descarta las amenazas de un intercambio nuclear y exige “llevar la guerra hasta el final”. Declara en una de sus declaraciones: “Creemos que es absolutamente correcto movilizarnos para exigir que los gobiernos (especialmente los países imperialistas) entreguen a la resistencia ucraniana armas y todos los materiales necesarios (municiones, alimentos, medicinas) directa e incondicionalmente”.
Por la independencia política de la clase obrera y la construcción del Partido Socialista por la Igualdad en Brasil
La crisis global del capitalismo, respondida por la clase dominante con un giro a la guerra mundial, los regímenes dictatoriales y la destrucción de las condiciones de vida de las masas, abre, al mismo tiempo, una nueva época revolucionaria.
La explosiva situación política de Brasil, uma expresión aguda de la crisis internacional, no tiene solución progresista en el marco nacional de la política capitalista. Para hacerle frente, la clase obrera debe movilizarse como una fuerza política independiente unificada internacionalmente bajo la bandera de la revolución socialista mundial.
El desarrollo de ese movimiento político independiente en la clase obrera no pasa por las fusiones nacionales de los herederos políticos del estalinismo y el pablismo. Por el contrario, exige un repudio consciente de sus traicioneras tradiciones políticas.
Para forjar la dirección revolucionaria que demandan las tareas socialistas del siglo XXI, la clase obrera debe saldar cuentas con su propia historia de colosales victorias revolucionarias y derrotas en el último siglo. Debe construir en Brasil y en otros lugares Partidos Socialistas por la Igualdad basados en el programa y la historia del movimiento trotskista encarnado en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).
(Publicado originalmente en inglés el 24 de octubre de 2022)
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