En la última semana, el Gobierno del Partido Comunista Chino (PCCh) ha iniciado un peligroso alejamiento de la estrategia de eliminación, que ha regido en toda China desde el comienzo de la pandemia.
La evidencia más clara fue el anuncio el viernes de 20 medidas por parte de la Comisión Nacional de Salud (CNS) que limitan todos los aspectos de la política de “cero COVID”, en condiciones en que los casos nuevos diarios han aumentado más de diez veces desde fines de octubre. Según Our World in Data, el promedio de siete días de nuevos casos diarios se encuentra en 15.897 y está en camino a alcanzar el máximo en la pandemia la próxima semana.
Las 20 medidas incluyen una reducción de los protocolos de pruebas masivas, varias restricciones a la habilidad de las autoridades locales de instaurar confinamientos, una reducción de los tiempos de cuarentena para los contactos cercanos de infectados, una disminución de las restricciones a viajantes que estén ingresando o saliendo de China, la eliminación del rastreo de contactos para contactos secundarios, entre otras.
A pesar de un repunte de varias semanas de casos en Guangzhou, los funcionarios locales se han negado a implementar un confinamiento a nivel de ciudad, y las olas cada vez mayores de casos en varias ciudades grandes de todo el país no provocaron confinamientos por primera vez desde que se llevó a cabo el primer confinamiento en Wuhan el 23 de enero de 2020.
Las 20 medidas también incluyen compromisos de acelerar los programas de vacunación, construir infraestructura de salud y aumentar las reservas de medicinas, anticipando claramente una ola nacional de infecciones y hospitalizaciones de COVID-19. El jueves, el líder del CNS, Guo Yanhong anunció que el país construiría más hospitales especializados en pacientes moderados y graves de COVID-19 y garantizaría que al menos el 10 por ciento de las camas hospitalarias sean de cuidados intensivos.
Las 20 medidas fueron anunciadas un día después de que el presidente chino Xi Jinping celebrara una reunión sobre la pandemia con su nuevo Comité Ejecutivo del Politburó, la primera reunión desde que finalizó el 20º Congreso del PCCh el 23 de octubre.
En dicho Congreso, Xi elaboró la mentira del “socialismo con rasgos chinos”, distorsionando la realidad cuando la restauración del capitalismo ha producido un enorme aumento de la desigualdad y las tensiones sociales en China. A inicios de 2020, temiendo una revolución social por la crisis de salud pública cada vez más profunda, el PCCh implementó la política de cero- COVID para prevenir el colapso del sistema sanitario del país y mantener la estabilidad nacional.
A pesar de la inmensa importancia de la política de “cero COVID” de China, que ha salvado a millones por dos años y demostrado que la eliminación es posible, las bases nacionalistas de esta política siempre la han vuelto inviable a largo plazo. Así como el “socialismo con rasgos chinos” es una ilusión nacionalista, mantener el “cero COVID” en un solo país es imposible. Al levantar esta política, la sociedad china se enfrenta al “COVID con rasgos imperialistas”.
Por más de dos años, el imperialismo estadounidense ha ejercido una implacable presión sobre China para que abandone su política de “cero COVID”, como parte de sus esfuerzos más amplios para cercar militarmente y subyugar el país. Se han escrito incontables artículos de opinión denunciando las políticas de salud pública de China por su impacto en las ganancias empresariales, exigiendo que se eliminen sin importar el costo en vidas humanas.
Durante el último año, China ha sido repetidamente bombardeada por la variante altamente infecciosa e inmunoevasiva de ómicron, que evolucionó a fines de 2021 debido a la propagación irrestricta del virus fuera del país. En la primavera, la subvariante BA.2 de ómicron causó la mayor ola de contagios en China hasta la fecha, con el epicentro en Shanghái. Después de lograr suprimir con éxito esta ola, un triunfo de la salud pública, ha habido olas más pequeñas en distintas partes del país de manera casi continua, lo que ha afectado la capacidad de pruebas en muchas ciudades.
Continuar la política de “cero COVID” se ha vuelto cada vez más costoso y el Banco Mundial predijo en septiembre que el crecimiento del PIB de China se reducirá más de 5 por ciento este año, comparado al anterior.
Parece que hubo un punto de inflexión cuando Apple amenazó con sacar producción de China después de un importante brote de COVID-19 en la famosa maquila de Foxconn en Zhengzhou, la mayor fábrica de iPhone del mundo, afectando gravemente la producción en vísperas de la temporada de compras navideñas. Al abandonar el “cero COVID”, el PCCh claramente busca reintegrarse a la economía mundial y restaurar plenamente la producción capitalista. Esto fue simbolizado por la participación de Xi sin mascarilla en la cumbre del G20 esta semana.
Las implicaciones plenas de eliminar el “cero COVID” aparecerán en las próximas semanas y meses. Queda claro que el PCCh aún no ha adoptado la política de contagios masivos y mal llamada “inmunidad colectiva” que se ha implementado universalmente en occidente y su política actual podría describirse como la estrategia de mitigación más estricta posible.
