Hace dos años, el entonces presidente Donald Trump y una mayoría de los republicanos del Congreso intentaron revertir la elección presidencial de 2020, derribar la Constitución y establecer una dictadura.
La información que ha salido a la luz mediante audiencias, memorias escritas y otras fuentes ha confirmado el gran alcance de la conspiración y el hecho de que estuvo muy cerca de tener éxito. Pero, más allá de un puñado de soldados rasos, ninguno de los responsables ha sido obligado a rendir cuentas ni mucho menos arrestado.
El aniversario del golpe de Estado del 6 de enero se está caracterizando por su continuación, en la forma de una crisis por la nominación del presidente de la Cámara de Representantes. El jueves, por tercer día consecutivo, un núcleo de diputados fascistizantes en el Partido Republicano bloqueó la elección del presidente legislativo, exigiendo cambios procesales vastos que empujarían todo el sistema político violentamente hacia la derecha.
Después de 11 votaciones, el supuesto líder republicano, el diputado Kevin McCarthy de California, no pudo obtener los 218 votos necesarios para una mayoría. La última vez que la Cámara de Representantes no pudo elegir a un presidente en más de nueve votaciones fue en 1859, dos años antes de la guerra civil.
Paul Gosar, Andy Biggs, Scott Perry y otros miembros de la bancada ultraderechista Freedom Caucus, que fue creada por Mark Meadows, un cómplice de Trump de alto rango, están exigiendo un control sin precedentes sobre los comités y sobre el propio presidente legislativo. Esto incluye puestos en el poderoso Comité de Normas, que establece los parámetros para el funcionamiento de toda la cámara baja hasta la próxima elección.
McCarthy, quien fue respaldado por el propio Trump y votó en contra de la certificación de la elección presidencial de 2020, ha respondido haciendo concesiones. Independientemente del resultado de las negociaciones en trastienda, si se resuelven del todo, será negativo para el grueso de la población. El objetivo es crear las mejores condiciones posibles para un ataque masivo a los programas sociales, ataques a los inmigrantes, un mayor gasto en el ejército y la policía y recortes fiscales para la oligarquía financiera.
Si bien el golpe de Estado del 6 de enero no logró anular la elección, dos años después las fuerzas que lo impulsaron se sienten envalentonadas y están yéndose a la ofensiva. Esto se vio reflejado de manera simbólica en la nominación por parte de Matt Gaetz del propio Trump para presidente de la Cámara de Representantes en la votación de ayer. Los golpistas representan a un sector importante de la clase gobernante y del aparato militar y de inteligencia que se está preparando para imponer formas autoritarias de gobierno.
En cuanto a los demócratas y el Gobierno de Biden, su reacción al conflicto en la Cámara de Representantes es consistente con toda su respuesta al golpe del 6 de enero. Mientras la turba de Trump invadía el Capitolio, Biden permaneció inmutable por horas y eventualmente llamó al dictador en ciernes a aparecer en televisión nacional y ordenar el fin de la insurrección.
En los dos años que siguieron al golpe, el Gobierno de Biden se ha dedicado a rehabilitar el Partido Republicano, insistiendo en que es necesario tener una oposición “fuerte” y pidiendo “bipartidismo”, ante todo en materia de la guerra contra Rusia.
En respuesta al conflicto sobre el presidente legislativo, protagonizado por individuos que deberían estar en la cárcel, los demócratas no hacen nada. No hay ningún intento de movilizar una oposición. Todo el asunto se está tratando como una broma, algo sin importancia real. Pero, como ha señalado el WSWS, el presidente de la Cámara de Representantes no es un cargo ceremonial. Es el máximo responsable político y administrativo de la Cámara de Representantes y el segundo en la línea de sucesión a la presidencia.
Con el fin de presentar una fachada de unidad nacional, el viernes Biden conmemorará el segundo aniversario del golpe de Estado con un discurso y una ceremonia en la que otorgará la Medalla Ciudadana a la Libertad a 12 personas, más de la mitad de las cuales son o han sido policías.
En consonancia con el informe final del Comité Selecto de la Cámara de Representantes del 6 de enero, Biden también concederá medallas a “buenos republicanos” que se resistieron a algunos aspectos del golpe de Trump, entre ellos el expresidente de la Cámara de Representantes de Arizona, Russell “Rusty” Bowers.
El jueves, la Casa Blanca hizo una importante concesión política al Partido Republicano y a la derecha fascista, anunciando una expansión masiva de las deportaciones de inmigrantes cubanos, haitianos y nicaragüenses en la frontera entre Estados Unidos y México, además de la prohibición ya existente a solicitar asilo para los venezolanos. El intensificado ataque a los inmigrantes se está llevando a cabo siguiendo las disposiciones del Título 42 que fueron utilizadas por primera vez por Trump en marzo de 2020.
El Partido Demócrata representa a una facción de la élite gobernante cuya oposición a Trump siempre se centró en la política exterior. La principal preocupación de la Administración de Biden es que nada interrumpa la guerra de casi un año contra Rusia, que ayer fue intensificada enormemente con el anuncio de que enviará tanques a Ucrania.
Los demócratas son muy conscientes del crecimiento explosivo de la oposición social desde abajo, que están decididos a sofocar, contener o reprimir. Uno de los principales resultados de su “bipartidismo” el año pasado fue la aprobación de una ley que prohibía una huelga de más de 100.000 trabajadores ferroviarios.
Un día después del ataque del 6 de enero, el World Socialist Web Site escribió que la “insurrección fascista” representaba “un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos”.
Las vanas glorificaciones de la invencibilidad e intemporalidad de la democracia estadounidense han quedado totalmente desmentidas y desacreditadas como un mito político hueco. La popular frase “No puede ocurrir aquí”, tomada del título del justamente famoso relato de ficción de Sinclair Lewis sobre el ascenso del fascismo estadounidense, ha sido decisivamente superada por los acontecimientos. No solo puede ocurrir aquí un golpe fascista. Ocurrió aquí, en la tarde del 6 de enero de 2021.
Dos años después, ninguna de las condiciones sociales y políticas que produjeron el golpe ha desaparecido. Las instituciones existentes de la clase dominante se están desmoronando bajo el peso de la desigualdad social extrema, las consecuencias de la pandemia continua de COVID-19, una crisis económica y financiera cada vez más profunda y una guerra interminable que se ha convertido en un conflicto global.
La defensa de los derechos democráticos en Estados Unidos no puede dejarse en manos de los demócratas y la esclerótica élite política estadounidense. Requiere la movilización de la clase trabajadora con base en la oposición al sistema capitalista, el cual da origen a la desigualdad social y la dictadura.
(Publicado originalmente en inglés el 6 de enero de 2023)