Sin embargo, las leyes objetivas de la transmisión viral son despiadadas y la situación podría salirse de control pronto. Cualquier alejamiento de una estrategia de eliminación o “cero COVID” conlleva el riesgo de una catástrofe monumental. Lo ocurrido en Nueva Zelanda y Hong Kong en el último año demuestran claramente los peligros que se avecinan.
En Hong Kong, una región densamente poblada y con condiciones similares a la mayoría de las ciudades chinas, el abandono del “cero COVID” en febrero causó rápidamente una ola de infecciones que resultó en la cifra más alta de muertes per cápita en cualquier parte del mundo desde el inicio de la pandemia. Debido a la baja tasa de vacunación en los adultos mayores, las muertes aumentaron de solo 231 a 9.346 en tres meses, una cifra de muertes per cápita acumulada de aproximadamente la mitad que en Estados Unidos, donde 1,1 millones de estadounidenses han fallecido por COVID-19.
En Nueva Zelanda, varias olas de infecciones han inundado repetidamente los hospitales y mantenido entre las tasas más altas de muertes per cápita en el mundo durante gran parte del año. Desde noviembre de 2021, la cifra de muertes del país aumentó de tan solo 31 a 2.154.
Ominosamente, las condiciones en China están más cerca de Hong Kong que de Nueva Zelanda. En Shanghái, solo el 71 por ciento de las personas de 60 años o más ha recibido dos dosis de la vacuna y solo el 46 por ciento han recibido una tercera dosis de refuerzo, y existen cifras comparables en muchas otras ciudades. La mayor parte de la población china ha sido vacunada con la vacuna CoronaVac, que ha demostrado ser menos eficaz que las vacunas de ARNm para prevenir la hospitalización y la muerte.
Si la situación en la China continental se sale de control, sería una tragedia histórica mundial. En China viven 1.400 millones de personas, una sexta parte de la población mundial. Según un estudio publicado en mayo, si se permitiera que ómicron se propague libremente en China, en solo seis meses se producirían probablemente 112 millones de casos sintomáticos, 5,1 millones de ingresos hospitalarios, 2,7 millones de ingresos en UCI y 1,6 millones de muertes. Los resultados en el mundo real podrían ser mucho peores que los predichos por este modelo, sobre todo teniendo en cuenta la evolución de variantes aún más infecciosas e inmunoevasivas en los últimos seis meses.
Más allá de la crisis aguda durante la ola inicial, la sociedad china también se enfrentaría a las ramificaciones a largo plazo de del síndrome crónico postagudo. Solo en Estados Unidos, las cifras oficiales indican que al menos 20 millones de estadounidenses padecen actualmente secuelas a largo plazo conocidas como COVID persistente, que pueden causar una amplia gama de síntomas que afectan casi todos los órganos del cuerpo. Hasta 4 millones de estadounidenses están tan profundamente discapacitados por el COVID persistente que han abandonado por completo la fuerza laboral.
El equivalente para la población china, si adoptara la estrategia de “inmunidad colectiva” seguida en occidente, más de 85 millones de chinos podrían acabar padeciendo COVID persistente y más de 15 millones quedarían completamente discapacitados por el virus.
Al retirar el “COVID cero”, China se enfrentará a presiones cada vez mayores de adoptar plenamente la distópica política de “COVID para siempre”, iniciada en Estados Unidos y adoptada por casi todos los Gobiernos del mundo, en la que interminables olas reinfectarán repetidamente a sectores cada vez mayores de la población en un futuro previsible. Un estudio reciente descubrió que cada reinfección con COVID-19 agrava el riesgo de muerte, hospitalización y COVID persistente.
Independientemente de las consideraciones económicas y políticas pragmáticas que impulsan al PCCh a levantar la política de “cero COVID”, la crisis a la que se enfrentan no se resolverá en absoluto y podría empeorar mucho más.
Dependiendo de la rapidez con la que el virus se extienda y comience a saturar los sistemas hospitalarios, es posible que el PCCh dé marcha atrás e intente restablecer la política de cero- COVID. Sin embargo, en ausencia de una estrategia coordinada a nivel mundial, esto será cada vez más difícil.
El levantamiento de “cero COVID” es una cuestión política que enfrenta a toda la población mundial. Permitir que el virus se extienda en esta población inmunológicamente no expuesta podría proporcionarle más de mil millones de nuevos hospedadores para seguir mutando y generar nuevas variantes. Este cambio de política reaccionaria en China plantea, por lo tanto, la necesidad de que los trabajadores a nivel internacional renueven su lucha contra las políticas de sus propios Gobiernos y se unan más allá de las fronteras nacionales.
Como lo ha subrayado continuamente el World Socialist Web Site, el único camino para detener la pandemia es que la clase obrera internacional tome el asunto en sus manos y luche por una estrategia de eliminación global de “cero COVID”. Esto implica el despliegue simultáneo de todas las medidas de salud pública disponibles, así como la modernización de las infraestructuras para garantizar que todos los espacios públicos estén libres de bacterias y virus peligrosos. La lucha por este programa está indisolublemente unida a la lucha por el socialismo mundial, basado en la priorización de las necesidades humanas por encima del lucro privado.
(Publicado originalmente en inglés el 18 de noviembre de 2022)